Buenas y malas influencias || [Stella Brice]

Sus viajes a las Highlands se habían vuelto más frecuentes con el paso de los años. Lady Houghton a menudo necesitaba un lugar en el que estar sola, sin su familia para controlar sus escapadas o comportamientos inusuales y lejos de las lenguas indiscretas de la sociedad londinense. A pesar de su reputación de excéntrica, en parte propiciada por su oscuro encanto, nadie dejaba de alarmarse por sus idas y venidas.

Ivanka acababa de dejar el solitario y casi siniestro castillo medieval en el que solía hospedarse cuando viajaba a Escocia, propiedad de un pariente de Robert que se lo había dejado en herencia. Pronto sería el cumpleaños de su paciente esposo y una semana de agotadores preparativos junto a su hijastra la esperaba. La rusa sabía que se avecinaban unos días difíciles, de modo que optó por procrastinar y ocuparse primero de las tareas más sencillas.

Aquella mañana la baronesa lucía un tocado en color azul marino adornado con unas discretas plumas, tal como dictaba la moda más vanguardista por la que gustaba de apostar. Se movía elegantemente por las calles del distrito oeste mientras su carruaje particular la esperaba cerca. Las telas de su vestido ondeaban suavemente al terminar el polisón y daba la sensación de que la bruja levitaba. Le hacía falta un nuevo y flamante vestido que lucir en la fiesta de cumpleaños de Lord Houghton y le apeteció apostar por una casa de modas que no fuera la habitual.

Examinó los escaparates con sus ojos, los cuáles hacían gala de un aire felino aún mayor que el habitual. Sus pupilas se estrecharon hasta asemejarse a las de un gatito curioso cuando se fijó en los modelos que exponía Modas Jade. Como un minino juguetón que acerca su pata para inspeccionar un ovillo de lana nuevo, posó su mano sobre el manillar de la puerta y entró en aquel negocio tan conocido, pero con el que sin embargo no estaba familiarizada.

Lady Houghton dio una vuelta por la casa de modas y decidió que probaría suerte para encontrar su vestido allí. Fue entonces cuando advirtió la presencia de una mujer que debía ser la encargada. Era una dama hermosa, de aspecto imponente y enigmático y le produjo una sensación que no fue capaz de identificar. Se sintió cohibida al mirarla y pensar en la falta de educación por su parte que había sido no saludarla al entrar, aunque a decir verdad la rusa ni siquiera había notado que estaba acompañada. Ivanka había estado demasiado distraída maravillándose con las telas de los vestidos con los que ni llegó a soñar durante su juventud en Rusia. No terminaba de acostumbrarse a su posición a pesar de llevar años llevando el título de baronesa.

- Buenas tardes. – sonrió tímidamente tras pronunciar esas palabras como casi un ronroneo. Aún era evidente su acento extranjero que le hacía arrastrar ligeramente las erres. Y el propio timbre de su voz, tal vez vinculado a su naturaleza felina, que lo hacía más notable. – Tienen unos diseños maravillosos, me será imposible decidirme solo por uno. – añadió acariciando las prendas con su apasionada mirada.