B
ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
Últimos temas
T
he Darkness Revival ha sido creado por su administración: Princesa Beatriz, Princesa Victoria, Jack el Destripador, Inspector Abberline y Meg Giry. Skin creado y editado por Meg Giry con ayuda de tutoriales creados por usuarios de oursourcecode y Asistencia de foroactivo, y gráficos por Kattatonica a partir de imagenes de tumblr y pinterest. Queda terminantemente prohibida la copia total o parcial del código, así como su contenido. Todos los personajes que se desarrollen en el foro, a excepción de los cannon, pertenecen a sus propios creadores.The Darkness Revival by The Darkness Revival Staff is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
White Flag -Alice Brontë-
Página 1 de 1.
White Flag -Alice Brontë-
White Flag
Alice Brontë ф 20:00hs//Mansion del Capt Wentworth
Alice Brontë ф 20:00hs//Mansion del Capt Wentworth
“ | Well I will go down with this ship And I won't put my hands up and surrender There will be no white flag above my door... |
- Atuendo de Miles:
Con un adorable palpitar de violines, la orquesta de cámara se deslizó hacia un vals y Miles observó a la brillante multitud incorporarse al salón de baile. La temporada siempre empezaba en la casa de la familia Wentworth. El matrimonio conformado por el hermano del Capt Wentworth y Adele Varens -una dulce francesita de clase alta- Siempre eran los alegres anfitriones de la primera fiesta a la que iban la nuevas debutantes luego de su presentación en sociedad. El tedio que le provocaba Miles esas fiestas era directamente proporcional a las miradas atentas de las jovencitas que se ocupaban de enterarse si bailaba con una o con otra. Miles y el Capt Wentworth eran los únicos solteros de la fiesta. Había algunos mas, pero los dos amigos, eran los únicos que tenían las mejores rentas por año.
Miles no planeaba quedarse toda la vida soltero. No. Tenia la obligación de buscar una esposa y no contaba con demasiado tiempo. Ya tenia mas de 30 y debia pensar seriamente en formar una familia...Sus pensamientos entonces fueron para Alice Brontë. Alice tenia un caracter irrefrenable y cada vez que se proponía a llamarla suya, se sentía como un loco al querer atrapar un jirón de viento. No la había visto esta noche y la buscaba con la mirada, tomando un trago del whisky servido por el dueño de casa. Los asistentes de la fiesta estaban animados...Oía sus voces apagadas, cercanas, lejanas, extrañamente sofocadas. Oía el golpeteo de numerosos bastones, el frufrú y las risas de las damas casadas parloteando sobre sus maridos. Miles estaba en el grupo de los hombres mas jóvenes, que aun solían reírse cruelmente de alguna de las debutantes mas feas. Miles solo bebía y miraba hacia el piano, deseando poder salir al balcón.
Nada, no pasa nada.
-Que pasa, Somerset...Estas callado. Pensando en tu nueva victima?- Miles se rió con ganas del chiste hecho por el anfitrión. -No, no...estaba ponderando cuantas debutantes tendré que saludar el día de hoy.- El grupo se divertía con risas bajas para no escandalizar a las esposas -Ya sabes, las debutantes son caras. : Joyas, paseos con chaperona, anillos de compromiso.- Otro de sus amigos señalo mirando a otro grupo de jovencitas que miraban a su dirección -Elige a la mas bella del grupo y cásate. Ya tienes 30 años, Miles...- Aconsejo entretenido. -Treinta y dos y no tengo tengo interés en buscarme una mujer que termine por engañarme con alguno de ustedes....-Sonrió entre arrogante y divertido. Sabia que esta noche iba a cambiar. -Con su permiso, señores...iré a fumar al balcón. - Dejo el vaso vació, paladeando las ultimas gotas de su bebida y se dio media vuelta para salir.
Miles Henry Somerset- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Medico
Localización : Londres
Re: White Flag -Alice Brontë-
La joven Brontë le incumbía estar dentro: En aquel bullicioso salón compartiendo sus bailes con los hombres solteros de la fiesta. Conversando con ellos para conocer a un futuro marido, pero ella no tenía ambiciones de atarse aún a alguien. Y menos por quien la indiferencia reinaba: Los hombres de alta cuna poco esperaban que una mujer no fuera más que un adorno en su casa y madre de sus hijos. Les parecía inverosímil que una mujer tuviera conocimientos y pensamientos propios, que anhelara aprender y estudiara con el mismo entusiasmo que un hombre. De modo que todos los que la presentaron, ninguno la llamó la atención y les rechazaba bailar o declinaba cuando la pedirán salir con una chaperona por Hyde Park, o alguna exposición de arte que apenas ellos interpretaban.
El único que le había parecido atrayente era Lord Miles Henry Somerset, el viejo amigo de su hermano Gabriel. La superaba en más de diez años, pero no le molestaba ese margen de edad. Si bien su carácter era algo que reñía con ella, era controlador y vehemente, encubierto bajo sus finos modales, seguramente si fuera otro, le dejara de prestar atención. Pero poseía algo que la interesaba a su curiosidad innata, era un caso un tanto peculiar.
