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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
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Ángel salvador, venido de la oscuridad (Katherine Pierce)
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Ángel salvador, venido de la oscuridad (Katherine Pierce)
La luna se alzaba, llena y hermosa en todo su esplendor, en lo alto del cielo, similar a un manto negro, a una capa oscura y ondeante como las que llevavan los lores. Podía escuchar los murmullos de la gente, que se giraba para mirarla. Algunos de ellos incluso la señalaban con el dedo. Ya no había burlas, era más bien como un susurro de admiración en cuanto captaban el color de sus ojos. La luz que la luna lanzaba sobre las calles se reflejaba en su blanca piel, haciendo que esta se viera más pálida todavía. La gente la llamaba espectro, monstruo, aunque no era nada de eso... Era una chica normal y corriente... Con una rareza insólita.
Las amistades que había desarrollado en Londres desde que había llegado, en especial una a la que le tenía un cariño y un afecto especial. Danielle. La dueña de aquel extraño aunque atrayente burdel le hizo darse cuenta de que era más valiosa de lo que ella pensaba... Le hizo darse cuenta de que valía la pena. Aquella misma noche, cuando volvió a casa, lo hizo sin la característica capucha roja tapándole el rostro.
Y no volvió a hacerlo más.
En parte, se había quitado un peso horrible de encima. Ya no tenía que esconderse más. Aquella noche salió, como siempre y ya por costumbre. Sus pies descalzos se movieron de manera grácil por el mugriento y sucio de las calles de la ciudad. Le gustaba moverse por los callejones oscuros e intrincados de la ciudad, aunque por culpa de eso mas de una vez había tenido problemas por ir por aquellos lugares... Nada de lo que unos ágiles movimientos y una rápida carrera no le hubieran permitido escapar. Tenía facilidad para meterse entre huecos estrechos y escabullirse.
Pero aquella noche algo salió mal. Quizá el destino quería que sucediera así...
Canturreando como iba, no se percató de las dos figuras envueltas en viejos ropajes que la seguían, cerrando la única salida de un callejón que daba al patio trasero de unas casas. Era como una pequeña plaza, rodeada por varias casas, pero sin salida alguna. Llegó hasta allí y al ver que no tenía sitio por donde salir se giró, quedándose parada frente a aquellos dos hombres. Intentó pasar entre ellos pero uno la agarró del hombro, sonriendo de una manera que dejaba entrever unos pocos dientes podridos y malformados.
-¿Vas a alguna parte, monada?- Charlotte levantó la vista y se apartó de aquel hombre, echando un paso hacia atras, dado que el rancio olor que desprendía el aliento del hombre la mareaba. Aún así, sonrió de manera inocente.
-Iba a dar una una vuelta, señores. Pero me impiden el paso... ¿Me permiten pasar, por favor? -su voz sonó tranquila, calmada, ajena todo lo que los hombres tenían pensado para ella. Pero al contemplar los ojos de aquellos hombres pudo entrever la oscuridad y los malos actos que habían acontecido a otras mujeres.
Dio varios pasos mas para atrás, notando ese leve terror que le invadió el cuerpo, como le había invadido aquella noche cuando contempló al lobo, al hombre.
-No.. me parece que tu no vas a ningún lado, nena.. - el segundo de los hombres dio un paso hacia ella, acortando la distancia que los separaba y cogiéndole de la barbilla para levantarle el rostro, pero ella le apartó la mano de un manotazo, dando un traspiés hacia atrás en un gesto brusco por apartarse que le hizo caerse al suelo.
-No os acerquéis... ¡gri-gritaré si dais un paso mas! -puso una mano frente a ella, como si pudiera defenderse de esos agresores con eso. Pero aquellas palabras solo provocaron las risas en sus agresores.
-Chilla cuanto quieras, nena.. Nadie va a oírte..- se carcajeó el segundo de los hombres, abalanzándose contra ella en el momento en que un grito femenino rompió la noche.
Las amistades que había desarrollado en Londres desde que había llegado, en especial una a la que le tenía un cariño y un afecto especial. Danielle. La dueña de aquel extraño aunque atrayente burdel le hizo darse cuenta de que era más valiosa de lo que ella pensaba... Le hizo darse cuenta de que valía la pena. Aquella misma noche, cuando volvió a casa, lo hizo sin la característica capucha roja tapándole el rostro.
