Darkness Revival
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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .


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Placeres disfrazados- Trama global

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Rol +18 Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Dorian Gray Dom Ago 10, 2014 8:02 pm



Placeres Disfrazados




Lugar: Mansión Gray
Hora: 21:00 en adelante

La noche cae sobre Londres, pero no es una noche cualquiera, es una noche clara y especial, en concreto para un hombre con cara de ángel.

Anualmente Dorian Gray celebra una de sus famosas fiestas en las que su mansión queda abierta para todo el público, pueden asistir tanto nobles, como clase alta, media y baja. Las fiestas de Dorian son conocidas por los excesos y la diversión, tan hay una simple y pequeña condición para asistir: es obligatorio llevar máscara con la que tapar la identidad y mantenerse en el anonimato.
¿El motivo de la fiesta? Su llegada a Londres. El joven Gray ha estado viajando por diferentes lugares, su última estancia fue en Venecia con la que ha conseguido ampliar su colección de instrumentos musicales de los cuales hará gala en la fiesta.

Dorian nos ofrecerá una singular actuación con una invitada muy especial... Algo que no se ve todos los días, un pequeño circo que cuenta con nada menos que una albina de ojos violáceos que es capaz de hacer volar su pequeño cuerpo, algunos la llaman "La Danzarina del Aire" y una mujer de piel bastante curiosa que nos deleitará con su habilidad en la cuerda floja y unos bailes sensuales y variopintos acompañados de la otra circense, con la idea de caldear el ya de de por sí animado ambiente. Si eso les parece poco a los invitados habrá más pequeñas sorpresas... La mansión Gray no es algo que se vea todos los días y los perversos juegos de Dorian son los secretos más ocultos de los rincones de la ciudad.

La noche elegida en concreto cae con la lluvia de estrellas y seguro que las criaturas sobrenaturales estarán hambrientas... Contarán con un exquisito buffet con la que saciar su sed e insaciable apetito.
El día de este gran y placentero acontecimiento comienza hoy mismo y estará disponible hasta el día 16.

Con sus mejores deseos;

D. Gray




Dorian Gray
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Clase Alta
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Charlotte L. Nightingale Dom Ago 10, 2014 9:10 pm

No sabía quien era el anfitrión de la fiesta. Solo sabía que tanto la reciente Ella como ella, habían sido contratadas para una fiesta en una gran mansión de Londres.
Poco le explicaron sobre el anfitrión. Tan solo que era joven y que su fiesta iba a mover la ciudad de Londres. Todo el mundo estaba invitado. La música sonaría hasta el amanecer, las bebidas nunca se acabarían y el baile sería eterno. Debía llevar máscara para que su rostro no fuera reconocido, algo complicado pues las máscaras eran caras. Pero lejos de comprar una, pidió a una de sus compañeras que le ayudase a pintar su rostro como si de una calavera se tratase.
Enfundo su largo y delgaducho cuerpo en un traje vaporoso, transparente, pues la fiesta tenía pinta de ser de carácter lujurioso y se envolvió en la capa para llegar a la casa en uno de los coches de caballo.

Llegó antes de la hora, con una caja de madera entre las manos la cual contenía las telas que usaría en su espectáculo. Fueron las criadas quienes le abrieron y quienes, con esfuerzo, le ayudaros a colgar las telas de las barandillas de madera del segundo piso. Fue rápido, pero en menos de media hora, todo estaba preparado. Las sirvientas se movían de aquí para allá, organizando los últimos detalles hasta que las puertas finalmente se abrieron para la gente. Y ella, antes de que nadie le dijera nada, se subió como ya era costumbre a una de sus telas, realizando alguno de sus números al son de la música de fondo...

Acrobacias aereas sobre telas:
Vestido:
mascara:
Charlotte L. Nightingale
Charlotte L. Nightingale
Clase Baja
Clase Baja

Ocupacion : Artista circense
Localización : Bond Street

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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Dorian Gray Dom Ago 10, 2014 9:43 pm

Llevaba toda el día en el estudio encerrado, ordenó que nadie le molestara hasta que empezaran a llegar las cosas de la fiesta, quería verlas antes de que sus sirvientes tocaran nada. Esta noche debía de ser perfecta... Y lo sería, estaba seguro. Dorian estaba ataviado con una bata de suave seda color vino y su blanco pecho desnudo contrastaba a las mil maravillas, tenía un aspecto totalmente encantador con sus rubios rizos alborotados.  En el cuello lucía una cadena de plata en la que colgaba una llave, esa llave era su más valioso tesoro, ocultaba su alma.
Entonces llamaron a la puerta y se giró, dejando el libro encima de sus rodillas, acarició la cubierta con sus finos dedos.

-Adelante -dijo con voz clara y una sonrisa en sus labios-

Se trataba de su sirviente de "confianza" Víctor, el cual venía a avisarle de que una de las acróbatas había llegado. Dorian se levantó, pues esperaba encontrarse con una persona en particular, la albina Charlotte, era sumamente... Interesante y no llegó a probar todo lo que le habría gustado de ella, esos finos labios eran realmente dulces, demasiado dulces para su gusto, pero le agradaba su piel fría y blanca. Era una experiencia de placeres, un hombre jamás debería decir que no.

-Muchas gracias por el aviso, Víctor, bajaré en cuanto me sea posible -el sirviente cerró la puerta y el señor Gray se levantó de la butaca, antes de salir se estiró. Tenía un espejo delante y como hacía siempre se observó el rostro durante un largo rato, estaba igual que siempre, sin una arruga... Ni un defecto, solamente un rostro de imposible belleza. Le vino a la cabeza el tormento de sus pesadillas ¡Qué terrible imagen! Pero no había tiempo de pensar en eso, era hora de empezar a preparar su fiesta. Salió de la habitación y bajó las escaleras en dirección al salón principal. A lo lejos puedo reconocer una figura blanca subida en una de las telas, a pesar de su pequeño tamaño Charlotte sabía destacar, seguramente ni siquiera sabría que Dorian Gray la había elegido a posta, pero... No había obtenido lo que quería y él jamás se quedaría con las ganas.

No consiguió apartar la mirada de ella, volvía a sobrevolar la habitación con la ayuda de su ligereza y la capacidad de volvar que poseía, era tan hermoso verla danzar en el aire. Dorian Gray no se movió y sonrió mientras disfrutaba del ensayo ¿Se habría percatado de su presencia? No tardaría en hacerlo, porque Dorian destacaba siempre y nadie apartaba la mirada de él.
Dorian Gray
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Jareth R. Nottingham Dom Ago 10, 2014 10:12 pm

Como noble, o al menos como al noble al que había suplantado, su apellido y su integridad se verían comprometidos de mala manera si alguien le reconocía. En teoría, no debería ir.... Pero le gustaban las fiestas, y más si estas incluían máscaras. No había ningún motivo por el cual no acudir en realidad. Si le veían.. ¿qué más le daba? Al fin y al cabo, al paso de unos años debería abandonar Londres de nuevo y olvidarse de esa personalidad suplantada... Así qu no pudo negarse. La invitación era demasiado atrayente. La música, el ambiente, el baile.. Las máscaras..

Decidió ponerse, para aquella ocasión, una máscara de cerámica, pulida y exquisita en todos y cada uno de sus detalles, aunque debía sostenerla con una mano, pero era su favorita. Con cuernos, simlaba la grotesca mueca de un demonio. Maravillosa y exquisita...  Escogió un atuendo un tanto antiguo, una camisa con muchos volantes blancos en el cuello y una chaqueta, estilo levita, de color azul marino con cientos de piedras engarzadas en los hombros y en la espalda, las cuales brillaban cuando la luz incidía sobre ellas. Se ajustó bien el pañuelo del cuello y tras coger cuidadosamente la máscara, salió a la calle donde su cochero personal estaba esperando.  

-A la mansión Gray, Edgar... -pidió una vez la puerta se hubo cerrado y él se había acomodado en el mullido asiento. El carruaje se puso en marcha ante el estallido del látigo y los caballos tirón por las calles, arrastrando aquella caja de madera. Jereth apartó ligeramente las cortinas con una de sus enguantadas manos. Siempre que salía de casa se los ponía, pues los humanos encontraban sus uñas demasiado diferentes y curiosas. Un pequeño detalle mediante el cual se podía desenmascarar su auténtica naturaleza.
Finalmente el carruaje se detuvo y Edgar bajó, abriendo la puerta para que bajase. Nada más pisar la calle, ajustó la máscara sobre su rostro, siempre sostenida con una mano y subió los escalones de la entrada. La música sonaba en su interior, donde se escuchaba ya un ligero murmullo indicándome que ya había varias personas dentro.

Saludó con un leve inclinamiento de cabeza al mayordomo que había al lado de la puerta y caminó por el pasillo hasta llegar al comedor, donde una joven acróbata se movía con gracia sobre unas telas colgantes. Parecía volar. Pero Jareth no era el único que la contemplaban pues pudo captar la figura que desde el piso superior la contemplaba. Un joven de tierna edad de finos y atractivos rasgos cuyos brillantes ojos mostraban diversión y un plan oculto. El vampiro sonrió, complacido de haber descubierto tan tempranamente al anfitrión de la fiesta. Sin duda, un joven que llamaba su atención. Esperaba, más adelante, poder acercarse a ese joven de claros cabellos.

Mascara demonio:
Ropajes:
Jareth R. Nottingham
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Nobleza y Aristocracia
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Irene Adler Lun Ago 11, 2014 6:36 am

Sostuvo la invitación del señor Gray en la mano. Pese a que su fiesta no diferenciaba al aristócrata del obrero, había tenido al menos la consideración de enviar invitaciones a las familias más pudientes. Una jornada de puertas abiertas en la lujosa mansión Gray sin escatimar en gastos, donde no había nada prohibido y la sensualidad y el erotismo iban de la mano. Había escuchado hablar de aquel joven ostentoso. ¡Y quién no! Y su fama era, cuanto menos, preocupante. Aún así, parecía gozar de un magnetismo que lo hacía irresistible.

Las máscaras era una señal inequívoca del tipo de fiesta que aquel joven iba a ofrecer a sus invitados. Bajo el supuesto toque de distinción y de misterio con el que se ofertaban, algo así como un juego cortés, la verdadera finalidad de aquello era ocultar identidades y no herir sensibilidades. Bajo el techo del señor Gray no había nombres y, hasta el más honrado y reputado caballero, podría convertirse en un sátiro por una noche.

¿Cómo no iba Irene Adler a acudir?

Más de la mitad de su vida se había desenvuelto en aquellos ambientes donde la falsedad y doble moral de aquella sociedad salía a la luz. Entre el humo del tabaco y del opio, las máscaras lograban sacar el verdadero yo dentro de cada hombre, y dentro de cada mujer. Era increíble los extremos a los que podía llegar la perversión de los hombres cuando sabían que no habría consecuencias para sus actos.

A Irene le gustaba ser testigo de aquellos momentos. Le gustaba conocer los deseos más ocultos de las personas, sus verdaderos apetitos. La información es poder e Irene no había llegado donde estaba portándose bien. Si algún día los secretos que ella escondía, la información que guardaba saliese a la luz podría hacer tambalearse los cimientos de media Europa. No había rey, príncipe o conde que no tuviera qué ocultar y ella, tarde o temprano, lo descubría.

