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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
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Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
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Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
La madame india terminó de ajustarse la chaqueta marrón que tiene cierres de corsé, como si no tuviera suficiente con el que llevaba debajo del vestido negro. Odiaba vestirse así, parecía mucho menos india, incluso había gente que no se giraba al verla, que no reconocía en ella a una extranjera. Su larguísimo cabello debía ir convenientemente atado en un laborioso moño, y la mayoría de sus joyas fuera. Pero lo hacía por Ceanna y eso era una buena causa, de ahí el color negro de su vestido, una magnífica excusa para que la consideraran madre viuda y no soltera, ya que allá donde llevaba a su hijita, nadie la identificaría con la exótica madame del Nimbooda Mahala y la reputación de su pequeña no correría peligro.
Lo cierto es que esa situación de secretismo la había llevado incluso a plantearse, en los últimos tiempos mandar, el mandar a Ceanna a un internado en el sur, en la costa de Dover, donde estaría con distinguidas niñas y donde nadie tendría por qué descubrir jamás quién era su madre y la tratarían como una igual. Incluso, quizá, nunca querría volver a Londres, preferiría quedarse allí en la soleada costa. Incluso, quizá, eso era lo mejor para ella, y aunque Azalea fuera a morirse de pena sin su pequeña dando tumbos por la casa... ¿no quería lo mejor para su niña?. Pero aquellos turbios pensamientos se vieron interrumpidos por la entrada de su pequeña, ya convenientemente vestida y con su muñeca favorita bajo el brazo. La india se agachó para recibir en sus brazos a su pequeña
-¿Estás lista para irnos, mi pequeña princesa? Que guapa te han dejado las chicas, este vestido azul y el abrigo te quedan de maravilla, ni las princesas de Inglaterra son mas guapas- dijo con una sonrisa, intentando que no se le notara la guerra interna que mantenía consigo misma y la cantidad de problemas que la atribulaban. Dejó Sarai, la hermana de Raine que ahora era una de sus chicas más distinguidas y una de sus mejores bailarina, al cargo mientras ella estaba fuera, como hacía habitualmente y se montó en el carro con Ceanna. Durante el viaje hasta Kensington Gardens, al norte, la niña miraba por la ventana y preguntaba por los edificios que le llamaban la atención, como hacía la propia Azalea con veinte años, cuando el sargento la empezó a sacar por la ciudad, y ella misma repetía ahora las explicaciones que en su día diera el sargento, quizá incluso ahora con la misma mirada de preocupación que tenía él siempre. De pronto, apareció la estación de King's Cross ante sus ojos y la niña preguntó de nuevo, a lo que Azalea no pudo evitar sonreír
-Es una estación, de allí salen trenes. ¿Te gusta? ¿querrías viajar algún día en tren?- su hija se acercó y se apoyó en su regazo
-¡Si, mamá! ¿me llevarás en tren algún día?- Azalea asintió mientras le acariciaba el pelo castaño oscuro- ¿En la India hay trenes?
-Sí, los más bonitos del mundo, atraviesan tanto selvas como ríos y ciudades...- siempre le contaba muchas cosas a Ceanna de la India, pero la verdad era que no había vuelto desde que tenía más o menos la edad de su hija, aunque se esforzaba en recordad vívidamente todos y cada uno de los recuerdos que tenía de allí. Por fin llegaron a Kensington Garden y Azalea, la niña y el criado que las había llevado y que portaba los juguetes de la pequeña, bajaron del coche y se dedicaron a andar por los cuidados caminos. De vez en cuando Ceanna se alejaba haciendo rodar su aro o corriendo de un lado a otro, mientras la india pensaba un ay otra vez en lo mismo. Pero algo llamó su atención. Una chica rubia estaba sentada en el banco en el que ella se solía sentar. Los hindúes no creen en coincidencias, así que se sentó a su lado, sabiendo que era eso lo que debía hacer. Pasaron como tres minutos hasta que reconoció en ella, aunque mucho más mayor y muy cambiada, a aquella niña del orfanato que fue a increparle por su condición y a la que convenció de no juzgar a los demás sin conocerles a fondo. Sonrió y giró la cabeza para mirarla, desviando unos segundos su atención de la niña
Me ha costado reconocerte. Has cambiado mucho. ¿Te acuerdas tú de mí?- algo le decía que sí
Lo cierto es que esa situación de secretismo la había llevado incluso a plantearse, en los últimos tiempos mandar, el mandar a Ceanna a un internado en el sur, en la costa de Dover, donde estaría con distinguidas niñas y donde nadie tendría por qué descubrir jamás quién era su madre y la tratarían como una igual. Incluso, quizá, nunca querría volver a Londres, preferiría quedarse allí en la soleada costa. Incluso, quizá, eso era lo mejor para ella, y aunque Azalea fuera a morirse de pena sin su pequeña dando tumbos por la casa... ¿no quería lo mejor para su niña?. Pero aquellos turbios pensamientos se vieron interrumpidos por la entrada de su pequeña, ya convenientemente vestida y con su muñeca favorita bajo el brazo. La india se agachó para recibir en sus brazos a su pequeña
-¿Estás lista para irnos, mi pequeña princesa? Que guapa te han dejado las chicas, este vestido azul y el abrigo te quedan de maravilla, ni las princesas de Inglaterra son mas guapas- dijo con una sonrisa, intentando que no se le notara la guerra interna que mantenía consigo misma y la cantidad de problemas que la atribulaban. Dejó Sarai, la hermana de Raine que ahora era una de sus chicas más distinguidas y una de sus mejores bailarina, al cargo mientras ella estaba fuera, como hacía habitualmente y se montó en el carro con Ceanna. Durante el viaje hasta Kensington Gardens, al norte, la niña miraba por la ventana y preguntaba por los edificios que le llamaban la atención, como hacía la propia Azalea con veinte años, cuando el sargento la empezó a sacar por la ciudad, y ella misma repetía ahora las explicaciones que en su día diera el sargento, quizá incluso ahora con la misma mirada de preocupación que tenía él siempre. De pronto, apareció la estación de King's Cross ante sus ojos y la niña preguntó de nuevo, a lo que Azalea no pudo evitar sonreír
-Es una estación, de allí salen trenes. ¿Te gusta? ¿querrías viajar algún día en tren?- su hija se acercó y se apoyó en su regazo
-¡Si, mamá! ¿me llevarás en tren algún día?- Azalea asintió mientras le acariciaba el pelo castaño oscuro- ¿En la India hay trenes?
-Sí, los más bonitos del mundo, atraviesan tanto selvas como ríos y ciudades...- siempre le contaba muchas cosas a Ceanna de la India, pero la verdad era que no había vuelto desde que tenía más o menos la edad de su hija, aunque se esforzaba en recordad vívidamente todos y cada uno de los recuerdos que tenía de allí. Por fin llegaron a Kensington Garden y Azalea, la niña y el criado que las había llevado y que portaba los juguetes de la pequeña, bajaron del coche y se dedicaron a andar por los cuidados caminos. De vez en cuando Ceanna se alejaba haciendo rodar su aro o corriendo de un lado a otro, mientras la india pensaba un ay otra vez en lo mismo. Pero algo llamó su atención. Una chica rubia estaba sentada en el banco en el que ella se solía sentar. Los hindúes no creen en coincidencias, así que se sentó a su lado, sabiendo que era eso lo que debía hacer. Pasaron como tres minutos hasta que reconoció en ella, aunque mucho más mayor y muy cambiada, a aquella niña del orfanato que fue a increparle por su condición y a la que convenció de no juzgar a los demás sin conocerles a fondo. Sonrió y giró la cabeza para mirarla, desviando unos segundos su atención de la niña
Me ha costado reconocerte. Has cambiado mucho. ¿Te acuerdas tú de mí?- algo le decía que sí
Re: Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
''Vivir sus deseos, agotarlos en la vida, es el destino de toda existencia.''
