Saray Wainworth ID

Descripción Psicológica

Puede que sus hermosos rasgos y la dulzura de su trato sugieran que se trata de una joven delicada y frágil como una flor, pero no es así. Saray siempre ha tenido los pies muy bien plantados en el suelo que pisa y ha sido muy consciente de su situación y consecuente con la misma, de modo que no le falta firmeza y decisión a la hora de actuar como sea necesario para tener la mejor vida posible y ayudar a Azalea en todo lo necesario, aunque las determinaciones que haya de asumir no sean siempre del todo agradables para ella. Esta actitud incrementó tras el nacimiento de sus hijos, pues aspira a que tengan una vida mucho más digna y estaría dispuesta a hacer cualquier cosa por conseguirlo para ellos.

Sin embargo, no es de esas personas que se lanzan ciegas a por un objetivo. De la vida, sobre todo del ejemplo de Azalea y su hermana Raine, ha aprendido que hay que ser paciente y saber mantener la calma ante cualquier situación, en lugar de dejarse llevar por la desesperación. No es sólo capaz de mantener la calma, sino que también sabe transmitirla a los que la rodean, escuchándolos con comprensión y ofreciéndoles su apoyo y consuelo, pues aunque las situaciones que le han tocado vivir la han hecho fuerte, ha sabido conservar la calidez de su sonrisa y alberga mucha ternura para sus seres queridos, siendo del todo cariñosa con éstos.

No sólo se le da bien escuchar, también sabe ofrecer buenos consejos, si bien ella no es muy receptiva a la hora de que otros se los den y sólo requiere y acepta de buena gana los consejos de Azalea, de la que ha aprendido mucho y ha adquirido la elegancia y finura de sus gestos y modales. Tiene sus ideas muy claras, sobre todo, en lo relativo a las personas que forman parte de su vida, y en ella no existen los matices, todo es blanco o negro, amor u odio, aunque esto no significa que el sentimiento sea inamovible, pese a ser difícil que llegase a darse el cambio de opinión.

Historia

Saray recuerda haber sido niña, pero no recuerda haberse sentido nunca como tal, pues no puede considerarse que tuviera una verdadera infancia. Apenas tuvo edad suficiente para hacerlo, comenzó a trabajar con su madre y el resto de sus hermanos en una fábrica de cerillas donde trabajaban incansablemente para conseguir una miseria con la que sobrevivían, pero que al menos era un trabajo más digno que el que se había visto obligada a asumir su hermana Raine. Fue en aquellos años cuando conoció a Azalea, una época en la que su familia fue apoyo para la hermosa muchacha que es ahora madame del Nimbooda Mahala.

Sin embargo, no podía sentirse quejosa, pues no conoció otra cosa hasta el momento en que Azalea volvió a sus vidas y los llevó a vivir a su casa del Soho. Cuando vio que podían aspirar a una vida mejor, se prometió que conseguiría una vida mejor tanto para ella como para los suyos, aunque sabía que para ello tendría que tomar la misma senda que habían encontrado ante sí Raine y Azalea: cambiar el amor por poder entregándose a muchos hombres en lugar de a uno sólo.

No obstante, su camino no sería tan dificultoso como habían sido los de aquellas dos mujeres a las que tanto admiraba, pues Azalea habría de ser guía para ella, abriéndole las puertas a un mundo más digno que el que ellas no habían tenido más remedio que conocer. Así, a la admiración que sentía por aquella mujer, se unió el agradecimiento y el cariño, llegando a considerarla tan hermana suya como Raine, que compartía su sangre. La época de su aprendizaje junto a ella en el Nimbooda es la que recuerda como más feliz de su vida y durante la cual conoció a Aisha Siddart, que se convirtió en la hermana menor que no tuvo para ella, de modo que desarrollaron una relación de complicidad y apoyo mutuo que perdura en la actualidad. Una vez que hubo aprendido todo lo que Azalea tenía que enseñarle, Saray decidió usar aquello que había aprendido para ayudarla. Así es como llegó a ser su mano derecha en el negocio, al tiempo que su confidente en lo personal.

La suerte hubo de sonreír a Saray una vez más cuando recibió al primer hombre de su vida, pues decidió hacerla su amante oficial y ella no tuvo necesidad de entregarse a ningún otro. Así pues, gracias a la protección de Azalea no sólo se libró de una vida de humillaciones, sino que dio con un hombre capaz de hacerla sentir valiosa y querida a pesar de su condición de cortesana. Saray lo adora por ello, pero más de una vez se ha cuestionado si lo ama, siendo esta la única idea que no tiene clara en su vida, pues a menudo se pregunta si, de haber sido libre, ella lo hubiera escogido a él. No obstante, jamás ha dudado de que él no la desamparará, especialmente desde que nacieron sus hijos. Desde ese momento, Saray ha sentido que ella misma ya tiene todo aquello a lo que podría haber aspirado para sí misma, pero no para sus hijos, por lo que su objetivo actual es lograr que su padre los reconozca para mejorar su situación social cueste lo que cueste y entre sus temores ya no se encuentra el desamparo, sino la posibilidad de que la esposa del padre de sus hijos muestre la misma determinación que ella a la hora de impedirlo.