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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
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Confesiones (Aisha)
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Confesiones (Aisha)
Con una sonrisa de orgullo, Saray se alzó y contempló a sus hijos, a los que acababa de ayudar a vestirse con sus trajecitos de paseo. Los gemelos iban exactamente igual vestidos, salvo por sus corbatines, pues el de Andrew era de un hermoso azul marino que parecía hacer resaltar las chispas traviesas de sus ojos también azules, mientras que el de Lloyd era de un suave gris plata, que destacaba la dulzura de su expresión al sonreír. Por lo demás, cualquiera que no los conociera podría pensar que eran idénticos.
–Estáis arrebatadores, queridos míos. En unos años robaréis los corazones de toda jovencita que pose su mirada en vosotros –bromeó mientras se sentaba ante el espejo para retocarse el cabello ella misma. Mientras lo hacía, pudo ver a través del espejo cómo Andrew alzaba el rostro y sonreía pícaro por sus palabras, mientras que Lloyd agachaba la cabeza con las mejillas sonrosadas. Una vez más, Saray se sorprendió del fuerte contraste que eran sus dos hijos, cuando al mismo tiempo eran tan idénticos.
Al terminar de arreglarse, se levantó y tomó su sombrilla antes de acercarse a ellos de nuevo –¿Estáis listos? –preguntó mirándolos bien para asegurarse de que estaban arreglados como era debido. Los niños asintieron y Andrew insistió en llevar él mismo la sombrilla de su madre para que su hermano y él pudieran ir cada uno de una mano de Saray. Eran una imagen familiar hermosa de contemplar, aunque a menudo incompleta, pues por mucho que James amase a sus hijos y quisiera a Saray, no podía dar la espalda a su esposa para estar siempre con ellos.
Mientras caminaban de esta guisa hacia la salida del Nimbooda para dar un paseo matutino, Saray pudo ver a Aisha y Radha en el amplio pasillo. Parecían estar discutiendo, así que la joven madre apresuró el paso con el ceño fruncido hasta llegar junto a ellas. No estaba dispuesta a consentir que esa desagradecida de Radha molestase a su querida Aisha. –¿Se puede saber qué ocurre aquí? –cuando Radha la vio, sabiendo que Saray apoyaría a Aisha, optó por rodar los ojos y darse media vuelta para irse de allí murmurando entre dientes. Entonces, Saray dedicó una mirada cómplice a Aisha –¿Qué tal si te pones algo adecuado para salir y vienes conmigo y los niños mientras me cuentas lo que ha pasado, querida? –sugirió con un leve matiz de reproche, como el de una hermana mayor que descubre a la menor en medio de una travesura –¡Sí! Ven con nosotros, tía Aisha. Será más divertido si vienes tú –pidió Andrew mientras la miraba con unos ojos que sabían demasiado para la edad que tenía. Saray sabía que lograría lo que quisiera de una mujer cuando tuviera la edad suficiente para aprovechar todo ese potencial. Por su parte, Lloyd asintió mirándola emocionado, con una ternura casi tangible en el rostro. Tendría el mismo éxito que su hermano entre las damas, probablemente, pero no porque se derritieran a sus pies, como en el caso de Andrew, sino porque no podrían evitar querer ver feliz al hombre tierno y gentil que sería algún día.
Mientras pensaba en ello, Saray miraba a Aisha, esperando una respuesta.
–Estáis arrebatadores, queridos míos. En unos años robaréis los corazones de toda jovencita que pose su mirada en vosotros –bromeó mientras se sentaba ante el espejo para retocarse el cabello ella misma. Mientras lo hacía, pudo ver a través del espejo cómo Andrew alzaba el rostro y sonreía pícaro por sus palabras, mientras que Lloyd agachaba la cabeza con las mejillas sonrosadas. Una vez más, Saray se sorprendió del fuerte contraste que eran sus dos hijos, cuando al mismo tiempo eran tan idénticos.
Al terminar de arreglarse, se levantó y tomó su sombrilla antes de acercarse a ellos de nuevo –¿Estáis listos? –preguntó mirándolos bien para asegurarse de que estaban arreglados como era debido. Los niños asintieron y Andrew insistió en llevar él mismo la sombrilla de su madre para que su hermano y él pudieran ir cada uno de una mano de Saray. Eran una imagen familiar hermosa de contemplar, aunque a menudo incompleta, pues por mucho que James amase a sus hijos y quisiera a Saray, no podía dar la espalda a su esposa para estar siempre con ellos.