El hijo de la noche era incapaz de borrar la sonrisa de su rostro. Se encontraba en su elemento, uno de los múltiples antros de Whitechapel donde los miserables de Londres se reunían al caer el sol para disfrutar de los placeres de la carne y el opio. Un lugar donde los mortales daban rienda suelta a su perversa imaginación y cometían todos aquellos actos que avergonzarían a la luz del día su falsamente puritana sociedad, un lugar idóneo para que el vampiro saciara su eterno y voraz apetito.
Caminando entre los presentes examina a todos y cada uno de ellos atravesando la neblina que inunda el local. Miradas se cruzan con la suya y su belleza antinatural despierta el interés de las damas allí reunidas, mujeres en su mayoría de la calle o de una condición lo suficientemente baja como para que denigrarse en aquel vertedero no fuera un problema. A él ninguna le resulta apetecible, aun queda algo más de una hora para el amanecer y se le ha antojado elegir a alguien que realmente le haga abrir los ojos de par en par tras probar el dulce liquido carmesí. Alguien que le haga creer, aunque solo fuera por un instante, que está vivo.
No tarda demasiado en encontrar a quien busca. Una dama ataviada con un sencillo vestido color limón y uno de esos adorables sombreros que tanto le gustan sin razón aparente acaba de discutir con un caballero y a juzgar por la temática de la desafortunada conversación la pareja no estaba pasando por su mejor momento. La joven es hermosa pese a que sus ropas no son caras y lo que es más trascendental: Su mirada esmeralda no se cruza con la suya al pasar junto a él << Oh, interesante >> sin vacilar, se sienta junto a la desconocida quien llora desconsolada por la prematura marcha de su amado para con voz aterciopelada, comenzar a construir el puente que le lleve hasta su cena. – Mi lady, no he podido evitar que algo debe perturbarla en demasía… si este humilde siervo puede hacer algo por aliviar su pena, tan solo tiene que pedirlo y sus deseos se harán realidad. Disculpe mi terrible educación, mi nombre es Ethan.
Tras varias copas pagadas con amabilidad y algo más de media hora de conversación sigue a la señorita en dirección a las pequeñas habitaciones donde puede dar el golpe de gracia. La ejecución será siempre posterior al disfrute carnal como dictan sus propias reglas., ¿Por qué iba a privarse de disfrutar de un aperitivo antes de la cena? Disfrutaba amando a sus víctimas aunque fuera durante una noche, y que le desearan hasta cuando él comenzaba a clavar sus ávidos colmillos le producía tanta excitación como el mismo acto en sí mismo. La joven antes de comenzar a desprenderse del vestido deja varias joyas encima de la mesa que preside la alcoba y el hijo de la noche siente curiosidad sobre una de ellas, sin pedir tan siquiera permiso se acerca cual felino hasta el origen de su interés y sujeta entre sus dedos un anillo alado y oscuro, aparentemente metálico que le resulta vagamente familiar, aunque es incapaz de recordar donde lo ha visto con anterioridad tras tantos siglos de no vida. – Mujer, ¿Dónde has comprado esta cosa? – La respuesta no llega y se gira sobre sus talones tan sol para ser consciente por primera y última vez en su larga existencia que sus reflejos se han atrofiado tras tanto tiempo sin encontrarse una víctima que pueda resultar una amenaza. Una espada de puño y medio se lanza como un cazador sobre su cuello separando su indigna cabeza de su cuerpo, dándole tiempo solo para tener un pensamiento algo fuera de lugar dado las circunstancias. << ¿De dónde ha sacado la puta espada? >>
Felurian termina de vestirse justo cuando su compañero entra en la alcoba, de un solo vistazo sabe que el trabajo ha terminado y tan solo se requiere la limpieza del lugar. No carecía falta que le dijera que quemara el cuerpo pese a que el vampiro carecía de cabeza, pero si había algo que no hacia unos minutos comenzó a enfurecerla. Colocando la espada de nuevo en su funda y entregándosela, comienza su verborrea con voz de acero. – Te dije que pusieras la espada debajo del lecho, no debajo de la almohada. La próxima vez quizás serás tu el que tenga que dejarse meter la mierda para poner el cepo a la presa. – Su hermano está a punto de replicar, pero sabe que es inútil. Ya esta acostumbrado a esos arranques de rabia aparentemente incontrolables de su compañera, y sabe lo que vendrá a continuación. Felurian al instante sabe que no debía decir aquello, y tras esperar unos segundos se acerca a la puerta pero antes de marcharse se dirige una vez más a su acompañante, quien esta vez debe hacer el trabajo sucio. – Ha sido una gran actuación, Carlai. – Dejando la alcoba y posteriormente el local deja que sus pasos la saquen de Whitechapel, sin un rumbo en especial.
¿Cuántas horas llevaba sentada? ¿Cómo había llegado? Posiblemente si se lo propusiera lo recordaría, pero le daba igual. Tenía la virtud, o la maldición según se mirase, de abstraerse de todo lo que la rodeaba cuando se le antojara convirtiéndose así en una especie de espectro en vida. Caminaba hasta que sus pies dijeran basta mientras en su cabeza recreaba todas y cada una de las muertes que había provocado en nombre de Árcangel, ¿esto le provocaba algún tipo de placer? Quizás, pero lo que estaba seguro es que le recordaba el motivo de su misteriosa existencia. Le recordaba que Dios le había regalado una segunda oportunidad por una razón muy concreta, y que debía agradecer el presente empuñando su Sentencia. De repente algo la saca de su ensimismamiento y con el rabillo del ojo observa a una dama, extranjera al parecer y de buena posición, sentada junto a ella. Pero lo extraño es que parecía que la conocía de algo y por mucho que se esforzara, Felurian era incapaz de situar ese hermoso rostro en sus recuerdos. Recordándose a si misma que ya no es el Ángel Redentor, sonríe con amabilidad y se dirige a la dama con voz aterciopelada a la par que cálida. – Disculpe mi mala memoria, me temo que no tengo la fortuna de recordar nuestro anterior encuentro… quizás si me dice su nombre pueda por fin salir de dudas al respecto, mi nombre es Felurian, aunque al parecer ya lo sabe… - Esperando la respuesta de la supuesta conocida, pasea la vista por el parque para darse cuenta de que ahora hay mucha más gente de lo que le había parecido cuando llegó. La suficiente como para estar segura de aquella mujer no era una de sus habituales presas potenciales.
Caminando entre los presentes examina a todos y cada uno de ellos atravesando la neblina que inunda el local. Miradas se cruzan con la suya y su belleza antinatural despierta el interés de las damas allí reunidas, mujeres en su mayoría de la calle o de una condición lo suficientemente baja como para que denigrarse en aquel vertedero no fuera un problema. A él ninguna le resulta apetecible, aun queda algo más de una hora para el amanecer y se le ha antojado elegir a alguien que realmente le haga abrir los ojos de par en par tras probar el dulce liquido carmesí. Alguien que le haga creer, aunque solo fuera por un instante, que está vivo.
