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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
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Enseñame, esta vez tú a mí [Saray]
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Darkness Revival :: West End :: Soho
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Enseñame, esta vez tú a mí [Saray]
Estaba en la sala del cabaret, a aquellas horas vacía, en el escenario, sentada sobre alfombras en el escenario. sus chicas más jóvenes a las que estaba enseñando, y algunas que querían aprender a cantar. Trataba de demostrarles como mantener una nota y darle a su vez florituras y tonalidades, usando solo las vocales "a" y "o" enlazándolas con la gracia de su vocecilla de pájaro, tan típica de la india.
Las chicas lo intentaban una a una y luego todas a coro. Esa, pensaba Azalea, era su vida, la única a la que podía aspirar, a enseñar lo que sabía, a cuidar de aquellas chicas y de los hijos de muchas de ellas, entre los que se encontraba la suya propia. Esa niña que según Evelyn Wolfe era tan especial, es aniña cuyo padre acababa de reaparecer. Azalea necesitaba concentrarse en las clases, las finanzas, el día a día o se volvería loca de la presión y la incertidumbre. Por ello prosiguió con la clase hasta que Ceanna llegó corriendo a su regazo
-¡Mamá! ¡Andrew me ha tirado del pelo! ¡y Lloyd no ha hecho nada por impedirlo!- Azalea recibió con una sonrisa a su hija y la emplazó sentada en sus piernas y abrazándola por detrás. Al fin y al cabo, aún era una niña y hacía cosas de niña, por muy especial que fuera
-Bueno, bueno, no hay que enfadarse... a ver vosotros dos, subid aquí- los niños de Saray, tan sólo un año más jóvenes que Ceanna, subieron al escenario. Lloyd con la cabeza baja y Andrew sin ningún cargo de conciencia. Tan parecidos y tan distintos a la vez- Sentaos aquí, quietecitos, y cuando venga vuestra madre que os riña ella- y como si Saray la hubiese oído, entró por la puerta de la sala.
Su gran amiga se había convertido en una de las mujeres más hermosas que conocía, si no la que más. No le pasó desapercibido que Radha se levantó y se perdió entre los bastidores del escenario. Suspiró por la actitud infantil que mantenían ambas y Aisha, pero no iba a meterse en más problemas, suficiente tenía. Hizo un indicativo a su amiga para que se acercara y le hizo un hueco a su lado en el escenario
-Luego hablaremos de esos cachorros tuyos, están hechos unos delincuentes- le dijo en tono jocoso. Tomó la mano de Saray y dijo- Las estoy dando clases de canto, tú eres el mejor ejemplo de cómo se debe cantar- la voz de la inglesa era como una melodía perfecta, como un hilo que nunca se pierde, como un lugar donde todas las notas encontraban su sitio- Vamos, ¿cantas la canción que te enseñé- y mientras Saray entonaba las preciosas notas, recordó cuando se la enseñó. Recordó a aquella niña escuálida, asustadiza, de ojos de cristal, y la cara sucia de la ceniza de la fábrica, pero que ya destacaba con una voz digna de los ángeles cristianos. Ahora esa niña vestía vestidos bastante más caros que ella, llevaba el pelo perfecto y su cara se iluminaba cada mañana con una sonrisa preciosa. Acaso Raine hubiese sido así si la vida la hubiese tratado mejor, acaso Saray había sido la oportunidad del destino que Raine no había tenido y que si que permitiría al menos a una de ellas disfrutar de la vida. Sin soltar su mano, sonrió ampliamente cuando terminó, ante la desazón y el deleite de las chicas, que ya asumían que no cantarían así jamás
-Creo que con esto hemos tenido suficiente. Daos un descanso de media hora y luego ya veremos qué ensayamos- mientras la sala se vaciaba, se quedó mirando a Saray, sopesando si contarle o no toda la situación.
