B
ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
Últimos temas
T
he Darkness Revival ha sido creado por su administración: Princesa Beatriz, Princesa Victoria, Jack el Destripador, Inspector Abberline y Meg Giry. Skin creado y editado por Meg Giry con ayuda de tutoriales creados por usuarios de oursourcecode y Asistencia de foroactivo, y gráficos por Kattatonica a partir de imagenes de tumblr y pinterest. Queda terminantemente prohibida la copia total o parcial del código, así como su contenido. Todos los personajes que se desarrollen en el foro, a excepción de los cannon, pertenecen a sus propios creadores.The Darkness Revival by The Darkness Revival Staff is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
No place like London (libre)
2 participantes
Página 1 de 1.
No place like London (libre)
El clima resultaba agradable aquella tarde. Maxwell había decidido salir a pasear por Hyde Park. Sin duda, una de las cosas que más había echado de menos de Londres durante sus viajes había sido aquel lugar.
El muchacho caminaba con las manos en los bolsillos, y con n aire tranquilo y relajado. Observaba a la gente ir y venir cada uno ocupado en sus propios asuntos, cada uno con su propia historia, con su propio ajetreo, mientras él, solo era capaz de pensar en lo que le dejaba pensar los restos de demonio que habían quedado en su interior años atrás. Era curioso cómo había llegado a aborrecer cosas con las que antes soñaba.
Estaba, por una vez, absorto en sus pensamientos, recordando todos y cada uno de los sitios que había visitado, todas las maravillas que había visto en sus años de viajero. Echaba de menos todo aquello, los lugares, los ambientes, las mujeres a las que visitaba durante una sola noche y con las que no tenía que comprometerse. Aquellos habían sido buenos días para el maldito, sin lugar a dudas, los mejores de su vida. Se estaba planteando que quizás la idea de volver a Londres no había sido tan buena como le había parecido en el camarote de aquel barco. Lo único que le gustaba, aparte de ver los paisajes que le gustaban fue ver la cara de sufrimiento que puso, y que aún tenía en aquellos momentos, su padre. En el momento en el que le vio su expresión se volvió sombría y asustada, era bastante lógico, frente a él se encontraba su hijo, y el recuerdo de su mayor pecado. La idea de torturar a su padre a Maxwell le había parecido de lo más divertida, pero ahora le aburría en exceso, necesitaba emociones y diversiones. Disfrutaba de su caza, del juego de seducción, de insistir, de jugar, de no parar hasta conseguir lo que quería, a fin de cuentas es lo único que podía desde la visita del demonio.
Se dio cuenta al volver de la realidad que una persona caminaba por el parque llamó su atención, sonrió, sin duda sería su próxima presa.
El muchacho caminaba con las manos en los bolsillos, y con n aire tranquilo y relajado. Observaba a la gente ir y venir cada uno ocupado en sus propios asuntos, cada uno con su propia historia, con su propio ajetreo, mientras él, solo era capaz de pensar en lo que le dejaba pensar los restos de demonio que habían quedado en su interior años atrás. Era curioso cómo había llegado a aborrecer cosas con las que antes soñaba.
Estaba, por una vez, absorto en sus pensamientos, recordando todos y cada uno de los sitios que había visitado, todas las maravillas que había visto en sus años de viajero. Echaba de menos todo aquello, los lugares, los ambientes, las mujeres a las que visitaba durante una sola noche y con las que no tenía que comprometerse. Aquellos habían sido buenos días para el maldito, sin lugar a dudas, los mejores de su vida. Se estaba planteando que quizás la idea de volver a Londres no había sido tan buena como le había parecido en el camarote de aquel barco. Lo único que le gustaba, aparte de ver los paisajes que le gustaban fue ver la cara de sufrimiento que puso, y que aún tenía en aquellos momentos, su padre. En el momento en el que le vio su expresión se volvió sombría y asustada, era bastante lógico, frente a él se encontraba su hijo, y el recuerdo de su mayor pecado. La idea de torturar a su padre a Maxwell le había parecido de lo más divertida, pero ahora le aburría en exceso, necesitaba emociones y diversiones. Disfrutaba de su caza, del juego de seducción, de insistir, de jugar, de no parar hasta conseguir lo que quería, a fin de cuentas es lo único que podía desde la visita del demonio.
Se dio cuenta al volver de la realidad que una persona caminaba por el parque llamó su atención, sonrió, sin duda sería su próxima presa.
Maxwell J. Dankworth- Clase Media
Re: No place like London (libre)
Su tarde libre empezó cuando sus pies salieron con prisa, casi volando, del viejo teatro donde actuaban. Una o dos tardes a la semana había conseguido ganarse esa libertad de no tener que actuar. No es que no le gustase, al contrario, amaba por encima de todas las cosas subirse al escenario, enroscar su fino cuerpo en las telas y volar sobre las cabezas de un público sorprendido. La sensación de libertad, de ingravidez, de flotar, era mágica, adictiva, y a la vez, la peligrosidad de la tarea hacía de ella algo excitante. Cada actuación era única. Mas el contrapunto de aquellas actuaciones era el agotamiento físico que luego se extendía por todo su cuerpo. Sus músculos se agarrataban, gritaban de dolor al final de cada actuación. Se había acostumbrado a ese dolor físico. De algún modo, era satisfactorio. Ese dolor le indicaba que había hecho bien su trabajo, su número.
Aquella tarde, cuando el sol todavía estaba en la parte alta del cielo e iluminaba la ciudad con sus brillantes rayos, sintió que volaba de tal rapidez con que que corría. Esquivaba a los transeuntes con los que se cruzaba, aunque de vez en cuando no llegaba a apartarse a tiempo y su hombro chocaba contra el de alguna mujer despistada que elevava sus voces entre la muchedumbre para insultarla.
Su capa y su capucha roja ondeaban al viento. Sus mechones blancos flotaban como una nube alrededor de su cabeza, despeinada.
Finalmente sus pies, sucios de moverse descalza por las calles de la ciudad, sintieron la tierra batida tan caracteristica de los caminos de tierra que recorrían Hyde Park.
Uno de sus lugares favoritos. Se trataba del parque más grande de Londres. El más colorido, el más verde.. Sabía que allí, hacía casi el doble de la edad que tenía, se había celebrado una exposición para la cual habían creado un bello palacete de cristal que mas tarde fue retirado. A la joven abina le habría gustado visitarlo, pero por desgracia, ya no quedaba nada de aquel emplazamiento.
Una sonrisa asomó a sus labios nada mas adentrarse en aquel hermoso lugar. Apartó con sus blancos dedos la capucha carmesí que tapaba su rostro. Se había jurado mil y una veces que no volvería a portar esa capa, simbolo de aquella época en la que siempre debía esconderse de las miradas por miedo a los malos comentarios. Pero le tenía demasiado apego. Tenía tantos años como ella, y estaba algo desteñida, pero le protegía del viento, y para ella, abrigaba más que una capa de lana. Le abrigaba por el afecto que una persona especial había puesto en aquella capa cuando le fue entregada. Por eso no podía quitársela nunca.
