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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
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Premoniciones fraternales [Stella/Cassandra Brice]
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Premoniciones fraternales [Stella/Cassandra Brice]
Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba observando a través de la ventana del salón, el agua caía en el exterior como si fuese una interminable manta. Había algo hipnótico, algo sobrenatural en el ordenado danzar de las gotas de lluvia. Finalmente, cuando descubrió que la oscuridad había opacado por completo la habitación entrecerró el ventanuco y se acercó a la mesa del salón, extendió un tapete de terciopelo morado sobre ella y puso encima un antiguo libro con tapas gruesas.
Quitó a Proserpine del asiento dándole un toque en el lomo y se sentó delante del libro, abriéndolo por una página en concreto. Tenía muy claro lo que estaba buscando. Comenzó a leer con la misma fijación con la que había observado la lluvia. La casa estaba en silencio y solo el ronroneo del gato daba cuenta de la existencia de vida en ella.
Encendió un par de velas negras con una cerilla para terminar encendiéndose un cigarrillo, el humo se mezcló con el frío vaho de la noche británica. Cuando encontró lo que estaba buscando dibujó una figura con sal sobre el tapete y comenzó a susurrar en latín, dejando el libro en un segundo plano, poco a poco sus susurros se fueron esclareciendo y conformaron una frase que se repetía incesantemente.
Margot había tenido una premonición y no acostumbraba a fallarlas, se pinchó con la aguja en el pulgar haciendo que dos gotas de sangre se deslizasen hasta la figura, a la vez que los susurros se convirtieron en graves e imponentes palabras. El gato abandonó el lugar, como todo animal tenía un talento innato para alejarse de lo sobrenatural.
Los granos de sal comenzaron a moverse como danzando ante la musical letanía de la bruja “sanguis sanguinem meum, lux sal”. Cuando se concentraba perdía la noción del tiempo, de buenas a primeras identificó algo en la sal, algo que era capaz de descifrar. Había visto la figura de dos mujeres abrazándose, lo que confirmaba la premonición de la Brice. Alzó la cabeza hacia el techo de la habitación y exhaló un suspiro.
Con la cabeza fija en el techo se llevó el cigarro ya casi consumido a los labios y le dio la última calada. Había escuchado un ruido, al parecer ya había vuelto. Por un momento incluso pensó en que le habría pasado algo, pero no, aquella niña era demasiado resuelta como para que le ocurriese nada. Se masajeó las sienes y giró la cabeza en dirección a su hermana.
-Stella… -
Quitó a Proserpine del asiento dándole un toque en el lomo y se sentó delante del libro, abriéndolo por una página en concreto. Tenía muy claro lo que estaba buscando. Comenzó a leer con la misma fijación con la que había observado la lluvia. La casa estaba en silencio y solo el ronroneo del gato daba cuenta de la existencia de vida en ella.
Encendió un par de velas negras con una cerilla para terminar encendiéndose un cigarrillo, el humo se mezcló con el frío vaho de la noche británica. Cuando encontró lo que estaba buscando dibujó una figura con sal sobre el tapete y comenzó a susurrar en latín, dejando el libro en un segundo plano, poco a poco sus susurros se fueron esclareciendo y conformaron una frase que se repetía incesantemente.
Margot había tenido una premonición y no acostumbraba a fallarlas, se pinchó con la aguja en el pulgar haciendo que dos gotas de sangre se deslizasen hasta la figura, a la vez que los susurros se convirtieron en graves e imponentes palabras. El gato abandonó el lugar, como todo animal tenía un talento innato para alejarse de lo sobrenatural.
Los granos de sal comenzaron a moverse como danzando ante la musical letanía de la bruja “sanguis sanguinem meum, lux sal”. Cuando se concentraba perdía la noción del tiempo, de buenas a primeras identificó algo en la sal, algo que era capaz de descifrar. Había visto la figura de dos mujeres abrazándose, lo que confirmaba la premonición de la Brice. Alzó la cabeza hacia el techo de la habitación y exhaló un suspiro.