Las chicas lo intentaban una a una y luego todas a coro. Esa, pensaba Azalea, era su vida, la única a la que podía aspirar, a enseñar lo que sabía, a cuidar de aquellas chicas y de los hijos de muchas de ellas, entre los que se encontraba la suya propia. Esa niña que según Evelyn Wolfe era tan especial, es aniña cuyo padre acababa de reaparecer. Azalea necesitaba concentrarse en las clases, las finanzas, el día a día o se volvería loca de la presión y la incertidumbre. Por ello prosiguió con la clase hasta que Ceanna llegó corriendo a su regazo
-¡Mamá! ¡Andrew me ha tirado del pelo! ¡y Lloyd no ha hecho nada por impedirlo!- Azalea recibió con una sonrisa a su hija y la emplazó sentada en sus piernas y abrazándola por detrás. Al fin y al cabo, aún era una niña y hacía cosas de niña, por muy especial que fuera
-Bueno, bueno, no hay que enfadarse... a ver vosotros dos, subid aquí- los niños de Saray, tan sólo un año más jóvenes que Ceanna, subieron al escenario. Lloyd con la cabeza baja y Andrew sin ningún cargo de conciencia. Tan parecidos y tan distintos a la vez- Sentaos aquí, quietecitos, y cuando venga vuestra madre que os riña ella- y como si Saray la hubiese oído, entró por la puerta de la sala.
Su gran amiga se había convertido en una de las mujeres más hermosas que conocía, si no la que más. No le pasó desapercibido que Radha se levantó y se perdió entre los bastidores del escenario. Suspiró por la actitud infantil que mantenían ambas y Aisha, pero no iba a meterse en más problemas, suficiente tenía. Hizo un indicativo a su amiga para que se acercara y le hizo un hueco a su lado en el escenario
-Luego hablaremos de esos cachorros tuyos, están hechos unos delincuentes- le dijo en tono jocoso. Tomó la mano de Saray y dijo- Las estoy dando clases de canto, tú eres el mejor ejemplo de cómo se debe cantar- la voz de la inglesa era como una melodía perfecta, como un hilo que nunca se pierde, como un lugar donde todas las notas encontraban su sitio- Vamos, ¿cantas la canción que te enseñé- y mientras Saray entonaba las preciosas notas, recordó cuando se la enseñó. Recordó a aquella niña escuálida, asustadiza, de ojos de cristal, y la cara sucia de la ceniza de la fábrica, pero que ya destacaba con una voz digna de los ángeles cristianos. Ahora esa niña vestía vestidos bastante más caros que ella, llevaba el pelo perfecto y su cara se iluminaba cada mañana con una sonrisa preciosa. Acaso Raine hubiese sido así si la vida la hubiese tratado mejor, acaso Saray había sido la oportunidad del destino que Raine no había tenido y que si que permitiría al menos a una de ellas disfrutar de la vida. Sin soltar su mano, sonrió ampliamente cuando terminó, ante la desazón y el deleite de las chicas, que ya asumían que no cantarían así jamás
-Creo que con esto hemos tenido suficiente. Daos un descanso de media hora y luego ya veremos qué ensayamos- mientras la sala se vaciaba, se quedó mirando a Saray, sopesando si contarle o no toda la situación.
- Spoiler:
- Para que os hagáis una idea de la voz de Azalea y de como baila https://www.youtube.com/watch?v=UXRfkwmz4q4
Re: Enseñame, esta vez tú a mí [Saray]
No oír a sus pequeños debía ser interpretado por muchas madres como una buena señal, muestra de que sus hijos se estaban comportando como era debido. Sin embargo, para Saray, que Andrew y Lloyd no dieran ruido era señal de que algo tramaban. Por un lado, estaba orgullosa de que no fueran dos niños sumisos, pues sabía que así no dejarían nunca que nadie los humillase, y también de que fueran tan inteligentes, pero agradecería que la escuchasen un poco más y aprovechasen su inventiva para algo que no fuesen travesuras. Pero, al fin y al cabo, aún eran niños y ella se encargaría de que su astuto Andrew y su dulce Lloyd aprendiesen a explotar al máximo sus cualidades para alcanzar el lugar que les correspondía.
Aquellos pensamientos rondaban la cabeza de la hermosa muchacha mientras arreglaba ella misma sus cabellos, con la boca llena de horquillas ante el espejo. Cuando hubo terminado, decidió ir a ver qué podían estar haciendo los gemelos para que llevase tanto tiempo sin escucharlos aquel día. No sabiendo por dónde empezar a buscarlos, quiso suponer que estarían con Ceanna, en cuyo caso, Azalea podía saber dónde se encontraban, por lo que decidió ir a preguntar a su querida mentora.