La tierra crujió ligeramente ante sus pasos, una vez ya calmados, caminando sin prisa. Venir a relajarse a uno de aquellos parques tras una exhausta actuación era una de las sensaciones más gratificantes del mundo. Tumbarse en la hierba y sentir las cosquillas de las punzantes briznas sobre la nuca.. o hundir los pies en el estanque que había en medio del jardín y ver los pequeños peces coletear nerviosos entre sus piernas... Era casi una sensación que podía definirse como mágica
Aquella tarde, cuando el sol todavía estaba en la parte alta del cielo e iluminaba la ciudad con sus brillantes rayos, sintió que volaba de tal rapidez con que que corría. Esquivaba a los transeuntes con los que se cruzaba, aunque de vez en cuando no llegaba a apartarse a tiempo y su hombro chocaba contra el de alguna mujer despistada que elevava sus voces entre la muchedumbre para insultarla.
Su capa y su capucha roja ondeaban al viento. Sus mechones blancos flotaban como una nube alrededor de su cabeza, despeinada.
Finalmente sus pies, sucios de moverse descalza por las calles de la ciudad, sintieron la tierra batida tan caracteristica de los caminos de tierra que recorrían Hyde Park.
Uno de sus lugares favoritos. Se trataba del parque más grande de Londres. El más colorido, el más verde.. Sabía que allí, hacía casi el doble de la edad que tenía, se había celebrado una exposición para la cual habían creado un bello palacete de cristal que mas tarde fue retirado. A la joven abina le habría gustado visitarlo, pero por desgracia, ya no quedaba nada de aquel emplazamiento.
Una sonrisa asomó a sus labios nada mas adentrarse en aquel hermoso lugar. Apartó con sus blancos dedos la capucha carmesí que tapaba su rostro. Se había jurado mil y una veces que no volvería a portar esa capa, simbolo de aquella época en la que siempre debía esconderse de las miradas por miedo a los malos comentarios. Pero le tenía demasiado apego. Tenía tantos años como ella, y estaba algo desteñida, pero le protegía del viento, y para ella, abrigaba más que una capa de lana. Le abrigaba por el afecto que una persona especial había puesto en aquella capa cuando le fue entregada. Por eso no podía quitársela nunca.
La tierra crujió ligeramente ante sus pasos, una vez ya calmados, caminando sin prisa. Venir a relajarse a uno de aquellos parques tras una exhausta actuación era una de las sensaciones más gratificantes del mundo. Tumbarse en la hierba y sentir las cosquillas de las punzantes briznas sobre la nuca.. o hundir los pies en el estanque que había en medio del jardín y ver los pequeños peces coletear nerviosos entre sus piernas... Era casi una sensación que podía definirse como mágica
Los pequeños placeres de la vida
son aquellos que nos sacan la mejor de las sonrisas.
No hace falta que sea nada material. El dinero no da la felicidad.
A veces solo hace falta un sentimiento de paz para ser feliz.
son aquellos que nos sacan la mejor de las sonrisas.
No hace falta que sea nada material. El dinero no da la felicidad.
A veces solo hace falta un sentimiento de paz para ser feliz.
Re: No place like London (libre)
Sin duda lo que le había llamado la atención era la capa de aquella chica, era roja. El rojo era un color vivo, lleno de pasión, de movimiento, también era el color de la vida. Rojo era el color de la sangre que circulaba por las venas de cualquier humano, sangre que nos da la vida, y que nos mantiene calientes y apasionados. El rojo era un gran color.
Algo llamó su atención, más incluso que la capa en sí, cuando la muchacha se la apartó del rostro, su aspecto era el de una muñeca de nieve esculpida con delicadeza, su piel y su cabello eran tan sumamente claro que le sorprendieron. En ninguno de los sitios en los que había estado había visto nada similar, nunca se había topado con una mujer como aquella. Eso sin duda aumentaba sus deseos, su demonio interior le incitaba a acercarse, casi se lo exigía que lo hiciera, que lanzara sus redes sobre ella.
La observó durante unos instantes, al principio la chica había parecido una pequeña hada saltando y revoloteando por ahí, como una niña dulce y alegre disfrutando de un juego, ahora caminaba con pasos más calmados, de forma grácil y ligera, como si pesara lo mismo que una pluma, o al menos eso le pareció a Maxwell, eso le gustaba, sonrió, tanta delicadeza. Por un momento tuvo la sensación de que si llegaba a tocar, aunque solo fuera con un simple roce a esa chica la rompería. Luego se regañó a sí mismo por su propia estupidez, que la chica pareciera de porcelana no significaba que tuviera la misma fragilidad.
Se acercó a ella a pasos firmes y elegantes, seguro de sí mismo. Al llegar al lugar donde ella se encontraba le ofreció una sonrisa educada –Buenas tardes, señorita- dijo con voz suave, como la que usaría para hablarle a un gatito –¿no le parece que este parque es precioso?
Algo llamó su atención, más incluso que la capa en sí, cuando la muchacha se la apartó del rostro, su aspecto era el de una muñeca de nieve esculpida con delicadeza, su piel y su cabello eran tan sumamente claro que le sorprendieron. En ninguno de los sitios en los que había estado había visto nada similar, nunca se había topado con una mujer como aquella. Eso sin duda aumentaba sus deseos, su demonio interior le incitaba a acercarse, casi se lo exigía que lo hiciera, que lanzara sus redes sobre ella.
La observó durante unos instantes, al principio la chica había parecido una pequeña hada saltando y revoloteando por ahí, como una niña dulce y alegre disfrutando de un juego, ahora caminaba con pasos más calmados, de forma grácil y ligera, como si pesara lo mismo que una pluma, o al menos eso le pareció a Maxwell, eso le gustaba, sonrió, tanta delicadeza. Por un momento tuvo la sensación de que si llegaba a tocar, aunque solo fuera con un simple roce a esa chica la rompería. Luego se regañó a sí mismo por su propia estupidez, que la chica pareciera de porcelana no significaba que tuviera la misma fragilidad.
Se acercó a ella a pasos firmes y elegantes, seguro de sí mismo. Al llegar al lugar donde ella se encontraba le ofreció una sonrisa educada –Buenas tardes, señorita- dijo con voz suave, como la que usaría para hablarle a un gatito –¿no le parece que este parque es precioso?
Maxwell J. Dankworth- Clase Media
Re: No place like London (libre)
Sus ojos violaceos y curiosos se perdieron en los dorados destellos de luz que rebotaban en las tranquilas aguas del estanque. Solo las suaves ondas que los patos creaban con su nado rompían la superficien, yendo a morir contra el muro que bordeaba el estanque. Eran aquellas cosas, sencillas, detalles tontos e insignificantes los que sus ojos siempre captaban. Peqeños movimientos casi innapreciables.
La gente paseaba, como siempre, dotados de esa calma y tranquilidad que acompañaba siempre a los duques. En su vida, en su día a día, ellos no tenían que correr. No tenían prisa por llegar tarde a ningún lado.. El mundo se agachaba y arrodillaba ante aquellos que en su mano poseían todo el poder y el dinero. ¿Para que correr cuando el mismo mundo esperaba por ti?