Con la cabeza fija en el techo se llevó el cigarro ya casi consumido a los labios y le dio la última calada. Había escuchado un ruido, al parecer ya había vuelto. Por un momento incluso pensó en que le habría pasado algo, pero no, aquella niña era demasiado resuelta como para que le ocurriese nada. Se masajeó las sienes y giró la cabeza en dirección a su hermana.
-Stella… -
Última edición por Margot Brice el Dom Oct 11, 2015 10:35 pm, editado 1 vez
Re: Premoniciones fraternales [Stella/Cassandra Brice]
Anochecía ya, cuando la lluvia amainaba y ella llegaba del trabajo por las calles de Camden. Stella era una chica observadora, pero aquel día no se fijaba en nadie, porque un pensamiento muy concreto ocupaba su mente. Se quedaban sin dinero. No hoy, ni mañana, pero posiblemente dentro de tres meses estuvieran en la calle. Pero eso a su hermana parecía darle completamente igual. De hecho, cuando llegó a la pequeña casa que ocupaban cerca de los canales de Camden, la botica, instalada en la planta baja, estaba completamente cerrada y sólo Hécate sabía cuánto tiempo llevaba así.
Stella cogió unas hierbas secas de valeriana para calmarse los nervios y no discutir con Margot, porque sentía que todas las reprimendas que su hermana mayor (había que recordar ese dato) caían en saco roto, era como hablar con Proserpine, que había salido a recibirla y rodeaba sus faldas reclamando atención. Mientras se hacía el té no oía ningún ruido, así que con al taza en la mano, subió al salón de su destartalada casa y allí se encontró a Margot en estado de alucinación.
Por si no fuera poco el desorden que tenían organizado (sillas, sillones, libros, papeles, toda clase de telas y baratijas colocadas sin ton ni son aquí y allá) su hermana había montado uno de sus espectáculos premonitorios, esparciendo sal por toda la mesa. Por fin se percató de su presencia y salió de su trance mientras Stella pensaba "esto va a haber que limpiarlo, y no voy a ser yo quién lo haga, no señor". Se sentó en una de las múltiples sillas y miró a su hermana
-Margot- contestó como todo saludo, dando un sorbo de té después- Espero que en esa sal hayas visto muchas libras esterlinas, porque nos quedamos sin dinero. O si no las has visto, al menos un plan para conseguirlas- suspiró y viendo que su hermana ya estaba más despierta se puso seria- Te lo digo en serio. Nos arruinamos. Ayúdame a pensar porque se nos acaba el tiempo. El siguiente golpe que demos tiene que ser de los grandes
Stella cogió unas hierbas secas de valeriana para calmarse los nervios y no discutir con Margot, porque sentía que todas las reprimendas que su hermana mayor (había que recordar ese dato) caían en saco roto, era como hablar con Proserpine, que había salido a recibirla y rodeaba sus faldas reclamando atención. Mientras se hacía el té no oía ningún ruido, así que con al taza en la mano, subió al salón de su destartalada casa y allí se encontró a Margot en estado de alucinación.
Por si no fuera poco el desorden que tenían organizado (sillas, sillones, libros, papeles, toda clase de telas y baratijas colocadas sin ton ni son aquí y allá) su hermana había montado uno de sus espectáculos premonitorios, esparciendo sal por toda la mesa. Por fin se percató de su presencia y salió de su trance mientras Stella pensaba "esto va a haber que limpiarlo, y no voy a ser yo quién lo haga, no señor". Se sentó en una de las múltiples sillas y miró a su hermana
-Margot- contestó como todo saludo, dando un sorbo de té después- Espero que en esa sal hayas visto muchas libras esterlinas, porque nos quedamos sin dinero. O si no las has visto, al menos un plan para conseguirlas- suspiró y viendo que su hermana ya estaba más despierta se puso seria- Te lo digo en serio. Nos arruinamos. Ayúdame a pensar porque se nos acaba el tiempo. El siguiente golpe que demos tiene que ser de los grandes
Stella Brice- Clase Media
- Ocupacion : Encargada de Modas Jade
Localización : Boticas Brice
Re: Premoniciones fraternales [Stella/Cassandra Brice]
Dejó que las palabras de su hermana quedasen flotando en la habitación, en ocasiones era tan humana, tan común, aquello la sacaba de quicio. Entornó los ojos mirando al fuego que prendía revoltoso en la chimenea y aspiró aire un par de veces, aún estaba cansada. Tenía tantas cosas agolpándose en la mente que ponerlas en orden se le antojaba imposible.