No tarda demasiado en encontrar a quien busca. Una dama ataviada con un sencillo vestido color limón y uno de esos adorables sombreros que tanto le gustan sin razón aparente acaba de discutir con un caballero y a juzgar por la temática de la desafortunada conversación la pareja no estaba pasando por su mejor momento. La joven es hermosa pese a que sus ropas no son caras y lo que es más trascendental: Su mirada esmeralda no se cruza con la suya al pasar junto a él << Oh, interesante >> sin vacilar, se sienta junto a la desconocida quien llora desconsolada por la prematura marcha de su amado para con voz aterciopelada, comenzar a construir el puente que le lleve hasta su cena. – Mi lady, no he podido evitar que algo debe perturbarla en demasía… si este humilde siervo puede hacer algo por aliviar su pena, tan solo tiene que pedirlo y sus deseos se harán realidad. Disculpe mi terrible educación, mi nombre es Ethan.
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Tras varias copas pagadas con amabilidad y algo más de media hora de conversación sigue a la señorita en dirección a las pequeñas habitaciones donde puede dar el golpe de gracia. La ejecución será siempre posterior al disfrute carnal como dictan sus propias reglas., ¿Por qué iba a privarse de disfrutar de un aperitivo antes de la cena? Disfrutaba amando a sus víctimas aunque fuera durante una noche, y que le desearan hasta cuando él comenzaba a clavar sus ávidos colmillos le producía tanta excitación como el mismo acto en sí mismo. La joven antes de comenzar a desprenderse del vestido deja varias joyas encima de la mesa que preside la alcoba y el hijo de la noche siente curiosidad sobre una de ellas, sin pedir tan siquiera permiso se acerca cual felino hasta el origen de su interés y sujeta entre sus dedos un anillo alado y oscuro, aparentemente metálico que le resulta vagamente familiar, aunque es incapaz de recordar donde lo ha visto con anterioridad tras tantos siglos de no vida. – Mujer, ¿Dónde has comprado esta cosa? – La respuesta no llega y se gira sobre sus talones tan sol para ser consciente por primera y última vez en su larga existencia que sus reflejos se han atrofiado tras tanto tiempo sin encontrarse una víctima que pueda resultar una amenaza. Una espada de puño y medio se lanza como un cazador sobre su cuello separando su indigna cabeza de su cuerpo, dándole tiempo solo para tener un pensamiento algo fuera de lugar dado las circunstancias. << ¿De dónde ha sacado la puta espada? >>
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Felurian termina de vestirse justo cuando su compañero entra en la alcoba, de un solo vistazo sabe que el trabajo ha terminado y tan solo se requiere la limpieza del lugar. No carecía falta que le dijera que quemara el cuerpo pese a que el vampiro carecía de cabeza, pero si había algo que no hacia unos minutos comenzó a enfurecerla. Colocando la espada de nuevo en su funda y entregándosela, comienza su verborrea con voz de acero. – Te dije que pusieras la espada debajo del lecho, no debajo de la almohada. La próxima vez quizás serás tu el que tenga que dejarse meter la mierda para poner el cepo a la presa. – Su hermano está a punto de replicar, pero sabe que es inútil. Ya esta acostumbrado a esos arranques de rabia aparentemente incontrolables de su compañera, y sabe lo que vendrá a continuación. Felurian al instante sabe que no debía decir aquello, y tras esperar unos segundos se acerca a la puerta pero antes de marcharse se dirige una vez más a su acompañante, quien esta vez debe hacer el trabajo sucio. – Ha sido una gran actuación, Carlai. – Dejando la alcoba y posteriormente el local deja que sus pasos la saquen de Whitechapel, sin un rumbo en especial.
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¿Cuántas horas llevaba sentada? ¿Cómo había llegado? Posiblemente si se lo propusiera lo recordaría, pero le daba igual. Tenía la virtud, o la maldición según se mirase, de abstraerse de todo lo que la rodeaba cuando se le antojara convirtiéndose así en una especie de espectro en vida. Caminaba hasta que sus pies dijeran basta mientras en su cabeza recreaba todas y cada una de las muertes que había provocado en nombre de Árcangel, ¿esto le provocaba algún tipo de placer? Quizás, pero lo que estaba seguro es que le recordaba el motivo de su misteriosa existencia. Le recordaba que Dios le había regalado una segunda oportunidad por una razón muy concreta, y que debía agradecer el presente empuñando su Sentencia. De repente algo la saca de su ensimismamiento y con el rabillo del ojo observa a una dama, extranjera al parecer y de buena posición, sentada junto a ella. Pero lo extraño es que parecía que la conocía de algo y por mucho que se esforzara, Felurian era incapaz de situar ese hermoso rostro en sus recuerdos. Recordándose a si misma que ya no es el Ángel Redentor, sonríe con amabilidad y se dirige a la dama con voz aterciopelada a la par que cálida. – Disculpe mi mala memoria, me temo que no tengo la fortuna de recordar nuestro anterior encuentro… quizás si me dice su nombre pueda por fin salir de dudas al respecto, mi nombre es Felurian, aunque al parecer ya lo sabe… - Esperando la respuesta de la supuesta conocida, pasea la vista por el parque para darse cuenta de que ahora hay mucha más gente de lo que le había parecido cuando llegó. La suficiente como para estar segura de aquella mujer no era una de sus habituales presas potenciales.
Última edición por Felurian Jaegar el Jue Jul 17, 2014 11:34 pm, editado 1 vez
Felurian Jaegar- Clase Media
- Localización : Castillo de Londres
Re: Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
Felurian. No, Azalea juraría que la chica tenía un nombre mucho menos exótico, pero como no era capaz de recordarlo, tampoco quiso darle más vueltas. La rubia se había convertido en una joven muy guapa y por sus ropajes no parecía pasar penurias. Quizá sería ahora la hija adoptada de algún comerciante y la presentarían en sociedad, iría a bonitas fiestas y se haría los trajes en las mejores sastrerías. Sin embargo había algo en su mirada que la desconcertaba.
Recordaba el brillo verde de fuerza y descontrol que tenía aquella noche que se agarró de su vestido criticándola e insultándola. Estuvo a punto de llevarsela también, mientras iba con la niña india de la mano, porque un carácter así no se podía desprovechar, pero claramente había sabido arreglarselas sin ella y le iba muy bien, probablemente sin enfadar a su Dios, que era lo que en su día le reprochó.
Observó la posición reflexiva de la chica. Desde luego no era como aquellas cabezas huecas que solo sabían ser bonitas y decir sí o no a sus caballeros ingleses, pero también denotaba cierta tristeza o preocupación en su rostro, quizá lamentando no ser una de esas cabezas huecas, ya que las mujeres inteligentes eran las que peor lo pasaban aquellos días. Azalea desvió la mirada de ella y la perdió en el horizonte cercano, donde Ceanna jugaba con otra niña a perseguir algo por el suelo.
