Sutilezas || [Alice Houghton]

Lady Houghton se encontraba en el vestíbulo aquella mañana, concentrándose en la minuciosa tarea de transferir un enorme ramo de rosas rojas a un delicado jarrón de cristal que su esposo había adquirido en su último viaje a la región de Baviera. Una tarea que sin duda no correspondía a una mujer de su posición, pero no le importaba llevarla a cabo. Una vez hubo introducido en el frágil objeto de cristal todas las rosas que pudo y el ramo quedó bien apretado, se dirigió a la sala para esperar a su hijastra.

Ivanka tomó tres rosas que habían sobrado y las posó sobre la mesa de café. Se había levantado la primera para ir adelantando las tareas previas al cercano cumpleaños de Lord Houghton. Aquella sala tan amplia sería perfecta para el cóctel, y la celebración posteriormente continuaría en el salón de baile que daba acceso directo al jardín. Lady Houghton había contactado con un viejo amigo de su marido, a quien éste había conocido en sus viajes por oriente. Si todo salía bien, habría una exhibición de fuegos artificiales. No obstante, aún quedaban aspectos más importantes que tramitar y perfilar, y debía comentarle sus ideas a su arisca y joven hijastra. A Ivanka le gustaba hacerla partícipe de ese tipo de tareas y creía que si se esforzaba por ser amable y acercarse a Lady Alice sus relaciones se tornarían menos tensas. Sin embargo, a la rusa se le agotaba la paciencia puesto que en todo estos años la heredera nunca había sido amable con ella, excepto en sociedad. Comenzaba a perder la esperanza.

Buscó el borrador de la lista de invitados que había redactado la noche anterior. Lo escribió al regresar de la casa de modas donde había adquirido el diseño que luciría en la fiesta, intentando recordar a todos los amigos de Robert y mirando las listas de personalidades de la sociedad londinense. Ahora que su marido estaba retirado de su oficio de explorador, Ivanka quería que su vida en Londres fuera lo más agradable posible, comenzando por ofrecerle un cumpleaños maravilloso, el primero que Lord Houghton festejaría en Inglaterra en los últimos años. Una vez hubo encontrado ese borrador, lo posó en la mesita, junto a las rosas.

Hacía media hora que podía oír pasos en el piso de arriba, de modo que si todos en la casa ya estaban despiertos, no le supondría ninguna molestia a nadie que ella aprovechara para practicar al piano mientras esperaba a Alice. Lord Houghton se encontraba en Cambridge desde hacía un par de días, en compañía de sus amigos de confianza. Ivanka había reusado acompañarle para poder preparar la velada del viernes y, como no, su regalo. Así pues, se sentó al piano para perfeccionar la melodía que había compuesto para dedicar a su marido.


Al terminar su interpretación, se giró y pudo ver a su hijastra de pie en el umbral de la puerta observándola. Fue un momento bastante tenso para la rusa, que no estaba especialmente cómoda a solas con ella, pero no quería parecer vulnerable o insegura. – Alice… buenos días. ¿Has dormido bien? – la saludó alegre mientras se levantaba de la banqueta. – Estaba ensayando mi regalo para Robert…- comentó con cautela y optó por no pedirle su opinión. - Ven, sentémonos. – la invitó señalando el sofá frente al cual estaban el borrador de la lista y las rosas. -Tenemos mucho que hacer, así que daré la orden de que Agatha nos sirva el desayuno mientras comenzamos los preparativos. Tengo muchas ideas. – añadió con una sonrisa.

La rutina matinal de la joven Alice era siempre la misma: despertarse despacio, con la luz del sol colándose ente las cortinas, rodar un rato por la cama mientras disfrutaba de la comodidad y suavidad de su lecho y por fin, levantarse.

Lo siguiente era sentarse en su tocador, tras cubrirse con una fina bata a juego con el camisón, y desenredar con cuidado las ondas de su cabello. Alice dedicaba mucho tiempo a arreglarse frente al espejo. Cepillarse el pelo era un ritual heredado de su madre, y solía aprovecharlo para pensar. Empezaba repasando la lista de eventos próximos, intentando recordarlos todos, para posteriormente hacer una lista mental de lo que debía hacer para prepararse.

Arrugó la nariz al recordar que el próximo evento de importancia era el cumpleaños de su padre. Adoraba a su padre,  por un segundo le había alegrado la idea de poder celebrar dicho evento en casa... pero entonces recordó a su madrastra, quien, a su pesar, tendría la última palabra en todo, por aquella tontería de estar casada con su padre y ser la Baronesa.

En realidad no odiaba a esa mujer. Era bonita y agradable. Pero no era como ella. Alice era especial, era mejor. Por sus venas corría la sangre de gente ilustre. Por las de su madrastra... a saber. Si fuese su criada o su modista, le gustaría. Pero era su madrastra y no podía soportarla. Se negaba a aceptar que una mujer como ella ocupara el lugar de su madre.

Entonces recordó que se suponía que tenían que desayunar juntas para hablar del cumpleaños. Pues bien. Que esperara hasta aburrirse, decidió. Se tomó todo el tiempo del mundo para cepillar cuidadosamente hasta el último mechón de su cabellera dorada, para escoger un vestido y para ponerse radiante, pero sin parecer excesiva. Era una habilidad de la que se sentía orgullosa: siempre encontraba la forma de parecer hermosa, fresca y apropiada, sin necesidad de artificios innecesarios.

Cuando por fin bajó, escuchó una melodía. Le pareció hermosa, pero aún así apretó los dientes. ¿Por qué esa maldita mujer tenía que hacerlo todo bien? En su afán por despreciarla, Alice apenas era consciente de los esfuerzos de Ivanka por adaptar a su posición.

- ¿Has pensado en quién la interpretará? - tomó asiento, acomodándose de una forma casual  - Al piano suena bien, pero tal vez un cuarteto de cuerda pueda hacerla sonar mejor - sabía que la intención de Ivanka era interpretarla ella misma, y no pudo evitar la tentación de proponer que cediera su regalo, empleando para ello un tono inocente y una sonrisa despreocupada - Podríamos pedir también que toquen algunas de las piezas favoritas de mi padre. ¿Tienes ya una lista de invitados? - parloteó con tono animado - Espero que Agatha se dé prisa con el desayuno, tengo tanta hambre como una pantera... ¿Crees que deberíamos celebrar algo más informal o dar una buena fiesta? Ya sabes, con cena y baile. Podría abrir el baile con él. ¿No te parecería encantador?