Se mantuvo durante unos segundos con la mirada fija en las ascuas, ignorándola, dándole la espalda. La mayoría del tiempo sonaba dura y seca, Margot era un muro de hierro macizo, sin embargo aquel día su voz denotaba agotamiento. Finalmente giró la cabeza lo suficiente como para ver a su hermana de reojo y espetó secamente.–Veo libras, doradas, veo una gran libra dorada y me decepciona mucho que tú no hayas visto nada. Tú, precisamente –.
Al lanzarle el reproche Margot se puso en pié y volvió a adoptar su porte habitual, se acercó a la chimenea y la avivó echando un fino tronco, tras esto caminó hacia su hermana, el ruido de sus zapatos se acompasaba con las gotas de agua que torturaban los cristales. Cuando estuvo a unos pocos centímetros pestañeó con insistencia, exigiéndole algo que sabía que Stella nunca le daría.
-Solo piensas en el dinero, el dinero te ciega. Te he dicho muchas veces que el sentimiento que más nos ata a nuestro poder es el rencor e incluso en este caso el dinero ha conseguido opacarlo-. Su voz había perdido todo tinte de cansancio, había recuperado una compostura fingida, un porte teatral, un tono tácito. – Ella vendrá, esta noche, como tú lo hiciste un día. Y se quedará aquí, cumplirá su función, todas cumplimos una función en esta casa –.
Dio un paso hacia atrás y se dirigió al tapete con la intención de sacudirle la sal y guardarlo. Colocó el libro en su biblioteca personal y dejó que una intrépida Proserpine lamiese algunos granos de la mesa. Encaminó sus pasos a la ventana y descorrió las cortinas dejando que la luz de la luna inundase la habitación. La lluvia había arreciado y grandes charcos se formaban en los huecos del asfalto. La noche estaba perfecta, para todo menos para recibir visita.
Sintió como un escalofrío le recorrió los brazos, el fresco nocturno se colaba por la rendija.
A pesar de que no podía dejar de pensar en aquello que le comía la cabeza no se había olvidado del requerimiento de su hermana. Dinero. Al cabo de unos minutos encogió los brazos y musitó. –Hay una noble, huele a bruja desde lejos, a bruja estúpida. Esas son las más fáciles de engañar, las que se creen diferentes, las que creen que no tienen nada que perder, ni nada por lo que luchar. Gusta de la ropa y los vestidos caros, creo que ya la conoces. El resto es cosa tuya… –Lo había dicho todo, sabía que Stella sería capaz de idear algo para timar a aquella mujer, al fin y al cabo en el arte de timar era toda una experta.
Una vez más la gata volvió a salir de la habitación y se dirigió hacia la puerta, sentándose expectante tras ella, estaba tan alborotado como la propia Brice. El tiempo había creado una extraña sintonía entre ambas.
Se mantuvo durante unos segundos con la mirada fija en las ascuas, ignorándola, dándole la espalda. La mayoría del tiempo sonaba dura y seca, Margot era un muro de hierro macizo, sin embargo aquel día su voz denotaba agotamiento. Finalmente giró la cabeza lo suficiente como para ver a su hermana de reojo y espetó secamente.–Veo libras, doradas, veo una gran libra dorada y me decepciona mucho que tú no hayas visto nada. Tú, precisamente –.
Al lanzarle el reproche Margot se puso en pié y volvió a adoptar su porte habitual, se acercó a la chimenea y la avivó echando un fino tronco, tras esto caminó hacia su hermana, el ruido de sus zapatos se acompasaba con las gotas de agua que torturaban los cristales. Cuando estuvo a unos pocos centímetros pestañeó con insistencia, exigiéndole algo que sabía que Stella nunca le daría.