Acudió a la mansión Gray con un suntuoso vestido rojo y negro. La pedrería y el encaje del pecho realzaban su busto mientras, a su espalda, una larga cola de plumas rojas y negras emulaban la cola de un ave fénix. También se había teñido, con ayuda de Kate, el cabello de rojo y lo había peinado emulando las llamas del ave. De algo debían de servir los años sobre un escenario. Un finísimo antifaz de filigrana negra y roja ocultaba su rostro, sólo dejando ver sus labios escarlata y su profunda y clara mirada.

Orgullo, distinción y fuerza. Como el fénix, Irene se sentía segura de sí misma, poderosa. Como el fénix, ella había sabido resurgir de las cenizas para convertirse en un ave bella e indómita. Y así lo manifestó cuando sus tacones resonaron bajo sus firmes pasos en el mármol que cubría la entrada de aquella mansión. El vestido ondeando tras ella con sus gráciles movimientos.  

LINK AL DISFRAZ
Irene Adler
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Ocupacion : Ex-cantante. Ex-cortesana.
Localización : Londres.

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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Ella Bell Lun Ago 11, 2014 7:57 am

Ella pasó un dedo inquieto por debajo de la fina banda de encaje que le servía de mascara, recolocándola. La había arrancado de un vestido raído del almacén del teatro del que ya nadie se acordaba.  

Tras mucho meditar, llegó a la conclusión que era una tontería gastar tiempo,  energías y un dinero que no tenía  en tratar de ocultar su  identidad.  Ese indecoroso vestido (si tenía suficiente tejido como para otorgarle ese calificativo) carente de falda que lucía en las actuaciones revelaba descaradamente toda la ira de Dios impresa en ella, blanquecinos lagos estampados sobre su oscura piel que llevaban su nombre escrito.
Tampoco tenía reputación, ni honor, ni apariencia  ni nada tan vanidoso que mantener, decidiendo usar esa fina tela más por cumplir con aquella exigencia  estúpida y banal que se imponía como regla increbrantable.  Había en todo aquello algo que la inquietaba,  tanto como el escalofrío que le había recorrido la espalda nada más poner un pie en aquella opulenta mansión.  

En el otro extremo de la sala pudo ver como Charlotte terminaba de preparar sus largas telas y seguidamente se colgaba de ellas para hacer lo que mejor sabía.  Luca, su mentor, la ayudaba a montar los andamios para la cuerda floja, su más reciente amiga y aliada.  Aun era una novata, pero había aprendido a sacar partido a la sensualidad implícita en los cuerpo afroamericanos como el suyo, ayudando así a contrarrestar la falta de espectacularidad en sus recientemente adquiridas acrobacias.  

El italiano le golpeó suavemente la espalda como muestra de ánimo;  su fino y delicado escenario ya estaba listo.  Subió los diminutos escalones y reposó en la pequeña madera que le servía de entrada, temblando, antes de dar su primer paso. Sabía que aquello que quedaba grande.  Pero…ego.  Una alegría que rozaba el éxtasis la invadió cuando le notificaron que había sido contratada, junto con la albina, para una fiesta de alta categoría en una grandiosa mansión.  Ego. Aunque… Ego.  Ego.  Ego. Ego... Es algo tan sumamente delicioso y embaucador…  Y allí se encontraba.  

Algunas cabezas se giraron hacia ella. Y entonces lo vio claro. Como un relámpago, una verdad grande, inmensa  como el mar se volcó sobre ella.  Todas esas caras enmascaradas que la miraban desde la mentira y la mendacidad; allí nada era real, era todo tan falo que rozaba con la más absoluta certeza, revelando quienes  eran en realidad  todos aquellos seres despiadados que se movían entre las apariencias. Nada es lo que parece ser, más ser, allí, significaba aparentar lo que en realidad se era.  

Dio un paso en la cuerda que osciló bajo sus pies con zapatos de balet. Y sintió los ojos,  las risas, la expectación.  Y sintió el miedo.  Era verdad, lo era. En este mundo no existe la bondad, es solo un veneno para los más incautos.  

Pero su número tenía que continuar. Y así lo hizo, ingnorando esas extrañas sensaciones que se estaban apoderando de ella.

Montaje de la cuerda floja:
Atuendo:
Máscara:
Ella Bell
Ella Bell
Clase Baja
Clase Baja

Ocupacion : Circense
Localización : Tightrope Theatre

https://thedarknessrevival.forosactivos.net/t39-ella-bell-ficha-de-personaje

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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Henry Jekyll Lun Ago 11, 2014 2:33 pm

Sentado en el enorme escritorio de mi despacho, rompí la invitación del señor Gray y la arrojé a la chimenea sin demasiado entusiasmo. No me gustaban las mascaradas. Bastante disfraz tenía que llevar cada día de mi vida como para encima jugar a esconderme bajo otro antifaz. No, Henry Jekyll no era dado a ese tipo de frivolidades. Él no lo era…

Pero Hyde sí.

Grité de dolor llevándome las manos a la cabeza. Sentí como si hubiera golpeado con sus puños dentro de mi ser, como su hubiera cogido mi cerebro entre sus grandes y nudosas manos y lo estuviera apretando con saña para llamar mi atención. Grite otra vez y mi mano, la mano pálida del doctor, recorrió temblorosa la mesa del escritorio hasta alcanzar la botella fe láudano y remitir el dolor.

Jadeando todavía, y algo mareado, me levanté para acercarme al espejo apoyándome en las paredes. El rostro lívido y los ojos bicolores de Henry Jekyll me devolvieron la mirada y suspiré de alivio. Aún así, mi ojo marrón, el ojo marrón que compartía con Hyde y que me recordaba que él seguía dentro de mí, en algún lugar, relampagueaba con furia.

– ¿¡QUÉ DEMONIOS QUIERES AHORA?!

Grité a sabiendas que nadie me escuchaba. Sólo yo. Sólo él. Es este caso era la misma cosa.Casi como respuesta, golpeé la pared a mi derecha con furia y arrojé todos los objetos de la mesa al suelo. Papeles, frascos y utensilios de escritura repiquetearon y volaron a mi alrededor. Pero no era yo. O no del todo. Era el otro, Hyde, el que gobernaba mis movimientos.

...Déjame salir…

– No. ¡NO!

...Son demasiados años… Tú tampoco puedes soportarlo más… Te haces débil… Viejo… ¿Cuánto tiempo podrás contenerme? ¿Cuánto tiempo aguantará tu corazón?...

Como para probar la fuerza de sus palabras, noté un pinchazo agudo en el pecho, cerca del brazo izquierdo. Caí al suelo de rodillas, con la mano sujetándome el corazón sobre la ropa. La gran manaza de Hyde lo estaba estrujando entre sus dedos. O al menos eso era lo que yo, lo que Jekyll sentía.

– ¡Basta! ¡BASTA! ¡No eres más fuerte que yo!

… Yo soy tú…

Aquella certeza me derrumbó. Me tumbé en el suelo, boca arriba, jadeante y con los brazos extendidos. La presión en el pecho desapareció y, la siguiente vez que escuché su voz dentro de mí, era melosa y suave, como si estuviera hablando a un niño, como si fuera la voz del amante más entregado. Cerré los ojos. No quería escucharle, pero le escuché.

… ¿No lo echas de menos? La libertad… El néctar del placer galopando como un veneno por tus venas… El olor de una mujer… El sexo… ¿Cuánto tiempo? Nadie sabrá que Hyde ha vuelto a la ciudad… Nadie lo sabrá…

Oh, Dios mío, cuánto me había tentado siempre la impunidad.

***

Edward Hyde había crecido varios centímetros desde la última vez que se le vió en Londres. También tenía los hombros más anchos y el porte más imponente. Chaleco brocado, túnica de seda dorada con jubón de cuello alto, capa dorada. Suntuosidad, poder, exuberancia. Hyde nunca se había caracterizado precisamente por su discreción. Había recogido su cabello oscuro, largo por lo años de cautiverio, en una coleta floja en la nuca. Su rostro afeitado lo había cubierto con una máscara dorada de alas de polilla que se extendía hacia las sienes.

Pero los ojos, esos ojos lascivos, y aquella boca cruel seguían a la vista, esbozando una mueca triunfante en el momento en que llegó a la mansión. Exultante, joven, henchido de vida. Hyde dió una vuelta a su alrededor con los brazos extendidos como el chiquillo que contempla caer nieve por vez primera, deleitándose con la amalgama de olores, con las visiones fastuosas y con el vórtice de color, sedas y satenes que giraba a su alrededor.

Entonces la vio y pareció quedar hipnotizado. Aquellos pies pequeños tanteando aquella delgada cuerda, seguidos de unos finos tobillos y unas piernas largas y torneadas. Infinitas. El cuerpo pequeño apenas cubierto por la escasez de la tela, aquella máscara que revelaba, más que ocultar, las exóticas facciones. Y su piel… Su piel haría las delicias de Jekyll que tan obsesionada estaba con la dualidad del mundo. Aquella piel de ébano y nácar era pequeño homenaje a la dualidad del alma. El bien y el mal, el negro y el blanco fundiéndose en una criatura perfecta y única.

Se colocó debajo del montaje de la cuerda floja, alzando la cabeza para mirar a la pequeña y dulce acróbata. Una sonrisa cruel y seductora torció sus labios mientras sus ojos verde y miel relampagueaban de pura codicia, apetencias y deseos reprimidos. Se relamió los labios de un modo que, a ojos de cualquiera, parecer inquietante.

-¿Te han dicho alguna vez que eres una criatura exquisita?

Atuendo:
Henry Jekyll
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Clase Alta

Ocupacion : Filántropo / Misántropo

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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Jareth R. Nottingham Lun Ago 11, 2014 5:09 pm

IRENE ADLER

Aquella magnífica sala principal había sido convertida y cuidada hasta el más mínimo de detalle, de manera que se había convertido en una lujosa sala donde cualquier cosa que la mente fuera capaz de pensar, podía hacerse realidad.  Las alfombras que amortiguaban las pisadas de los invitados eran muy ornamentadas, de vivos y llamativos colores. Sin duda importadas desde la India, puede que incluso desde China. Los cojines de diversas formas y vivas tonalidades estaban amontonados, de manera que mostraban su invitación invisible a todos los comensales a recostarse plácidamente sobre ellos. Pero era demasiado pronto para deleitarse con la mullida suavidez de aquellos emplumados cojines. Quizá más adelante, si encontraba la cálida compañia de una hermosa joven o de un apuesto muchacho...

Finalmente sus tan dispares ojos azules se apartaron de las dos circenses que con sus espectaculares números animaban la velada y echó una ojeada a quienes habían empezado a llenar la estancia. Rostros, todos ellos cubiertos de antifaces. Ni siquiera se molestó en tratar de averiguar a quien pertenecían. El olor los delataba. No necesitaba nada nás. Cada uno desprendía un característico olor. Algunos los conocía, otros no... Y se mostró interesado en aquellos olores desconocidos para su nariz, en aquellas personas con las que nunca había tratado. Pero incluso entre aquellos olores desconocidos, uno se alzó muy por encima de los demás. Era embriagador, envolvente, y sobre todo, venenoso. Sabía que pertenecía a alguien, todavía no había averiguado a quien, de caracter astuto, taimado, inteligente. Pocas personas desprendían un olor tan peligroso como aquel.  Por lo general, Jareth se mantenía alejado de esa clase de personas, pero le sorprendió el sutil trasfondo del olor de alguien que alberga y guarda en su interior mil y un secretos.  Esa era la mejor clase de personas...

