Marian Ingrid Lancaster - ID

Descripción Psicológica

Marian es una mujer que ha sido criada en una estricta fe cristiana. Su madre fue una gran devota, generosa y caritativa con las almas menos favorecidas, pero muy severa con cualquier conducta amoral. Y eso es algo que heredó su hija. ¿El problema en todo esto? Su maldición. Fue consciente de que algo había pasado la noche que había sido atacada por esa bestia. La había mordido, pero notaba que había afectado a una parte más profunda de su ser. Cuando un mes después, la luna llena la afectó de lleno, no pudo controlar la bestia interior y asesinó salvajemente a sus padres.

Como se puede uno imaginar, el sentimiento de culpabilidad es casi insoportable. Durante muchos meses tanteó la idea del suicidio, aunque esa contravenía todas sus creencias y enseñanzas. SE sentía mal no solo por el destino de sus padres, sino por el de su marido. Cuando estuvo con él casada y sufrió los maltratos e humillaciones constantes, llegó a desear su muerte en lo profundo de su corazón. ¡Y eso era algo inadmisible para alguien tan devota como ella! Por eso, por una parte se alegró secretamente de la muerte de su esposo, pero por otro lado, sentía que haber deseado eso y que se hubiera cumplido… iba a traer consecuencias. Así que entiende su licantropía como una maldición por haber tenido esos oscuros pensamientos.

Aunque es de carácter tranquilo, afable y educado, con su bestia interior va sintiendo que tiene una ira homicida que la cuesta a veces contener. La primera prueba que tuvo de ello fue precisamente con la muerte de sus padres. La transformación se desató de forma violenta cuando su madre la anunció que pronto encontrarían otro pretendiente para ella. Teniendo en cuenta lo que había sufrido en su primer matrimonio, por primera vez en su vida se rebeló ante los mandatos de su madre… y dio la bienvenida a esa ira asesina que guardaba dentro de ella.

Y con ello, a la eterna culpabilidad. Por eso, con el dinero que heredó de su marido y progenitores, decidió al cabo de un tiempo irse a vivir a Londres y abrir un orfanato en el que acoger y ayudar almas perdidas, y así poder redimirse ante los ojos de Dios.

Va siempre que puede a misa, y se encarga de educar a los niños en la fe anglicana. Solo cuando se acerca la luna llena desaparece de la vida pública, refugiándose o en el sótano de su casa, que ha adaptado con una jaula para contener a la bestia, o se va fuera de Londres y corre salvaje por los bosques deshabitados.

Desconoce totalmente la existencia de las manadas u otras criaturas, si bien con los meses y sus agudizados sentidos, ha logrado sentir algunas cosas fuera de lo normal. Pero huye de ellas, como una temerosa mujer de fe que es, y porque teme que la descubran antes de haberse podido redimir ante su Señor.

Aunque es cariñosa y maternal con los niños de su orfanato, evita relacionarse profundamente con cualquier otra persona, a fin de evitar que haya más muertes innecesarias en su vida. No lo soportaría… despertarse una vez más, desnuda y con la boca y las manos llenas de sangre de seres queridos…

Historia

― Mirad chicas, ¿veis quien va por ahí con tanta prisa? Es lady Lancaster ― dijo una de las damas que tomaban a esa hora de la tarde su reglamentario té. Un acto social que gran importancia en la que se daban cuenta de los últimos chismorreos, y el de lady Lancaster era uno tan trágico como jugoso.

― Vaya, ¿esa es lady Lancaster? La imaginaba más mayor y desfigurada, ya sabéis, por lo del ataque… ― arqueó las cejas otra de sus compañeras de mesa, revisando a la mujer que paso a su lado a toda prisa.

― Oh, dicen que las marcas de tal desafortunado accidente las guarda bajo sus ropajes, querida… ¡y ella bien se guarda de que no se vean! Incluso cuando no esté precisamente a la moda ― declaró la primera, alzando las cejas, como haciéndose la enterada.

A una de sus compañeras eso debió irritarla, porque preguntó:

― ¿Y tú como sabes eso? ―

La primera sonrió, como si se estuviera esperando esa pregunta. ―Oh, muy simple, tengo una prima que tiene un corazón tan devoto como lady Lancaster, pero con una lengua incansable a la hora de hablar… ¡porque trabaja en el mismo orfanato que ella, y por eso sé de todas estas cosas! ― se echó a reír discretamente, siendo coreada pronto en su diversión por sus amigas.