-Solo piensas en el dinero, el dinero te ciega. Te he dicho muchas veces que el sentimiento que más nos ata a nuestro poder es el rencor e incluso en este caso el dinero ha conseguido opacarlo-. Su voz había perdido todo tinte de cansancio, había recuperado una compostura fingida, un porte teatral, un tono tácito. – Ella vendrá, esta noche, como tú lo hiciste un día. Y se quedará aquí, cumplirá su función, todas cumplimos una función en esta casa –.
Dio un paso hacia atrás y se dirigió al tapete con la intención de sacudirle la sal y guardarlo. Colocó el libro en su biblioteca personal y dejó que una intrépida Proserpine lamiese algunos granos de la mesa. Encaminó sus pasos a la ventana y descorrió las cortinas dejando que la luz de la luna inundase la habitación. La lluvia había arreciado y grandes charcos se formaban en los huecos del asfalto. La noche estaba perfecta, para todo menos para recibir visita.
Sintió como un escalofrío le recorrió los brazos, el fresco nocturno se colaba por la rendija.
A pesar de que no podía dejar de pensar en aquello que le comía la cabeza no se había olvidado del requerimiento de su hermana. Dinero. Al cabo de unos minutos encogió los brazos y musitó. –Hay una noble, huele a bruja desde lejos, a bruja estúpida. Esas son las más fáciles de engañar, las que se creen diferentes, las que creen que no tienen nada que perder, ni nada por lo que luchar. Gusta de la ropa y los vestidos caros, creo que ya la conoces. El resto es cosa tuya… –Lo había dicho todo, sabía que Stella sería capaz de idear algo para timar a aquella mujer, al fin y al cabo en el arte de timar era toda una experta.
Una vez más la gata volvió a salir de la habitación y se dirigió hacia la puerta, sentándose expectante tras ella, estaba tan alborotado como la propia Brice. El tiempo había creado una extraña sintonía entre ambas.
Re: Premoniciones fraternales [Stella/Cassandra Brice]
Stella rodó los ojos y se encendió un cigarrillo en aquella boquilla de lapislazuli que le había robado tiempo atrás a una clienta. Odiaba que Margot se pusiera dramática y mística en una misma tarde, sobretodo si llovía porque era muy climonímica y la lluvia la desesperaba y le daba dolor de cabeza. Esto no era un problema cuando vivía en Aquitaine con su madre, pero desde que se fue a vivir con su hermana, la persistente lluvia londinense no hacía más que empeorar las situación de la falta de dinero. Suspiró y se sentó en la mecedora mirando al techo con el cigarrillo en una mano y el té en la otra
-Rencor... no me hables de rencor, Margot, porque si el rencor mueve fronteras, guardarse el rencor en lo más profundo del alma y superar el abandono, la muerte y la pobreza hace una mujer fuerte y realista, que no necesita mirar en la sal nada, porque ya sabe que el mes que viene nos desahucian- el recuerdo de su madre la atenazó. Madre de cuatro criaturas, siempre le dijo que confiara en sus hermanas, que ellas nunca le fallarían, pero cada vez sentía más que era ella la que tiraba del carro con Margot sentada en el pescanta y lo único que hacía su hermana mayor era darle una palmadita en la espalda cuando no la criticaba como era el caso de hoy. Se centró en las palabras de su hermana y hubo de admitir que algo si debía haber visto
-Bueno, sí, no está mal. Es rusa, casada con un barón, dudo que sepa hacer ni medio encantamiento ni si quiera se si entiende bien lo que es. Puede que nos abra las puertas a algo- de repente recaló en algo que había mencionado su hermana y que las había agitado a ella y a la gata. Se incorporó y señalo a su hermana con la boquilla y una ceja alzada- Perdona, creo que si que he debido tener un sueño o algo ¿has dicho que "ella" vendrá? ¿como yo?- se echó a reír con grandes carcajadas- Me encantaría verlo, una persona más aquí, como no duerma sobre el tejado... y como venga como yo... vendrá pobre como una rata- suspiró. tontería de Margot, no había que tomarlas en serio, quizá a ella le cegaba el dinero, pero a su hermana le cegaba su ansia de utilizar sus poderes de bruja. ¿Para qué? ¿Qué conseguían con ello? Nada, su vida estaba estancada y no sabía a donde ir.
