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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
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Expediente de Aloysia
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Expediente de Aloysia
Aloysia Bellerose
Vampiros | Clase Media | 24 ("murió" con 19 ) | Heterosexual | PB: Sierra Boggess |
Descripción Psicológica
Pese a haber nacido en un ambiente adinerado y ciertamente elitista, Aloysia solía ser dulce y amable. Por supuesto, también era caprichosa y exigente, pero es que pudiendo tener cualquier cosa que se le antojara, ¿por qué privarse de ello? Aún así, no era una persona especialmente soberbia ni clasista, lo cual, combinado con su carisma, su belleza y sus buenos modales le dotaba de un aura encantadora.
Curiosa y aventurera, más por el amor al conocimiento que por valentía. Siempre ha sido bastante inteligente, y nunca permitió que su condición de mujer la privara de conocer más. De esa forma, consiguió aprender varios idiomas, como inglés, español e italiano, sin contar con su francés natal.
Sin embargo, todo eso cambió cuando se convirtió en vampiresa o, más bien, lo ocultó bajo una fachada que sirve para esconder y proteger su alma, si es que aun le queda de eso. Sabe que siendo lo que es ahora, no puede permitirse ser amable y delicada como era antes, pues eso solo la hará ser más débil. Además, teme a su creador, por el que también siente una extraña fascinación, lo cual la horroriza. Sea como sea, ya nada tiene que ver con la joven que fue años atrás o, al menos, trata de no aparentarlo.
Su carácter caprichoso ha evolucionado, sacando lo peor de ella. Ahora es mucho más exigente y necesita que todo lo que desea se realice justo como y cuando ella quiere. Si no lo logra, se enfadará. Por supuesto, no montará una escena, simplemente dejará ver que está algo molesta y pensará una forma de vengarse más adelante.
También ha dejado de lado la modestia que antaño la hacía ser la dama perfecta. Adora ser el centro del mundo, y para ello no duda en vestir a la última moda, no teniendo reparos a la hora de gastar dinero en magníficos trajes. Terciopelos, sedas, brocados, damascos, encajes... Mientras más suntuoso, mejor. Además, ella no paga los excesos. Esta actitud frívola hace que llame la atención, claro, especialmente en una sociedad como la victoriana, donde la sobriedad es un requisito imprescindible en la etiqueta. Pero ella no tiene ninguna intención de vivir como dictan los idiotas de los ingleses. Pese a todo, no ha perdido sus modales ni su sonrisa, que ayudan a disimular su carácter frente a desconocidos que le puedan ser de utilidad, o la cena.
Pese a todo, su verdadero ser hace que se sienta, de alguna forma, culpable por alimentarse de humanos, aunque poco a poco va dejando atrás cualquier culpa o remordimiento. Aún así, sigue sintiendo una suerte de empatía por los humanos, quizás porque las personas que más le importan lo son.
Curiosa y aventurera, más por el amor al conocimiento que por valentía. Siempre ha sido bastante inteligente, y nunca permitió que su condición de mujer la privara de conocer más. De esa forma, consiguió aprender varios idiomas, como inglés, español e italiano, sin contar con su francés natal.
Sin embargo, todo eso cambió cuando se convirtió en vampiresa o, más bien, lo ocultó bajo una fachada que sirve para esconder y proteger su alma, si es que aun le queda de eso. Sabe que siendo lo que es ahora, no puede permitirse ser amable y delicada como era antes, pues eso solo la hará ser más débil. Además, teme a su creador, por el que también siente una extraña fascinación, lo cual la horroriza. Sea como sea, ya nada tiene que ver con la joven que fue años atrás o, al menos, trata de no aparentarlo.
Su carácter caprichoso ha evolucionado, sacando lo peor de ella. Ahora es mucho más exigente y necesita que todo lo que desea se realice justo como y cuando ella quiere. Si no lo logra, se enfadará. Por supuesto, no montará una escena, simplemente dejará ver que está algo molesta y pensará una forma de vengarse más adelante.
También ha dejado de lado la modestia que antaño la hacía ser la dama perfecta. Adora ser el centro del mundo, y para ello no duda en vestir a la última moda, no teniendo reparos a la hora de gastar dinero en magníficos trajes. Terciopelos, sedas, brocados, damascos, encajes... Mientras más suntuoso, mejor. Además, ella no paga los excesos. Esta actitud frívola hace que llame la atención, claro, especialmente en una sociedad como la victoriana, donde la sobriedad es un requisito imprescindible en la etiqueta. Pero ella no tiene ninguna intención de vivir como dictan los idiotas de los ingleses. Pese a todo, no ha perdido sus modales ni su sonrisa, que ayudan a disimular su carácter frente a desconocidos que le puedan ser de utilidad, o la cena.
