Andra Lupei ID

Descripción Psicológica

No se puede hablar de la personalidad de Andra sin destacar de donde proviene. Hija de un hombre que viajaba en una caravana romaní, de origen gitano natural de Rumanía. Andra, tal como su hermana Tatiana, ha sido educada en un ambiente especial dentro de la sociedad victoriana y como tal, no es precisamente lo que se puede definir como una muchacha adecuada a la ciudad. De clase baja, poco correcta y de gestos rudos, es una muchacha que bien puede valerse por si misma y lo sabe de sobras. Eso la hace una mucahcha independiente que pocas veces busca el apoyo de nadie más que el de su hermana gemela, con la que lleva conviviendo toda su vida y de la que no podría prescindir.

Carismática, mentirosa, simpática. Es una chica que fácilmente cae en gracia, versátil en reacciones y buena actriz. Creció en una caravana de artistas ambulantes y su pan de cada día ha sido el espectáculo. Sabe llamar la atención cuando quiere, y pasar desapercibida cuando no desea que noten su presencia. Es inteligente y avispada, aunque no especialmente culta. Su madre las enseñó a ella y a Tatiana a leer, pero no podemos afirmar que su educación haya sido rica en muchos aspectos. Su fuerte son las plantas y los remedios naturales, pues su abuela era curandera e inculcó en sus nietas la sabiduría que poseía con tal de que cuando ella muriese, alguien se ocupase de atender a la caravana.

Celosa, territorial, posesiva con lo que es suyo. Es una loba y como tal es violenta y defiende lo que es suyo con garras y dientes. Ama y acepta su parte animal pues nació con ella y con ella ha convivido desde niña. Protectora y fiel, es intensa de sentimientos y cuando alguien logra ganarse su confianza puede estar seguro de que Andra jamás le traicionará. No ocurre demasiadas veces, pues Andra no es precisamente confiada y siempre mira con malos ojos a los extraños. Su objetivo principal es proteger a su hermana sin importarle nada de lo demás. Sabe que dicen que los lobos pueden encontrar a la pareja perfecta, pero no espera encontrarla, pues ella cree que esa es su hermana.

No suele responder ante ningún Alfa, a no ser que el Alfa se haya ganado verdaderamente su confianza. No es mujer de sublevarse ante nadie y, de hecho, vive muy bien sin tener jefe, aunque echa de menos a su familia y manada.

Historia

Nicolae Lupei recordaba Rumanía como una ciudad de pocas oportunidades. Había estado en ella de niño y nos contó a mi y a Tatiana que era un lugar al que volvería solo cuando fuese viejo y rico. Recuerdo tener tres años y estar sentada en el regazo de mi abuelo Nicolae y decirle con cruel sinceridad que él ya era viejo. Él siempre se reía. No puedo tener quejas sobre mi vida, porque he tenido una vida llena de riquezas. Si algo me ha enseñado la vida, es que las riquezas no siempre son doradas y brillantes, y que lo dorado y brillante no son siempre riquezas.

Tatiana y yo nacimos un 24 de enero en algún punto entre Rumanía y Dinamarca. Fue un parto complicado para mi madre, una danesa que había conocido a mi padre cuando él estuvo en Dinamarca. Se habían casado en Rumanía y volvían a ver a los padres de mi madre cuando ella dio a luz. No recuerdo a mi madre como una mujer débil. Era fuerte de mente y espíritu, culta y con unos modales envidiables. Mi padre siempre decía que era hija de unos señores daneses muy importantes y que por eso era tan refinada. Pero estaba enferma. Después de dar a luz a dos licántropos su vida no volvió a ser lo que antes, pero jamás la oí quejarse por ello. A menudo estaba sentada y muchas veces no podía levantarse de la cama, pero siempre lo intentaba. En el campamento, las toses de mi madre eran una banda sonora constante y cuando cesaron, creo que todos las echamos de menos. Sobre todo mi padre. Mi abuela Dalma siempre sostuvo que mi padre había encontrado a su pareja perfecta y que esa era mi madre, que jamás en la vida volvería a amar, porque los lobos solo entregaban su corazón una vez. Cuando era pequeña, eso me parecía precioso y a la vez decadente y triste. Condenado mi padre a amar a un fantasma.

Sin embargo, si por algo se caracterizaba la manda era por sus buen humor, por sus aires optimistas. Estaba formada por diez lobos. Mi madre había sido la única humana. La que había enseñado a muchos a leer, a sumar, y a comportarse con algo más de educación. Tatiana y yo teníamos diez años cuando murió, así que, a parte de enseñarnos a leer y a comportarnos como pequeñas señoritas, no nos quedó demasiado de ella más que sus vestidos y sus libros. Mi padre, al principio, nos obligaba a leerle cada día antes de dormir para que, según decía, los esfuerzos de madre no fueran en vano. Con el tiempo, leer cada noche se volvió una costumbre, y todos nos reuníamos al rededor de la hoguera para escucharnos a Tati y a mi. Fue cuando murió mi madre cuando la abuela Dalma empezó a ocuparse de nuestra educación. Las plantas y los remedios medicinales empezaron a sernos tan familiares como las cartas del tarot de tía Sanda.

Nunca nos esperamos que al entrar en Gran Bretaña, llegando por mar, desde un barco mercante, nos adentraríamos en un territorio que nunca debimos pisar. La luna llena nunca nos había preocupado, solíamos salir a cazar todos juntos pero aquella noche fuimos las víctimas. Dejamos atrás el campamento y un grupo de cazadores nos sorprendió sin que nos diera tiempo a reaccionar. El primer tiro acertó en mi primo Luca. Mi abuelo Nicolae nos alejó a Tatiana y a mi mientras los siete lobos restantes se peleaban. Antes del amanecer ya no se escuchaban los alaridos y cuando volvimos a nuestra forma humana y volvimos sobre nuestros pasos la manada estaba destrozada. Uno de los más jóvenes había conseguido arrastrarse hasta el campamento, pero murió sin que pudiéramos hacer nada. Mi abuelo tampoco duró demasiado, y al final, mi hermana y yo nos quedamos solas con tres caballos y una caravana. Decidimos viajar hasta Londres en busca de alguna oportunidad, e instalamos "La Caravana de las hermanas Lupei", haciendo nuestro papel como Las Lupei, Hermanas de la buena Fortuna.