Por un momento, fugaz, como siempre, aquel pensamiento la asoló. Si no hubiera sido abandonada, probablemente ella misma sería ahora una de esas aristócratas con la cara empolvada y con las costillas apretadas por las fuertes lazadas de un caro corsé. Apresada a la nobleza y a la alta alcurnia con suaves telas de seda. ¿Se podían tener unas cadenas tan vaporosas y delicadas que te apresasen con tanta fuerza a una vida como aquella? Sin duda, un tema muy debatible. Muchos nobles dirían que su vida no era estar apresados, pero se equivocaban. El dinero, los títulos nobiliarios, las riquezas... todo aquello te ataba a una vida de alto nivel en la que siempre tenías que mantenerte atento de que nadie atacase tu persona, de no quedar mal...
Los pobres sin embargo no tenian que preocuparse por aparentar siempre. Eran pobres, y se veía a simple vista. No se preocupaban por mostrar si tenían dinero o no... y a nadie le importaba.
En el fondo, Charlotte agradecía haber sido abandonada el día de su nacimiento. Sus padres le habían hecho el mejor regalo. La libertad de vivir una vida sin atarse al dinero, a lo material, a aquello que corrompía el alma y cambiaba a las personas. Sí que era cierto que había llevado una vida dura, que cuando era una niña de once años era expuesta en una feria como un deforme mono de circo.. Una vida dura pero que sin duda, lo que ahora le otorgaba, había vivido la pena vivirlo.
Soñadora como andaba, con la mente divagando en esas batallas mentales con su propio yo interior, no vió acercarse al joven hasta que se paró frente a ella con lo que a Charlotte le pareció, una hermosa sonrisa en el rostro. En realidad, lo vió acercarse, pero no contó con la remota idea de que el joven se parase frente a ella a saludarla. Si lo hubiera pensado, se habría tildado de ridícula. Pero sin embargo, allí, frente a ella, le hablaba con una voz suave y calmada y le mostraba una sonrisa similar a una suave caricia de terciopelo. Perfecta, suave. Exquisita. Sus inocentes ojos contemplaron al joven, que poseía una belleza como no había contemplado antes jamás. Era como si estufviera envuelto en un aura extraña, hipnotizante. La joven albina, pese a que tenía la costumbre de bajar siempre la mirada, avergonzada, aquella vez fue incapaz. Sería un pecado apartar la mirada de algo tan bello.
-Si... -balbuceó casi sin darse cuenta de la pregunta. Parpadeó un par de veces, como si quisiera despertar de un sueño, pero fue en vano. -Un parque precioso, mi señor.. Vengo a pasear siempre que puedo...- sus labios se curvaron en una tímida a la par que inocente sonrisa. - Sin duda es una de las cosas mas bellas que he visto jamás...- murmuró, aunque en aquel momento, sus palabras no se referían al parque en si mismo. Sino a ese extraño joven.
La gente paseaba, como siempre, dotados de esa calma y tranquilidad que acompañaba siempre a los duques. En su vida, en su día a día, ellos no tenían que correr. No tenían prisa por llegar tarde a ningún lado.. El mundo se agachaba y arrodillaba ante aquellos que en su mano poseían todo el poder y el dinero. ¿Para que correr cuando el mismo mundo esperaba por ti?
Por un momento, fugaz, como siempre, aquel pensamiento la asoló. Si no hubiera sido abandonada, probablemente ella misma sería ahora una de esas aristócratas con la cara empolvada y con las costillas apretadas por las fuertes lazadas de un caro corsé. Apresada a la nobleza y a la alta alcurnia con suaves telas de seda. ¿Se podían tener unas cadenas tan vaporosas y delicadas que te apresasen con tanta fuerza a una vida como aquella? Sin duda, un tema muy debatible. Muchos nobles dirían que su vida no era estar apresados, pero se equivocaban. El dinero, los títulos nobiliarios, las riquezas... todo aquello te ataba a una vida de alto nivel en la que siempre tenías que mantenerte atento de que nadie atacase tu persona, de no quedar mal...
Pero los pobres...
Los pobres sin embargo no tenian que preocuparse por aparentar siempre. Eran pobres, y se veía a simple vista. No se preocupaban por mostrar si tenían dinero o no... y a nadie le importaba.
En el fondo, Charlotte agradecía haber sido abandonada el día de su nacimiento. Sus padres le habían hecho el mejor regalo. La libertad de vivir una vida sin atarse al dinero, a lo material, a aquello que corrompía el alma y cambiaba a las personas. Sí que era cierto que había llevado una vida dura, que cuando era una niña de once años era expuesta en una feria como un deforme mono de circo.. Una vida dura pero que sin duda, lo que ahora le otorgaba, había vivido la pena vivirlo.
Soñadora como andaba, con la mente divagando en esas batallas mentales con su propio yo interior, no vió acercarse al joven hasta que se paró frente a ella con lo que a Charlotte le pareció, una hermosa sonrisa en el rostro. En realidad, lo vió acercarse, pero no contó con la remota idea de que el joven se parase frente a ella a saludarla. Si lo hubiera pensado, se habría tildado de ridícula. Pero sin embargo, allí, frente a ella, le hablaba con una voz suave y calmada y le mostraba una sonrisa similar a una suave caricia de terciopelo. Perfecta, suave. Exquisita. Sus inocentes ojos contemplaron al joven, que poseía una belleza como no había contemplado antes jamás. Era como si estufviera envuelto en un aura extraña, hipnotizante. La joven albina, pese a que tenía la costumbre de bajar siempre la mirada, avergonzada, aquella vez fue incapaz. Sería un pecado apartar la mirada de algo tan bello.
-Si... -balbuceó casi sin darse cuenta de la pregunta. Parpadeó un par de veces, como si quisiera despertar de un sueño, pero fue en vano. -Un parque precioso, mi señor.. Vengo a pasear siempre que puedo...- sus labios se curvaron en una tímida a la par que inocente sonrisa. - Sin duda es una de las cosas mas bellas que he visto jamás...- murmuró, aunque en aquel momento, sus palabras no se referían al parque en si mismo. Sino a ese extraño joven.
-Ese aura, perfecta, sensual... demoníaca
invadió y nubló todos sus sentidos.
Sus ojos captaron una belleza que no era de este mundo
sus oídos escucharon una música celestial en su voz
pero sabía, en el fondo, que se trataba de un ser mas oscuro que la noche.
Y aún así, la engañó.-
invadió y nubló todos sus sentidos.
Sus ojos captaron una belleza que no era de este mundo
sus oídos escucharon una música celestial en su voz
pero sabía, en el fondo, que se trataba de un ser mas oscuro que la noche.
Y aún así, la engañó.-
Re: No place like London (libre)
Maxwell mantuvo la sonrisa al observar que la chica le miraba. Todo juego empezaba con una mirada, ya sólo dependía de él continuar tejiendo sus redes con la habilidad que el demonio le había proporcionado tras la posesión, claro, que si él hubiera podido elegir no le habría dejado arraigar en su alma, pero eso lo había provocado su padre, y él no había tenido más remedio que aceptar la situación.