Y no volvió a hacerlo más.
En parte, se había quitado un peso horrible de encima. Ya no tenía que esconderse más. Aquella noche salió, como siempre y ya por costumbre. Sus pies descalzos se movieron de manera grácil por el mugriento y sucio de las calles de la ciudad. Le gustaba moverse por los callejones oscuros e intrincados de la ciudad, aunque por culpa de eso mas de una vez había tenido problemas por ir por aquellos lugares... Nada de lo que unos ágiles movimientos y una rápida carrera no le hubieran permitido escapar. Tenía facilidad para meterse entre huecos estrechos y escabullirse.
Pero aquella noche algo salió mal. Quizá el destino quería que sucediera así...
Canturreando como iba, no se percató de las dos figuras envueltas en viejos ropajes que la seguían, cerrando la única salida de un callejón que daba al patio trasero de unas casas. Era como una pequeña plaza, rodeada por varias casas, pero sin salida alguna. Llegó hasta allí y al ver que no tenía sitio por donde salir se giró, quedándose parada frente a aquellos dos hombres. Intentó pasar entre ellos pero uno la agarró del hombro, sonriendo de una manera que dejaba entrever unos pocos dientes podridos y malformados.
-¿Vas a alguna parte, monada?- Charlotte levantó la vista y se apartó de aquel hombre, echando un paso hacia atras, dado que el rancio olor que desprendía el aliento del hombre la mareaba. Aún así, sonrió de manera inocente.
-Iba a dar una una vuelta, señores. Pero me impiden el paso... ¿Me permiten pasar, por favor? -su voz sonó tranquila, calmada, ajena todo lo que los hombres tenían pensado para ella. Pero al contemplar los ojos de aquellos hombres pudo entrever la oscuridad y los malos actos que habían acontecido a otras mujeres.
Dio varios pasos mas para atrás, notando ese leve terror que le invadió el cuerpo, como le había invadido aquella noche cuando contempló al lobo, al hombre.
-No.. me parece que tu no vas a ningún lado, nena.. - el segundo de los hombres dio un paso hacia ella, acortando la distancia que los separaba y cogiéndole de la barbilla para levantarle el rostro, pero ella le apartó la mano de un manotazo, dando un traspiés hacia atrás en un gesto brusco por apartarse que le hizo caerse al suelo.
-No os acerquéis... ¡gri-gritaré si dais un paso mas! -puso una mano frente a ella, como si pudiera defenderse de esos agresores con eso. Pero aquellas palabras solo provocaron las risas en sus agresores.
-Chilla cuanto quieras, nena.. Nadie va a oírte..- se carcajeó el segundo de los hombres, abalanzándose contra ella en el momento en que un grito femenino rompió la noche.
Re: Ángel salvador, venido de la oscuridad (Katherine Pierce)
La noche ya había caído en la ciudad inglesa, yo como "buena niña" debía estar a esas horas ya en la cama, pero por mucho que estuviera, no podía dormir, aunque la verdad, no es que acostumbrara ahora a dormir de noche, pues era realmente el mejor momento en el que podía salir, pues durante el día, la luz del sol era dañina sobre mi piel, y aunque no a efectos inmediatos, me quemaba si no salía con una sombrilla o bien tapada, por lo que casi nunca salía ya de día a no ser que fuera algo indispensable. Había escuchado por barrios de Londres, que existían más criaturas "especiales" como yo, tal vez hubiera alguna bruja que hallase un modo en el que yo pudiera salir plácidamente bajo la luz del sol, esa información puede que la tuviera el hombre que me transformó. Y solo había una forma de dar con él. Dejándome caer de nuevo por White Chapel, aquel horrible barrio en el que fui asesinada.
Me puse un vestido azul oscuro como la noche para pasar desapercibida y una capa negra. Miré mi reflejo en el espejo. La verdad es que aún no entendía nada de mi nueva vida si es que esto se le podía llamar vida. Tenía que alimentarme a base de sangre humana para poder seguir sobre la tierra, lo que yo hacía era alimentarme de aquellos seres despreciables que lo merecían, viles ladrones, atacantes y malhechores.