Mientras caminaban de esta guisa hacia la salida del Nimbooda para dar un paseo matutino, Saray pudo ver a Aisha y Radha en el amplio pasillo. Parecían estar discutiendo, así que la joven madre apresuró el paso con el ceño fruncido hasta llegar junto a ellas. No estaba dispuesta a consentir que esa desagradecida de Radha molestase a su querida Aisha. –¿Se puede saber qué ocurre aquí? –cuando Radha la vio, sabiendo que Saray apoyaría a Aisha, optó por rodar los ojos y darse media vuelta para irse de allí murmurando entre dientes. Entonces, Saray dedicó una mirada cómplice a Aisha –¿Qué tal si te pones algo adecuado para salir y vienes conmigo y los niños mientras me cuentas lo que ha pasado, querida? –sugirió con un leve matiz de reproche, como el de una hermana mayor que descubre a la menor en medio de una travesura –¡Sí! Ven con nosotros, tía Aisha. Será más divertido si vienes tú –pidió Andrew mientras la miraba con unos ojos que sabían demasiado para la edad que tenía. Saray sabía que lograría lo que quisiera de una mujer cuando tuviera la edad suficiente para aprovechar todo ese potencial. Por su parte, Lloyd asintió mirándola emocionado, con una ternura casi tangible en el rostro. Tendría el mismo éxito que su hermano entre las damas, probablemente, pero no porque se derritieran a sus pies, como en el caso de Andrew, sino porque no podrían evitar querer ver feliz al hombre tierno y gentil que sería algún día.
Mientras pensaba en ello, Saray miraba a Aisha, esperando una respuesta.
Saray Wainworth- Meretrices
Re: Confesiones (Aisha)
-¡Déjame en paz! Ni se te ocurra volver a tocar mis cosas.-Aisha estaba segura de que sus voces podían oírse en todo el Nimbooda, pero en aquel momento la rabia cegaba su raciocinio por completo. Radha se había sobrepasado aquel día, y en uno de sus ataques de celos, le había cogido del armario uno de sus vestidos para usarlo durante sus bailes. No le importaba compartir ropa con las otras chicas, pero ella guardaba su diario en ese mismo lugar en el que aquella estúpida había estado husmeando minutos atrás, y si hubiese llegado a encontrarlo y a leerlo...
-¡A ver si te enteras de una vez, Aisha! ¡Aquí vivimos muchas y por much0 que no te guste, tenemos que compartir las cosas, entre ella la ropa!.-Harta de todo aquello, la muchacha dio un paso al frente y quedó a un palmo de la otra chica, para poder hablarle sin levantar la voz.
-Te juro que, como vuelvas a tocar mis cosas...
La suave voz de Saray interrumpió la discusión, haciendo que Radha se esfumase rápidamente, sin darle tiempo a acabar su frase. Un día la acabaría matando.
Con un suspiro, se pasó una mano por el cabello y asintió, esbozando una sonrisa algo cansada.-Dame un par de minutos.-Y, al pasar junto a ella, depositó un suave beso en las mejillas de los gemelos, sonriéndoles a ambos. Aquella pequeña familia era una de las principales razones -a parte de Azalea, claro- por las que Aisha no había cometido aún una estupidez. No podía decepcionar a los hijos de quien consideraba su mejor amiga, pues había prometido cuidar de ellos siempre. Y discutir a voces con Radha era algo que no debía haber hecho en presencia de los gemelos.
Se cambió rápidamente de atuendo, y recogió su enmarañado cabello en un moño. Cuando salía del Nimbooda no solía arreglarse demasiado, pero aquella ocasión lo requería. Saray era tan bella que Aisha tenía que esforzarse para no desentonar y levantar miradas escépticas a su paso. Además, podría ser un momento perfecto para exteriorizar sus pensamientos con su amiga y confidente. Quizás iba siendo hora de decir en voz alta todo lo que había visto aquellos días pasados. Y no se le ocurría mejor persona para hacerlo que Saray.
-Ya estoy lista.¿A dónde vamos a llevar hoy a estos dos caballeritos tan guapos?-Preguntó, dedicándoles una gentil sonrisa a los niños.-Si se portan bien, a lo mejor se ganan unos caramelos...-Aquella vez miró a su amiga de reojo, esperando el permiso silencioso de comprarles unos dulces a los pequeños.
-¡A ver si te enteras de una vez, Aisha! ¡Aquí vivimos muchas y por much0 que no te guste, tenemos que compartir las cosas, entre ella la ropa!.-Harta de todo aquello, la muchacha dio un paso al frente y quedó a un palmo de la otra chica, para poder hablarle sin levantar la voz.
-Te juro que, como vuelvas a tocar mis cosas...
La suave voz de Saray interrumpió la discusión, haciendo que Radha se esfumase rápidamente, sin darle tiempo a acabar su frase. Un día la acabaría matando.