Mi nombre es Azalea. Cuando tenías doce años fui a tu orfanato a buscar a la hermana de un chico de indio, de mi misma ciudad, y a la que habían robado, como a mí, hace ya veintiséis años. Cuando fu a llevarme a Aisha, tu compañera, tu oíste decir a los cuidadores que yo era una madame de burdel y viniste a increparme por mi posición e intentaste que no me llevara a la chica- la india rió al recordarlo- Jamás he visto a una niña tan lista ni tan dispuesta a hacer ver su opinión. Entonces me senté contigo, como estamos ahora, y te expliqué por qué me llevaba a Aisha y por qué su destino sería mucho peor si seguía allí. Te expliqué también como vivían mis chicas y cómo las trataba, incluso creo que, si no recuerdo mal, te dije que vinieras a vivir conmigo. Pero no quisiste- en ese momento concreto de la conversación, su hija levantó la cabeza y sonrió a su madre, agitando la mano. Ella hizo lo propio, con esa sonrisa de orgullo y brillo en los ojos que sólo tienen los padres cuando sus hijos van a hacerles caso. La niña volvió inmediatamente a sus juegos sin más reflexión y a Azalea le duró la sonrisa mientras volvía a su conversación con Felurian- Durante mucho tiempo me pregunté que había sido de tí, si no hubiese sido mejor que te llevara conmigo aquel día- miró a la chica de arriba a abajo y le colocó un mechón rubio detrás de la oreja- pero ya veo que me equivocaba, se te ve maravillosamente... quizá un poco triste pero... ¿quién no lo está en estos días y con este tiempo?
Ella misma lo estaba. No se sacaba de la cabeza al padre de Ceanna y el futuro de su hija. Siempre que iba a la ópera y veía a aquellas jovencitas de la temporada con sus pomposos vestidos del brazo de algún muchacho que suponía un potencial explotador del comercio y las colonias y se preguntaba que sería de su hija si no la permitía ser como aquellas chicas. Quizá ser como Felurian y... vivir triste. Quizá esa era la herencia que su padre y ella le habían dejado. Esa, un burdel y una maldición. Trató de no pensar en ello y suspiró, reclinándose sobre el respaldo del banco y apoyando sus manos en el regazo, tratando de no morir en las fauces de la incomodidad de su ropa
Como quizá habrás deducido, esa niña es mi hija. Se llama Ceanna. El mismo día que te conocí a ti supe que estaba embarazada de ella ¿sabes?. Los ingleses creen en las coincidencias, los hindúes no. Es más bello y poético pensar que no es una casualidad que precisamente nos volvamos a encontrar cuando salgo a pesar con ella
Recordaba el brillo verde de fuerza y descontrol que tenía aquella noche que se agarró de su vestido criticándola e insultándola. Estuvo a punto de llevarsela también, mientras iba con la niña india de la mano, porque un carácter así no se podía desprovechar, pero claramente había sabido arreglarselas sin ella y le iba muy bien, probablemente sin enfadar a su Dios, que era lo que en su día le reprochó.
Observó la posición reflexiva de la chica. Desde luego no era como aquellas cabezas huecas que solo sabían ser bonitas y decir sí o no a sus caballeros ingleses, pero también denotaba cierta tristeza o preocupación en su rostro, quizá lamentando no ser una de esas cabezas huecas, ya que las mujeres inteligentes eran las que peor lo pasaban aquellos días. Azalea desvió la mirada de ella y la perdió en el horizonte cercano, donde Ceanna jugaba con otra niña a perseguir algo por el suelo.
Mi nombre es Azalea. Cuando tenías doce años fui a tu orfanato a buscar a la hermana de un chico de indio, de mi misma ciudad, y a la que habían robado, como a mí, hace ya veintiséis años. Cuando fu a llevarme a Aisha, tu compañera, tu oíste decir a los cuidadores que yo era una madame de burdel y viniste a increparme por mi posición e intentaste que no me llevara a la chica- la india rió al recordarlo- Jamás he visto a una niña tan lista ni tan dispuesta a hacer ver su opinión. Entonces me senté contigo, como estamos ahora, y te expliqué por qué me llevaba a Aisha y por qué su destino sería mucho peor si seguía allí. Te expliqué también como vivían mis chicas y cómo las trataba, incluso creo que, si no recuerdo mal, te dije que vinieras a vivir conmigo. Pero no quisiste- en ese momento concreto de la conversación, su hija levantó la cabeza y sonrió a su madre, agitando la mano. Ella hizo lo propio, con esa sonrisa de orgullo y brillo en los ojos que sólo tienen los padres cuando sus hijos van a hacerles caso. La niña volvió inmediatamente a sus juegos sin más reflexión y a Azalea le duró la sonrisa mientras volvía a su conversación con Felurian- Durante mucho tiempo me pregunté que había sido de tí, si no hubiese sido mejor que te llevara conmigo aquel día- miró a la chica de arriba a abajo y le colocó un mechón rubio detrás de la oreja- pero ya veo que me equivocaba, se te ve maravillosamente... quizá un poco triste pero... ¿quién no lo está en estos días y con este tiempo?
Ella misma lo estaba. No se sacaba de la cabeza al padre de Ceanna y el futuro de su hija. Siempre que iba a la ópera y veía a aquellas jovencitas de la temporada con sus pomposos vestidos del brazo de algún muchacho que suponía un potencial explotador del comercio y las colonias y se preguntaba que sería de su hija si no la permitía ser como aquellas chicas. Quizá ser como Felurian y... vivir triste. Quizá esa era la herencia que su padre y ella le habían dejado. Esa, un burdel y una maldición. Trató de no pensar en ello y suspiró, reclinándose sobre el respaldo del banco y apoyando sus manos en el regazo, tratando de no morir en las fauces de la incomodidad de su ropa
Como quizá habrás deducido, esa niña es mi hija. Se llama Ceanna. El mismo día que te conocí a ti supe que estaba embarazada de ella ¿sabes?. Los ingleses creen en las coincidencias, los hindúes no. Es más bello y poético pensar que no es una casualidad que precisamente nos volvamos a encontrar cuando salgo a pesar con ella
Re: Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
Mientras escucha las palabras de la mujer se ve en la obligación de usar sus mejores dotes de actriz para no sacara a relucir sus pensamientos atreves de su mirada de hielo y acero. No tarda apenas unos instantes en recordar a la cortesana extranjera y su extraño encuentro, un acontecimiento que debido a su orgullo Felurian nunca tacharía de trascendental aunque de hecho lo fuera, y en demasía ya que fue una piedra más en el camino que la condujo hasta la Cazadora que era. Recordaba la furia con la que había usado sus uñas contra los que la separaban de la mujer, sus propios gritos asegurándole que ardería en los infiernos por arrastrar a las jóvenes hacia el oscuro abismo de la prostitución.
Sin embargo Azalea tuvo la paciencia como para sentarse junto a ella y explicarle las razones de sus actos, le hizo ver que aunque a ella le gustaría que esas jóvenes tuvieran un futuro mejor lo más que podía hacer por ellas era ofrecerles su protección bajo su techo… darles un trabajo que llenara sus estómagos y las mantuviera a resguardo en invierno. La niña que una vez fue se creyó todas y cada una de sus palabras aunque le pareciera indigno imaginarse a ella misma ejerciendo tan amargo oficio. No compartía del todo la visión de la india, pero pese a sus impulsos se consideraba alguien racional y no podía negar que en gran medida no le faltaba razón… era mejor que las chicas acabaran en un burdel de confianza que en las calles a merced de Jack. Felurian solo quería que ellas no sufrieran y tuvieran un futuro digno, no podía culparlas por vender su dignidad y su cuerpo a cambio de vivir un día más… aunque dudaba que Dios lo viera de la misma forma y le preocupaba la opinión que pudiera tener sobre ella por ello. Había pasado muchos años desde ese encuentro y la Cazadora ya se había obligado a olvidar todo lo concerniente a su pasado, pero los ojos únicos de Azalea la embriagan lo suficiente como para no poder olvidarla del todo jamás.