Giró en redondo sobre los tacones de sus botas en busca de la persona con ese olor tan característico y se movió entre la multitud  hasta que captó el movimiento de una figura envuelta en un exquisito vestido rojo que dejaba tras de sí, aparte de un caro perfume, aquel olor del que se había prendado. Mientras la seguía de cerca, la examinó casi con fascinación. Su femeninas curvas quedaban no solo reveladas con su vestimenta, sino que se veían potenciadas por aquel apretado corsé que sin duda haría perder la cabeza a cientos de hombres. Un inusual cabello rojizo caían en ondas por su espalda, imitando una cascada de sangre que brillaba en constraste con su pálida piel. Cuando ella se giró, aquel perfil le pareció uno de los más hermosos que sus ojos, a lo largo de casi dos mil años, habían contemplado. Unos labios carnosos perfectamente formados. Sin duda, capaces de encandilar y engañar a los hombres. Jareth se preguntó cuantos habían sido engañados y cuantos otros habían perecido bajo aquellos labios. Quiso conocerla. Quiso poseerla. Aunque dudaba que lo hiciera. Podría hacerlo, claro. Era muy sencillo usar sus dotes de ser sobrenatural, unas cuantas palabras y cualquiera se rendiría ante sus pies. Pero él prefería ser mas honrado en cuanto a ciertas tácticas y el método convencional se le antojaba  mucho más romántico y novelesco. No podía evitar esa parte de su naturaleza.

Sorteó a quienes se interponían entre aquella joven dama y él y finalmente, dando un rodeo, se acercó de frente, seguro y sin titubear. -Señorita.. Tenía entendido que los seres como usted existían solo en las fábulas y los cuentos de hadas... Pero al verla he llegado a comprender cuán equivocado estaba.. - estiró la mano libre, pues la otra sostenía siempre su máscara y se inclinó, tomando una de las manos de la mujer para rozarle suavemente los nudillos con los labios. Aquel venenoso perfume le envolvió por completo, inundando sus fosas nasales, embriagándolo y capturándolo. Una mujer de lo más extraña...
Jareth R. Nottingham
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Arthur D. Gladstone Lun Ago 11, 2014 7:32 pm

- No tengo tiempo.
Aquella fue la primera réplica que salió de entre los labios de Arthur en cuanto escuchó la descripción de la fiesta por parte de su querido padre adoptivo. Desde luego, alguien como Gladstone, el Gran Gladstone, no se iba a contentar con una respuesta semejante ni aunque procediese del que, de muchacho, lo había conquistado con su retórica y su férrea determinación.
- Muchacho -comenzó, puesto que Arthur siempre sería un muchacho para él, tuviese la edad que tuviese-, sé que estás ocupado, todos los que trabajamos en política lo estamos... pero en estos momentos no tienes ni la décima parte de mi trabajo, y dado que yo no puedo ir a ver qué se cuece en esa casa de perversión y desenfreno... irás tú en mi lugar -el viejo ministro no era alguien dado a discutir. Solía decir lo que quería, y punto-. Una noche libre te vendrá bien, y así podrás informarme a tu vuelta si algún evento social de importancia se da en... el encantador Lupanar Gray -ni que decir se tenía que el señor Primer Ministro no guardaba muy buena opinión personal acerca del adonis en cuestión. El propio hechicero lo había visto alguna que otra vez en zonas de alta categoría... y otras de no tan alta, aunque el joven no supiese que él lo había visto, pero no había entablado contacto nunca con él.
Arthur alzó la vista de los documentos que estaba revisando a tiempo de ver desaparecer al anciano al girar en una esquina de la enorme mansión "familiar". Quizás un encuentro ligeramente demoníaco fuese interesante... y, después de todo, había adelantado ya bastante trabajo por aquel día.
Sonriendo, el brujo se irguió y se dispuso a arreglarse para partir hacia la tan comentada fiesta...

[...]

Hizo un leve gesto que bastó para silenciar al mayordomo cuando se disponía, seguramente, a poner el grito en el cielo anunciando a los cuatro vientos que el Ministro de Comercio se encontraba allí. ¿Publicidades así? No gracias.
Los invitados parecían estar ya llegando en abundancia, de modo que mezclarse entre ellos no le resultó demasiado complicado forzando un tanto el escudo que simbolizaba su sombrero. Llamaba bastante la atención tanto por su porte como por su altura, pero por suerte ninguno de los jovencitos ricos que lo vieron lo reconocieron. Quizás su máscara picuda ayudase un tanto. Era algo extravagante, pero al final se había decidido por aquella en detrimento de muchas otras a las que no... les encontraba "personalidad" alguna.
Había llegado cuando la tranquilidad comenzaba a desaparecer de los amplios salones del joven Gray, pero no podría haber pedido nada mejor para pasar desapercibido. Siempre había sido un hombre de sombras... le gustaba llegar a los sitios con cierta antelación para observarlos, comprenderlos, y luego poseer una visión privilegiada de dichas... "instalaciones", así como sus usuarios. Sin embargo, no había tardado mucho en aprender, tras su subida al poder, que una persona sola era mucho más fácil de ver por mucho que tuviese la ventaja del tiempo; a fin de cuentas, compensaba más no ser descubierto sacrificando la ventaja inicial... ya acecharía desde las sombras con tranquilidad una vez "infiltrado".

Dicho y hecho, el sombrero pronto quedó en manos de un criado solícito que también retiró la capa negra que cubría sus hombros, permitiéndose la licencia de conservar su bastón.
De esta guisa, el caballero penetró en la estancia donde se celebrarían los festejos comenzando su análisis. Una peculiar... artista... de gráciles movimientos, otra más arriesgada, una serie de embobados espectadores, alguna que otra muchacha de alta cuna... lo típico, en fin... aquella noche no tenía un objetivo fijo, puesto que en realidad le había sido impuesta la tarea de acudir, pero siempre estaba abierto a personas interesantes lo suficientemente atrevidas como para acercarse a él por su propia cuenta y riesgo.
Situándose en una esquina del salón ligeramente cubierta de sombras, el hechicero se limitó a observar y aguardar. Si algo de interés ocurría, mejor que mejor, sino... bueno, una noche alejado del papeleo tampoco lo mataría; siempre podría hacer alguna "travesura" sin que nadie se percatase.

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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Ella Bell Lun Ago 11, 2014 8:10 pm

HYDE

>>Un vasto prado de verde hierba se extendía, infinito, más allá de donde alcanzaba la vista. Sus pies, descalzos y moteados,  se empapaban a cada paso con el rocío refrescante de un amanecer apenas dibujado en el horizonte.  Un dulce aroma a húmedo le llegaba desde el suelo.

Tras avanzar una zancada dirigida a una porción de espacio idéntico al anterior, decidió tumbarse hacia atrás, grácil y ligera, como una pluma que se precipita al vacío desprendida por un aleteo de libertad.  
Súbitamente, una gota caída del cielo estalló en su rostro. En un acto reflejo la secó  con la mano. ¿Lluvia?  No… Una sustancia viscosa y pesada quedó esparcida bajo sus dedos. Una más. Y otra. Y otra.  La cúpula anaranjada sobre su cabeza se licuaba en forma de  alquitrán denso y negro. Las paredes de aquel universo se fundían como vela al fuego.  El lodazal pegajoso que ahora tenía bajo su espalda empezó a engullirla.  Intentó huir,  pobre criatura. No tuvo tiempo ni de gritar cuando una amalgama inmensa y pesada de aquel repugnante líquido se abatió sobre ella como una losa de piedra. <<


¿Te han dicho alguna vez que eres una criatura exquisita?

***

Una gota de sudor frio recorrió la frente de Ella, yendo a morir absorbida por el encaje que cubría sus ojos.
Yacía totalmente tumbada a lo largo la cuerda, con la delegada superficie hincándose dolorosamente en su espalda.  Estaba haciendo alarde de su truco más complejo hasta la fecha cuando una voz  aterciopelada a punto estuvo de estamparla contra el suelo. Unas palabras finas como hilos fueron a enredarse en su garganta, haciendo, súbitamente,  la gravedad más pesada a su alrededor, arrancándola de su mundo interior conducido por  una concentración absoluta.  Había lago en ese tono que la hizo estremecerse.

Envuelta por los aplausos que marcaban el final de su número  permaneció estirada, buscando con el radillo del ojo aquel hombre que deliberadamente se había situado debajo de ella. No es que estuviese dando magnificencia al final, absorbiendo los aplausos como normalmente solía hacer. Realmente no quería moverse, o mejor dicho, no podía.   Desde que empezó a entrenar sobre la cuerda floja  algo en su interior estaba empezando a mecerse,  fruto de aquel estado de concentración en el que se imbuía; veía, sentía cosas.  Y aquel hombre… Ni su cara cubierta, ni la forma de su cuerpo, ni su pelo, ni su edad, ni su piel, ni su vestimenta, ni sus gestos, siquiera su voz… nada le habló más de él como aquellos pérfidos labios, una mueca perversa disfrazada de sonrisa; no podría escapar.  

 Esa casa se regía por sus propias reglas, reglas que se sobreescribian a cada instante, desbocadas.  Atrevidas. Temerarias.  Y quizás por eso mismo decidió encáralo, literalmente. Libernado súbitamente la espalda de su tortura, pasó (no con toda la gracia y agilidad que le hubiese gustado)  por debajo de las rodillas la cuerda, descolgándose boca abajo como un murciélago, qudando su rostro un poco por encima del de él.
-Nunca.– tragó saliva: su presencia era soprprendentemente fuerte, como si fuese un “muro de contención”- Nunca. Creo que las palabras más bonitas que he recibido en mi vida han sido… ¿monstruo?- le sonrió un poco, casi un reto. Se estaba pasando de lista, y lo sabía.  Pero misteriosamente, la banda de encaje le otorgaba una extraña valentía. Casí se sorprendó de si misma. Casi. Ya que aquel hombre suntuoso había obviado las cortesías, ella no pensaba contradecirle.  
-Espero que haya disfrutado, señor… ? –  hizo un gesto grandilocuente y teatral con la mano.

Notó como un juego peligroso empezaba a salirse de sus railes, unos railes que morían en su cabellera descolgada hacia el suelo.
Ella Bell
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Mensaje por Dorian Gray Lun Ago 11, 2014 9:07 pm

CHARLOTTE


¿Qué cual es el olor de la perversión? Era el que se estaba cociendo en el salón de su mansión, era un aroma repleto de juegos peligrosos que lentamente comenzaban a tejerse. Los placeres soñados y la ignorancia de desconocer con quién se compartía un ardiente deseo imposible de retener. Había una solución demasiado fácil para todos aquellos "problemas de tentaciones", caer, no dudar y suspirar por la sensación que yacía en un cuerpo que abandonada su alma por una noche o las que estaban por llegar.