Con un suspiro, se pasó una mano por el cabello y asintió, esbozando una sonrisa algo cansada.-Dame un par de minutos.-Y, al pasar junto a ella, depositó un suave beso en las mejillas de los gemelos, sonriéndoles a ambos. Aquella pequeña familia era una de las principales razones -a parte de Azalea, claro- por las que Aisha no había cometido aún una estupidez. No podía decepcionar a los hijos de quien consideraba su mejor amiga, pues había prometido cuidar de ellos siempre. Y discutir a voces con Radha era algo que no debía haber hecho en presencia de los gemelos.
Se cambió rápidamente de atuendo, y recogió su enmarañado cabello en un moño. Cuando salía del Nimbooda no solía arreglarse demasiado, pero aquella ocasión lo requería. Saray era tan bella que Aisha tenía que esforzarse para no desentonar y levantar miradas escépticas a su paso. Además, podría ser un momento perfecto para exteriorizar sus pensamientos con su amiga y confidente. Quizás iba siendo hora de decir en voz alta todo lo que había visto aquellos días pasados. Y no se le ocurría mejor persona para hacerlo que Saray.
-Ya estoy lista.¿A dónde vamos a llevar hoy a estos dos caballeritos tan guapos?-Preguntó, dedicándoles una gentil sonrisa a los niños.-Si se portan bien, a lo mejor se ganan unos caramelos...-Aquella vez miró a su amiga de reojo, esperando el permiso silencioso de comprarles unos dulces a los pequeños.
Re: Confesiones (Aisha)
Mientras Aisha se preparaba y volvía a reunirse con ellos, Saray se sentó con los gemelos a esperar en el recibidor del Nimbooda. Mientras Andrew se agitaba inquieto, deseando salir ya, Lloyd se miraba los zapatos con expresión de concentración, como si le diera vueltas a algo. De vez en cuando, alzaba la cabeza para mirar a su madre, como si fuera a decirle algo, pero instantáneamente volvía a sus cavilaciones. Preguntándose qué le preocuparía, Saray decidió interrogar directamente a su pequeño –¿Ocurre algo, mi vida? –le preguntó mientras le colocaba una mano suavemente en la barbilla para que la mirase. Tras torcer el gesto un momento, le dijo con las mejillas sonrojadas –Me estaba preguntando… Ceanna… ¿Por qué no viene con nosotros como siempre? –soltó al fin. La mirada de Saray se enterneció, pues era bastante obvio que, a pesar de que aún eran unos críos, Lloyd le tenía un cariño especial a la hija de Azalea. Su hermano lo miró con gesto pícaro y rio brevemente antes de bajar del sillón en el que se había subido junto a su madre para darle un codazo suave a Lloyd. Sin embargo, antes de que le dijera nada para incomodarlo, Saray le dirigió una mirada a Andrew que lo hizo recapacitar y no decir nada de lo que había pensado en un primer momento su traviesa cabecita –Es cierto, madre. Siempre vamos todos juntos cuando salimos de paseo.
Mientras los niños la miraban en espera de una respuesta, Saray se envaró. Debía inventar una excusa para los gemelos y detestaba mentir a sus hijos, pero no podía decirles el motivo real por el que la pequeña Ceanna no saldría con ellos: Azalea sospechaba que el padre de la niña pretendía apartarla de su lado y llevarla a vivir con su familia. Saray no podía arriesgarse a llevar a la que era como una sobrina para ella y exponerla a un encuentro con aquel hombre –Creo que Azalea va a llevarla luego a comprar vestidos nuevos, así que no puede venir con nosotros –les dijo simplemente.
Gracias a Dios, Aisha llegó en aquel momento y la libró de atender más preguntas. Saray se puso en pie y sonrió a la joven –Había pensado en dar un paseo hasta Kensington Gardens y quedarnos allí un ratito –le dijo mientras asentía levemente, dándole su consentimiento para que mimase a los niños como solía hacer siempre.
Mientras los niños la miraban en espera de una respuesta, Saray se envaró. Debía inventar una excusa para los gemelos y detestaba mentir a sus hijos, pero no podía decirles el motivo real por el que la pequeña Ceanna no saldría con ellos: Azalea sospechaba que el padre de la niña pretendía apartarla de su lado y llevarla a vivir con su familia. Saray no podía arriesgarse a llevar a la que era como una sobrina para ella y exponerla a un encuentro con aquel hombre –Creo que Azalea va a llevarla luego a comprar vestidos nuevos, así que no puede venir con nosotros –les dijo simplemente.
Gracias a Dios, Aisha llegó en aquel momento y la libró de atender más preguntas. Saray se puso en pie y sonrió a la joven –Había pensado en dar un paseo hasta Kensington Gardens y quedarnos allí un ratito –le dijo mientras asentía levemente, dándole su consentimiento para que mimase a los niños como solía hacer siempre.
Saray Wainworth- Meretrices
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