Encontrar a Azalea no fue difícil, pues llegaron a sus oídos las voces de las muchachas cuando pasó cerca de la sala de cabaret y supo que ella debía estar allí, enseñándolas a aprovechar aquellas voces como la había enseñado a ella a aprovechar la suya. Saray siempre había adorado cantar, pero mejoró notablemente en el manejo de su voz gracias a las instrucciones de Azalea, al igual que en tantas otras habilidades. Durante un rato, contempló y oyó la clase desde la puerta entreabierta mientras la ternura inundaba su pecho. Eran una familia y Azalea era quién las mantenía unidas. Le estaría agradecida siempre por haberle brindado algo así.
Estaba a punto de cerrar y seguir buscando a los gemelos por su cuenta para no interrumpir cuando los mismos aparecieron tras Ceanna por otra de las puertas que daban a aquella sala. La salida de Radha cuando ella entró no pasó desapercibida para Saray. Hacía bien en evitarla… La actitud de aquella muchacha siempre la sacaba de quicio, pues se negaba a aceptar el espíritu de familia que compartían allí, buscando sólo su propio bienestar, como si el Nimbooda fuese simplemente un burdel de lujo más, cosa que no era lo que Azalea se había propuesto al crearlo. Sin embargo, en aquel momento, la atención de Saray estaba centrada en sus hijos, a los que miraba con gesto serio –Haces bien en llamarlos cachorros… Pues se comportan más como animalitos que como los caballeros que espero que sean. ¿Qué diría su padre si los viera? –respondió a Azalea sin dejar de mirar a los gemelos. La expresión de Lloyd, aún con la cabeza baja, se tiñó de tristeza, pero el obstinado Andrew frunció el ceño ante la reprimenda.
Saray suspiró y apretó cariñosamente la mano de Azalea que había tomado la suya mientras se sentaba a su lado. La petición que le hizo logró que la sonrisa volviera a su rostro –¡Oh, lo haré encantada! –dijo antes de comenzar a entonar aquella canción. Miraba los rostros de las chicas mientras cantaba y se preguntaba si la verían como ella había visto a una Azalea más joven cuando se la enseñó. Al terminar, se sintió llena de satisfacción por el modo en que la que era una hermana mayor para ella sonreía al mirarla, sabiendo que su hermana de sangre hubiera sonreído igual si estuviese junto a ellas.
Cuando Azalea despidió a las chicas, Saray les dio ánimos y alabó sus esfuerzos mientras se iban. El modo en que se quedó mirándola cuando estuvieron solas, le reveló que algo rondaba la mente de la hermosa mujer a la que tanto admiraba, hecho que podía haber pasado desapercibido para cualquier otra de las muchachas, pero no para ella. Saray entrecerró los ojos. No debía ser algo sencillo, si Azalea vacilaba a la hora de contárselo –¿Hay algo que desees contarme? –le preguntó dulcemente, esperando poder ayudarla fuera lo que fuera.
Aquellos pensamientos rondaban la cabeza de la hermosa muchacha mientras arreglaba ella misma sus cabellos, con la boca llena de horquillas ante el espejo. Cuando hubo terminado, decidió ir a ver qué podían estar haciendo los gemelos para que llevase tanto tiempo sin escucharlos aquel día. No sabiendo por dónde empezar a buscarlos, quiso suponer que estarían con Ceanna, en cuyo caso, Azalea podía saber dónde se encontraban, por lo que decidió ir a preguntar a su querida mentora.
Encontrar a Azalea no fue difícil, pues llegaron a sus oídos las voces de las muchachas cuando pasó cerca de la sala de cabaret y supo que ella debía estar allí, enseñándolas a aprovechar aquellas voces como la había enseñado a ella a aprovechar la suya. Saray siempre había adorado cantar, pero mejoró notablemente en el manejo de su voz gracias a las instrucciones de Azalea, al igual que en tantas otras habilidades. Durante un rato, contempló y oyó la clase desde la puerta entreabierta mientras la ternura inundaba su pecho. Eran una familia y Azalea era quién las mantenía unidas. Le estaría agradecida siempre por haberle brindado algo así.