Los invitados comenzaban a llegar y Dorian seguía con la mirada cada gesto que el cuerpo de Charlotte hacía con una sonrisa, no dudó en acercarse más de lo recomendado, podría estropear su número. No tenía demasiada importancia... Para él no. El resto de los presentes estaban demasiado ocupados charlando, bebiendo, buscando un lugar en el que disfrutar de una grata compañía nocturna o curioseando las habitaciones de su mansión... No deberían de saber cuál era su intención actual ¿Y si lo sabían realmente se lo tomaría en serio? Dorian Gray no tenía demasiados problemas en desmentir un rumor cuando la bola no era suficientemente grande, sabía cómo conseguir que una boca dejase de hablar porque con una sonrisa y una mirada se obtenían suculentos resultados, pero cuando en el plan introduces unos labios carmesís... El placer y una experiencia demasiado tentadora, olvida cualquier susurro silencioso, callar una boca con un beso o una caricia.

El cuerpo de Charlotte comenzó a descender por las telas, la Danzarina del Aire tocaría el suelo abandonando el vuelo, cuando la tuvo a su alcance rodeó su cadera con ambas manos, pegando aquella menuda figura al suyo. Notó su olor, era una fragancia muy diferente y casi la había olvidado. Dorian pasó su delicada nariz por el cuello de la albina y lentamente fue acercando su lengua para dar un suave lametón. Sus manos recorrieron la cintura para ir después bajando por los pálidos muslos de Charlotte, eran terciopelo y aquella piel... La deseaba, necesitaba experimentar lo que sería poseerla mientras le hacía el amor. Sabía bien que ella lo deseaba demasiado para ser capaz de articular una palabra, conocía bien la manera de pensar de Charlotte, a pesar de haber estado con ella sólo una vez, era suficiente.

El dedo índice de Dorian perfiló los labios blancos de la albina y sonrió para luego guiñarle un ojo, la mano libre del señor Gray agarró en un elegante gesto la muñeca de Charlotte para luego tirar de ella hacia un rincón de la habitación que estaba oculta tras un biombo. Aquel mueble de exquisito gusto había ocultado hacía unos lejanos meses su retrato, estaba acostumbrado a los mayores secretos del alma oscura del joven Dorian Gray.
Dorian Gray
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Mensaje por Charlotte L. Nightingale Lun Ago 11, 2014 10:29 pm

Desde las alturas, envuelta completamente en sus sedosas telas transparentes, contemplaba como Ella realizaba un peligroso pero a la par hipnotizante número que captaba la atención de los presentes. Sonrió para sus adentros al ver que todas las miradas iban dirigidas hacia la trapecista, aunque algo en su interior se removió... ¿Estaba molesta? ¿Eran celos lo que sentía? Charlotte también quería captar la atención de los invitados de la fiesta... Pero tampoco quiso sentirse mal por no ser tan atrayente como Ella. Ambas eran compañeras, y el número de Ella era arriesgado y peligroso.. Debía disfrutar de su gloria, de los aplausos y de las miradas incrédulas y fascinadas. Charlotte sonrió, complacida ante el éxito de su amiga y decidió que era hora de empezar a disfrutar un poco de la fiesta, dado que le habían dicho que no era obligatorio estar toda la noche realizando las acrobacias.
Descendió poco a poco, mientras sus pies descalzos se aferraban y deslizaban por la tela y entonces notó unas manos que rodeaban su cadera. Fue a soltar un grito, asustada, cuando giró la cabeza y contempló a quien la había agarrado. Sus ojos se abrieron al máximo, sorprendidos al ver el rostro del joven Dorian. ¿Cuánto hacía que no lo veía?
¿Semanas?
Se dejó arrastrar por la fuerza del hombre, hasta que quedó dentro de la balconada de madera del segundo piso, desde la cual se tenía un plano aereo de la sala. Pero eso le dió igual a la albina. Sus curiosos ojos solo tenían cabida para contemplar al muchacho rubio que tenía ante ella. Recordó los besos ávidos, las caricias que erizaban su piel y despertaban una bestia dormida y desconocida de su interior, los ojos lujuriosos que la miraban con deseo... El aire elevándose en espirales y volutas, envolviendola, liberándola. Quiso abrir la boca para preguntar cuando sintió como uno de sus dedos le presionaba los labios para que no hablase.
Asintió en silencio, mientras la música de fondo se acrecentaba, se hacía más fuerte y sintió el tirón que el joven Gray daba, para tirar de ella. Fue entonces cuando contempló su atuendo, una bata del color del vino que dejaba entrever un torso plano, liso, impecable. No llevaba máscara alguna que ocultase su identidad. Esos datos fueron más que suficientes para percatarse de que el anfitrión que la había contratado, era Dorian Gray. Su Dorian Gray. Ese joven cuyo rostro angelical enmascaraba al demonio de su interior. Ese joven cuyos ojos escondían mil y un secretos. Ese joven que con una palabra conquistaba tu corazón... Y aunque no quería reconocerlo, había conquistado el de la joven Charlotte.

Arrinconada en aquel reducido espacio, entre el biombo, la pared y el cuerpo del joven, Charlotte se sintió casi como un animalillo del bosque a punto de ser devorado por un lobo, aunque no era aquella la mirada de un lobo... Ya había mirado alguno a los ojos... Y la mirada de Dorian le pareció más peligrosa que la de un lobo. Tragó saliva, notando como, tan solo con tenerlo cerca, su pulso se aceleraba y su respiración se agitaba
nerviosa. ¿Tan potente era el efecto del señor Gray? ¿Tan potente que solo con tenerle a un metro ya empezaba a temblar?
Sus ojos no se apartaron de él en ningún momento y sus rojos labios solo se abrieron para susurrarle. -Creí que no volvería a veros nunca..- Una sonrisa de calma y tranquilidad se expandió por el rostro maquillado en una mueca cadavérica. Realmente pensar que jamás iba a volver a encontrarse con su ángel oscuro le había oprimido el corazón durante días tras despertarse sola en aquella extraña habitación de la vieja taberna. Como si quisiera comprobar que de verdad estaba allí, alargó la mano libre y rozó su mejilla con los dedos, los cuales ante el contacto, el cual le revelaba que era real y estaba ante él, resbalaron por su cuello y por el pecho que la bata dejaba al descubierto.
Charlotte L. Nightingale
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Mensaje por Erika Shadow Mar Ago 12, 2014 5:20 pm

La noche se había ido instalando lentamente sobre la ciudad de Londres. La gran mayoría de personas decentes estaría en sus casas, a punto de acostarse para poder levantarse temprano a la mañana siguiente y retomar sus trabajos; al menos en las clases medias y los trabajadores de clase baja. Sonreí interiormente mientras me ajustaba las botas y me disponía a salir a la calle para iniciar mi jornada. Esta era la mejor hora para dirigirse a mayfair y otros barrios de ricos, dado que tenían unas rutinas muy previsibles. Si estaban en época de temporada social, estarían reunidos en un par de fiestas, tras la cual, los caballeros se irían a sus clubs o a algún burdel. Si no estaban en esa época, posiblemente estarían ausentes en terrenos rurales para practicar la caza y la pesca.

Tomé el sombrero y salí a los estrechos callejones cercanos al puerto. Saludé con un gesto de la cabeza a un par de muchachos, compañeros de trabajo, y seguí mi camino hasta los barrios altos. Pero mis planes fueron rápidamente truncados cuando me encontré con aquella cantidad de carruajes haciendo cola para dejar a sus pasajeros y que entrasen en una de las mansiones. Me acerqué hasta las puertas y espié, esperando ver a alguna de aquellas elegantes damas con sus impresionantes vestidos; lo que me sorprendió fue ver que todos iban con una máscara ocultando su rostro y una sonrisa irónica se dibujó en mi boca. Quizás mis planes no estaban tan interrumpidos pensé mientras recorría mi alrededor con la mirada hasta encontrar lo que buscaba.

Lo bueno de las máscaras y disfraces es que era demasiado fácil colarse en ese tipo de fiestas. Me deslicé entre las sombras, bordeando por el muro exterior de la mansión hasta llegar al lateral donde, con la agilidad propia que dan los años, salté. Escuché unas risitas cercanas y comprobé si alguien me había visto u oído; pero parecía que la suerte estaba de mi parte, pues me encontré con una pareja demasiado centrados en lo que hacían y sin prestar atención a su alrededor. No es que me importase lo más mínimo su comportamiento pero para mí era muy útil, pues el caballero le había retirado la máscara a la inocente dama y antes que tocase el suelo, mi mano había estado ahí para cogerla. No sólo eso, sino que habían dejado una cristalera entornada permitiéndome el acceso a la casa.

Necesitaba encontrar algún espejo para observar mi aspecto, no porque me preocupase sino porque debía aparentar que estaba en mi lugar. Posiblemente el sombrero quedase un poco fuera de lugar, tanto por estar dentro de la casa como por llevar la máscara, pero no quería deshacerme de él para poder marcharme del lugar con rapidez cuando fuera preciso. Ajusté esa recién adquirida máscara a mi rostro y me colé por esa puerta abierta antes que la pareja de amantes acabase descubriéndome.

Una vez dentro de la casa sólo me quedaba dirigirme hacia el salón o los salones donde estuvieran la mayor parte de invitados. No fue difícil seguir el ruido que los presentes hacían, exclamaciones contenidas, risas,.. Al principio no tenía claro a qué se deberían esos sonidos pero, una vez entré, lo pude observar con mis propios ojos al ver las acrobacias que dos muchachas realizaban. Sonreí con asombro al ver lo que hacían por un instante y volví a concentrarme en lo que hacía. Mi presencia allí solo tenía dos funciones: comer, incluso si tenía oportunidad debía coger algo de esa comida para llevarla a mis compañeros, y en segundo lugar, desvalijar tantos bolsillos y habitaciones como pudiera sin llamar la atención.

Sólo tenía un problema, algo con lo que no había contado. Adoraba mi vestimenta y me sentía muy cómoda con esos pantalones de cuero ajustados a mis piernas, mis compañeros de trabajo estaban acostumbrados y no me miraban extrañados por ello; de hecho, me miraban realmente sorprendidos cuando me veían con alguna falda o vestido. Pero en este lugar y con las personas que me rodeaban, entre la ropa y el sombrero no iba a pasar precisamente desapercibida. Tendría que empezar por la comida y, cuando se hubieran acostumbrado un poco más a mi presencia, pasar a aliviar el peso de sus bolsillos.

Dejé que una leve sonrisa se mostrase en mi rostro mientras me dirigía hacia una de las bandejas con bebida y tomé una de las copas que lleve a mi boca para dar un pequeño sorbo, apenas mojarme los labios. Me aparté hacia una pared para mantenerme tan oculta como fuera posible, dadas las circunstancias y comencé a andar por la habitación, recorriendo cada pared hasta llegar a la esquina y continuar por la siguiente, dando una vuelta a la habitación mientras observaba el centro de la sala. Caminaba con aire despreocupado, como si observase el show de las artistas cirquenses desde todos los ángulos posibles; pero en realidad estaba analizando a los presentes, comprobando quienes serían presas fáciles, quienes estaban bebiendo más de la cuenta,.. En ello estaba cuando llegué hasta otra de las esquinas y tropecé ligeramente con un bastón. - Maldita sea - las palabras escaparon de mi boca como un murmullo antes de ser consciente de ello. Por suerte había sido en voz baja, esperaba que no me hubiera escuchado. Apoyé una mano en la pared para mantener el equilibrio ¿A quién se le ocurría esconderse entre las sombras con un bastón como ese? antes de concienciarme en la situación que estaba. Sonreí como una dama tonta y alcé el rostro para mirar al caballero, dueño de aquel bastón - Oh, vaya, discúlpeme, no le había visto. - Levanté una de las comisuras de la boca en una sonrisa traviesa y miré alrededor antes de mirarle de nuevo - ¿Qué hace aquí tan alejado de los demás? ¿Acaso se esconde? - pregunté en tono cómplice mientras apoyaba la espalda en la pared junto a él - Creía que la finalidad de estas fiestas era socializar. - añadí en una mezcla de recriminación y diversión. - ¿les tiene miedo o son los demás quienes le temen a Usted?

