Flashback: Vestidos que dan pie a cosas más perdurables que la tela [Rowena V. H. Frost]

Pequeña dulce e inocente, jugueteaba con mis muñecas en el jardín de casa. Tan sólo con cinco años recién cumplidos y ya acostumbrada a tener que pasar la mayor parte del día en soledad. Ni mis padres ni mis hermanos podían pasar tiempo conmigo. Adelaida estaba sentada en una silla vigilándome en todo momento. No me esperaba que todo aquello fuera a romperse en el instante que mi madre salió al pequeño jardín "Beatrice, deja eso. Has de venir conmigo para una visita a domicilio. Y cambiate de ropa, es alguien importante" y dicho aquello regresó al interior. No sabía de qué se podía tratar, pero me tuve que levantar del césped con mis muñecas cogidas con mi manita me encaminé escaleras arriba para ponerme uno de esos vestidos con cancan que separaban mucho la tela de mis piernas y hacía que me pesara mucho más y ralentizara mis pasos. " Beatrice, como tardes un minuto más pienso llevarte tal y como estés vestida; aunque no estés vestida" Sonó la voz de mi madre desde el pasillo y tuve que apresurarme más y más para poder ponerme los zapatos y coger el sombrero verde a juego con el vestido.

La mirada de mi madre, que me esperaba bajo las escaleras, no denotaba una gran afectividad, típica que debería de tener si quería que la tratara como tal. Pero así era nuestra relación de tan poco tiempo. Con cinco años nunca había visto sonreír a mi madre, ni demostrarme un poco del afecto que le podía demostrar a Catherine, o a Merie; pero siendo tan pequeña como era, ¿qué podía hacer? El carruaje estaba frente a la puerta de casa para llevarnos hasta dónde quiera que fueramos. " Alisate la falda, y ponte recta Beatrice. No cometas ningún fallo. Es una familia importante y si lo haces mal harás mucho daño a la familia... " Comenzó a hablar sin parar en todo el trayecto, haciéndolo aún más largo y dedioso. Lo que no terminaba de entender era por qué quería ir conmigo, algo se debía de traer entre manos para llevarme a mi en vez de a cualquiera de mis hermanas.

Las cortinas tapaban las ventana del carruaje y no me dejaban escapar de la charla que mi madre ofrecía como si de un sermón de la iglesia se tratara. Casi di gracias cuando el carruaje carruaje paró y el cochero se acercó para abrir la puerta y abrila Y que no se te olvide Bearice, nada de preguntar por sus padres Fueron las últimas palabras que mi madre me dedicó antes de bajar y encaminarse hacia la bonita puerta de madera de roble que golpeó a la espera de que se abriera. ¿A quién no tenía que preguntarle por su familia?  

© hekate