Estaba a punto de cerrar y seguir buscando a los gemelos por su cuenta para no interrumpir cuando los mismos aparecieron tras Ceanna por otra de las puertas que daban a aquella sala. La salida de Radha cuando ella entró no pasó desapercibida para Saray. Hacía bien en evitarla… La actitud de aquella muchacha siempre la sacaba de quicio, pues se negaba a aceptar el espíritu de familia que compartían allí, buscando sólo su propio bienestar, como si el Nimbooda fuese simplemente un burdel de lujo más, cosa que no era lo que Azalea se había propuesto al crearlo. Sin embargo, en aquel momento, la atención de Saray estaba centrada en sus hijos, a los que miraba con gesto serio –Haces bien en llamarlos cachorros… Pues se comportan más como animalitos que como los caballeros que espero que sean. ¿Qué diría su padre si los viera? –respondió a Azalea sin dejar de mirar a los gemelos. La expresión de Lloyd, aún con la cabeza baja, se tiñó de tristeza, pero el obstinado Andrew frunció el ceño ante la reprimenda.
Saray suspiró y apretó cariñosamente la mano de Azalea que había tomado la suya mientras se sentaba a su lado. La petición que le hizo logró que la sonrisa volviera a su rostro –¡Oh, lo haré encantada! –dijo antes de comenzar a entonar aquella canción. Miraba los rostros de las chicas mientras cantaba y se preguntaba si la verían como ella había visto a una Azalea más joven cuando se la enseñó. Al terminar, se sintió llena de satisfacción por el modo en que la que era una hermana mayor para ella sonreía al mirarla, sabiendo que su hermana de sangre hubiera sonreído igual si estuviese junto a ellas.
Cuando Azalea despidió a las chicas, Saray les dio ánimos y alabó sus esfuerzos mientras se iban. El modo en que se quedó mirándola cuando estuvieron solas, le reveló que algo rondaba la mente de la hermosa mujer a la que tanto admiraba, hecho que podía haber pasado desapercibido para cualquier otra de las muchachas, pero no para ella. Saray entrecerró los ojos. No debía ser algo sencillo, si Azalea vacilaba a la hora de contárselo –¿Hay algo que desees contarme? –le preguntó dulcemente, esperando poder ayudarla fuera lo que fuera.
Última edición por Saray Wainworth el Sáb Sep 12, 2015 9:32 pm, editado 1 vez
Saray Wainworth- Meretrices
Re: Enseñame, esta vez tú a mí [Saray]
Como siempre, la voz de Saray la transportó a otro sitio, más hermoso y más pacífico y se emocionó un poquito de que cantara una de esas canciones de la India tan preciosas, como si fuera parte de ella, como una verdadera hermana. Pero en cuanto se quedaron solas los nubarrones oscurecieron sus pensamientos de nuevo.
Miró a Ceanna, que había vuelto a jugar con los gemelos como si nada, y su corazón se aceleró al pensar en su padre. siempre le había dicho que no volvería a verlo, porque era lo que había elegido creer ella también. Pero ahora aquella bestia negra volvía a aparecerse en su destino, como el diabólico Rhavan de la mitología india. Hizo una seña a los niños y les dijo
-Id con la abuela Wainworth y que os dé de merendar. Pero nada de dulces ¿eh? que no os habéis portado bien- quería estar a solas con Saray, y asegurarse que nada llegaba a los oídos de su pequeña. Cuando por fin estuvieron solas la llevó hacia los cojines. Saray le había secado las lágrimas cuando Javert la abandonó, y sujetó su mano cuando Ceanna vino al mundo, pero nunca creyó que tendría que consultarle algo tan duro como lo que se le pasaba por la cabeza, ni sabía como expresárselo a una persona que la conocía como ella y que sabía cuanto amaba a su niña. Ya no pudo detener sus lágrimas y dijo
-Javert ha vuelto. Me ha roto el corazón verlo, pero creo que eso no es lo peor- trató de detener las lágrimas con el dorso de la mano- Creo que quiere llevarse a Ceanna, creo que va a pasarle algo malo si se la lleva con él. No confío ni en Javert ni en su familia, no quiero que le hagan nada o que la separen de mí para siempre- miró a los azulísimos y límpidos ojos azules de su mejor amiga- Saray, creo que tengo que esconderla, llevármela a un lugar donde yo sepa que puede estar segura de su padre y su familia. Pero no me atrevo- y ya sin contenerse se abrazó a su amiga y lloró sobre su hombro