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Mensaje por Danielle Von Tresse Mar Ago 12, 2014 7:40 pm

Muchos eran los rumores que corrían sobre Lady Von Tresse desde la muerte de su querido Milord. Muchos decían que ya no salía de su casa de placeres, que a pesar de no estar casados la dama le guardaba el luto a su amor perdido. Algunos dicen que la locura y la sed de venganza se han apoderado de ella y que en su pecho solo alberga oscuridad. Tienen razón y no la tienen. Sea como fuere, Danielle no podía perderse una fiesta como esta. No cuando el anfitrión era nada menos que su querido Dorian. Hace ya tiempo de sus encuentros, pero sin duda Danielle guardaba gratos recuerdos del caballero.

La calesa traqueteaba por las oscuras calles de Londres directa a su destino. Cuando por fin paramos me bajé con la ayuda de mi cochero. Me ajusté mi máscara y saqué la invitación del bolsillo de mi capa para entregarla al entrar a la lujosa mansión. Mi mascara no era como las de los demás que ocultaba del todo el rostro, en la mía se podía entrever quien había detrás de dicha prenda. Expresiones de sorpresa halla por donde iba, pocos esperaban verme aquí. Pero dejaría de ser quien soy, si me pierdo una fiesta donde lo que predomina es la perversión. Así pues, tomé una copa, y me mezclé entre el gentío con la esperanza de poder encontrar al anfitrión de esta fiesta, si es que a estas alturas no estaba ocupado ya con alguna dama.
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Mensaje por Irene Adler Mar Ago 12, 2014 9:13 pm

Irene Adler se movió entre la marea de gente con la gracilidad y la elegancia de una bailarina. Parecía no prestar atención a la gente a su alrededor, como si no los viera, como si ella estuviera por encima del mundanal ruido. Pero no era cierto. Sus ojos se fijaban en cada detalle y su mente lo recordaba todo. Era sagaz y avispada y gozaba de una excelente memoria que se había agudizado con los años. Había aprendido a sobrevivir a su manera y su cuerpo y su mente eran las únicas, y las mejores armas, que sabía esgrimir.

Sentía las miradas fijas en ella. Unas era de fascinación, otras de deseo. Muchas de ellas eran de curiosidad y algunas de envidia. Irene Adler hacía relativamente poco que había llegado a Londres, y aún no había tenido tiempo de presentarse en sociedad debidamente, lo cual le confería en aquel momento una inmejorable ventaja. Aquellos meses en Londres, desde el anonimato, se había dedicado a recabar información de las personalidades más influyentes y representativas de Londres: Aristocracia, empresarios, artistas… Aquella celebración le ayudaría a conocer algo más acerca de aquella jauría a la que, tarde o temprano, debería hacer frente y tenía que descubrir el modo de sacarle partido mientras ella aún no era nadie.

Se acercó a uno de los camareros impecablemente engalanados y tomó una larga y elegante copa de champán con filo de oro. Le dedicó una sonrisa de sus labios rojos y, satisfecha, pudo comprobar casi de inmediato el resultado cuando las mejillas del joven imberbe se tiñeron de un intenso rubor. Al parecer todavía no había perdido nada de su encanto pese a que ya no era una tierna mocita. Riendo traviesa se llevó la copa a los labios y echó una mirada general a su alrededor, deteniéndose por un momento en las acróbatas.

Antes que su voz, le llegó su olor. Los perfumes eran una de las mayores debilidades de Irene. Pese a la amalgama de fragancias que les envolvían: Humo de tabaco, el aroma del opio, perfumes de mujer, sudor, sexo… y que densificaban la atmósfera hasta hacerla casi cortante, su aroma era intenso, eléctrico, como a madera y especias. Olía a antiguo, pero también de forma atrevida. Después llegó su voz, aterciopelada, vibrante. Poseía un modo extraño de pronunciar, como si no perteneciera a ningún lugar. Tenía giros de todas las lenguas, y de ninguna en particular. Tampoco su imagen era usual.

Lo que menos le impresionaron fueron sus palabras. Por desgracia, para él, estaba acostumbrada a los cumplidos, con más y con menos acierto. Desde que salió de Nueva Jersey toda la escala social había gozado con su presencia, y allá donde iba, Irene no quedaba indiferente. Había inflamado las pasiones desde el más humilde de los estibadores del puerto hasta el mismísimo rey de Bohemia. Estaba vacunada contra la palabrería hueca.

Aún así, sus labios se curvaron en la más encantadora de sus sonrisas mientras sus labios rozaban la piel de sus dedos con exquisita educación. El movimiento del caballero era estudiado, sin más presión ni detenimiento del adecuado, y sin retirarse demasiado rápido. En ningún momento Irene Adler apartó su penetrante mirada de la de aquel extraño galán que la había interpelado. Su presencia era magnética, exótica, quizá demasiado extravagante para la sencilla elegancia de Irene, pero de un modo que a él le sentaba bien.

– Un placer, caballero… – Se llevó la copa a los labios de nuevo, acariciando el filo de oro con ellos en un suave y provocador ósculo mientras sus ojos no rompían el contacto. Su mirada era traviesa y su sonrisa juguetona. – Este tipo de veladas son encantadoras… ¿No cree? Excitantes… – Irene se deleitó en la pronunciación de la última palabra mientras comenzó a caminar en círculos alrededor del hombre desconocido. La cola de su vestido ondeando tras ella de forma espectacular.– ¿Quién se esconde tras esa máscara…? – Dijo como si estuviera jugando a la adivinanzas.– Podría ser un príncipe… O un posadero. Pero eso no importa, ¿verdad? Cuando no tenemos nombres somos más osados… Somos nosotros mismos. No tenemos miedo y nos creemos fuertes. Solo importan los deseos… Los ricos juegan a ser anónimos. Los pobres juegan a ser nobles y las damas más honestas juegan a las meretrices por unas horas… – Detuvo su caminar para mirarle directamente. – ¿A qué juega usted?

El baile acababa de comenzar.
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Mensaje por Benjamin L. Winter Mar Ago 12, 2014 9:54 pm

El joven Benjamin observaba el manto negro que se abría ante sus ojos, o más bien ante su ventana, puesto que observaba la noche con ojos fascinados. Estaba al tanto de que habría lluvia de estrellas, llevaba semanas esperando aquel acontecimiento del que tanto había leído en los libros, pero no es lo mismo leer algo que verlo uno mismo y tenía claro que por nada del mundo se perdería ese acontecimiento. El hueco de la ventana siempre había sido su lugar favorito en la habitación, cuando se encontraba en ella estaba en ese sitio en el que tantas lluvias había contemplado, tenía algo mágico que le hacía desaparecer del mundo, podía soñar libremente y dejarse llevar por las sensaciones.

Pero... Por desgracia tendría que ver la lluvia de estrellas en la mansión Gray, sus padres le habían mandado ir lugar de ellos, decían que no estaban preparados para asistir a otra fiesta hecha por aquel hombre de extraordinaria belleza. Benjamin no tenía ni idea de a lo que realmente se exponía, puesto que nunca antes había coincidido con aquel caballero del que se escuchaban tantos rumores, en general todos eran favorables y sobre todo lujuriosos. Pero Benjamin tenía la cualidad de no creerse nada que no hubiera visto antes, algo poco común en la clase alta.
Uno de los sirvientes vino a ayudarle a prepararse, lucía un traje nuevo negro con un llamativo chaleco rojo, se le ajustaba a la perfección y mejoraba su buen porte. La máscara era muy brillante y hermosa, sin duda no pasaba desapercibida, tenía dibujado unas partituras que le enamoraron desde el principio. Le pareció curioso e interesante que fuera obligatoria llevar máscara para entrar, aunque al menos no tendría que pararse para saludar a personas de alta sociedad con los que odiaba hablar, tenía que buscarle algún punto positivo a la noche.

Antes de salir de su habitación se puso la máscara y contempló su reflejo en el espejo, sus ojos claros le devolvieron la mirada, se sintió diferente, había abandonado su cuerpo para tener otra identidad ¿Podría hacer todo lo que quisiera sin tener consecuencia alguna? Eso le habría gustado mucho, no tener que cumplir los deseos de sus padres y pensar en los suyos propios, fue agradable pensar en ello.

Abandonó la mansión Winter y subió al carruaje que le esperaba desde hacía unos cuantos minutos, corrió la cortina para contemplar el paisaje de la ciudad que se encontraba en el más profundo silencio. Estaba consternado por el hecho de que Mayfair estuviera tan solitaria, tampoco era tan tarde, debían de estar casi todos en la fiesta de Dorian Gray. El sonido de los cascos le adormecía, cerró los ojos para descansar un poco, la noche sería larga y debía de estar listo para todo aquello que pudiera ocurrir.

-Mansión Gray, mi señor, espero que disfrute de la fiesta -Benjamin bajó y se puso la máscara que desde ahora ocultaría su verdadero rostro para mostrar uno diferente al resto de los invitados. Nadie sabría que se trataba de Benjamin Winter. Observó como el carruaje desaparecía entre la oscura noche-

Ben caminó hasta la puerta y pasó el umbral de la puerta... "Cielos" pensó al ver todo aquel ambiente tan ¿Inmoral? Acrobacias imposibles, lujuria en cualquier lado y un tremendo olor a opio. La música no dejaba de sonar y las risas eran los coros que acompañaban a toda aquella locura de placeres. No supo que pensar, estaba bloqueado... ¿De verdad el señor Gray había organizado algo parecido? Supuso que lo mejor sería pasear y beber algo para hacerse un poco al lugar, su garganta estaba seca y le pedía a gritos algo para aliviar el fuego que rascaba en ella. "Ahora no eres Benjamin, concéntrate y disfruta de estos placeres soñados"

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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Danielle Von Tresse Mar Ago 12, 2014 10:32 pm

Ya había tomado un par de copas que me habían calentado el cuerpo, no es que las necesitara, pero después de tanto tiempo andaba algo fría en esto de fiestas paganas. Debía volver a tomar el control sobre mi misma, y dejar la pena del corazón a un lado. Observaba a través de mi velo a las parejas pasarlo bien, incluso cuando dichas parejas las formaban mas de dos. Pero eso no me interesaba, por eso seguía paseando, tomando dos copas en mi mano para ver a quien podría ofrecerle la segunda. 
No me gustaba compartir, así que debía de ser alguien que estuviera solo, y para eso debería acercarme a la entrada pues mas adentro de la casa estaban todos muy ocupados. Estaba a punto de rendirme cuando vi a un oveja extraviada del redil. Un caballero miraba a través de su mascara el mundo del señor Gray con fascinación, intuiría que hasta con miedo, sin duda el caballero necesitaba un guía en este mundo de placeres, y estaba de suerte, porque yo iba a ofrecerme voluntaria.