<< No ha cambiado nada, sigue con su extraño… ¿misticismo? El destino existe, pero puedo asegurarte que el mío no tiene nada que ver contigo, mortal >> Haciendo gala de sus dotes interpretativas se ruboriza ligeramente y tapa ligeramente su labio inferior con la yema de los dedos, fingiendo estar avergonzada y bajando la vista al suelo para que no pueda la cortesana ver la verdad atreves de su brillo esmeralda. – No sé cómo disculparme, Azalea… era tan joven… tan estúpidamente inocente… ¿Quién era yo para juzgarte? - << El Ángel Redentor. Felurian >> - Siento mucho haberme comportado de aquella manera, y espero que puedas perdonármelo… como dices, el destino es caprichoso y ha querido darme una oportunidad para redimir mi error. Si, la vida me ha tratado bien pero… - Echando la vista hasta la hija de la india, se percata de que el hombre debe ser un occidental a juzgar por los rasgos << Pecador >> - A ti te ha tratado infinitamente mejor, te ha dado una hija preciosa Azalea y el cariño con el que veo que la tratas es una prueba más de lo equivocada que estaba hace años. - << ¿Qué debería preguntarle ahora? ''¡Oye! que tal el negocio, ¿sigues buscando niñas para que se abran de piernas por un buen precio?'' >> No era alguien de muchas palabras y su disfraz como mortal solo duraba lo que aguantaban sus artes escénicas, la elocuencia y la carisma no eran sus virtudes y temía que si la conversación se prolongara la cortesana pudiera ver que Felurian no era quien le hacía creer que era. – Dime, Azalea, ¿sigues pues en el mismo negocio? - << Mira ahora se me ha ocurrido otra buena pregunta…>>
Sin embargo Azalea tuvo la paciencia como para sentarse junto a ella y explicarle las razones de sus actos, le hizo ver que aunque a ella le gustaría que esas jóvenes tuvieran un futuro mejor lo más que podía hacer por ellas era ofrecerles su protección bajo su techo… darles un trabajo que llenara sus estómagos y las mantuviera a resguardo en invierno. La niña que una vez fue se creyó todas y cada una de sus palabras aunque le pareciera indigno imaginarse a ella misma ejerciendo tan amargo oficio. No compartía del todo la visión de la india, pero pese a sus impulsos se consideraba alguien racional y no podía negar que en gran medida no le faltaba razón… era mejor que las chicas acabaran en un burdel de confianza que en las calles a merced de Jack. Felurian solo quería que ellas no sufrieran y tuvieran un futuro digno, no podía culparlas por vender su dignidad y su cuerpo a cambio de vivir un día más… aunque dudaba que Dios lo viera de la misma forma y le preocupaba la opinión que pudiera tener sobre ella por ello. Había pasado muchos años desde ese encuentro y la Cazadora ya se había obligado a olvidar todo lo concerniente a su pasado, pero los ojos únicos de Azalea la embriagan lo suficiente como para no poder olvidarla del todo jamás.
<< No ha cambiado nada, sigue con su extraño… ¿misticismo? El destino existe, pero puedo asegurarte que el mío no tiene nada que ver contigo, mortal >> Haciendo gala de sus dotes interpretativas se ruboriza ligeramente y tapa ligeramente su labio inferior con la yema de los dedos, fingiendo estar avergonzada y bajando la vista al suelo para que no pueda la cortesana ver la verdad atreves de su brillo esmeralda. – No sé cómo disculparme, Azalea… era tan joven… tan estúpidamente inocente… ¿Quién era yo para juzgarte? - << El Ángel Redentor. Felurian >> - Siento mucho haberme comportado de aquella manera, y espero que puedas perdonármelo… como dices, el destino es caprichoso y ha querido darme una oportunidad para redimir mi error. Si, la vida me ha tratado bien pero… - Echando la vista hasta la hija de la india, se percata de que el hombre debe ser un occidental a juzgar por los rasgos << Pecador >> - A ti te ha tratado infinitamente mejor, te ha dado una hija preciosa Azalea y el cariño con el que veo que la tratas es una prueba más de lo equivocada que estaba hace años. - << ¿Qué debería preguntarle ahora? ''¡Oye! que tal el negocio, ¿sigues buscando niñas para que se abran de piernas por un buen precio?'' >> No era alguien de muchas palabras y su disfraz como mortal solo duraba lo que aguantaban sus artes escénicas, la elocuencia y la carisma no eran sus virtudes y temía que si la conversación se prolongara la cortesana pudiera ver que Felurian no era quien le hacía creer que era. – Dime, Azalea, ¿sigues pues en el mismo negocio? - << Mira ahora se me ha ocurrido otra buena pregunta…>>
<< ¿A tu inocente y dulce hija también la vas a prostituir si el negocio os empieza a ir mal? >>
Felurian Jaegar- Clase Media
- Localización : Castillo de Londres
Re: Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
La india podía darse cuenta del esfuerzo mental que le estaba costando a la chica acordarse de ella, y más aún cuando empezó hablar, pues parecía llevar un debate consigo misma. Extraña esa niña, extraña desde el mismísimo día en el que fue a arañarla y patalearla por ser una cortesana, y aunque su aspecto había cambiado, seguía transmitiendo su extrañeza a todo el que tuviera ojos para verla. Sin embargo, había ganado mucha educación, lo que le dio a pensar que realmente la debía haber adoptado una buena familia. Sonrió, con todo, porque no hay un padre o madre que no se emocione cuando alaban a sus pequeños
-¡Vamos! ¿de qué sirven las disculpas de algo que ocurrió hace muchos años y que ni siquiera fue una falta?- Azalea negó con la cabeza- Defendiste tus principios como no he visto defenderlos a nadie en mucho tiempo, y no cuento las ideas políticas de mis clientes porque eso es papel mojado- la miró directamente a los ojos- Aquello fue un acto de autenticidad, y valoro mucho la autenticidad en estos días en los que todo es de postín, incluida yo- dijo señalando de arriba a abajo las ropas que empezaban a hacerle pasar serio apuros de comodidad. Suspiró y asintió a la afirmación sobre su hija- Va ser más guapa que yo, y parece menos extranjera, lo cual juega bastante en su favor. Y sí, es lo que más he querido en mi vida, aunque siempre he pensado que amar nos hace débiles y yo ahora debo ser el flanco más fácil para quien quiera hacerme daño- reoslvió, encogiéndose de hombros, y sin considerar a Felurian como una de esas personas que le desearían mal. De nuevo cruzó su cabeza la idea del internado y alejarla de ella. ¿Pero no tenía una madre más derecho que nadie a permanecer aferrada a su hija? ¿y a su vez la obligación de hacer lo mejor para ella aunque a las dos les causara todo el dolor del mundo? Suspiró y se aparto un par de mechones que se le habían soltado con al brisa de verano y volvió a la tierra, a la conversación con Felurian (¿Felurian? ¿Seguro que era Felurian?). Le preguntó por el negocio, no sin cierto retintín y ella amplió aún más su sonrisa. Algunas cosas era muy difíciles cambiarlas