Caminaba tranquila por las calles, ahora en esta nueva vida, todo era diferente, ya no era la pobre dama indefensa que parecía, pobre de aquel que lo pensara, pues ahora era rápida y letal. Poseía una fuerza sobrehumana, y era más sigilosa que cualquier animal, si quería podía convertirme hasta en tu sombra. Las farolas emitían una luz tenue y poco cálida, para ser verano, la temperatura de Londres era fría por las noches y tenías que ir abrigado si eras humano y no querías enfermar. Entré en varios clubes y bares, preguntando por un hombre de ojos azules y encapuchado, pero me rieron en la cara la mayoría, diciendo que no habían visto a nadie así y que esos datos eran muy comúnes.
Ya lo sabía, pero no tenía nada mejor. De repente mis oídos captaron las ligeras pisadas de unos pies pequeños que echaron a correr a varias calles de donde yo me encontraba. escuché una voz femenina y temblorosa hablar, unos hombres la estaban cercando y no planeaban nada bueno. Eché a correr con mi nueva velocidad y al instante me aparecí detrás de ellos. Miré a la chica. Era muy pálida y me llamaron la atención sus ojos, eran de un color precioso y muy particular. -Siento interrumpir vuestra velada...-dije mientras caminaba entre los hombres, utilizando mi poder hipnótico sobre ellos. -No creo que la joven esté interesada en pasar su tiempo con gente como vosotros.-dije mientras cogía a ambos por el cuello de las sucias camisas y los estampaba contra la pared. -La verdad es que todavía no he cenado y creo que ya voy teniendo hambre...-dije dejando salir mis incisivos a la luz. Eran unos colmillos extremadamente afilados. Los hinqué en uno, bebiéndome toda la sangre hasta que me harté y le rompí el cuello. Lo mismo hice con el otro. No me gustaban esos actos crueles e injusticias que acometían en lugares como ese contra las mujeres. Con la boca llena de sangre todavía, me giré a contemplar a la muchacha.
Me acerqué y le tendí mi mano para que se levantase. Bueno, puede que estuviera en shock al verme actuar así, pues no era algo normal, y seres como yo se supone que solo éramos cuentos y ficción. -¿Te encuentras bien? -solo tendría que borrar sus recuerdos y zas, para ella nada de esto habría pasado.
Me puse un vestido azul oscuro como la noche para pasar desapercibida y una capa negra. Miré mi reflejo en el espejo. La verdad es que aún no entendía nada de mi nueva vida si es que esto se le podía llamar vida. Tenía que alimentarme a base de sangre humana para poder seguir sobre la tierra, lo que yo hacía era alimentarme de aquellos seres despreciables que lo merecían, viles ladrones, atacantes y malhechores.
Caminaba tranquila por las calles, ahora en esta nueva vida, todo era diferente, ya no era la pobre dama indefensa que parecía, pobre de aquel que lo pensara, pues ahora era rápida y letal. Poseía una fuerza sobrehumana, y era más sigilosa que cualquier animal, si quería podía convertirme hasta en tu sombra. Las farolas emitían una luz tenue y poco cálida, para ser verano, la temperatura de Londres era fría por las noches y tenías que ir abrigado si eras humano y no querías enfermar. Entré en varios clubes y bares, preguntando por un hombre de ojos azules y encapuchado, pero me rieron en la cara la mayoría, diciendo que no habían visto a nadie así y que esos datos eran muy comúnes.
Ya lo sabía, pero no tenía nada mejor. De repente mis oídos captaron las ligeras pisadas de unos pies pequeños que echaron a correr a varias calles de donde yo me encontraba. escuché una voz femenina y temblorosa hablar, unos hombres la estaban cercando y no planeaban nada bueno. Eché a correr con mi nueva velocidad y al instante me aparecí detrás de ellos. Miré a la chica. Era muy pálida y me llamaron la atención sus ojos, eran de un color precioso y muy particular. -Siento interrumpir vuestra velada...-dije mientras caminaba entre los hombres, utilizando mi poder hipnótico sobre ellos. -No creo que la joven esté interesada en pasar su tiempo con gente como vosotros.-dije mientras cogía a ambos por el cuello de las sucias camisas y los estampaba contra la pared. -La verdad es que todavía no he cenado y creo que ya voy teniendo hambre...-dije dejando salir mis incisivos a la luz. Eran unos colmillos extremadamente afilados. Los hinqué en uno, bebiéndome toda la sangre hasta que me harté y le rompí el cuello. Lo mismo hice con el otro. No me gustaban esos actos crueles e injusticias que acometían en lugares como ese contra las mujeres. Con la boca llena de sangre todavía, me giré a contemplar a la muchacha.