Miró a Ceanna, que había vuelto a jugar con los gemelos como si nada, y su corazón se aceleró al pensar en su padre. siempre le había dicho que no volvería a verlo, porque era lo que había elegido creer ella también. Pero ahora aquella bestia negra volvía a aparecerse en su destino, como el diabólico Rhavan de la mitología india. Hizo una seña a los niños y les dijo
-Id con la abuela Wainworth y que os dé de merendar. Pero nada de dulces ¿eh? que no os habéis portado bien- quería estar a solas con Saray, y asegurarse que nada llegaba a los oídos de su pequeña. Cuando por fin estuvieron solas la llevó hacia los cojines. Saray le había secado las lágrimas cuando Javert la abandonó, y sujetó su mano cuando Ceanna vino al mundo, pero nunca creyó que tendría que consultarle algo tan duro como lo que se le pasaba por la cabeza, ni sabía como expresárselo a una persona que la conocía como ella y que sabía cuanto amaba a su niña. Ya no pudo detener sus lágrimas y dijo
-Javert ha vuelto. Me ha roto el corazón verlo, pero creo que eso no es lo peor- trató de detener las lágrimas con el dorso de la mano- Creo que quiere llevarse a Ceanna, creo que va a pasarle algo malo si se la lleva con él. No confío ni en Javert ni en su familia, no quiero que le hagan nada o que la separen de mí para siempre- miró a los azulísimos y límpidos ojos azules de su mejor amiga- Saray, creo que tengo que esconderla, llevármela a un lugar donde yo sepa que puede estar segura de su padre y su familia. Pero no me atrevo- y ya sin contenerse se abrazó a su amiga y lloró sobre su hombro
Re: Enseñame, esta vez tú a mí [Saray]
Saray rodó los ojos y vio partir a los niños con una sonrisa. Era inútil que Azalea les hubiera dicho que nada de dulces, su anciana madre no se privaría de consentir a sus nietos y a Ceanna, que era, a fin de cuentas, una nieta más para ella. Cuando se quedaron a solas, siguió a Azalea hasta los cojines y la miró expectante. Su ceño se frunció en cuanto vio las lágrimas asomar en los hermosos ojos de su hermana.
–¡Oh! –fue cuánto pudo exclamar antes de que Azalea se arrojase a sus brazos. Saray la abrazó fuerte y acarició su pelo para que se desahogase mientras ella misma intentaba asimilar lo que le había contado y poner en orden sus ideas. Aquel hombre no podía llevarse a Ceanna, jamás lo consentiría. Saray había estado allí cuando la pequeña vino al mundo y la había visto crecer día a día como a sus propios hijos, no iba a permitir que nadie la apartase de su hogar, no sólo por Azalea, sino por el cariño que ella misma le tenía.
Y, sin embargo, por un momento, vio tambalearse la vida apacible que Azalea había empezado a construir junto a los cimientos del Nimbooda Mahala y que no se había visto amenazada hasta aquel instante. No obstante, perder la calma sería precipitarse hacia el desastre… Por ello, se mantendría firme y devolvería la serenidad a Azalea para que juntas hallasen una solución, pese a que sintiera el corazón encogido en el pecho y la ira hacia Javert por provocar tal sufrimiento a la que era una hermana para ella hubiese invadido su pensamiento. Una cosa es que aquel hombre hubiese roto su corazón, pero otra muy distinta es que pretendiera arrancárselo del pecho llevándose a su hija.
–Shh… Lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte y no tomar ninguna decisión precipitada, por el bien de Ceanna –le dijo con tono suave mientras tomaba su rostro para que la mirase a los ojos –No se la va a llevar, ¿de acuerdo? Haremos todo lo que sea necesario, pero no te apartará de tu hija. Te lo juro –le prometió mientras sacaba uno de los pañuelos de seda que le había regalado James del bolsillo de su vestido y secaba las lágrimas que bañaban las mejillas de Azalea –Tienes que contarme qué es lo que ha pasado exactamente para que podamos encontrar la mejor solución a este asunto. ¿Por qué crees que quiere llevarse a la pequeña? ¿Se ha atrevido ese canalla a amenazarte? –preguntó con su hermoso rostro turbado por una mueca de indignación.