-Rencor... no me hables de rencor, Margot, porque si el rencor mueve fronteras, guardarse el rencor en lo más profundo del alma y superar el abandono, la muerte y la pobreza hace una mujer fuerte y realista, que no necesita mirar en la sal nada, porque ya sabe que el mes que viene nos desahucian- el recuerdo de su madre la atenazó. Madre de cuatro criaturas, siempre le dijo que confiara en sus hermanas, que ellas nunca le fallarían, pero cada vez sentía más que era ella la que tiraba del carro con Margot sentada en el pescanta y lo único que hacía su hermana mayor era darle una palmadita en la espalda cuando no la criticaba como era el caso de hoy. Se centró en las palabras de su hermana y hubo de admitir que algo si debía haber visto
-Bueno, sí, no está mal. Es rusa, casada con un barón, dudo que sepa hacer ni medio encantamiento ni si quiera se si entiende bien lo que es. Puede que nos abra las puertas a algo- de repente recaló en algo que había mencionado su hermana y que las había agitado a ella y a la gata. Se incorporó y señalo a su hermana con la boquilla y una ceja alzada- Perdona, creo que si que he debido tener un sueño o algo ¿has dicho que "ella" vendrá? ¿como yo?- se echó a reír con grandes carcajadas- Me encantaría verlo, una persona más aquí, como no duerma sobre el tejado... y como venga como yo... vendrá pobre como una rata- suspiró. tontería de Margot, no había que tomarlas en serio, quizá a ella le cegaba el dinero, pero a su hermana le cegaba su ansia de utilizar sus poderes de bruja. ¿Para qué? ¿Qué conseguían con ello? Nada, su vida estaba estancada y no sabía a donde ir.
Stella Brice- Clase Media
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Localización : Boticas Brice
Re: Premoniciones fraternales [Stella/Cassandra Brice]
Una mueca se dibujó en el rostro de Cassandra al volver a ver Inglaterra después de tanto tiempo mientras que el barco en el que había viajado metía la proa entre los enormes vapores para buscar amarre. Inglaterra era gris y deprimente, o eso le había parecido a ella siempre, con esa constante lluvia tamborileando sobre los tejados mientras que el humo negro ascendía de las chimeneas de los barcos oscureciendo un cielo ya de por sí demasiado gris. Mientras desembarcaba, con su cabello dorado recogido en lo alto de su cabeza y adornado con pequeñas perlas, se sintió completamente fuera de lugar, pero no se amedrentó por ello, sino que se encogió de hombros con su despreocupación habitual –Chocolate, busca un carruaje, antes de que esta humedad me cale hasta los huesos, ¿quieres? –pidió al gran africano que caminaba tras ella. Lo cierto es que aquel hombre no se llamaba “chocolate”, pero Cissy rara vez se preocupaba de llamarlo por su nombre, como tampoco se había preocupado nunca por su presencia en su vida. Sólo sabía de él que había sido como una sombra fiel de Ewan en vida, porque un gran sentimiento de gratitud y deuda lo ligaba a él, y que, tras morir su amado en aquel trágico duelo, el moreno había decidido convertirse en la suya para seguir pagando la deuda que creía tener con el joven.
Cuando Chocolate volvió, Cassandra le dirigió una sonrisa mientras le entregaba un papel en el que había anotado una dirección –Haz que lleven mis cosas a mi antigua residencia en Cheyne Walk. Aunque no nos quedaremos mucho tiempo allí si la visita que voy a hacer ahora sale como espero… Me desharé de esa casa en cuanto pueda. Ven a buscarme a casa de mi hermana luego, es la segunda dirección que he anotado y espero que sea la correcta –dijo mientras subía con elegancia al carruaje y se acomodaba en uno de los asientos. Aquella había sido la casa en la que el matrimonio Malory se había asentado en sus primeros años, cuando Cassandra era aún inocente y estaba llena de expectativas sobre su vida. Prefería concentrarse en lo que veía a través de la ventanilla del carruaje a rememorar aquellos años. Hombres con sombreros y pesados abrigos que caminaban ligeramente encorvados bajo paraguas para protegerse de la lluvia mientras caminaban apresurados contra el viento cargado de polvo y olor a caballo. Cissy suspiró, juraría que casi podía oler el río. Definitivamente, la burbujeante Cassandra Brice no encajaba para nada en aquel ambiente… Hasta que entraba en algún lujoso salón de baile o asistía al teatro. Pero algo le decía que aquello había quedado ya atrás, muy lejos.