Me acerqué y le tendí mi mano para que se levantase. Bueno, puede que estuviera en shock al verme actuar así, pues no era algo normal, y seres como yo se supone que solo éramos cuentos y ficción. -¿Te encuentras bien? -solo tendría que borrar sus recuerdos y zas, para ella nada de esto habría pasado.
Katherine Pierce- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Estudiante.
Localización : Donde me deje ver.
Re: Ángel salvador, venido de la oscuridad (Katherine Pierce)
Aquello sucedió demasiado deprisa. Fue como el encuentro con aquel hombre lobo. El miedo fue lo primero que sintió, paralizando cada fibra de su cuerpo, casi haciendo de ella una estatua blanca, marmorea, incapaz de moverse. El latido de su corazón se aceleró como el de un conejillo antes de ser cazado, presa del pánico al clavar los ojos en su captor.
Sabía lo que le esperaba, lo que ocurriría con ella a manos de esos hombres. Tenía el don de ver los secretos de las personas en sus ojos, como pozos profundos. Y los ojos de aquellos hombres ardían por el deseo, la lujuria y el desenfreno. Como buenamente pudo se arrastró en el suelo hacia atrás tratándose de alejar de aquellas figuras, hasta que una voz femenina hizo que los dos hombres se detuvieran en seco.
Charlotte movió la cabeza intentando captar con sus ojos el rostro de la mujer a quien pertenecía la voz que había intervenido para salvarla. Aquella voz, dulce pero con un tono salvaje y peligroso, más peligroso que incluso el tono que habian usado aquellos acosadores, volvió a hablar. La pequeña y joven albina contempló para su sorpresa como aquellos hombres, de complexión fuerte, probablemente obreros o trabajadores en los astilleros, salian volando cuales marionetas de trapo ante un simple empujón por las manos de la extraña mujer.
Lo siguiente que ocurrió le hizo abrir los ojos al máximo, pero no pudo aguantar el horror de aquella escena que se vivió en aquel callejón, frente ella, a escasos metros, como una pesadilla. Salvo que esa pesadilla era real. Privó a sus oidos de los agudos gritos de dolor de los hombres mientras morían, tapandolos fuertemente con las manos. Pero aún así esos gritos quedaron grabados en su cabeza, reproduciendose una y otra vez, sin cesar, como el disco de un gramófono estropeado. Contempló los cuerpos caer, lentamente, desplomandose en el suelo, inertes, sin vida, como rocas pesadas. Levantó la mirada, temblando cual animal asustado, para contemplar de cerca ahora si la mujer que le tendía la mano. Sus ojos ascendieron por el oscuro vestido que cubría su cuerpo, adecentando sus curvas de mujer. Sus ojos violaceos se entretuvieron en los dedos que la blanquecina mano le tendía. Era pálida, mas no tan pálida como la piel de la misma albina, gracil, fina y elegante, sin embargo, parecía poseer una fuerza descomunal. No parecía... la poseía en realidad, pues debía ser muy fuerte para alzar por los aires a dos hombres como aquellos. Mas sus ojos no se detuvieron ahí. Ascendieron por el busto hasta el cuello y al vislumbrar la sangre que manchaba su rostro, volvió a sentir ese terror.
Pero al pensarlo más detenidamente.. No era la primera criatura de la noche que se encontraba. Y esta vez tampoco huiría. Alargó una mano temblorosa hasta alcanzar la de la muchacha y se puso en pie, con las rodillas aún flaqueando.
-Si... Estoy bien.. Ellos no llegaron a hacerme nada por suerte. Tú.. tú apareciste antes... - no podía apartar los ojos de la sangre que resbalaba por la comisura de sus labios. Bajó la cabeza y rebuscó entre los bolsillos de la capa hasta dar con un pañuelo de lino bastante arrugado para tendérselo después. - Sería mejor que os limpiarais y... que nos marchásemos de aquí antes de que alguien nos encuentre... - no supo porque hablaba con tanta tranquilidad, después de haber visto lo que sus ojos habían contemplado. Pero algo le dijo que no debía tener miedo de aquella mujer.