–¡Oh! –fue cuánto pudo exclamar antes de que Azalea se arrojase a sus brazos. Saray la abrazó fuerte y acarició su pelo para que se desahogase mientras ella misma intentaba asimilar lo que le había contado y poner en orden sus ideas. Aquel hombre no podía llevarse a Ceanna, jamás lo consentiría. Saray había estado allí cuando la pequeña vino al mundo y la había visto crecer día a día como a sus propios hijos, no iba a permitir que nadie la apartase de su hogar, no sólo por Azalea, sino por el cariño que ella misma le tenía.
Y, sin embargo, por un momento, vio tambalearse la vida apacible que Azalea había empezado a construir junto a los cimientos del Nimbooda Mahala y que no se había visto amenazada hasta aquel instante. No obstante, perder la calma sería precipitarse hacia el desastre… Por ello, se mantendría firme y devolvería la serenidad a Azalea para que juntas hallasen una solución, pese a que sintiera el corazón encogido en el pecho y la ira hacia Javert por provocar tal sufrimiento a la que era una hermana para ella hubiese invadido su pensamiento. Una cosa es que aquel hombre hubiese roto su corazón, pero otra muy distinta es que pretendiera arrancárselo del pecho llevándose a su hija.
–Shh… Lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte y no tomar ninguna decisión precipitada, por el bien de Ceanna –le dijo con tono suave mientras tomaba su rostro para que la mirase a los ojos –No se la va a llevar, ¿de acuerdo? Haremos todo lo que sea necesario, pero no te apartará de tu hija. Te lo juro –le prometió mientras sacaba uno de los pañuelos de seda que le había regalado James del bolsillo de su vestido y secaba las lágrimas que bañaban las mejillas de Azalea –Tienes que contarme qué es lo que ha pasado exactamente para que podamos encontrar la mejor solución a este asunto. ¿Por qué crees que quiere llevarse a la pequeña? ¿Se ha atrevido ese canalla a amenazarte? –preguntó con su hermoso rostro turbado por una mueca de indignación.
Saray Wainworth- Meretrices
Re: Enseñame, esta vez tú a mí [Saray]
¿Cómo explicar a Saray lo que sabía sin considerarla una demente? ¿Debía creer lo que le dijo Evelyn Wolfe? Trató de serenarse. Durante la mayor parte de su vida había cuidado de Saray y no podía permitir que la viera flaquear y mucho menos que pensara que había perdido la razón o algo parecido. Se separó de ella y acarició su cabello con un sonrisa
-Mi niña... qué buena eres y en qué gran mujer te has convertido- negó en silencio. Ella no podía entender lo que era que a una le rompieran el corazón y aún así caer una y otra vez en el mismo error. Tomó su mano y se concentró en mirarla- Antes de que te cuente porque lo creo, necesito que trates de entender lo que es darle el corazón a una persona- miró a los ojos azul cielo, dulces como la más tierna canción de cuna, de su hermana pequeña- No sé cómo explicarte la sensación de un corazón cuando ve al amor de su vida. Yo le conocí mientras bailaba aquella noche para el embajador imperial de los Romanov. Cuando le vi entrar me quedé parada porque no podía hacer otra cosa más que perderme en su mirada, nunca nadie, ni mi antigua madame, ni el sargento Keller ni nadie me ha hecho nunca sentir tan débil y sometida como él. Y eso es una cosa que nunca jamás se puede olvidar, independientemente de lo que sufras y del daño que te haga- para ella, claro estaba. Porque para Javert no había sido un gran esfuerzo abandonarla antes incluso de saber que estaba embarazada. Carraspeó- Todo esto te lo cuento para que entiendas porque no le he dado una bofetada y le he dado la espalda nada más verle. Me he quedado a escucharle, aunque todo lo que tuviera que decirme fuera para hacerme daño. Creo que si ha vuelto y me ha buscado es porque sabe que Ceanna es hija suya- se paró a pensar. ¿Por qué iba a querer un bohemio como Javert una hija? Respuesta: no la quería él, si no su familia y llevársela para que la criaran en sus pompas hipócritas francesas era un buen precio a pagar por una sobrada ayuda económica que la familia Chevalier podía permitirse.