Su respuesta balbuceante le pareció adorable, pero no más adorable que la inocente sonrisa de aquella dama de nieve mostraba en su rostro. Lo inocente, lo dulce era tan contrario al demonio de su interior que le atraía aún más que la normalidad. Supongo que los demonios anhelaban destruír lo dulce y lo puro, pero a la vez les atraía.
Cuando la joven terminó de hablar Maxwell la observó durante unos breves segundos antes de hablar -Me encanta este lugar- comentó casual, como si solo quisiera mantener una conversación educada y simple. Obviamente ese no era su objetivo.
-Espero que disculpe mi atrevimiente, señorita-dijo educadamente -pero tiene usted los ojos más extraños y hermosos que jamás he visto-le sonrió -Y le juro que he visto muchas cosas-en cuanto habló recordó los lugares que había visitado y las maravillas que había visto y que extrañaba -Permitidme que me presente, señorita- dijo. Sonaba realmente como un caballero. Debido a su trabajo había tenido que acostumbrarse al trato cortés, y además estaba el resto de demonio que había en él -Mi nombre es Maxwell Dankworth, ¿podría conocer el nombre de una dama tan bella como vos?- la miró fijamente a los ojos, los suyos brillaban.
Su respuesta balbuceante le pareció adorable, pero no más adorable que la inocente sonrisa de aquella dama de nieve mostraba en su rostro. Lo inocente, lo dulce era tan contrario al demonio de su interior que le atraía aún más que la normalidad. Supongo que los demonios anhelaban destruír lo dulce y lo puro, pero a la vez les atraía.
Cuando la joven terminó de hablar Maxwell la observó durante unos breves segundos antes de hablar -Me encanta este lugar- comentó casual, como si solo quisiera mantener una conversación educada y simple. Obviamente ese no era su objetivo.
-Espero que disculpe mi atrevimiente, señorita-dijo educadamente -pero tiene usted los ojos más extraños y hermosos que jamás he visto-le sonrió -Y le juro que he visto muchas cosas-en cuanto habló recordó los lugares que había visitado y las maravillas que había visto y que extrañaba -Permitidme que me presente, señorita- dijo. Sonaba realmente como un caballero. Debido a su trabajo había tenido que acostumbrarse al trato cortés, y además estaba el resto de demonio que había en él -Mi nombre es Maxwell Dankworth, ¿podría conocer el nombre de una dama tan bella como vos?- la miró fijamente a los ojos, los suyos brillaban.
Maxwell J. Dankworth- Clase Media
Re: No place like London (libre)
Examinó cada uno de sus rasgos, maravillada con aquella belleza que, de algún modo, se le hacía una de las más extrañas, llamativas. Si alguien le hubiera preguntado qué era lo que le parecía más hermoso de todo, no habría sabido que responder. No eran sus ojos, astutos y sagaces. No eran sus rasgados pómulos ni los labios que se movían de una manera... perfecta. Era el conjunto de todo. Su porte elegante, sus movimientos corteses, la manera en que la miraba.. Absolutamente todo.
El conjunto y la suma de sus partes era perfecto.
-Tiene algo mágico.. ¿No cree? Los árboles, los caminos, los estanques... La gente-su voz se mostraba más tímida de lo habitual, hechizada por los encantos de aquel joven. Las siguientes palabras que salieron de su boca hicieron que sus mejillas empezasen a teñirse de un leve rubor. Quiso bajar la mirada de nuevo ante aquellos halagos, pero estaba como paralizada.
-No exagere, señor... -le dedicó una sonrisa y cuando le dijo su nombre, se inclino levemente, con la cabeza. Rompió, por un leve segundo, el contacto visual que había mantenido con aquel joven de angelical. Pero sabía que su alma en realidad no tenía nada de angelical, era negra como el carbón del mismísimo infierno.
-Charlotte. Charlotte Nightingale. Pero podéis llamarme Lottie, si queréis... - podeis llamarme como gustéis...
Aquel pensamiento surgió de mi mente como un grito desesperado que volvió a callarse tan rápido como apareció. -Me temo que el color de mis ojos se debe a una enfermedad, señor.. Algunos me temo que los tildaban de demoníacos, pero nunca de hermosos... aunque agradezco vuestros cumplidos, señor.- le respondió con una agradable sonrisa por aquellos cumplidos. -¿Qué clase de cosas ha visto, señor? -preguntó curiosa con aquella inocencia infantil que la caracterizaba.
El conjunto y la suma de sus partes era perfecto.
-Tiene algo mágico.. ¿No cree? Los árboles, los caminos, los estanques... La gente-su voz se mostraba más tímida de lo habitual, hechizada por los encantos de aquel joven. Las siguientes palabras que salieron de su boca hicieron que sus mejillas empezasen a teñirse de un leve rubor. Quiso bajar la mirada de nuevo ante aquellos halagos, pero estaba como paralizada.
-No exagere, señor... -le dedicó una sonrisa y cuando le dijo su nombre, se inclino levemente, con la cabeza. Rompió, por un leve segundo, el contacto visual que había mantenido con aquel joven de angelical. Pero sabía que su alma en realidad no tenía nada de angelical, era negra como el carbón del mismísimo infierno.
-Charlotte. Charlotte Nightingale. Pero podéis llamarme Lottie, si queréis... - podeis llamarme como gustéis...
Aquel pensamiento surgió de mi mente como un grito desesperado que volvió a callarse tan rápido como apareció. -Me temo que el color de mis ojos se debe a una enfermedad, señor.. Algunos me temo que los tildaban de demoníacos, pero nunca de hermosos... aunque agradezco vuestros cumplidos, señor.- le respondió con una agradable sonrisa por aquellos cumplidos. -¿Qué clase de cosas ha visto, señor? -preguntó curiosa con aquella inocencia infantil que la caracterizaba.
-Trató de ver a través de aquellos ojos
Sabía que, tras aquel velo de engaño
tras aquel encantamiento de perfección
se ocultaba un ser oscuro y terrible
capaz de devorarla
Sabía que, tras aquel velo de engaño
tras aquel encantamiento de perfección
se ocultaba un ser oscuro y terrible
capaz de devorarla
Re: No place like London (libre)
Sin duda- corroboró su comentario y se paró a pensar que era ella la que poseía un aura de mágia, como un hada de nieve pura e inocente. Buena. Él por su parte era un demonio, o al menos en parte, perverso y pervertido, nada bueno, pero no era algo que pensara decir en voz alta.
Sonrió al ver el rubor en las mejillas de la chica, quizás esa podría ser una forma de conquistarla, quizás seguiría por esa senda de ese momento en adelante, aunque tampoco de manera excesiva o demasiado insistente o temía que podría asustarla.
Es un placer conoceros, Lottie- cogió con delicadeza su mano y depositó un suave beso en el dorso se esta.