― ¿Entonces es cierto lo que dicen? ¿Estuvo casada? ―

― Si, si, no es Londres, sino de la isla de Man, de Douglas. Su padre dirigía una compañía pesquera de relativa importancia allí, mientras que su madre era una firme devota de la fe ― explicaba, mientras daba elegantes sorbos a su taza. ― Cuando tuvo la edad que toda señorita respetable debe tener para contraer matrimonio, organizaron un casamiento con el cura de la iglesia de St. Bride ― las mujeres asintieron, algunas comentando que era una buena jugada para tener una vida estable y acomodada. ― Sin embargo, por lo que dicen, el bueno del cura no era tan bueno con las mujeres… tenía la mano muy dura y larga para reprender a su jovencísima esposa ― añadió en un susurro. Algunas se removieron incomodas en sus asientos y bajaron la vista, como si entendieran los padecimientos de la joven Lancaster. ―Quizás por eso Dios decidió castigarlo con una muerte tan violenta… ― añadió la narradora, en todo despreciativo.

― ¿Qué paso exactamente? ― preguntó otra, completamente absorbida por la historia. La joven que llevaba la voz cantante esbozo una sesgada sonrisa: había conseguido su propósito, ser el centro de atención esa tarde.

― Bueno, según cuentan, el no-tan-feliz matrimonio embarcó hacía esta ciudad debido a una reunión eclesiástica en la que había sido convocado su respetable marido ― con la punta de los dedos cogió una de las deliciosas pastas de té, mordisqueándola con cuidado. En esa teatral pausa notaba los nervios de las oyentes, aumentando la satisfacción de la narradora. ― Debido a un problema, no pudieron pedir un carruaje que les llevara aquí en cuanto bajaron del barco, así que tuvieron que hacer parte del recorrido a pie, ¡imaginaos! Con las maletas, y el barro que puebla los caminos… ¡qué experiencia más desagradable! ― meneó la cabeza la mujer. ― Además de que era una hora tardía, la noche ya había caído y la luna llena se alzaba gloriosa en el cielo. Fue entonces cuando… ¡sucedió! ― lo dijo de una forma tan súbita que algunas de las jóvenes que la escuchaban pegaron un ligero brinco. ― Un perro salvaje o un lobo hambriento de gran tamaño los asaltó. Primero atacó a lady Lancaster, pero al ver como su otra presa huía aterrada, se lanzó a su persecución. Por eso ella sigue viva, y su esposo fue hallado… bueno… no estaba entero ― las mujeres pusieron expresión de desagrado. Alguna se tuvo que dar algo de aire, pálida de solo imaginarlo.

― ¿Qué ocurrió con lady Lancaster? ― se atrevió a preguntar una temblorosa dama.

― Es obvio que salió con vida, ¿verdad? ― la narradora arqueó las cejas, divertida. ― Pero la tragedia no se acaba ahí, no, no. Cuando su familia se enteró del ataque, rápidamente organizaron todo para que fuera llevada de vuelta a la Isla de Man. La cuidaron, curaron sus heridas… pero un mes después, ¡los progenitores de la desafortunada dama aparecieron descuartizados! Los informes declaraban que algún tipo de bestia salvaje los había atacado, ¡en su propio jardín! Inquietante, ¿verdad? Ya no hay sitios seguros hoy en día… ― declaró la mujer, colocando un mechón de su dorada cabellera tras su oreja. ―Como podéis imaginar, eso afectó en gran medida el ánimo de nuestra joven protagonista. Estuvo dos años prácticamente encerrada en la casa de sus padres, no recibía visitas, no salía apenas… hasta hace unos meses, que decidió abandonar su antigua vida para venir a vivir a Londres. Su padre tenía una pequeña casa aquí, en Camden, y como estaba muerto, había heredado eso y una pequeña suma de dinero. Si a eso le sumábamos lo que había recibido por la muerte de su marido, pues digamos que la señora Lancaster era desafortunada pero no la faltaba el dinero ― sonrió la dama divertida. ― ¡Ah, pero como no puede ser menos para un corazón tan devoto, decidió abrir con ese dinero el orfanato que regenta! Como he dicho antes, admirable, ¿verdad? ― las mujeres asintieron al unísono y apuraron sus tazas de té, ¡tenían que volver a sus hogares para contar esa increíble historia a sus respectivos esposos!