-Creo que se ha enterado de alguna manera- dijo, no muy convencida, porque lo que en realidad quería decir era "vio en el futuro, porque resulta que puede verlo, y por lo visto mi hija también, que tuvimos una niña, y ahora ha decidido usarla como moneda de cambio con su familia"- y su familia le ha exigido que se la lleve. Son ricos y tienen una posición, no quieren bastardos por el mundo que no puedan controlar- se llevó las manos a la cara tratando de detener otro ataque de llanto inminente- Y yo me quedé ahí, perdida en sus ojos, agradecida en algún lugar de mi corazón, por volver a tenerle cerca. Eso es el amor, Saray, eso te hace amar a alguien- ella no tenía aquel problema, y no podía dar suficientes gracias al cielo y a todos lo dioses por haberle quitado muy pronto la idea del amor de la cabeza gracias a su dueño.
-Mi niña... qué buena eres y en qué gran mujer te has convertido- negó en silencio. Ella no podía entender lo que era que a una le rompieran el corazón y aún así caer una y otra vez en el mismo error. Tomó su mano y se concentró en mirarla- Antes de que te cuente porque lo creo, necesito que trates de entender lo que es darle el corazón a una persona- miró a los ojos azul cielo, dulces como la más tierna canción de cuna, de su hermana pequeña- No sé cómo explicarte la sensación de un corazón cuando ve al amor de su vida. Yo le conocí mientras bailaba aquella noche para el embajador imperial de los Romanov. Cuando le vi entrar me quedé parada porque no podía hacer otra cosa más que perderme en su mirada, nunca nadie, ni mi antigua madame, ni el sargento Keller ni nadie me ha hecho nunca sentir tan débil y sometida como él. Y eso es una cosa que nunca jamás se puede olvidar, independientemente de lo que sufras y del daño que te haga- para ella, claro estaba. Porque para Javert no había sido un gran esfuerzo abandonarla antes incluso de saber que estaba embarazada. Carraspeó- Todo esto te lo cuento para que entiendas porque no le he dado una bofetada y le he dado la espalda nada más verle. Me he quedado a escucharle, aunque todo lo que tuviera que decirme fuera para hacerme daño. Creo que si ha vuelto y me ha buscado es porque sabe que Ceanna es hija suya- se paró a pensar. ¿Por qué iba a querer un bohemio como Javert una hija? Respuesta: no la quería él, si no su familia y llevársela para que la criaran en sus pompas hipócritas francesas era un buen precio a pagar por una sobrada ayuda económica que la familia Chevalier podía permitirse.
-Creo que se ha enterado de alguna manera- dijo, no muy convencida, porque lo que en realidad quería decir era "vio en el futuro, porque resulta que puede verlo, y por lo visto mi hija también, que tuvimos una niña, y ahora ha decidido usarla como moneda de cambio con su familia"- y su familia le ha exigido que se la lleve. Son ricos y tienen una posición, no quieren bastardos por el mundo que no puedan controlar- se llevó las manos a la cara tratando de detener otro ataque de llanto inminente- Y yo me quedé ahí, perdida en sus ojos, agradecida en algún lugar de mi corazón, por volver a tenerle cerca. Eso es el amor, Saray, eso te hace amar a alguien- ella no tenía aquel problema, y no podía dar suficientes gracias al cielo y a todos lo dioses por haberle quitado muy pronto la idea del amor de la cabeza gracias a su dueño.
Re: Enseñame, esta vez tú a mí [Saray]
Las palabras de alabanza de Azalea dibujaron una sonrisa en el rostro de Saray, pero la alegría no le llegó a los ojos. Miraba a la hermosa india con dulzura, tratando que su mirada no revelase la consternación que sentía en su interior al ver pasar a aquella a quien tanto admiraba por un nuevo mal trago, ahora que parecía que su vida se había asentado en una armonía que no debió ser interrumpida de aquel modo. Azalea no se lo merecía, ya había pasado bastante…
Mientras la escuchaba, Saray trataba de comprender sus sentimientos, pero ella jamás había experimentado algo parecido a lo que describía Azalea, nunca había sentido aquella clase de arrebato amoroso, o eso creía la Wainworth. Los sentimientos que inspiraba James en ella eran muy distintos a aquellos de los que hablaba su mentora: cuando Azalea había sentido debilidad, Saray se había sentido valiosa; donde la mayor había descubierto lo que era sentirse sometida, la menor había aprendido a sentirse poderosa. Tal vez aquello era una prueba más de que lo que ella sentía por el señor Williams no era amor, o tal vez ambas habían experimentado el mismo sentimiento de formas muy distintas. Saray no hubiera sabido decirlo en aquel momento.