Sabía lo que le esperaba, lo que ocurriría con ella a manos de esos hombres. Tenía el don de ver los secretos de las personas en sus ojos, como pozos profundos. Y los ojos de aquellos hombres ardían por el deseo, la lujuria y el desenfreno. Como buenamente pudo se arrastró en el suelo hacia atrás tratándose de alejar de aquellas figuras, hasta que una voz femenina hizo que los dos hombres se detuvieran en seco.
Charlotte movió la cabeza intentando captar con sus ojos el rostro de la mujer a quien pertenecía la voz que había intervenido para salvarla. Aquella voz, dulce pero con un tono salvaje y peligroso, más peligroso que incluso el tono que habian usado aquellos acosadores, volvió a hablar. La pequeña y joven albina contempló para su sorpresa como aquellos hombres, de complexión fuerte, probablemente obreros o trabajadores en los astilleros, salian volando cuales marionetas de trapo ante un simple empujón por las manos de la extraña mujer.
Lo siguiente que ocurrió le hizo abrir los ojos al máximo, pero no pudo aguantar el horror de aquella escena que se vivió en aquel callejón, frente ella, a escasos metros, como una pesadilla. Salvo que esa pesadilla era real. Privó a sus oidos de los agudos gritos de dolor de los hombres mientras morían, tapandolos fuertemente con las manos. Pero aún así esos gritos quedaron grabados en su cabeza, reproduciendose una y otra vez, sin cesar, como el disco de un gramófono estropeado. Contempló los cuerpos caer, lentamente, desplomandose en el suelo, inertes, sin vida, como rocas pesadas. Levantó la mirada, temblando cual animal asustado, para contemplar de cerca ahora si la mujer que le tendía la mano. Sus ojos ascendieron por el oscuro vestido que cubría su cuerpo, adecentando sus curvas de mujer. Sus ojos violaceos se entretuvieron en los dedos que la blanquecina mano le tendía. Era pálida, mas no tan pálida como la piel de la misma albina, gracil, fina y elegante, sin embargo, parecía poseer una fuerza descomunal. No parecía... la poseía en realidad, pues debía ser muy fuerte para alzar por los aires a dos hombres como aquellos. Mas sus ojos no se detuvieron ahí. Ascendieron por el busto hasta el cuello y al vislumbrar la sangre que manchaba su rostro, volvió a sentir ese terror.
Pero al pensarlo más detenidamente.. No era la primera criatura de la noche que se encontraba. Y esta vez tampoco huiría. Alargó una mano temblorosa hasta alcanzar la de la muchacha y se puso en pie, con las rodillas aún flaqueando.
-Si... Estoy bien.. Ellos no llegaron a hacerme nada por suerte. Tú.. tú apareciste antes... - no podía apartar los ojos de la sangre que resbalaba por la comisura de sus labios. Bajó la cabeza y rebuscó entre los bolsillos de la capa hasta dar con un pañuelo de lino bastante arrugado para tendérselo después. - Sería mejor que os limpiarais y... que nos marchásemos de aquí antes de que alguien nos encuentre... - no supo porque hablaba con tanta tranquilidad, después de haber visto lo que sus ojos habían contemplado. Pero algo le dijo que no debía tener miedo de aquella mujer.
Podría haberme matado
podría haber bebido mi sangre
y dejarme tirada en el callejón, inerte y sin vida.
Sin embargo me ofreció su mano
una caridad a la que no estaba acostumbrada
.podría haber bebido mi sangre
y dejarme tirada en el callejón, inerte y sin vida.
Sin embargo me ofreció su mano
una caridad a la que no estaba acostumbrada
Re: Ángel salvador, venido de la oscuridad (Katherine Pierce)
La muchacha claramente estaba todavía asimilando en su mente los hechos acaecidos, claramente no era algo fácil de asimilar, que una criatura como yo existiera y anduviera al mismo compás que el tuyo, quien lo fuera a decir, menuda locura, ¿verdad? Pude ver como poco a poco en su mirada, su cerebro procesaba la información. Me tendió su mano temblorosa y con dificultad, se puso en pie. Me quedé observándola con curiosidad. Era una joven albina por lo que parecía, pero era hermosa, su piel brillaba bajo la luz de aquella luna, y más destacaban sus ojos violáceos, realmente era misteriosa su mirada. Era como que me temía, pero que no estaba sorpresiva del todo. Enarqué una ceja y di unos pasos atrás sin saber muy bien qué hacer, pues nunca me había dejado descubrir por un ser humano ya que los únicos quienes sabían lo que yo era, son mis padres.