Pese a todo, su verdadero ser hace que se sienta, de alguna forma, culpable por alimentarse de humanos, aunque poco a poco va dejando atrás cualquier culpa o remordimiento. Aún así, sigue sintiendo una suerte de empatía por los humanos, quizás porque las personas que más le importan lo son.
Historia
Nacida en una adinerada familia burguesa francesa, a Aloysia nunca le faltó de nada. Tuvo la mejor educación que podía esperar una jovencita de su edad, aunque, por desgracia, solo tuvo eso, la educación de una señorita.
Las enseñanzas que podría haber recibido un chico no llegaron nunca a la joven Aloysia, lo que hizo que desarrollara un carácter curioso y un amor incondicional a los libros, pues ahí podía encontrar todo aquello que no querían enseñarle a ella por el simple hecho de ser mujer. Pese a todo, nunca expresó su descontento en voz alta ni dio señales de estar molesta por ello. Era lo suficientemente inteligente como para saber que mientras menos motivos de sospecha diera, más libertad tendría.
Cuando tenía quince años, conoció a Ryan, un joven irlandés cuyos padres acababan de morir y se había mudado con sus tíos a Francia. Conforme pasaban los años, su relación pasó de la simple amistad a algo más. Sorprendentemente, y en una sociedad así, dos jóvenes enamorados se prometieron, sin que ninguna de las familias implicadas se negara, más bien lo contrario.
Todo parecía ser maravilloso, como un sueño. Solo que los sueños no pueden durar para siempre. Y este acabó en una fiesta, dando paso a la pesadilla.
Aloysia nunca le había visto, y quizás por ello se acercó a él, o por curiosidad. O quizás simplemente porque así lo quiso el destino. Fuera como fuese, habló con él. Y él con ella. Y su vida nunca volvió a ser igual.
Él se enteró de que estaba prometida, pero le gustaba. Y era extraño que a un vampiro con tantos siglos a sus espaldas le gustara alguien, de modo que tenía que ser suya. Para siempre. Y así fue.
Cuando Aloysia quiso darse cuenta, estaba en un lugar desconocido, y dolía. Y era un dolor insoportable, que no parecía acabar. De nada servían sus gritos o sus lágrimas, aquella agonía seguía ahí, y cuando paró, el dolor fue sustituido por la sed. Pero no era una sed como la que había experimentado hasta aquel momento, si no sed de sangre, como le explicó aquel hombre, que se presentó como Leonardo y le expicó en qué se había convertido. O en qué la había convertido.
Aloysia trató de escapar, aquello tenía que ser un mal sueño, una pesadilla. Parecía más propio de una historia de terror que de la vida real. Pero era real. La sed era real. Había conseguido salir a la calle, y él no se lo había impedido, pero cuando volvió a ser consciente de lo que pasaba, estaba llena de sangre y había un cuerpo sin vida a sus pies. Sin embargo, eso no era lo peor. Lo peor era que seguía con ganas de más.
De modo que tuvo que volver con él, para pedirle ayuda y poder frenar aquello. Y él la ayudó, y poco a poco, la sed era menos fuerte. Entonces decidió que ya podía volver a casa, volver a ver a Ryan, volver a tener una vida juntos. Pensaba que, pese a todo, él la aceptaría, incluso así. Pero nunca lo supo con certeza, porque antes de poder hablar con él de nuevo, explicarle lo ocurrido... Leonardo volvió a aparecer, y se la llevó de nuevo. Más lejos, cada vez más lejos.
Salieron de Francia y recorrieron toda Europa, visitando diferentes países, y en todos ella fue dejando pistas, esperando que quizás, Ryan la buscara, y consiguiera encontrarla. En cuanto a su creador... al principio le odiaba, pero poco a poco fue descubriendo, con horror, que era interesante y fascinante. Sabía tantas cosas, había vivido tanto...
Aloysia nunca olvidó a Ryan, aunque poco a poco logró disimularlo, hasta el punto de que el vampiro pensó que ya se le había pasado, de modo que decidió que se establecerían en Londres, algo que ella agradeció, ya que eso era sinónimo de volver a las comodidades de antes de convertirse en aquello.
Además, quizás ahora consiga volver a encontrarse con Ryan.