La escuchó cuando comenzo a explicar el origen de sus ojos, y no pudo contener una risa suave cuando nombró la palabra demoníacos -Le aseguro que las personas que han dicho que sus ojos son demoníacos no tienen ni idea de cómo es un demonio- le sonrió con calidez -Y usted podría ser descendiente directa del ángel más bello del cielo- esa mención a los ángeles le hizo removerse en su interior, hasta Lucifer había sido un ángel una vez, pero cayó. Sinceramente creía más en el rey de las tinieblas que en Dios.
Le encantó descubrir la curiosidad de Lottie, él podía contarle muchas cosas, hablarle de lugares que parecían sacados de historias fantásticas. Él podía enseñarle muchas cosas, pero no todas eran buenas. Pero sin duda, su curiosidad era otra puerta abierta para acercarse a ella, podría intentar embaucarla con historias, hacer que en su mente se formaran los paisajes exóticos que él había visto, que pudiera sentir en aire distinto e incluso percibir el olor, todo a través de las palabras.
-Os contaré todo lo que he visto si accedéis a pasear conmigo mientras os lo cuento, ¿qué os parece mi propuesta?
Sonrió al ver el rubor en las mejillas de la chica, quizás esa podría ser una forma de conquistarla, quizás seguiría por esa senda de ese momento en adelante, aunque tampoco de manera excesiva o demasiado insistente o temía que podría asustarla.
Es un placer conoceros, Lottie- cogió con delicadeza su mano y depositó un suave beso en el dorso se esta.
La escuchó cuando comenzo a explicar el origen de sus ojos, y no pudo contener una risa suave cuando nombró la palabra demoníacos -Le aseguro que las personas que han dicho que sus ojos son demoníacos no tienen ni idea de cómo es un demonio- le sonrió con calidez -Y usted podría ser descendiente directa del ángel más bello del cielo- esa mención a los ángeles le hizo removerse en su interior, hasta Lucifer había sido un ángel una vez, pero cayó. Sinceramente creía más en el rey de las tinieblas que en Dios.
Le encantó descubrir la curiosidad de Lottie, él podía contarle muchas cosas, hablarle de lugares que parecían sacados de historias fantásticas. Él podía enseñarle muchas cosas, pero no todas eran buenas. Pero sin duda, su curiosidad era otra puerta abierta para acercarse a ella, podría intentar embaucarla con historias, hacer que en su mente se formaran los paisajes exóticos que él había visto, que pudiera sentir en aire distinto e incluso percibir el olor, todo a través de las palabras.
-Os contaré todo lo que he visto si accedéis a pasear conmigo mientras os lo cuento, ¿qué os parece mi propuesta?
Maxwell J. Dankworth- Clase Media
Re: No place like London (libre)
Por mucho que lo intentara, había una extraña fuerza, quien sabe si divina, demoníaca, o de qué procedencia que impedían que sus ojos se apartasen de los de aquel joven. Algo a lo que en realidad, no estaba acostumbrada. Tendía a bajar la mirada ante los ojos de aquellos de una clase superior a la suya... En realidad, tendía a bajar a mirada con toda aquella persona con la que hablaba. Los primeros años en el circo, así como su infancia en aquel hospicio hicieron que su confianza minase bastante en si misma y tendiera a no atreverse a mirar a los demás a los ojos.
De nuevo aquella sonrisa se extendió por el rostro del joven, perfecta en su totalidad, blanca... Charlotte estaba convencida de que una sonrisa como aquella podría iluminar hasta el más gris de los días, por muy tormentoso que fuera.
Negó con la cabeza, sin dejar de sonreír, ante aquellos halagos. Su pelo blanco y liviano se movió ante aquel movimiento, casi escondiendo su rostro por unos segundos. -No creo que sea así, señor.. Simplemente no están acostumbrados y lo ven como algo extraño.. En cuanto a lo de ángel.. lo dudo, mi señor. Ellos se supone que moran en el cielo y sin embargo, yo estoy aquí.. Así que me temo que se equivoca... Mas agradezco sus palabras, Señor Dankworth. Son las mejores que he oido en mucho tiempo...
Sabía que no era un ángel, claramente, pero había veces, momentos, en los que se sentía como tal. No por sus ojos, ni por su pelo, ni por su color blanco y puro. Sino más bien por la sensación que le provocaba volar entre sus telas, agarrar una y pasar a otra, a varios metros... Sentirse ingrávida, sin peso.. volar sin alas. El momento en que era un angel sin alas.
Sus ojos se abrieron sorprendidos ante tal propuesta y casi le faltó tiempo para aceptar, casi de una manera ansiosa. Ella no solía comportarse así, y menos con desconocidos. Tendía a ser mas de mirada baja, de pocas palabras a menos que cogiera confianza... Pero aquel joven creaba una extraña reacción en su interior, que bullía y ardía como un volcán. Cuanto más hablaba él, cuanto más la miraba... más hervía su interior.
-Sería un honor para mi, señor Dankworth, que me permitierais disfrutar de vuestra presencia... Seré una mujer dichosa de poder escuchar de vuestra boca todo lo que un señor como vos ha vivido.. Todas las historias... - casi saltó de alegría. ¿Qué le ocurría?
Esa no era para nada su manera de comportarse. Pese a haber sido criada en un orfanato, tenía buenos modales. La criada que trabajaba en casa de sus padres, a quien le debía la vida en realidad, se aseguró de educarla bien, enseñándole ella misma a leer, escribir, cómo comportarse ante la gente... Y no era la manera.
Pero era como cuando había estado aquella vez bajo los extraños efectos del opio... Solo que esta vez, era consciente de todo.
De nuevo aquella sonrisa se extendió por el rostro del joven, perfecta en su totalidad, blanca... Charlotte estaba convencida de que una sonrisa como aquella podría iluminar hasta el más gris de los días, por muy tormentoso que fuera.
Negó con la cabeza, sin dejar de sonreír, ante aquellos halagos. Su pelo blanco y liviano se movió ante aquel movimiento, casi escondiendo su rostro por unos segundos. -No creo que sea así, señor.. Simplemente no están acostumbrados y lo ven como algo extraño.. En cuanto a lo de ángel.. lo dudo, mi señor. Ellos se supone que moran en el cielo y sin embargo, yo estoy aquí.. Así que me temo que se equivoca... Mas agradezco sus palabras, Señor Dankworth. Son las mejores que he oido en mucho tiempo...
Sabía que no era un ángel, claramente, pero había veces, momentos, en los que se sentía como tal. No por sus ojos, ni por su pelo, ni por su color blanco y puro. Sino más bien por la sensación que le provocaba volar entre sus telas, agarrar una y pasar a otra, a varios metros... Sentirse ingrávida, sin peso.. volar sin alas. El momento en que era un angel sin alas.
Sus ojos se abrieron sorprendidos ante tal propuesta y casi le faltó tiempo para aceptar, casi de una manera ansiosa. Ella no solía comportarse así, y menos con desconocidos. Tendía a ser mas de mirada baja, de pocas palabras a menos que cogiera confianza... Pero aquel joven creaba una extraña reacción en su interior, que bullía y ardía como un volcán. Cuanto más hablaba él, cuanto más la miraba... más hervía su interior.