-Sí, he recogido a bastantes chicas, indias, árabes, africanas, chinas, que a su casa ya no pueden volver y se quedan conmigo. Ahora tengo un montón de niños, de todas las razas, en el Nimbooda Mahala, ocupan toda la planta de arriba, y es un alboroto tremendo, pero cierto es que por la noche hay mas alboroto en el musichall, por lo que ni se distingue...- mientras en su mente aparecían todas sus chicas, bailando, dando conversación a los caballeros, observaba el aspecto de Felurian con curiosidad. Temía ser una cotillas pero necesitaba saber quién había hecho tanto por una chiquilla que a priori hubiese supuesto un incordio para cualquier familia de clase alta, con aquella moral tan rígida y sus férreos principios
-¿Y tú? ¿Cómo saliste de ese agujero que era tu orfanato y has llegado, tan bien vestida a Kensington Gardens? Imagino que te adoptaría alguna buena familia... ¿entrarás en la temporada con el resto de chicas de tu edad?- dicho sea que era guapísima, pero por alguna razón Azalea no se la imaginaba de esa calaña
-¡Vamos! ¿de qué sirven las disculpas de algo que ocurrió hace muchos años y que ni siquiera fue una falta?- Azalea negó con la cabeza- Defendiste tus principios como no he visto defenderlos a nadie en mucho tiempo, y no cuento las ideas políticas de mis clientes porque eso es papel mojado- la miró directamente a los ojos- Aquello fue un acto de autenticidad, y valoro mucho la autenticidad en estos días en los que todo es de postín, incluida yo- dijo señalando de arriba a abajo las ropas que empezaban a hacerle pasar serio apuros de comodidad. Suspiró y asintió a la afirmación sobre su hija- Va ser más guapa que yo, y parece menos extranjera, lo cual juega bastante en su favor. Y sí, es lo que más he querido en mi vida, aunque siempre he pensado que amar nos hace débiles y yo ahora debo ser el flanco más fácil para quien quiera hacerme daño- reoslvió, encogiéndose de hombros, y sin considerar a Felurian como una de esas personas que le desearían mal. De nuevo cruzó su cabeza la idea del internado y alejarla de ella. ¿Pero no tenía una madre más derecho que nadie a permanecer aferrada a su hija? ¿y a su vez la obligación de hacer lo mejor para ella aunque a las dos les causara todo el dolor del mundo? Suspiró y se aparto un par de mechones que se le habían soltado con al brisa de verano y volvió a la tierra, a la conversación con Felurian (¿Felurian? ¿Seguro que era Felurian?). Le preguntó por el negocio, no sin cierto retintín y ella amplió aún más su sonrisa. Algunas cosas era muy difíciles cambiarlas
-Sí, he recogido a bastantes chicas, indias, árabes, africanas, chinas, que a su casa ya no pueden volver y se quedan conmigo. Ahora tengo un montón de niños, de todas las razas, en el Nimbooda Mahala, ocupan toda la planta de arriba, y es un alboroto tremendo, pero cierto es que por la noche hay mas alboroto en el musichall, por lo que ni se distingue...- mientras en su mente aparecían todas sus chicas, bailando, dando conversación a los caballeros, observaba el aspecto de Felurian con curiosidad. Temía ser una cotillas pero necesitaba saber quién había hecho tanto por una chiquilla que a priori hubiese supuesto un incordio para cualquier familia de clase alta, con aquella moral tan rígida y sus férreos principios
-¿Y tú? ¿Cómo saliste de ese agujero que era tu orfanato y has llegado, tan bien vestida a Kensington Gardens? Imagino que te adoptaría alguna buena familia... ¿entrarás en la temporada con el resto de chicas de tu edad?- dicho sea que era guapísima, pero por alguna razón Azalea no se la imaginaba de esa calaña
Re: Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
La cortesana empezaba a hacer preguntas que no podían obtener respuesta. Su vestido formaba parte del su ''uniforme'' dentro de la Hermandad y desde luego era mucho más caro de lo que una joven venida de un orfanato podía permitirse << Debí cambiarme de ropa >> ya era tarde para maldecirse, solo tenía la posibilidad de inventarse una razón más o menos coherente… al fin y al cabo, ¿Qué probabilidad había de que volviera a encontrarse con aquella extranjera?
Echando un vistazo a la dirección donde se encontraba la bella hija de Azalea, deja que una media sonrisa hipócrita se dibuje en su rostro. << ¿Qué futuro le puede deparar a la hija de una prostituta si no la maldición de su madre? >> Dudaba que la india tuviera en mente un destino mucho mejor para su propia pequeña y deseaba poder acercarse a ese prostíbulo, recuperar a todas las jóvenes que mencionaba y llevárselas a la Torre de Londres << Allí les daríamos la familia que necesitan, un futuro mejor en el que Dios las guiaría y no tendrían que abrirse de piernas para unos perros. >> Pero tal idea estaba fuera de sus posibilidades… al menos de momento. Saludando con la mano a la pequeña, quien le devuelve el gesto con una sonrisa inocente, se dirige a su madre – Tuve la suerte de mi parte. Un hombre casado pero sin hijos decidió adoptarme para llenar ese hueco que le quedaba en el hogar… es mercader, y casi siempre esta fuera pero me ha dado todo lo que podía desear dentro de sus posibilidades. Es un buen hombre, y le quiero como si fuera mi propio padre. Pero no, no creo que vaya a la temporada… no tengo esa necesidad de momento, ahora mismo… - Una mentira disfrazada con una verdad era mucho más efectiva – Ahora mismo me dedico a participar como voluntaria para los orfanatos y las casas de acogida << Casas de acogida repletas de prostitutas que quieren dejar el negocio al que tú las incitas a llevar, mujer >> para echar una mano en lo que necesiten… ya buscaré algo más en un tiempo, ahora mismo no creo estar preparada. – La mera idea de imaginarse en una de las fiestas de la nobleza le provocaba nauseas << Nido de serpientes, hijos del Diablo >>
A punto estaba de replicar a la cortesana en lo referente al amor, había decidido pasarlo por alto por no entrar en un debate que sabía infructífero. Amar no hacia débil al ser humano, el amor era necesario para entrar en comunión con Dios, ¿pero que podía saber una prostituta? No podía culparla, ni a su pequeña fruto del pecado << Debería preguntarle quien es el padre, estoy segura que tiene una lista interminable de candidatos. Además, ¿Cómo tiene valor para llevar a los pequeños al burdel? , ¿Quieren que escuchen… los ruidos del lecho originados por las gargantas de sus propias madres atreves de la pared? >> Le parecía indigno, y se sentía en la necesidad de hacer algo al respecto. Llevándose la mano al mentón de forma graciosa, como había visto hacer mil veces a las damas, asiente ligeramente. – Se me ocurre algo, Azalea, ¿Qué te parece si en mi tiempo libre me acerco hasta tu << Antro de perversión, hogar de Asmodeo >> residencia y me encargo de los niños? Puedo educarles y echarles un vistazo mientras… están ahí, incluso si quieres puedo buscarles otro hogar. Tengo contacto en los orfanatos y siempre hay algún noble rico que prefiere un hijo exótico, por duro que suene, a un inglés… - No era mucho, pero era todo lo que podía hacer por esas criaturas.
Si iba al burdel podía asegurarse de que nadie intentaba pervertir a aquellos inocentes, y con suerte podría ir llevándoselos uno a uno, lentamente, hasta la Torre de Londres.