- Una copa siempre ayuda a dar el primer paso.- anuncié alzando la copa en su dirección, sonriéndole con picardía al ofrecerle la bebida.- Y no debe preocuparse, no dejaré que se pierda
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Arthur D. Gladstone Miér Ago 13, 2014 9:52 am

Ojos verdes observaban, divertidos en cierto modo, la inmensa orgía que ya comenzaba a formarse frente a ellos. Opio, alcohol... ah, sí, podía reconocer sus propios productos aunque nunca los hubiese probado más que una rigurosa vez como experimento... que quedó en fallido. Estaba seguro de que una de sus "manos derechas", el señor Penyfeather, habría logrado un buen pellizco para su empresa con aquel encargo de parte del señor Gray, y si había algo que a Arthur le ponía de buen humor era ver aumentar su dinero. Después de todo... hacía años ni siquiera hubiese podido soñar con manejar tanto, menos el poseerlo por derecho propio.
Los humanos y no tan humanos que se encontraban dentro de aquel remolino de droga y deseo le parecían interesantes a su vez al caballero de picuda máscara... pero no lo suficiente como para acercarse a ninguno de ellos. Nunca había disfrutado de una conversación bañada en opio, aún menos cuando uno solo de los interlocutores posee dicho baño. Desde una perspectiva realista y razonable, el diálogo de uno de sus consumidores podía ser extremadamente lento, aburrido e incluso irritante; no era la primera vez que Arthur sencillamente ignoraba a "criaturas" en aquel estado, y eso que él no era muy dado a tales afrentas. Desde luego, al sujeto drogado rara vez le importunaban tales actos.

Tales pensamientos llenaban la cabeza de tal personalidad política cuando sus ojos, más acostumbrados a la penumbra que el resto de invitados y quizás más penetrantes que los de ninguno, se fijaron en una figura tan solitaria como la suya que se dirigía hacia él.
Quizás a una persona que jamás había salido del escaño de la Clase Alta le pareciese un andar despreocupado el de la jovencita... pero alguien como Arthur, que había pertenecido a una clase muchísimo más humilde en el pasado, los movimientos de la joven le parecieron calculados, felinos... y con un cierto aire de tensión que, el hechicero sabía, ni ella se daba cuenta que imprimía a sus músculos. Aquellos eran los reflejos de alguien que se encontraba en territorio enemigo... o simplemente en tensión, pura y dura.
El hombre esperaba que la muchacha se detuviese al verle, pero al parecer sobreestimó los sentidos de la chica, y ésta estuvo a punto de caerse al enredarse sus pies con el bastón que siempre llevaba consigo.
No entendió el murmullo que el tropiezo ocasionó en la joven, pero pudo imaginárselo... en su caso, se imaginó algo más fuerte que un simple "maldita sea", eso sí, de modo que erró en cierto modo.
Durante apenas unos segundos, las manos del brujo sujetaron a la chica para que no cayese, pero cuando ésta se apoyó en la pared, las fuertes manos del caballero se retiraron de nuevo.
- Debéis ser más precavida, muchacha -replicó con voz suave pero grave, esbozando una media sonrisa en respuesta a la de la desconocida-, los cuervos surgen de los lugares más insospechados... sería terrible que alguno os atacase por sorpresa -una de sus cejas se alzó, dejando patente la burla de su afirmación además de con su tono. Lástima de máscara que cubría dicha ceja.

Seguidamente, el empresario quedó ligeramente sorprendido por la sucesión de preguntas que salieron de entre los labios de la chica ciertamente a gran velocidad. Parpadeó al escuchar la última inquisición de la muchacha y se la quedó mirando con detenimiento.
- Mmmm... -pico y ojos bajaron ligeramente cuando recorrió con su mirada el cuerpo de la joven, como evaluándola... una mirada muy diferente a la que seguramente algunos hombres solían dirigirle- Un consejo para la próxima vez que trates de hacerte pasar por noble o de alta cuna, querida: las damas suelen llamar de "Milord" a los hombres que todavía no conocen... si aciertan todo está bien, sino, al ser el título más alto, el hombre en cuestión se sentirá halagado en lugar de insultado -le guiñó uno de sus ojos verdes, volviendo seguidamente su mirada hacia la multitud, dejando en claro que no sentía ni la más mínima alteración por saber que aquél no era el ambiente "habitual" de la muchacha.
- Y... respondiendo a tus muchas preguntas, en orden inverso si me permites, estas pobres ovejas no podrían temerme, ya que apenas conocen más allá de lo que van catar unos segundos más adelante, no me escondo y estoy en este agradable lugar recogido simplemente por el hecho de que es el sitio más conveniente en toda esta enorme sala: ver sin ser visto, si se me perdonan las posibles dobles interpretaciones de dicha frase, es lo más adecuado cuando acudes a un evento social como este; puedes incluso acechar a una buena presa y sentenciarla a... lo que sea que se te ocurra mucho antes de que dicha presa sepa lo que se le viene encima -hizo girar su bastón en el aire con soltura hasta apoyarlo de nuevo en el suelo con un leve "clack", separándose de la pared de nuevo y fijando su mirada en la chica.
- Y ahora, querida, ¿me haríais el honor de acompañarme en una pequeña visita por la Mansión Gray? Quizás os guste... lo que encontréis en el trayecto -ladeó la cabeza levemente, su calma media sonrisa en absoluto resintiéndose cuando extendió su mano hacia la joven, una mano que, curiosamente y a pesar de su delicadeza, parecía cualquier cosa menos la mano de un noble, firme y surcada por lo que parecían años de trabajos duros.
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Henry Jekyll Jue Ago 14, 2014 5:34 am

Hyde miró a aquella muchacha con ojos codiciosos. Sus movimientos sobre la cuerda eran sugerentes, de una sensualidad casi obscena. Aquella prenda ajustada que llevaba, y que marcaba cada una de sus formas, otorgaba todo tipo de facilidades para imaginarla totalmente desnuda y, observando hipnotizado el modo en que contorsionaba sobre aquella cuerda, pensó en mil y una formas de aprovechar esa habilidad encima de una cama. Era magnífica.

Cuando el número acabó aplaudió despacio, todavía sonriendo, con los ojos devorando sin compasión cada centímetro de aquel cuerpo bicolor. La deseaba, a cada segundo la deseaba más. El olor que de ella le llegaba, a jabón, a piel y a sudor, le parecía el olor más delicioso del mundo. Por un momento pudo imaginarla sobre su cuerpo, moviéndose sobre él del mismo modo en que se movía sobre aquella cuerda, conectados del modo en que sólo un hombre y una mujer podían conectarse.

Aquello le excitó todavía más. Sentía el pelo erizado en la nuca. Era más consciente que nunca de lo que escondía entre las piernas, que latía reclamando atención y poder salir. El corazón latía un poco más rápido y sus pupilas se habían dilatado levemente. Era el momento de la caza y la adrenalina corría como un veneno por sus venas.

Cuando la joven se descolgó boca abajo ante él, sonrió un poco más. Al parecer a aquella chica de exótico aspecto le gustaba jugar tanto como a él. Pobre gacela despistada que se creía un león… Se permitió extender su ancha y enorme mano y posarla sobre su mejilla, acariciando aquellos labios gruesos y jugosos con su pulgar con una delicadeza impropia de él. Le gustaban las presas osadas. Eso lo volvía todo más interesante.

– ¿Monstruo? – Hyde negó con la cabeza, chasqueando la lengua en desaprobación. – Estás muy lejos de ser un monstruo, pequeña… Y te aseguro que sé muy bien de lo que hablo…

La voz de Hyde era melosa, de cadencias suaves, aterciopelada. Tenía la facultad de hacerse escuchar, pese apenas susurrar entre sus labios entreabiertos. Era la voz de una serpiente, venenosa y vibrante. La voz embaucadora de un encantador, que se metía en lo más hondo de tu ser de forma imperceptible hasta que era demasiado tarde y te descubrías bailando al son que él marcaba. Con la última frase de aquella chiquilla de piel morena, Hyde rió. Rió divertido, juguetón, sin dejar de acariciar sus labios.

– ¿Qué sentido tiene preguntar el nombre de un hombre enmascarado, querida? – El señor Hyde se acercó un poco más a ella, lo suficiente para poder acercar sus labios al oído de la muchacha y susurrar en él. Los fríos y finos labios acariciando su cuello sutilmente al hablar. Apenas un roce, una provocación silenciosa. – ¿Puedo invitarla a pasear por el jardín?
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Jareth R. Nottingham Jue Ago 14, 2014 9:07 am

Los ojos del anciano vampiro contemplaron con fascinación aquella dama, curiosa como pocas en comparación con todas aquellas que se había cruzado en su largo camino. Pero aún así no le gustaba comparar a las personas entre ellas pues había aprendido cuan diferentes eran entre ellos pese a parecer todos iguales. Cada humano tenía un mundo por descubrir en su interior, aunque algunos fueran gratamente más interesantes que otros.
 
Incapaz de apartar la mirada de aquellos tiernos, carnosos y tentadores labios teñidos del color de la sangre, siguió los movimientos de la mujer, cómo se llevaba la copa a los labios con un movimiento elegante, sencillo, pero estudiado. Sin duda era una mujer de buena estirpe, educada, que sabía como moverse, cómo cautivar a alguien con un sencillo gesto.

-El placer es mío, señorita.. - respondió siempre con educación, amable. Suplantar a un noble de buenos modales acababa por convertirse en parte de su vida, aunque él no fuera así, aunque no fuera educado, ni amable.. Pero la cuestión era que ya había olvidado como era ser su auténtico yo, sin fingir, sin mentiras... Su nuevo carácter, cada vez que adquiría uno, era su autentico carácter, pese a ser una mentira.

-A decir verdad es a la primera que acudo en varios años desde que regresé a Londres... pero sí, se me antoja encantadora, interesante, bella, exótica... y como acertadamente afirma, excitante - su voz denotaba tranquilidad mientras hablaba, aunque sus palabras no iban del todo dirigidas a la fiesta.
El eco de los tacones de aquella extraña mujer resonó por encima del resto de sonidos atrayentes de la fiesta. De algún modo ese suave traqueteo  hizo que se moviera sobre sus tacones, girando sobre si mismo mientras aquella dama daba una vuelta evaluadora a su alrededor.

 Era peligrosa.

Lo sabía. Su aroma lo dejaba claro. Era como una gran depredadora, astuta, sagaz, meticulosa... Y eso le gustó. Podía contar con los dedos de una mano, y le sobraban, cuantas mujeres se había encontrado a lo largo de sus dos mil años con un carácter que se mostrase tan fascinante en apenas unos minutos.