-Sería un honor para mi, señor Dankworth, que me permitierais disfrutar de vuestra presencia... Seré una mujer dichosa de poder escuchar de vuestra boca todo lo que un señor como vos ha vivido.. Todas las historias... - casi saltó de alegría. ¿Qué le ocurría?
Esa no era para nada su manera de comportarse. Pese a haber sido criada en un orfanato, tenía buenos modales. La criada que trabajaba en casa de sus padres, a quien le debía la vida en realidad, se aseguró de educarla bien, enseñándole ella misma a leer, escribir, cómo comportarse ante la gente... Y no era la manera.
Pero era como cuando había estado aquella vez bajo los extraños efectos del opio... Solo que esta vez, era consciente de todo.
Incapaz de apartarme de ese hombre
habría vendido mi alma al mismo diablo
con tal de poder pasar aunque solo fuera
un segundo más contemplando esos ojos
habría vendido mi alma al mismo diablo
con tal de poder pasar aunque solo fuera
un segundo más contemplando esos ojos
Re: No place like London (libre)
Hay quien dice que el cielo y el infierno están en realidad en la tierra, y que cada uno elige dónde estar, y sinceramente, creo que usted es un ángel que mora por las vidas de todos los que tratan con usted- dijo con la calidez y la amabilidad tiñiendo su voz, mientras en sus labios mantenía una sonrisa suave -No tiene que agradecer mis palabras señorita-le sonrió mirándola a los ojos con complicidad, como si compartieran un secreto que nadie más sabía, como si de alguna manera estubiera conectados -Una señorita como usted debería oír palabras como esas tan amenudo que se cannsara de ellas-mantenía la mirada fija en sus ojos. Los suyos, azules, claros, brillaban, realmente estaba disfrutando.
Sonrió más ampliamente al ver que Charlotte aceptaba con entusiasmo su propuesta. Poco a poco, la red que había ido tejiendo a base de miradas, sonrisas, halagos y palabras , estaba creciendo y comenzada a envolver a su interlocutora. Eso era justo lo que Maxwell quería, envolverla, que no pudiera soportar la idea de apartarse de él, que le permitiera acercarse a ella tanto cuanto quisiera.
A veces le gustaba llevar el juego a un ritmo lento, para conseguir su objetivo al cabo de unos días, aunque tampoco esperaba demasiados, ya que si lo hacía los restos de demonio de su interior le hacían removerse y alterarse, y acaba haciendo cosas poco caballerosas, y con personas que realmente no le atraían, pero que eran más fáciles de conseguir.
Para mí sí que es un gran honor que haya aceptado pasear conmigo, así podré seguir disfrutando de su agradable compañía- levantó leve y educadamente el brazo para que si ella quisiera pudiera tomarlo para pasear juntos, era un simple gesto cortés en apariencia, pero ya era un primer contacto -Si os parece bien podría empezar hablándole de las maravillas que vi en Egípto.
Sonrió más ampliamente al ver que Charlotte aceptaba con entusiasmo su propuesta. Poco a poco, la red que había ido tejiendo a base de miradas, sonrisas, halagos y palabras , estaba creciendo y comenzada a envolver a su interlocutora. Eso era justo lo que Maxwell quería, envolverla, que no pudiera soportar la idea de apartarse de él, que le permitiera acercarse a ella tanto cuanto quisiera.
A veces le gustaba llevar el juego a un ritmo lento, para conseguir su objetivo al cabo de unos días, aunque tampoco esperaba demasiados, ya que si lo hacía los restos de demonio de su interior le hacían removerse y alterarse, y acaba haciendo cosas poco caballerosas, y con personas que realmente no le atraían, pero que eran más fáciles de conseguir.
Para mí sí que es un gran honor que haya aceptado pasear conmigo, así podré seguir disfrutando de su agradable compañía- levantó leve y educadamente el brazo para que si ella quisiera pudiera tomarlo para pasear juntos, era un simple gesto cortés en apariencia, pero ya era un primer contacto -Si os parece bien podría empezar hablándole de las maravillas que vi en Egípto.
Maxwell J. Dankworth- Clase Media
Re: No place like London (libre)
Conforme aquel joven hablaba, más y más cautivaba a la pequeña albina, siempre soñadora y ansiosa por conocer nuevas historias, leyendas...
Se le hacía extraño que un joven como aquel, con ese aspecto refinado, tan hermoso, tuviera hacia ella esas buenas palabras y halagos... Estaba acostumbrada a otros tratos menos... amables..
¡Monstruo... Eres un monstruo! - escuchaba las voces de burla mientras bajaba la mirada ante la gente que pasaba por el circo. Los dedos la señalaban y los insultos volaban hacia ella como lo hacían, ocasionalmente, frutas podridas. Rodrick, un compañero de circo que padecía una deformidad física que le impedía crecer y tenía la estatura de un niño de cinco años, sufría los mismos abusos y ataques que ella, solo que con la diferencia de que él ya se había acostumbrado y había logrado entender que esa era su vida, tal y como era, y que se aceptaba... A Charlotte no le pasaba lo mismo por desgracia...
Volvió a dedicarle una sonrisa, aunque esta vez ya no tan sonrojada. -Me temo que la vida ha querido que no reciba esas palabras, señor.. Mas carece de importancia...- ladeó el rostro ligeramente, sin percatarse del peligro que estaba cerniendose sobre ella, y contempló sorprendida y ruborizada como le tendía el brazo.
Nunca nadie, absolutamente nadie, había tenido aquel gesto con ella.
Lo cogió, casi con temor, pensando que en algún momento esa magia iba a deshacerse como si no hubiera existido nunca... ¿Era posible que alguien como él prestase tanta atención, dedicase tan buenas palabras a una pordiosera como ella
Aún cohibida y con la mirada baja, sus dedos se enroscaron en aquel brazo, maravillados con la fuerza que precía desprender, con la suavidad de la tela.. con la actitud entera del joven.
-Egipto..- su voz sonó maravillada, toda ella estaba maravillada, incapaz de apartar la mirada de él... ¿Qué tenía? ¿Qué le hacía para que no pudiera dejar de pensar en él? -He leido mucho sobre ese lugar.. Pero nunca he conocido a nadie que lo haya visitado... Decidme.. ¿Son tan altas las piramides como las ilustraciones que se muestran en los libros?
Se le hacía extraño que un joven como aquel, con ese aspecto refinado, tan hermoso, tuviera hacia ella esas buenas palabras y halagos... Estaba acostumbrada a otros tratos menos... amables..
¡Monstruo... Eres un monstruo! - escuchaba las voces de burla mientras bajaba la mirada ante la gente que pasaba por el circo. Los dedos la señalaban y los insultos volaban hacia ella como lo hacían, ocasionalmente, frutas podridas. Rodrick, un compañero de circo que padecía una deformidad física que le impedía crecer y tenía la estatura de un niño de cinco años, sufría los mismos abusos y ataques que ella, solo que con la diferencia de que él ya se había acostumbrado y había logrado entender que esa era su vida, tal y como era, y que se aceptaba... A Charlotte no le pasaba lo mismo por desgracia...