Cuando el carruaje se detuvo al fin, Cassandra entregó unas monedas al cochero y le dijo que podía irse. Luego, avanzó con decisión y una sonrisa perfecta dibujada en su hermoso rostro mientras avanzaba hacia la puerta de la casa que creía que había creído que era de su hermana. Creencia que se había convertido en una certeza. Podía sentir el aura de Margot en toda aquella construcción, pero no era la única, había otra de sus hermanas allí dentro. Bien, su llegada no pasaría desapercibida, desde luego… pensó mientras llamaba con delicadeza a la puerta y esperaba a que la recibiesen.
Cuando Chocolate volvió, Cassandra le dirigió una sonrisa mientras le entregaba un papel en el que había anotado una dirección –Haz que lleven mis cosas a mi antigua residencia en Cheyne Walk. Aunque no nos quedaremos mucho tiempo allí si la visita que voy a hacer ahora sale como espero… Me desharé de esa casa en cuanto pueda. Ven a buscarme a casa de mi hermana luego, es la segunda dirección que he anotado y espero que sea la correcta –dijo mientras subía con elegancia al carruaje y se acomodaba en uno de los asientos. Aquella había sido la casa en la que el matrimonio Malory se había asentado en sus primeros años, cuando Cassandra era aún inocente y estaba llena de expectativas sobre su vida. Prefería concentrarse en lo que veía a través de la ventanilla del carruaje a rememorar aquellos años. Hombres con sombreros y pesados abrigos que caminaban ligeramente encorvados bajo paraguas para protegerse de la lluvia mientras caminaban apresurados contra el viento cargado de polvo y olor a caballo. Cissy suspiró, juraría que casi podía oler el río. Definitivamente, la burbujeante Cassandra Brice no encajaba para nada en aquel ambiente… Hasta que entraba en algún lujoso salón de baile o asistía al teatro. Pero algo le decía que aquello había quedado ya atrás, muy lejos.
Cuando el carruaje se detuvo al fin, Cassandra entregó unas monedas al cochero y le dijo que podía irse. Luego, avanzó con decisión y una sonrisa perfecta dibujada en su hermoso rostro mientras avanzaba hacia la puerta de la casa que creía que había creído que era de su hermana. Creencia que se había convertido en una certeza. Podía sentir el aura de Margot en toda aquella construcción, pero no era la única, había otra de sus hermanas allí dentro. Bien, su llegada no pasaría desapercibida, desde luego… pensó mientras llamaba con delicadeza a la puerta y esperaba a que la recibiesen.
Cassandra Brice- Clase Media
Re: Premoniciones fraternales [Stella/Cassandra Brice]
Con las manos cruzadas y los ojos danzando entre las gotitas de agua que seguían cayendo en el exterior la bruja escuchó a su hermana, lo cierto es que la situación económica no estaba bien, pero Margot no tenía ningún interés en ocuparse de algo tan sumamente banal como el dinero. Había sobrevivido toda su vida sin conocer el significado de la palabra escasez, se podría decir que tenía una extraña habilidad para adaptarse a las situaciones. Su cabeza se balanceó varias veces en un asentimiento aburrido, esa era la única contestación que tenía para Stella.