Me dijo que estaba bien, que por suerte yo había aparecido antes. Algo bueno tenía que tener el ser la criatura que era ahora, no todo iban a ser desventajas ¿no? Me fijé en cómo me miraba la boca, bueno más bien la sangre que caía de ella, la toqué, la verdad es que no me importaba demasiado, como me solía mover en la oscuridad, no me dejaba ver por nadie. Enseguida vi que ella me tendía un pañuelo... ¿Estaba siendo amable conmigo? ¿A caso era ciega? - Sería mejor que os limpiarais y... que nos marchásemos de aquí antes de que alguien nos encuentre...-dijo con la voz todavía un poco temblorosa, pero se le notaba algo más tranquila, una desconocida, con una criatura como yo... ¿y lograba hallarse menos asustada? Realmente curioso.
No sabía cómo actuar. Me limpié la sangre de mi rostro aún confundida. La gente no creo que fuese amable con seres como yo la verdad... Si no no existiría esa sociedad de cazadores que quieren vernos muertos... Pero después de todo, puede que aún quedase esperanza en la humanidad. Miré a los cadáveres con asco y luego de nuevo a la chica. -Sí, tienes razón, será mejor que salgamos de aquí a otra parte. vayamos a tomar algo, estando conmigo no te pasará nada, conozco una taberna aquí al lado, sirven un buen vino...-dije mientras me ponía la capucha de nuevo y empezaba a caminar. Giramos la esquina en silencio y tras caminar unos metros, llegamos a la taberna. Entramos, estaba bastante vacía, aún quedaban un par de borrachos dándose una mona en una de las mesas. Nos sentamos en una de las del fondo, cuando vino la camarera, una vieja pelirroja, nos pidió nota. -Dos copas de vino.-dije yo sin dejar hablar a mi compañera. No creía que la muchacha visitara tugurios como este, por lo que estudiar sus facciones me resultaba la mar de interesante. -Bueno, no te has sorprendido en demasía al verme... ¿a qué se debe?-pregunté curiosa a mi manera.
Me dijo que estaba bien, que por suerte yo había aparecido antes. Algo bueno tenía que tener el ser la criatura que era ahora, no todo iban a ser desventajas ¿no? Me fijé en cómo me miraba la boca, bueno más bien la sangre que caía de ella, la toqué, la verdad es que no me importaba demasiado, como me solía mover en la oscuridad, no me dejaba ver por nadie. Enseguida vi que ella me tendía un pañuelo... ¿Estaba siendo amable conmigo? ¿A caso era ciega? - Sería mejor que os limpiarais y... que nos marchásemos de aquí antes de que alguien nos encuentre...-dijo con la voz todavía un poco temblorosa, pero se le notaba algo más tranquila, una desconocida, con una criatura como yo... ¿y lograba hallarse menos asustada? Realmente curioso.
No sabía cómo actuar. Me limpié la sangre de mi rostro aún confundida. La gente no creo que fuese amable con seres como yo la verdad... Si no no existiría esa sociedad de cazadores que quieren vernos muertos... Pero después de todo, puede que aún quedase esperanza en la humanidad. Miré a los cadáveres con asco y luego de nuevo a la chica. -Sí, tienes razón, será mejor que salgamos de aquí a otra parte. vayamos a tomar algo, estando conmigo no te pasará nada, conozco una taberna aquí al lado, sirven un buen vino...-dije mientras me ponía la capucha de nuevo y empezaba a caminar. Giramos la esquina en silencio y tras caminar unos metros, llegamos a la taberna. Entramos, estaba bastante vacía, aún quedaban un par de borrachos dándose una mona en una de las mesas. Nos sentamos en una de las del fondo, cuando vino la camarera, una vieja pelirroja, nos pidió nota. -Dos copas de vino.-dije yo sin dejar hablar a mi compañera. No creía que la muchacha visitara tugurios como este, por lo que estudiar sus facciones me resultaba la mar de interesante. -Bueno, no te has sorprendido en demasía al verme... ¿a qué se debe?-pregunté curiosa a mi manera.
Katherine Pierce- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Estudiante.
Localización : Donde me deje ver.
Re: Ángel salvador, venido de la oscuridad (Katherine Pierce)
Sabía que debía temerle. Que era peligrosa. El peligro emanaba de ella y la envolvía, casi como si pudiera verla. Temible, peligrosa.