Sin embargo, no haber experimentado nada parecido no mermaba su comprensión y conocer el desasosiego de Azalea no hacía más que aumentar la consternación que la joven mantenía atada y oculta. Por ello, asintió y la miró con ternura en lugar de reclamarle que no hubiera hecho lo que Azalea sabía que había debido hacer, pues ya bastante tenía aquella mujer con los reclamos que ella misma debía haberse hecho al comprender que quedarse a escuchar a aquel hombre no le convenía en absoluto –No has de excusarte ante mí, hermana, sé que jamás has tomado tus decisiones sin tener motivos para actuar tal y como lo haces en cada uno de los aspectos de tu vida.
Fue la segunda parte de la revelación de Azalea la que hizo que Saray frunciera el ceño, mostrando incomprensión. Creía que la actitud más sensata para una familia como la de Javert respecto a los bastardos debía ser actuar como si no existiesen, pues tomarlos bajo su cargo evidenciaría un comportamiento tan reprochable y, en aquella sociedad en la que vivían, sería un duro golpe para la reputación familiar. Por ello, Saray negó y así expuso su pensamiento –Pero Azalea… Eso que dices no tiene sentido en el mundo de esa clase de gente. Veo más lógico que tratasen de evitar completamente que se relacionase a su apellido contigo y con Ceanna, ya sabes… Para evitar las habladurías. Ese tipo de personas valora más la reputación que los lazos de sangre –dijo con una mueca de desagrado –Definitivamente, si quiere a la niña debe ser por otro motivo… -añadió. Ya ni siquiera estaba hablando con Azalea o escuchándola, pensaba en voz alta mientras su mente trabajaba, buscando el detalle que faltaba y que sería el lazo del que tendrían que tirar para deshacer todo aquel enredo.
Mientras la escuchaba, Saray trataba de comprender sus sentimientos, pero ella jamás había experimentado algo parecido a lo que describía Azalea, nunca había sentido aquella clase de arrebato amoroso, o eso creía la Wainworth. Los sentimientos que inspiraba James en ella eran muy distintos a aquellos de los que hablaba su mentora: cuando Azalea había sentido debilidad, Saray se había sentido valiosa; donde la mayor había descubierto lo que era sentirse sometida, la menor había aprendido a sentirse poderosa. Tal vez aquello era una prueba más de que lo que ella sentía por el señor Williams no era amor, o tal vez ambas habían experimentado el mismo sentimiento de formas muy distintas. Saray no hubiera sabido decirlo en aquel momento.
Sin embargo, no haber experimentado nada parecido no mermaba su comprensión y conocer el desasosiego de Azalea no hacía más que aumentar la consternación que la joven mantenía atada y oculta. Por ello, asintió y la miró con ternura en lugar de reclamarle que no hubiera hecho lo que Azalea sabía que había debido hacer, pues ya bastante tenía aquella mujer con los reclamos que ella misma debía haberse hecho al comprender que quedarse a escuchar a aquel hombre no le convenía en absoluto –No has de excusarte ante mí, hermana, sé que jamás has tomado tus decisiones sin tener motivos para actuar tal y como lo haces en cada uno de los aspectos de tu vida.
Fue la segunda parte de la revelación de Azalea la que hizo que Saray frunciera el ceño, mostrando incomprensión. Creía que la actitud más sensata para una familia como la de Javert respecto a los bastardos debía ser actuar como si no existiesen, pues tomarlos bajo su cargo evidenciaría un comportamiento tan reprochable y, en aquella sociedad en la que vivían, sería un duro golpe para la reputación familiar. Por ello, Saray negó y así expuso su pensamiento –Pero Azalea… Eso que dices no tiene sentido en el mundo de esa clase de gente. Veo más lógico que tratasen de evitar completamente que se relacionase a su apellido contigo y con Ceanna, ya sabes… Para evitar las habladurías. Ese tipo de personas valora más la reputación que los lazos de sangre –dijo con una mueca de desagrado –Definitivamente, si quiere a la niña debe ser por otro motivo… -añadió. Ya ni siquiera estaba hablando con Azalea o escuchándola, pensaba en voz alta mientras su mente trabajaba, buscando el detalle que faltaba y que sería el lazo del que tendrían que tirar para deshacer todo aquel enredo.
Saray Wainworth- Meretrices
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