Echando un vistazo a la dirección donde se encontraba la bella hija de Azalea, deja que una media sonrisa hipócrita se dibuje en su rostro. << ¿Qué futuro le puede deparar a la hija de una prostituta si no la maldición de su madre? >> Dudaba que la india tuviera en mente un destino mucho mejor para su propia pequeña y deseaba poder acercarse a ese prostíbulo, recuperar a todas las jóvenes que mencionaba y llevárselas a la Torre de Londres << Allí les daríamos la familia que necesitan, un futuro mejor en el que Dios las guiaría y no tendrían que abrirse de piernas para unos perros. >> Pero tal idea estaba fuera de sus posibilidades… al menos de momento. Saludando con la mano a la pequeña, quien le devuelve el gesto con una sonrisa inocente, se dirige a su madre – Tuve la suerte de mi parte. Un hombre casado pero sin hijos decidió adoptarme para llenar ese hueco que le quedaba en el hogar… es mercader, y casi siempre esta fuera pero me ha dado todo lo que podía desear dentro de sus posibilidades. Es un buen hombre, y le quiero como si fuera mi propio padre. Pero no, no creo que vaya a la temporada… no tengo esa necesidad de momento, ahora mismo… - Una mentira disfrazada con una verdad era mucho más efectiva – Ahora mismo me dedico a participar como voluntaria para los orfanatos y las casas de acogida << Casas de acogida repletas de prostitutas que quieren dejar el negocio al que tú las incitas a llevar, mujer >> para echar una mano en lo que necesiten… ya buscaré algo más en un tiempo, ahora mismo no creo estar preparada. – La mera idea de imaginarse en una de las fiestas de la nobleza le provocaba nauseas << Nido de serpientes, hijos del Diablo >>
A punto estaba de replicar a la cortesana en lo referente al amor, había decidido pasarlo por alto por no entrar en un debate que sabía infructífero. Amar no hacia débil al ser humano, el amor era necesario para entrar en comunión con Dios, ¿pero que podía saber una prostituta? No podía culparla, ni a su pequeña fruto del pecado << Debería preguntarle quien es el padre, estoy segura que tiene una lista interminable de candidatos. Además, ¿Cómo tiene valor para llevar a los pequeños al burdel? , ¿Quieren que escuchen… los ruidos del lecho originados por las gargantas de sus propias madres atreves de la pared? >> Le parecía indigno, y se sentía en la necesidad de hacer algo al respecto. Llevándose la mano al mentón de forma graciosa, como había visto hacer mil veces a las damas, asiente ligeramente. – Se me ocurre algo, Azalea, ¿Qué te parece si en mi tiempo libre me acerco hasta tu << Antro de perversión, hogar de Asmodeo >> residencia y me encargo de los niños? Puedo educarles y echarles un vistazo mientras… están ahí, incluso si quieres puedo buscarles otro hogar. Tengo contacto en los orfanatos y siempre hay algún noble rico que prefiere un hijo exótico, por duro que suene, a un inglés… - No era mucho, pero era todo lo que podía hacer por esas criaturas.
Si iba al burdel podía asegurarse de que nadie intentaba pervertir a aquellos inocentes, y con suerte podría ir llevándoselos uno a uno, lentamente, hasta la Torre de Londres.
<< Incluso tu hija podría acabar abrazando a Dios >>
Felurian Jaegar- Clase Media
- Localización : Castillo de Londres
Re: Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
Azalea asintió parpadeando. Vaya, eso sí que era tener suerte. Claro ella, tan rubia tan inglesa, no tendría problema en pasar como hija de cualquier rico y exhibirla como su preciosa moneda de cambio. No era así con las chicas de piel más oscura y exóticos ojos ¿qué acuerdo matrimonial se podría alcanzar con una joven india a la que ni se la consideraba ciudadana?. Aunque de momento parecía que tampoco lo conseguiría de Felurian, pues estaba muy segura de querer seguir con su labro social que tan bien describía. En cierto modo, la india se sentía privilegiada de tratar con alguien de principios, algo muy escaso en la sociedad en la que vivían. Realmente si todos los cristianos pusieran de su parte como ella, habría menos problemas. El problema es que Felurian estaba segura de poder con ello ella sola, y que su punto de vista era el único. Pero no por ello no había que reconocérselo
Es maravilloso encontrar gente férrea a sus principios, aunque provengan de una religión o de un libro o de lo que sea. Sobretodo si con ello ayudas a los demás. Mejor que casarte y ponerte a tener chiquillos sin más- oyó mencionar el asilo de mujeres. Oh sí. A ella le parecía una fantástica idea. Había visto acudir allí a muchas chicas occidentales de las suyas. Ella iba a verlas, e incluso llevaba a los otros chiquillos a que vieran a los que se habían ido. Pero sus chicas extranjeras no podían ir allí porque no tenían ninguna posibilidad de ascensión social y siempre acababan volviendo- Qué bien que ayudes a las chicas de los asilos de mujeres. Las chicas inglesas y francesas de mi burdel se fueron yendo, las que no encontraron un dueño, a ellos. Pero mis chicas extranjeras... no tienen nada que hacer en esta sociedad, no quieren irse
Cuando la chica mencionó lo de los niños Azalea se puso en guardia. Sabía que le iba a parecer mala idea que los niños estuvieran allí, incluso pensaría eso de Ceanna. Pero negándole la entrada sólo le daba la razón a sus prejuicios así que suspiró y trató de no alterarse ni ponerse en guardia, como aquel día cuando la chica tenía doce años
Sería perfecto. Tengo a las chicas retiradas por edad o por lesión cuidando de los pequeños en una planta sólo para ellos, pero siempre está bien una mano amiga- entornó los ojos y meneó un poco la cabeza mientras se cruzaba de brazos- Lo que no creo es que a las chicas les guste que te lleves a sus niños- mirando a su hija, tan educada, saludando a Felurian su rostro se ensombreció pero lo intentó disimular sonriendo y mirando a un punto fijo del banco entre Felurian y ella- Algún día cuando tengas hijos entenderás que aunque intentaras fingirlo nunca podrías ignorar que lo son. No hay nada más importante que la felicidad de un hijo para una madre, aunque ésta sea cortesana. La mayoría de los niños saben quiénes son sus padres y ayudan a su manutención, e incluso, si no tienen una esposa se empiezan a integrar poco a poco en las familias- lástima que no fuera su caso. Las dudas de antes cruzaron su cabeza incesantemente mientras sentía que se ahogaba con el corsé. Tomó aire tan profundamente como pudo, disfrazándolo de suspiro y volvió a la conversación, tratando de contener sus emociones disparadas
Sobre el padre de Ceanna... no he vuelto a saber de él. Se fue antes de decirle que estaba embarazada y me dejo con un bebé en los brazos y un corazón echo pedazos que sólo nuestra hija pudo reparar. Por eso me va a costar tanto separarme de ella- en realidad era prácticamente una decisión tomada y ella lo sabía. Jamás dejaría que la familia de Javert se acercara a la niña y prefería mandarla lejos
Es maravilloso encontrar gente férrea a sus principios, aunque provengan de una religión o de un libro o de lo que sea. Sobretodo si con ello ayudas a los demás. Mejor que casarte y ponerte a tener chiquillos sin más- oyó mencionar el asilo de mujeres. Oh sí. A ella le parecía una fantástica idea. Había visto acudir allí a muchas chicas occidentales de las suyas. Ella iba a verlas, e incluso llevaba a los otros chiquillos a que vieran a los que se habían ido. Pero sus chicas extranjeras no podían ir allí porque no tenían ninguna posibilidad de ascensión social y siempre acababan volviendo- Qué bien que ayudes a las chicas de los asilos de mujeres. Las chicas inglesas y francesas de mi burdel se fueron yendo, las que no encontraron un dueño, a ellos. Pero mis chicas extranjeras... no tienen nada que hacer en esta sociedad, no quieren irse