Mas no le tenía miedo. Porque a sus ojos en realidad le había salvado del peligro. Había acudido en su ayuda cuando nadie más lo había hecho. Le dedicó una pequeña sonrisa mientras se puso en pie una vez el miedo había dejado de paralizar su cuerpo.
Asintió en silencio cuando su salvadora afirmó que sería bueno que se retirasen de aquel lugar y echó a andar tras la silueta de la dama.
Pasó por el lado de los cadaveres de aquellos hombres que segundos antes estaban tan cerca de hacerle solo dios sabe qué.. pero ni siquiera sintió nada cuando los vio. Ni pena, ni odio, ni lástima. Sus cuerpos se quedaron ahí, tendidos, con el cuello roto como si de marionetas sin hilos se tratasen. Pero no les prestó más atención.
Sí miró, sin embargo, como el vestido arrastraba la falda por las mugrientas calles de la ciudad, hasta que entraron en una taberna poco abarrotada.
Tomaron asiento en una esquina, alejadas de las pocas personas que allí había y cuando la mujer habló, Charlotte respondió con una leve sonrisa
-No es la primera persona con la que me encuentro que no es lo que parece ser...- encogió los hombros ligeramente, sin apartar la mirada. Sabía que debía apartarla, pero no lo hacía. -Una vez conocí a un hombre capaz de volverse un lobo... y después de eso empecé a buscar en los libros... - a medida que hablaba su voz se iba haciendo más débil y cuando la tabernera se acercó, se calló por completo unos segundos. Depositó sobre la desgastada superficie de madera unos viejos vasos llenos del líquido que Charlotte había probado escasamente en su vida. Cuando se alejó, volvió a retomar la conversación. -Encontré muchas cosas.. gente diferente... Hombres que con la luna se volvían bestias.. Hombres a los que el sol quemaba y se alimentaban de sangre... se los llama de diferentes formas según la cultura que mires.. pero en el fondo.. todos tienen algo en común... - fijó los ojos en los de la mujer y contuvo la respiración unos segundos -¿Porqué me ha ayudado?
Mas no le tenía miedo. Porque a sus ojos en realidad le había salvado del peligro. Había acudido en su ayuda cuando nadie más lo había hecho. Le dedicó una pequeña sonrisa mientras se puso en pie una vez el miedo había dejado de paralizar su cuerpo.
Asintió en silencio cuando su salvadora afirmó que sería bueno que se retirasen de aquel lugar y echó a andar tras la silueta de la dama.
Pasó por el lado de los cadaveres de aquellos hombres que segundos antes estaban tan cerca de hacerle solo dios sabe qué.. pero ni siquiera sintió nada cuando los vio. Ni pena, ni odio, ni lástima. Sus cuerpos se quedaron ahí, tendidos, con el cuello roto como si de marionetas sin hilos se tratasen. Pero no les prestó más atención.
Sí miró, sin embargo, como el vestido arrastraba la falda por las mugrientas calles de la ciudad, hasta que entraron en una taberna poco abarrotada.
Tomaron asiento en una esquina, alejadas de las pocas personas que allí había y cuando la mujer habló, Charlotte respondió con una leve sonrisa
-No es la primera persona con la que me encuentro que no es lo que parece ser...- encogió los hombros ligeramente, sin apartar la mirada. Sabía que debía apartarla, pero no lo hacía. -Una vez conocí a un hombre capaz de volverse un lobo... y después de eso empecé a buscar en los libros... - a medida que hablaba su voz se iba haciendo más débil y cuando la tabernera se acercó, se calló por completo unos segundos. Depositó sobre la desgastada superficie de madera unos viejos vasos llenos del líquido que Charlotte había probado escasamente en su vida. Cuando se alejó, volvió a retomar la conversación. -Encontré muchas cosas.. gente diferente... Hombres que con la luna se volvían bestias.. Hombres a los que el sol quemaba y se alimentaban de sangre... se los llama de diferentes formas según la cultura que mires.. pero en el fondo.. todos tienen algo en común... - fijó los ojos en los de la mujer y contuvo la respiración unos segundos -¿Porqué me ha ayudado?
-Era algo que no entendía
¿Poqué yo?
Quería una respuesta
A todas las preguntas que mi mente formulaba
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