Volvió a dedicarle una sonrisa, aunque esta vez ya no tan sonrojada. -Me temo que la vida ha querido que no reciba esas palabras, señor.. Mas carece de importancia...- ladeó el rostro ligeramente, sin percatarse del peligro que estaba cerniendose sobre ella, y contempló sorprendida y ruborizada como le tendía el brazo.
Nunca nadie, absolutamente nadie, había tenido aquel gesto con ella.
Lo cogió, casi con temor, pensando que en algún momento esa magia iba a deshacerse como si no hubiera existido nunca... ¿Era posible que alguien como él prestase tanta atención, dedicase tan buenas palabras a una pordiosera como ella
Aún cohibida y con la mirada baja, sus dedos se enroscaron en aquel brazo, maravillados con la fuerza que precía desprender, con la suavidad de la tela.. con la actitud entera del joven.
-Egipto..- su voz sonó maravillada, toda ella estaba maravillada, incapaz de apartar la mirada de él... ¿Qué tenía? ¿Qué le hacía para que no pudiera dejar de pensar en él? -He leido mucho sobre ese lugar.. Pero nunca he conocido a nadie que lo haya visitado... Decidme.. ¿Son tan altas las piramides como las ilustraciones que se muestran en los libros?
-Era un espiritu curioso
incapaz de ser satisfecho
quería saber más.. pero en realidad
quería saber más de aquel extraño hombre
incapaz de ser satisfecho
quería saber más.. pero en realidad
quería saber más de aquel extraño hombre
Re: No place like London (libre)
Mostró una expresión de tristeza y de disculpa ante las palabras de la chica Es un verdadera lástima, os merecéis todos y cada uno de los halagos que oigáis, sois la mujer más bella y única que he visto en mi vida - dijo mirándola fijamente a los ojos. Aquello no era mentira, nunca había visto a una mujer como ella, era única, y era muy bella, al menos a sus ojos, así se imaginaba a un ángel. Blanco había sido el color de la dulce muerte que casi le salvó de su demonio, mientras el cura le lanzaba agua bendita y exclamaba palabras en latín. No pudo evitar, al recordar ese momento, mirar el blanco cabello de Charlotte. Ella encarnaba el recuerdo de su salvación, pero él ahora no era más que un demonio sediento de pecada. Vivía para pecar y moriría pecando.
Sonrió al ver cómo Lottie agarraba su brazo, tal como él había deseado que pasara. Durante un instante apoyó su otra mano sobra la mano con la que Charlotte había agarrado su brazo, en un gesto cariñoso y protector, y se sorprendió de que, pese a ser él bastante pálido al contrastar su piel con la de ella ya no lo parecía tanto.
Apartó la mano de la suya y comenzó a caminar por Hyde Park mientras escuchaba las palabras de la dulce chica que le acompañaba, sonaba tan curiosa, tan soñadora… algo dentro de Max se enterneció, y luego se estremeció, como si su antiguo yo quisiera abrirse paso por encima de la marca del demonio. Por suerte aquella sensación no duró demasiado y la olvidó por completo cuando se dispuso a hablar.
-Tan altas o más- sonrió –Pensad que era la forma que tenían los faraones de ser recordados, son enormes, y los hombres no se atreven a adentrarse en ellas, dicen que están llenas de trampas y maldiciones, pero también de tesoros, yo pienso sinceramente que sería interesante entrar en una- dijo ilusión, era un espíritu aventurero, con ansias de explorar y descubrir –Otra cosa increíble de Egipto es el río Nilo y el faro de Alejandría que guiaba a los marineros hacia el puerto- le contó como principio y esperó a que ella le preguntara más cosas.
Sonrió al ver cómo Lottie agarraba su brazo, tal como él había deseado que pasara. Durante un instante apoyó su otra mano sobra la mano con la que Charlotte había agarrado su brazo, en un gesto cariñoso y protector, y se sorprendió de que, pese a ser él bastante pálido al contrastar su piel con la de ella ya no lo parecía tanto.
Apartó la mano de la suya y comenzó a caminar por Hyde Park mientras escuchaba las palabras de la dulce chica que le acompañaba, sonaba tan curiosa, tan soñadora… algo dentro de Max se enterneció, y luego se estremeció, como si su antiguo yo quisiera abrirse paso por encima de la marca del demonio. Por suerte aquella sensación no duró demasiado y la olvidó por completo cuando se dispuso a hablar.
-Tan altas o más- sonrió –Pensad que era la forma que tenían los faraones de ser recordados, son enormes, y los hombres no se atreven a adentrarse en ellas, dicen que están llenas de trampas y maldiciones, pero también de tesoros, yo pienso sinceramente que sería interesante entrar en una- dijo ilusión, era un espíritu aventurero, con ansias de explorar y descubrir –Otra cosa increíble de Egipto es el río Nilo y el faro de Alejandría que guiaba a los marineros hacia el puerto- le contó como principio y esperó a que ella le preguntara más cosas.
Maxwell J. Dankworth- Clase Media
Re: No place like London (libre)
Charlotte no pudo evitar bajar la mirada, algo sonrojada mientras sus pies empezaron a moverse, despacio, caminando a su lado. -Vos me veis con buenos ojos y con una mente mucho más abierta... La mayoría de la sociedad no es capaz de ver las cosas de una manera más abierta, no tan retrógrada..- suspiró casi pesadamente, pero a los pocos segundos volvió a sonreir, alegre, contenta.
Era imposible no estarlo si se encontraba en la compañía de aquel hombre. Nada ni nadie podría mermar su ánimo, su curiosidad... Y menos el pasado. Un pasado horrible... No. No le hundiría.
-Me encantaría llegar a verlas algún día.. He leido sobre ellas y... -pensó durante unos segundos una palabra, pero ninguna le parecía adecuada para describiras.] - No me imagino lo que es estar plantado de pie ante algo tan imponente....- sus ojos intentaron desviarse unos segundos. Llegaron a contemplar las personas que caminaban cerca de ellos. Mas los reconoció como figuras, siluetas oscuras... No eran nada más en comparación con lo que era la persona que tenía a su lado. Podía notar el calor de su cuerpo a su lado, pegado al de ella. Aquello casi le dejó sin respiración.
-¿Visitó esos lugares hace mucho tiempo, señor?- a sus ojos, era un joven de no mucha edad. La suya.. quizá como mucho llegase a los veinte. pero lo dudaba. Todavía brilaba en sus ojos ese brillo caracteristico de los jovenes, de los adolescentes. -Yo me temo que solo he viajado a Francia, y Paris. No son lugares tan impresionantes... pero sin duda también son preciosos... Además, Paris en invierno es precioso... - de reojo contemplaba su perfil. No había manera de que sus ojos se se despegasen. Algo muy extraño, pues no estaba acosstumbrada, nada acostumbrada, a mirar a alguien con tanto descaro....Pero lo deseaba.