A ella tampoco le hacía mucha gracia el estar rodeada de personas, la verdadera Margot era fría y asocial, estaba muy alejada de esa figura que había forjado. Escuchó el maullido del gato que se sobrepuso a la llamada a la puerta, ambos en perfecta sintonía, el corazón le latió con intensidad un par de veces, aquello se había convertido en la confirmación de que sus poderes cada vez estaban más refinados. Descruzó los brazos y se dirigió hacia Stella, no tenía ninguna intención de acercarse a la puerta con celeridad. Puso una mano en el hombro de su hermana y aferró los dedos con fuerza, la bruja no solía ser afable, pero conocía bien a Stella y sabía que detrás de esa fachada se encontraba una moral débil bombardeada por la impotencia de no haber sido escuchada. Los gestos de Margot dejaban de lado las palabras, dirigió una mirada a su hermana, maternal y confiada, la falsa mirada de alguien que tiene todo lo que le rodea bajo control.
Tras esto se dirigió hacia la entrada dando pequeños pasos, vislumbró la figura de su hermana tras el cristal de la puerta, no tenía ninguna duda de cuál de las dos había decidido buscarlas. A diferencia de Stella, Margot sí conocía a sus hermanas, las conocía demasiado bien. Apartó al gato de la puerta y acarició el pomo con la punta de los dedos. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral justo antes de tragar saliva y terminar entreabriendo la cancela.
La miró durante unos segundos con gesto frío, neutro, como quien ve caer la lluvia. Definitivamente era ella, Cassandra, la estrella con los pies de barro había acabado en el fango. Margot recordó las palabras de su madre, recordó a esa vieja arrugada prediciendo el futuro de sus hijas, hasta el momento todo se había cumplido. Se apoyó en el quicio de la puerta dejando que algunas gotas de agua resbalasen por el paraguas de la rubia y cayesen hacia el suelo, contempló la figura de su hermana y recordó la de veces que la había visto cuando era una niña, cuando jugaba con las muñecas, cuando su única pretensión era servir el té a sus amigas de trapo. La observó hasta que comprendió que se había elevado a lo más alto, hasta que comprendió que la caída la había destrozado.
En ese momento decidió aceptarla, abrió la puerta por completo y señaló al pasillo.
A ella tampoco le hacía mucha gracia el estar rodeada de personas, la verdadera Margot era fría y asocial, estaba muy alejada de esa figura que había forjado. Escuchó el maullido del gato que se sobrepuso a la llamada a la puerta, ambos en perfecta sintonía, el corazón le latió con intensidad un par de veces, aquello se había convertido en la confirmación de que sus poderes cada vez estaban más refinados. Descruzó los brazos y se dirigió hacia Stella, no tenía ninguna intención de acercarse a la puerta con celeridad. Puso una mano en el hombro de su hermana y aferró los dedos con fuerza, la bruja no solía ser afable, pero conocía bien a Stella y sabía que detrás de esa fachada se encontraba una moral débil bombardeada por la impotencia de no haber sido escuchada. Los gestos de Margot dejaban de lado las palabras, dirigió una mirada a su hermana, maternal y confiada, la falsa mirada de alguien que tiene todo lo que le rodea bajo control.
Tras esto se dirigió hacia la entrada dando pequeños pasos, vislumbró la figura de su hermana tras el cristal de la puerta, no tenía ninguna duda de cuál de las dos había decidido buscarlas. A diferencia de Stella, Margot sí conocía a sus hermanas, las conocía demasiado bien. Apartó al gato de la puerta y acarició el pomo con la punta de los dedos. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral justo antes de tragar saliva y terminar entreabriendo la cancela.
La miró durante unos segundos con gesto frío, neutro, como quien ve caer la lluvia. Definitivamente era ella, Cassandra, la estrella con los pies de barro había acabado en el fango. Margot recordó las palabras de su madre, recordó a esa vieja arrugada prediciendo el futuro de sus hijas, hasta el momento todo se había cumplido. Se apoyó en el quicio de la puerta dejando que algunas gotas de agua resbalasen por el paraguas de la rubia y cayesen hacia el suelo, contempló la figura de su hermana y recordó la de veces que la había visto cuando era una niña, cuando jugaba con las muñecas, cuando su única pretensión era servir el té a sus amigas de trapo. La observó hasta que comprendió que se había elevado a lo más alto, hasta que comprendió que la caída la había destrozado.
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