Buscó aquellos ojos claros mientras sopesaba una respuesta que darle a la joven.
-Se esconde lo mismo que tras el resto de personas que hay en la fiesta, señoritas. Un nombre, un carácter, una personalidad.. Ya sea falsa o cierta, oculta algo... -meditó de nuevo aquellas palabras, saboreando la sutil burla que destilaban las palabras de aquella dama hasta que se plantó frente a él. -Tiene razón en parte, señorita.. cuando no tenemos nombres somos más osados, tomamos aquellas armas llamadas coraje y  valor que no nos caracterizan de normal...  Pero es ponerse una máscara falsa de valentía para mostrar nuestro verdadero yo... ¿Qué tiene entonces de osado, de valiente? No somos nosotros mismos.. Nos disfrazamos para mostrar lo que somos... ¿Eso no es algo contraproducente? Lo que somos una vez la máscara oculta nuestro rostro es una porción de nosotros mismos, incompleta. La parte salvaje, casi inhumana... Pero nosotros no somos solo eso... ¿Cierto? Somos mucho más... Somos el conjunto de un todo.. - despacio, dio un paso hacia ella, acortando la distancia que los separaba. -Mostramos, cuando no tenemos nombres, ni títulos, los secretos oscuros, algo que nuestra alma ansia ser, aunque sea por unas horas. Eso no nos define por completo. No es lo que somos enteramente, es una parte.. Una persona no es solo el deseo de su alma..- de nuevo otro paso, más cerca. Menos de un metro los separaba. Su voz fue menguando, convertida casi en un susurro. -Las vivencias forman el carácter de una persona, no solo su deseo... ¿O acaso vos sois solo el deseo oculto de vuestra alma?¿Qué más hay?...¿Sois la suma de lo valiente, de lo cobarde, de lo inteligente, de vuestros deseos ocultos, vuestras ilusiones, vivencias, recuerdos, miedos, inseguridades...? ¿Es la suma de vuestras partes lo que os define... o solo el deseo oculto que quereis cumplir esta noche? ¿Sois a suma de todo, o solo un deseo?- estaba ansioso por escuchar la respuesta de la mujer...
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Erika Shadow Dom Ago 17, 2014 3:09 pm

Fruncí el ceño ante sus consejos sobre los cuervos y el modo de dirigirse hacia los caballeros de la alta sociedad. Había omitido el milord y cualquier otro hombre podría haberse ofendido, ¿Por qué este no? Él tenía razón con esas palabras, pero el tono burlón no se me había escapado y no me gustaba demasiado. - Podría no ser lo que pensáis, milord - dije la última palabra con un leve tono irónico, casi con retintín - Las apariencias engañan. Quizás mi falta de modales no sea más que parte de mi disfraz. - añadí con un tono más serio mientras miraba con cierta resignación y tristeza hacia mi alrededor para dar mayor credibilidad a mis palabras - Podría ser que me esté escondiendo, que mis padres sean sobreprotectores y yo, una joven inocente y virginal dama, me haya escapado para acudir a esta fiesta y no quiera que nadie me reconozca, por lo cual he tenido que recurrir a un disfraz y no sólo a una máscara. Pero si os tratase de milord o me juntase con mis amigas y compañeras habituales me podrían reconocer con rapidez, ¿no creéis? - Era obvio que ese no era mi caso pero podría que alguna de las damas presentes sí estuviera en una situación como esa. - En cualquier caso, espero que un caballero como vos me defienda de los cuervos y cualquier otro despiadado animal con intención de atacarme. - afirmé bajando un poco la voz hasta el ronroneo típico de las damas, aunque sin poder evitar el acento propio de los bajos fondos.

Sonreí interiormente al escuchar la expresión sobre las pobres ovejas. Era difícil imaginarle como el pastor; dada su forma de decirlo más parecía que fuera el lobo que esperaba para cazarlas. El lado bueno era que si lo que él decía era cierto, y bien lo parecía si se comprobaba el comportamiento de los demás, nadie se fijaría en si yo los trataba de milord o no. - Ver sin ser visto - repetí pensando en ello - Eso parece una bonita forma para decir espiar. - expuse como si fuera un gran descubrimiento, mirándole de abajo arriba para comprobar que, al igual que yo, él también parecía disfrazado con esa máscara que ocultaba toda su ropa - ¿Qué podría querer espiar un hombre como vos en una fiesta como esta, milord? No creo que aquí se decidan muchos secretos de estado como para espiar lo que los presentes dicen o hacen. - le miré con curiosidad y me mordí la lengua a tiempo antes de preguntar si andaba espiando a su esposa o su amante; no me contuve porque me interesara sino porque mantenerme al lado de un caballero podría permitirme acercarme a otros, así como a otras habitaciones y sería más difícil que me quisieran acusar de haber tomado algo prestado y hacer alguna pregunta como esa bien podría hacerle reír como podría ofenderle.

- Sois un hombre extraño. - murmuré como si pensase en voz alta mientras aceptaba la mano que me ofrecía, la idea de recorrer la mansión del famoso Sr Gray me provocó un ligero estremecimiento tanto de temor como de anticipación por lo que pudiera ver. No tenía claro qué me sorprendía más; que sus manos no fueran tan cuidadas como las del noble que parecía ser o que no llevase los guantes. Quizás él tampoco era lo que parecía. En cualquier caso, subí la mano hasta agarrarme de su brazo porque quedaba más acorde que ir de la mano. - Decidme, ¿Habéis venido anteriormente a alguna fiesta del Sr Gray? - incliné un poco la cabeza mientras exploraba el alrededor con la mirada - ¿Conocéis los secretos de este lugar y de lo que aquí ocurre? - centré la mirada en una de las acróbatas antes de añadir - Así que.. os gusta ver sin ser visto, ¿ese es el motivo para venir aquí? ¿ver a los demás cuando se comportan como si no existieran reglas o no tuvieran moral?
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Arthur D. Gladstone Dom Ago 17, 2014 4:23 pm

Le divirtió la forma de "contraatacar" de la muchacha, si bien la suya fue una defensa escasa ante las pruebas que el hechicero ya había reunido acerca de su curiosa persona.
- Aquí donde me ves, soy una persona que ha tenido que trabajar mucho en las apariencias -su sonrisa sesgada se extendió por su rostro-, normalmente no es difícil distinguir a una oveja, ya sea negra o gris, dentro del blanco rebaño -se encogió de hombros levemente sin perder la sonrisa-. Hay quienes disimulan y se disfrazan de corderos; otros, como yo, no precisamos de disfraces que oculten nuestra naturaleza, si bien el usar otro tipo de cubierta no está precisamente sancionado -dio un toquecido al pico de su máscara- y algunos, como tú, tratan de componer una cubierta que es útil para engañar a las blancas ovejitas, pero no a lobos... o cuervos -sonrió más amplio y dio otro toquecito al pico-. Tu olor, por encima de todo, es el que te delata... dejando a un margen tu actitud, tus palabras y tus movimientos, claro... veo a la legua que distas bastante de ser un corderito -"Si cabe, un indómito ciervo..." añadió para sí el brujo, desviando la mirada levemente para controlar los alrededores que, como había estimado, seguían libres de curiosos. Una vez sueltos los placeres prohibidos, estos solían hechizar con gran maestría a todos los que los probaban, fuesen mortales o inmortales.
- Desde luego, si una criatura como tú llega a precisar de ayuda en algún momento de esta situación, cosa que dudo ligeramente, un caballero como yo no dejará pasar la oportunidad de espantar a algún animal insensato -entornó sus ojos verdes, su sonrisa reflejando una picardía tan indómita como la Naturaleza.

Duró poco, desde luego, la compostura no era algo que Arthur D. Gladstone perdiese con facilidad; en un segundo aquella mirada volvió a ser casi de desidia, calma y ligeramente divertida.
- Por favor, querida, tengo que trabajar mis relaciones sociales, decir palabras malsonantes no entra dentro de mi agenda -resopló levemente, sus palabras claramente reflejando una broma resguardada-; además, creo que te sorprenderías de los secretos que se ventilan en fiestas como esta -hizo un amplio pero discreto gesto con su mano libre, señalando a todos los invitados-. Privados de la cordura y la razón (la poca que tienen habitualmente, quiero decir), todas estas "nobles gentes" estarán cantando toda clase de informaciones personales antes de que haya pasado una hora -volvió a encogerse levemente de hombros-. Pero, como ya dije, no estoy espiando ni nada parecido; poco me interesan la mayoría de los secretos de estas gentes... es más agradable permanecer aquí por si... algo más interesante aparece -miró a la joven y le dedicó su media sonrisa-. Mis cálculos no fallaron.
Miró en aquellos ojos profundos para una muchacha tan joven como parecía y vio aquella curiosidad que mataba a muchos gatos callejeros a diario... pero que, según parecía, atestiguaba en aquel caso que la gata hubiese sobrevivido tanto; supo contener sus preguntas.
Sin dejar de sonreír, el brujo volvió a mirar con desgana a los acróbatas.
- Puedes hacer las preguntas que desees, querida, no me voy a ofender por tu curiosidad, sea lo afilada que sea -comentó con voz tranquila-. Que te conteste o no ya es otra cosa, eso sí. Ah, y puedes llamarme Arthur, no soy ningún Lord y tampoco me gusta que me llamen de "señor" más que cuando la etiqueta lo requiere -hizo un gesto hacia una pareja cercana que ya se había empezado a desmadrar-. Como comprenderás, esta noche no se requiere demasiada etiqueta.

No hizo comentario alguno ante el murmullo de la joven, aunque en aquella ocasión sí lo entendió; se limitó a ofrecerle su mano y aguardar a que se colocase "adecuadamente" para comenzar a guiarla... siempre por la zona en sombras.
No pudo evitar soltar una leve carcajada que consiguió amortiguar para que ni los más cercanos escuchasen, además de la joven que iba de su brazo, claro.
- Muchacha, tienes que contener un poco tus instintos, te empiezan a traicionar incluso ostensiblemente -le dijo al escuchar su segunda pregunta, restándole importancia seguidamente al responder a otras cuestiones como si no hubiese pasado nada-. Todo adinerado o noble que se precie en Londres ha visitado al menos una vez la mansión del señor Gray, obviamente para alguna de sus fiestas... pero no por ello me he hecho más aficionado a ellas; normalmente suelen ser un total y completo aburrimiento, por no llamarlas mejor pérdidas de tiempo -chistó por lo bajo al recordar que ahora podría estar sacándose más trabajo de encima... pero se mentalizó positivamente al recordarse que quizás podría salir un nuevo negocio, o al menos una relación de negocios, aquella misma noche.
- La razón por la que he venido aquí ya la he expuesto -dijo entonces con cierta sinceridad-; el destino a veces se hace presente en este tipo de eventos, así que espero a encontrar algo que me traiga adecuado a mis necesidades o intereses -llegaron hasta una puerta doble lateral que el caballero abrió sin preocuparse por el mayordomo que había a un lado y que le lanzó sólo una mirada antes de volver a atender al frente sin preocuparse lo más mínimo. Uno de ellos tenía pinta sospechosa, pero iba en compañía de un auténtico caballero, así que no pasaría nada...