Cuando la chica mencionó lo de los niños Azalea se puso en guardia. Sabía que le iba a parecer mala idea que los niños estuvieran allí, incluso pensaría eso de Ceanna. Pero negándole la entrada sólo le daba la razón a sus prejuicios así que suspiró y trató de no alterarse ni ponerse en guardia, como aquel día cuando la chica tenía doce años
Sería perfecto. Tengo a las chicas retiradas por edad o por lesión cuidando de los pequeños en una planta sólo para ellos, pero siempre está bien una mano amiga- entornó los ojos y meneó un poco la cabeza mientras se cruzaba de brazos- Lo que no creo es que a las chicas les guste que te lleves a sus niños- mirando a su hija, tan educada, saludando a Felurian su rostro se ensombreció pero lo intentó disimular sonriendo y mirando a un punto fijo del banco entre Felurian y ella- Algún día cuando tengas hijos entenderás que aunque intentaras fingirlo nunca podrías ignorar que lo son. No hay nada más importante que la felicidad de un hijo para una madre, aunque ésta sea cortesana. La mayoría de los niños saben quiénes son sus padres y ayudan a su manutención, e incluso, si no tienen una esposa se empiezan a integrar poco a poco en las familias- lástima que no fuera su caso. Las dudas de antes cruzaron su cabeza incesantemente mientras sentía que se ahogaba con el corsé. Tomó aire tan profundamente como pudo, disfrazándolo de suspiro y volvió a la conversación, tratando de contener sus emociones disparadas
Sobre el padre de Ceanna... no he vuelto a saber de él. Se fue antes de decirle que estaba embarazada y me dejo con un bebé en los brazos y un corazón echo pedazos que sólo nuestra hija pudo reparar. Por eso me va a costar tanto separarme de ella- en realidad era prácticamente una decisión tomada y ella lo sabía. Jamás dejaría que la familia de Javert se acercara a la niña y prefería mandarla lejos
Re: Un encuentro no planeado... ¿o sí? [Felurian]
De algún modo esperaba esa respuesta. Era evidente que las prostitutas no querrían desprenderse de los frutos de la perversión y el pecado, al fin y al cabo habían portado a esas criaturas en sus entrañas durante meses… aunque eso no las hiciera merecedoras de criar a esos pequeños. Sin embargo esa era la idea de Felurian, no la de la joven rubia que se encontraba frente a la Cortesana extranjera, era mejor no insistir en el tema y limitarse a asentir complaciente ante sus palabras. << Todo llegará, la paciencia es una virtud. >>
No iba a permitir que los hijos inocentes de las prostitutas vivieran en aquel… lugar. Era antinatural y digno de gente sin corazón o escrúpulos << Estar pared con pared con sus madres mientras gritan en la noche no es la mejor de las canciones de cuna que se han inventado. >> tenia que pensar en como arrancar a los críos de las garras de sus madres y estaba segura de que seria una misión extremadamente difícil. Azalea parecía realmente apegada a su hija y a esos pequeños, quitarle su bien mas preciado delante de su cara era… peliagudo. Levantando la vista hacia la pequeña de la india sin borrar la sonrisa cordial de sus labios, esta se tuerce lentamente en una mueca desagradable.
Desde que tenia uso de razón la joven que era Felurian tenia un instinto natural para entender la palabra de Dios. Sabia a quien el Creador señalaba como engendro del mal e infante de Lucifer, veía las señales que Dios le enviaba para que eliminara a sus objetivos (siempre seres antinaturales) y ella siempre cumplía sus designios con extrema precisión. Era un don, una virtud que ella usaba como arma divina.
Ahora veía esa señal en la pequeña. Una niña inocente de todo mal que se limitaba a jugar en los jardines ajena al juicio del Ángel Redentor. << Mi Señor nunca me ha indicado a ningún inocente. Mi don nunca me ha fallado…. Pero, ¿por qué debería ejecutar a una criatura como esta? >> No veía una razón mas allá de esa señal divina y no se le ocurría ninguna posibilidad de que la hija de Azalea pudiera ser una amenaza o alguien maligno. Felurian no juzgaba las decisiones divinas, y jamás se había atrevido a vacilar, pero aquello era diferente. Ella no era una asesina y no iba a asumir ningún riesgo. << La observaré y decidiré si merece la sentencia >>
Volviendo la vista de nuevo a la Cortesana, se levanta mientras alisa las arrugas del vestido. – Para mi será un placer ayudarte en lo que necesites, Azalea. En los días venideros apareceré por tu residencia si te parece conveniente y no es un mal momento, por supuesto. Ahora he de marchar, en mi hogar deben estar empezando a inquietarse por mi falta… me alegra haberte visto de nuevo después de tantos años y que el Señor me haya permitido pedirte perdón por mi afrenta. – No podía pasar mas tiempo allí, cuanto mas miraba a la pequeña mas segura estaba de que la señal era inequívoca y en su fuero interno temía cambiar de opinión respecto al futuro de Ceanna.
Sus manos aun olían a sangre tras la caza, y su animal interior aun estaba sediento.
No iba a permitir que los hijos inocentes de las prostitutas vivieran en aquel… lugar. Era antinatural y digno de gente sin corazón o escrúpulos << Estar pared con pared con sus madres mientras gritan en la noche no es la mejor de las canciones de cuna que se han inventado. >> tenia que pensar en como arrancar a los críos de las garras de sus madres y estaba segura de que seria una misión extremadamente difícil. Azalea parecía realmente apegada a su hija y a esos pequeños, quitarle su bien mas preciado delante de su cara era… peliagudo. Levantando la vista hacia la pequeña de la india sin borrar la sonrisa cordial de sus labios, esta se tuerce lentamente en una mueca desagradable.
Desde que tenia uso de razón la joven que era Felurian tenia un instinto natural para entender la palabra de Dios. Sabia a quien el Creador señalaba como engendro del mal e infante de Lucifer, veía las señales que Dios le enviaba para que eliminara a sus objetivos (siempre seres antinaturales) y ella siempre cumplía sus designios con extrema precisión. Era un don, una virtud que ella usaba como arma divina.
Ahora veía esa señal en la pequeña. Una niña inocente de todo mal que se limitaba a jugar en los jardines ajena al juicio del Ángel Redentor. << Mi Señor nunca me ha indicado a ningún inocente. Mi don nunca me ha fallado…. Pero, ¿por qué debería ejecutar a una criatura como esta? >> No veía una razón mas allá de esa señal divina y no se le ocurría ninguna posibilidad de que la hija de Azalea pudiera ser una amenaza o alguien maligno. Felurian no juzgaba las decisiones divinas, y jamás se había atrevido a vacilar, pero aquello era diferente. Ella no era una asesina y no iba a asumir ningún riesgo. << La observaré y decidiré si merece la sentencia >>
Volviendo la vista de nuevo a la Cortesana, se levanta mientras alisa las arrugas del vestido. – Para mi será un placer ayudarte en lo que necesites, Azalea. En los días venideros apareceré por tu residencia si te parece conveniente y no es un mal momento, por supuesto. Ahora he de marchar, en mi hogar deben estar empezando a inquietarse por mi falta… me alegra haberte visto de nuevo después de tantos años y que el Señor me haya permitido pedirte perdón por mi afrenta. – No podía pasar mas tiempo allí, cuanto mas miraba a la pequeña mas segura estaba de que la señal era inequívoca y en su fuero interno temía cambiar de opinión respecto al futuro de Ceanna.
Sus manos aun olían a sangre tras la caza, y su animal interior aun estaba sediento.
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