Las enseñanzas que podría haber recibido un chico no llegaron nunca a la joven Aloysia, lo que hizo que desarrollara un carácter curioso y un amor incondicional a los libros, pues ahí podía encontrar todo aquello que no querían enseñarle a ella por el simple hecho de ser mujer. Pese a todo, nunca expresó su descontento en voz alta ni dio señales de estar molesta por ello. Era lo suficientemente inteligente como para saber que mientras menos motivos de sospecha diera, más libertad tendría.
Cuando tenía quince años, conoció a Ryan, un joven irlandés cuyos padres acababan de morir y se había mudado con sus tíos a Francia. Conforme pasaban los años, su relación pasó de la simple amistad a algo más. Sorprendentemente, y en una sociedad así, dos jóvenes enamorados se prometieron, sin que ninguna de las familias implicadas se negara, más bien lo contrario.
Todo parecía ser maravilloso, como un sueño. Solo que los sueños no pueden durar para siempre. Y este acabó en una fiesta, dando paso a la pesadilla.
Aloysia nunca le había visto, y quizás por ello se acercó a él, o por curiosidad. O quizás simplemente porque así lo quiso el destino. Fuera como fuese, habló con él. Y él con ella. Y su vida nunca volvió a ser igual.
Él se enteró de que estaba prometida, pero le gustaba. Y era extraño que a un vampiro con tantos siglos a sus espaldas le gustara alguien, de modo que tenía que ser suya. Para siempre. Y así fue.
Cuando Aloysia quiso darse cuenta, estaba en un lugar desconocido, y dolía. Y era un dolor insoportable, que no parecía acabar. De nada servían sus gritos o sus lágrimas, aquella agonía seguía ahí, y cuando paró, el dolor fue sustituido por la sed. Pero no era una sed como la que había experimentado hasta aquel momento, si no sed de sangre, como le explicó aquel hombre, que se presentó como Leonardo y le expicó en qué se había convertido. O en qué la había convertido.
Aloysia trató de escapar, aquello tenía que ser un mal sueño, una pesadilla. Parecía más propio de una historia de terror que de la vida real. Pero era real. La sed era real. Había conseguido salir a la calle, y él no se lo había impedido, pero cuando volvió a ser consciente de lo que pasaba, estaba llena de sangre y había un cuerpo sin vida a sus pies. Sin embargo, eso no era lo peor. Lo peor era que seguía con ganas de más.
De modo que tuvo que volver con él, para pedirle ayuda y poder frenar aquello. Y él la ayudó, y poco a poco, la sed era menos fuerte. Entonces decidió que ya podía volver a casa, volver a ver a Ryan, volver a tener una vida juntos. Pensaba que, pese a todo, él la aceptaría, incluso así. Pero nunca lo supo con certeza, porque antes de poder hablar con él de nuevo, explicarle lo ocurrido... Leonardo volvió a aparecer, y se la llevó de nuevo. Más lejos, cada vez más lejos.
Salieron de Francia y recorrieron toda Europa, visitando diferentes países, y en todos ella fue dejando pistas, esperando que quizás, Ryan la buscara, y consiguiera encontrarla. En cuanto a su creador... al principio le odiaba, pero poco a poco fue descubriendo, con horror, que era interesante y fascinante. Sabía tantas cosas, había vivido tanto...
Aloysia nunca olvidó a Ryan, aunque poco a poco logró disimularlo, hasta el punto de que el vampiro pensó que ya se le había pasado, de modo que decidió que se establecerían en Londres, algo que ella agradeció, ya que eso era sinónimo de volver a las comodidades de antes de convertirse en aquello.
Además, quizás ahora consiga volver a encontrarse con Ryan.
Otros Datos Gustos: ✦ La música, sabía tocar el piano y le encanta cantar ✦ Los libros y aprender cosas ✦ Los idiomas ✦ Las flores ✦ Los vestidos bonitos y pomposos ✦ El arte ✦ La elegancia y las cosas sofisticadas ✦ El sol, por desgracia, le es imposible el poder contemplarlo Disgustos: ✦ Ser un vampiro ya que le ha privado de la vida que siempre soñó ✦ Que le regalen rosas. Adora esas flores porque Ryan siempre se las regalaba, de modo que solo él puede regalárselas. Si le preguntan, dirá que es demasiado cliché. ✦ Las cosas sucias y desagradables. ✦ La gente pobre, por el aspecto que tienen y su mal olor ✦ La gente que trata de llamar la atención y solo se deja en ridículo a sí misma. Fobias: ✦ No volver a ver a Ryan Enfermedades: ✦ |
- Spoiler:
- I've crossed oceans of time
Re: Expediente de Aloysia
Bienvenida señorita Bellarose, esperamos expectantes su reencuentro con Ryan... y la reacción de Leonardo
Princesa Victoria- Ambientación
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