Por dios... Lo deseaba como nunca había deseado una persona... Pero no sabía el motivo. No sabía porqué su alma estaba tan ansiosa por aquel hombre...
Era imposible no estarlo si se encontraba en la compañía de aquel hombre. Nada ni nadie podría mermar su ánimo, su curiosidad... Y menos el pasado. Un pasado horrible... No. No le hundiría.
-Me encantaría llegar a verlas algún día.. He leido sobre ellas y... -pensó durante unos segundos una palabra, pero ninguna le parecía adecuada para describiras.] - No me imagino lo que es estar plantado de pie ante algo tan imponente....- sus ojos intentaron desviarse unos segundos. Llegaron a contemplar las personas que caminaban cerca de ellos. Mas los reconoció como figuras, siluetas oscuras... No eran nada más en comparación con lo que era la persona que tenía a su lado. Podía notar el calor de su cuerpo a su lado, pegado al de ella. Aquello casi le dejó sin respiración.
-¿Visitó esos lugares hace mucho tiempo, señor?- a sus ojos, era un joven de no mucha edad. La suya.. quizá como mucho llegase a los veinte. pero lo dudaba. Todavía brilaba en sus ojos ese brillo caracteristico de los jovenes, de los adolescentes. -Yo me temo que solo he viajado a Francia, y Paris. No son lugares tan impresionantes... pero sin duda también son preciosos... Además, Paris en invierno es precioso... - de reojo contemplaba su perfil. No había manera de que sus ojos se se despegasen. Algo muy extraño, pues no estaba acosstumbrada, nada acostumbrada, a mirar a alguien con tanto descaro....Pero lo deseaba.
Por dios... Lo deseaba como nunca había deseado una persona... Pero no sabía el motivo. No sabía porqué su alma estaba tan ansiosa por aquel hombre...
Era todo una treta, un engaño.
Nada era real.
Pero sus palabras, sus gestos y sus miradas
cautivaron mi alma
sin posibilidad de escapar
Nada era real.
Pero sus palabras, sus gestos y sus miradas
cautivaron mi alma
sin posibilidad de escapar
Re: No place like London (libre)
La sociedad debería abrir los ojos, viajar más y no juzgar a lo desconocido - dijo cargado de razones. Vivían en una sociedad tradicional, muy tradicional, donde la gente espera unas ciertas cosas de las personas, pero Maxwell sabía de sobra que todo el mundo tenía algo que esconder, buenos maridos y padres que engañaban a sus esposas y viceversa, hijos que robaban a sus padres, e incluso, como en su propio caso, padres que abusaban de sus hijos. No, nadie era perfecto, todos escondían maldad bajo sus fachadas perfectas, y pensaba que eso les daba derecho a juzgar a todo aquel con una faceta diferente, era algo que realmente le indignaba. Algo de él había sobrevivido tras el exorcismo, aunque solo hubiese sido un poco.
Le fue imposible borrar la sonrisa cuando escuchó a Charlotte hablar tan emocionada sobre las pirámides. Su demonio le estaba recordando constantemente lo que debía hacer, pero a la vez estaba calmado, estaba dejando pasar las cosas sin prisa, debía acercarse a la chica con tranquilidad, como si fuera un gatito, pues temía que pudiera asustarla.
-Algún día me gustaría volver a Egipto, tal vez os gustaría acompañarme- dejó caer las palabras como si fueran una suave lluvia de gotas de perfume, dejando que envolvieran a Charlotte como un abrazo insinuante.
Alzó las cejas ante su pregunta. Maxwell recordaba los lugares que había visitado con tanta nitidez que le daba la impresión de que había estado el día anterior, pero lo cierto era que ya había pasado un tiempo.
-Hace al menos tres años desde que visité Egipto, pero aparte he visto otros lugares- una media sonrisa adornó su rostro. Había visto lugares realmente exóticos, y ahora se le hacía extraño volver a estar en la formal Londres Victoriana –Nunca he visto París, me encantaría verlo, quizás algún día vuelva a subirme a un barco y viaje de nuevo- dijo, y su voz sonó anhelante, ansiaba la aventura, explorar lo desconocido.
Le fue imposible borrar la sonrisa cuando escuchó a Charlotte hablar tan emocionada sobre las pirámides. Su demonio le estaba recordando constantemente lo que debía hacer, pero a la vez estaba calmado, estaba dejando pasar las cosas sin prisa, debía acercarse a la chica con tranquilidad, como si fuera un gatito, pues temía que pudiera asustarla.
-Algún día me gustaría volver a Egipto, tal vez os gustaría acompañarme- dejó caer las palabras como si fueran una suave lluvia de gotas de perfume, dejando que envolvieran a Charlotte como un abrazo insinuante.
Alzó las cejas ante su pregunta. Maxwell recordaba los lugares que había visitado con tanta nitidez que le daba la impresión de que había estado el día anterior, pero lo cierto era que ya había pasado un tiempo.
-Hace al menos tres años desde que visité Egipto, pero aparte he visto otros lugares- una media sonrisa adornó su rostro. Había visto lugares realmente exóticos, y ahora se le hacía extraño volver a estar en la formal Londres Victoriana –Nunca he visto París, me encantaría verlo, quizás algún día vuelva a subirme a un barco y viaje de nuevo- dijo, y su voz sonó anhelante, ansiaba la aventura, explorar lo desconocido.
Maxwell J. Dankworth- Clase Media
Temas similares
» Un bonito paseo [Libre]
» We’ll be dressed up all in blue {LIBRE}
» ¿Perdida yo? Ciertamente puede que sí [Libre]
» La soledad del vampiro fugado [libre]
» Y sera tu ultima vez...-Libre- ( Escenas fuertes)
» We’ll be dressed up all in blue {LIBRE}
» ¿Perdida yo? Ciertamente puede que sí [Libre]
» La soledad del vampiro fugado [libre]
» Y sera tu ultima vez...-Libre- ( Escenas fuertes)
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Lun Nov 30, 2015 2:53 pm por Invitado
» Fading Rain [Evelyn Wolfe]
Dom Nov 15, 2015 5:42 pm por Evelyn Wolfe
» Ausencia vampírica
Miér Nov 11, 2015 7:00 pm por Leonardo Alighieri
» La Duquesa
Miér Nov 04, 2015 3:11 pm por Victoria S. Chasseur
» ¿Cómo matarías al de arriba?
Dom Nov 01, 2015 9:49 pm por Victoria S. Chasseur
» Devonshire (Privado)
Dom Nov 01, 2015 8:51 pm por Mary Anne D'Uberville
» Quizás podamos ayudarnos (Evelyn)
Dom Nov 01, 2015 1:48 pm por Benjamin Hammilton
» I don't know you, but I want to || Arthur
Miér Oct 28, 2015 8:03 pm por Arthur Wolfe
» Krory Milium || Afiliación Hermana
Mar Oct 27, 2015 12:22 pm por Invitado
» Club de lectura [Alarik von Kleist]
Mar Oct 27, 2015 10:30 am por Mia Marlowe