- Dime tú ahora -empezó el hechicero una vez hubo cerrado la puerta tras de sí, el ruido de la fiesta se amortiguó notablemente y ambos se encontraron repentinamente solos en una sala mucho más pequeña que la que habían dejado atrás pero igualmente bella y espléndidamente adornada; un salón de estar-, ¿qué podría hacer en un lugar como este una mujer de... "vida ágil"...? -le lanzó una mirada de soslayo, sonriendo agradablemente- No juzgo, te ruego que no te lo tomes a mal. Simplemente tengo curiosidad. ¿Quizás has venido a buscar algo en especial? Por tu comportamiento diría que vienes a barajar tus posibles Oportunidades, pero sólo tú lo sabes seguro -detuvo su caminar en el centro de la salita, mientras esperaba su respuesta contemplando los cuadros de las paredes como si en verdad le interesasen lo más mínimo.
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Erika Shadow Miér Ago 20, 2014 9:33 am

Le escuché con atención. No esperaba que hablase de si mismo de esa forma pero ¿quién podía confiar en que estuviera diciendo la verdad? Aunque eso sí, su forma de describir la realidad era interesante. No me pude contener y cuando mencionó que él no usaba disfraz entre los corderos, levanté una de las comisuras de mi boca en una sonrisa pícara y repliqué en tono irónico pero divertido - Por supuesto, cualquiera que os viera sabría que sois un auténtico corderito. No precisáis de un disfraz para camuflaros con vuestro alrededor. - Observé nuestro alrededor antes de volver a mirarle frunciendo la boca - Un auténtico caballero no diría algo así a una dama, aunque lo pensase - aseguré removiendo levemente la nariz y pregunté casi con incredulidad y en voz baja - ¿Me estáis acusando de oler mal? - Era obvio que mi cuerpo no desprendía el mismo aroma recargado a flores y demás esencias que las otras damas, pero ni venía preparada para un encuentro de semejante índole ni creí que un caballero fuera a hacer notar tal hecho en palabras. - La próxima vez no olvidaré echar algunas flores al Times cuando vaya a bañarme, para no volver a molestar a tan dignas narices. O podéis regalarme una bañera.. y ya puestos un lugar donde colocarla, así no tendré problemas olorosos en el futuro - repliqué mordaz. Observé como él miraba a su alrededor e instintivamente le imité, era agradable comprobar que los demás habían dejado de mirar o, al menos, eran más sutiles. Definitivamente ir acompañada por un caballero o un hombre que aparentaba serlo, era una buena opción para este tipo de situaciones, aunque dijera cosas tan reales como desagradables como el tema del olfato.

Sonreí levemente cuando mencionó el tema de la protección, no tanto por sus palabras sino por la daga que se escondía en mi bota, atada a la pierna. No me llegaba a creer que fuera a ocurrir, alguien como él no se molestaría en defender a alguien como yo salvo que ganase algo con ello. Y peor aún, si se echaba un vistazo rápido al alrededor y luego se observaba la sonrisa de él, estaba claro que de quien podría necesitar protección, era de él mismo.

Me sorprendió que me explicase los motivos de venir a una fiesta como esta y eso me descolocó aún más con respecto a él. Si venía para aprovechar que los otros andaban deslenguados por los efectos de quien sabía qué, ¿Por qué decírmelo? Aunque posiblemente fuera solo una forma de mostrarse superior, tanto ante mí como sobre los demás, pues ¿quién iba a creerme si decidía decir algo? Eso si a alguien le daba por escucharme. Pero era bueno saberlo pues si realmente todos se mostraban tan habladores en esos instantes, a mí me vendría excepcionalmente bien para extraer información sobre casas, posesiones,... Entrecerré un poco los ojos y meneé la cabeza - Dudo mucho que lo más interesante que podáis encontrar en esta fiesta sea mi persona. - afirmé con sinceridad.

Mientras él miraba a las acróbatas, aproveché para echar una nueva mirada a los posibles objetos de valor que  hubiera en la habitación. - Encantada de conocerle Arthur, el hombre enmascarado - saludé inclinando un poco la cabeza en un rápido gesto y mirando su máscara para dejar claro que si volvía a cruzarme con él ni lo sabría pues no podría reconocerle. - En tal caso, tendréis que llamarme Erika. - añadí con cierta reticencia pues no solía dar mi nombre pero, en un lugar como ese y ambos enmascarados, decir "sombra" me resultaba bastante absurdo. - Es agradable saber que no te ofenderás por mis preguntas o por mi falta de modales - pasé a tutearle ya que me había dado su nombre y esperaba que lo usase - ¿pero por qué? - pregunté en tono desconcertado - Hablas con cierta superioridad sobre la inteligencia de tus congéneres y, en parte, no pareces muy cómodo ni comunicativo con ellos.. Es un tanto extraño que mostrando ese comportamiento, no sólo no te sientas ofendido por no darte el trato correspondiente, sino que casi parece que lo promuevas. - Precisamente expresarlo en voz alta me hizo confirmar mis sospechas, descubrir cual era la verdadera cara de un hombre como él sería una tarea interesante, aunque no estaba entre mis planes futuros ni en mis principales preocupaciones.

Apreté la mano con la que me agarraba a su brazo y chasqueé la lengua - ¿Seguro? - pregunté entornando un poco la mirada antes de recorrer a la multitud que nos rodeaba, bajé un poco la voz y me acerqué para añadir - Si le hubiera hecho esa misma pregunta a algunos de los descerebrados que hay a nuestro alrededor, ¿En qué crees que habrían pensado? ¿Me habría traicionado a mi misma y habrían descubierto qué me ha traído hasta aquí un día como hoy o me habrían tomado simplemente por una joven de baja estofa que busca probar todos los placeres de vuestro mundo de lujo? - me quedé mirando a los acróbatas y añadí sin mirarle para que no malinterpretase mis siguientes palabras como una invitación - Mi pregunta bien podía indicar que buscaba una habitación más íntima para que me mostrasen las actividades secretas que se realizan en una fiesta de esta índole, ¿o no es posible?

Fue caminando junto a él, dejando que me guiará por la casa y tuve que aguantar la risa al ver la cara de los lacayos con los que nos cruzábamos. Me llamó la atención que me llevara a una habitación en la cual no había nadie, lo que realmente era sorprendente visto el panorama en la habitación contigua; pero no había hecho nada aún para que me preocupase y no iba a salir corriendo solo por la situación. Él se quedó en el centro de la habitación y yo me acerqué hasta la ventana como si observase el paisaje, evaluando la posible salida si me hiciera falta. - ¿De verdad me preguntas eso viendo todo lo que ocurre ahí fuera? - pregunté señalando hacia la puerta con un gesto de la cabeza -Pero en fin, te responderé cuando me digas ¿Qué consideras por "vida ágil"? - pregunté con despreocupación girándome para empezar el escrutinio de todo cuanto había en la habitación. Bien podía ser la agilidad de mis dedos para el robo, así como las piernas para huir; como podría ser la agilidad moral en cuanto a otros comportamientos inadecuados. Me acerqué hasta una mesa junto a una de las paredes y pasé la mano por la superficie de un elegante y, posiblemente costoso, jarrón - En realidad, soy parte del espectáculo - respondí mirándole de reojo con una leve sonrisa en el rostro - Mi habilidad son los juegos de manos. - aseguré ampliando un poco la sonrisa - La idea es entretener a algunos invitados a base de juegos de cartas, entre otras posibilidades. ¿Quieres probar? - pregunté levantando un poco una de mis cejas antes de volver mi atención hacia el jarrón.
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Benjamin L. Winter Dom Ago 24, 2014 6:52 pm

La vio llegar y obviamente destacaba con sutileza, era una mujer elegante que ocultaba cuanto menos podía su rostro tras el velo. Ben se quedó perplejo y la miró fascinado, pues su belleza, o lo que podía ver de ella era sumamente seductora. Sabía moverse como un pez en el agua en aquel extraño mundo en el que se había adentrado, el señor Gray era un hombre completamente diferente a los que había conocido en toda su vida, un hombre que al parecer vivía por y para el placer. Sin duda era alguien fascinante que vivía la vida de una manera totalmente diferente.

La mujer de labios rojos se acercó hasta Benjamin con una copa en la mano, le hablaba con voz seductora y aquello le puso nervioso, muy nervioso. Al rozar el cristal su piel se erizó y tragó saliva, un nudo creció en su estómago, peligraba en arañarlo. Debía de comportarse de una manera normal, era similar al nerviosismo que vivió al besar a Lottie por primera vez, pensar en ello hizo que el valor le sonriera. El calor de sus labios aumentaba por segundos y las palabras comenzaron a salir de su boca.

-Sois muy amable, es cierto que soy nuevo en este tipo de lugares -alzó la copa en dirección a la mujer y dio un sorbo, el vino era de una excelente calidad, sabía diferente al resto de los que había probado, seguramente Dorian Gray lo habría obtenido de un país lejano en alguno de sus viajes- entonces debo de pensar que estaré a salvo con vos -sonrió con timidez, era un jovencito al fin y al cabo. Ofreció el brazo de manera cortés, mantener los modales siempre era importante, la voz de su mano resonó en su cabeza, martilleándole una y otra vez "Relájate y disfruta, estás ante un mundo de múltiples placeres, no eres Benjamin Lucius Winter, eres diferente durante toda esta noche" pensó.

No le había preguntado su nombre, pero tampoco era demasiado importante, eran personas diferentes que ocultaban su verdadera naturaleza para actuar mediante toda clase de impulsos. El deseo era lo que crecía y se podía oler, ella desprendía esa clase de olor. No le diría eso jamás a la cara, pero podía percibirlo.
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Rol +18 Re: Placeres disfrazados- Trama global

Mensaje por Evelyn Wolfe Mar Ago 26, 2014 5:45 pm

Había recibido la invitación mientras cenaba con su hermano y una sonrisa burlona se había extendido por su cara. ¿Acaso hacía falta más confirmación de que estaba de vuelta que recibir una carta de parte del Sr. Gray invitándola a una de sus bacanales disfrazadas de fiesta? Sabía que su hermano no asistiría, odiaba las mascaradas tanto como a ella le encantaba pero ella no pensaba perdérsela.

Se vistió con un elegante vestido azul, ajustado en la cintura, el corsé incrustado con pedrería haciendo que la luz proyectara distintos tonos de azul, el escote pronunciado, ensalzando su busto, la falda extendiéndose en pliegues con una larga cola de plumas de pavo real. Una corona de plumas tras ella alzándose desde su espalda y cubriendo por completo la parte posterior de la cabeza, el cuello y los hombros. El pelo recogido en lo alto de la cabeza, la cara cubierta con una máscara a juego. Se miró en el espejo antes de salir de su casa, admirándose, sabiéndose hermosa, impaciente por volver a sentirse observada y deseada.

-A la mansión Gray, Connell-ordenó poniéndose cómoda en el carruaje durante el trayecto sonriendo con el sonido anticipatorio que hacían los caballos al andar sobre los adoquines de Londres. Connell la ayudó a bajar cuando llegaron y supo que la estaría esperando cuando la fiesta terminara. Entró en la mansión aún con la sonrisa depredadora con la que había salido de casa y lo primero que hizo fue arrugar la nariz con el olor a opio aunque decició ignorarlo por esa noche. Sentía las miradas de hombres y mujeres por igual mientras paseaba por el salón de la mansión Gray observando las acrobacias de las circenses invitadas, disfrutando de la lujuria que podía leer en las miradas de los hombres, prestando atención a los grupitos que se iban formando poco a poco.

Las fiestas del señor Gray no distinguían entre clases aunque lo que más llamaba su atención eran aquellos que, como ella, pertenecían a una clase distinta, una clase superior. Ya había estado en una de esas fiestas antes, con su difunto marido y había sido una noche para no olvidar. Y aquella parecía que no iba a quedarse corta pensó mientras bebía de su copa de champagne sin perder de ojo a aquellos entre la multitud que habían despertado su curiosidad.

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