Hastiada de las voces conversando o cuchicheando rumores y cotilleos que entretenían a los aburridos de su propia existencia. Las risas producidas por bromas o por humillar a una persona por crueldad velada. Del ruido de los vestidos cuando rozaban el suelo al pasar, o mientras observaba bailar a las parejas. De los brindis y las copas chocando con su peculiar tintineo, y de que nadie se diera cuenta que uno de los violinistas se equivocaba en las notas más agudas. Posiblemente por la vergüenza, le temblaba el arco y la mano, eso comprendió cuando Alice lo miró. Dejo la copa de champagne a medias y camino directa al balcón, sin saber que esa noche cambiarían muchas cosas.
La suave brisa de la primavera la rodeó, refrescándola del calor del salón de baile. Las voces se opacaban por el silencio absoluto en el exterior, a veces su alma necesitaba la calma y soledad cierto era que la detestase optaba estar sola a esas compañías tan frívolas. Solo había acudido para contentar a su hermano, que señalaba advertirla muy dedicada en los estudios y agotada de su reclusión. Sin bien se equivocaba, no quiso llevarle la contraria a su hermano. Sonrió, al menos no estaba tan sola, aunque a menudo lo extrañara, para poder compartir un picnic u otra actividad.
Levanto la parte trasera del vestido para acercarse más a la baranda de piedra. Llevaba un sencillo traje de seda en tono blanco roto con solo unos adornos metálicos en dobladillo en tonalidades oro. Iban a juego con su cabello rubio recogido y rizos descendiendo por su cuello y algunos traviesos acariciaban sus mejillas. Alzo su azulada vista hacia el cielo estrellado, distinguiendo alguna de las constelaciones. Cuando oyó pasos en su dirección, se giró para encontrarse con Miles Somerset.
- Buenas noches Lord Miles Somerset. – saludó educadamente. Odiaba la pomposidad de las reverencias que tenía que hacer ante ciertas personas y lo estúpida que se sentía haciéndolo. Como si un título otorgara más poder entre los hombres transformándolos en “pseudo dioses”, o algo parecido. Pero no pretendía faltar a su familia ni a sus modales. – Parece que no soy la única que le parecen tediosas estas fiestas. – añadió con una cortés sonrisa.
El único que le había parecido atrayente era Lord Miles Henry Somerset, el viejo amigo de su hermano Gabriel. La superaba en más de diez años, pero no le molestaba ese margen de edad. Si bien su carácter era algo que reñía con ella, era controlador y vehemente, encubierto bajo sus finos modales, seguramente si fuera otro, le dejara de prestar atención. Pero poseía algo que la interesaba a su curiosidad innata, era un caso un tanto peculiar.
Hastiada de las voces conversando o cuchicheando rumores y cotilleos que entretenían a los aburridos de su propia existencia. Las risas producidas por bromas o por humillar a una persona por crueldad velada. Del ruido de los vestidos cuando rozaban el suelo al pasar, o mientras observaba bailar a las parejas. De los brindis y las copas chocando con su peculiar tintineo, y de que nadie se diera cuenta que uno de los violinistas se equivocaba en las notas más agudas. Posiblemente por la vergüenza, le temblaba el arco y la mano, eso comprendió cuando Alice lo miró. Dejo la copa de champagne a medias y camino directa al balcón, sin saber que esa noche cambiarían muchas cosas.
La suave brisa de la primavera la rodeó, refrescándola del calor del salón de baile. Las voces se opacaban por el silencio absoluto en el exterior, a veces su alma necesitaba la calma y soledad cierto era que la detestase optaba estar sola a esas compañías tan frívolas. Solo había acudido para contentar a su hermano, que señalaba advertirla muy dedicada en los estudios y agotada de su reclusión. Sin bien se equivocaba, no quiso llevarle la contraria a su hermano. Sonrió, al menos no estaba tan sola, aunque a menudo lo extrañara, para poder compartir un picnic u otra actividad.
Levanto la parte trasera del vestido para acercarse más a la baranda de piedra. Llevaba un sencillo traje de seda en tono blanco roto con solo unos adornos metálicos en dobladillo en tonalidades oro. Iban a juego con su cabello rubio recogido y rizos descendiendo por su cuello y algunos traviesos acariciaban sus mejillas. Alzo su azulada vista hacia el cielo estrellado, distinguiendo alguna de las constelaciones. Cuando oyó pasos en su dirección, se giró para encontrarse con Miles Somerset.
- Buenas noches Lord Miles Somerset. – saludó educadamente. Odiaba la pomposidad de las reverencias que tenía que hacer ante ciertas personas y lo estúpida que se sentía haciéndolo. Como si un título otorgara más poder entre los hombres transformándolos en “pseudo dioses”, o algo parecido. Pero no pretendía faltar a su familia ni a sus modales. – Parece que no soy la única que le parecen tediosas estas fiestas. – añadió con una cortés sonrisa.
Invitado- Invitado
Re: White Flag -Alice Brontë-
Sus pies los llevaron directamente hasta el balcón. Harto de los cotilleos y con una necesidad urgente de tomar aire, En el camino hacia su destino final, fue detenido varias veces por madres vehementes que querían presentarle a sus hijas. Casaderas sin gracia, con los mismos modales estudiados.
Todas sabían bordar, todas sabían tocar el piano, todas sabían gastar el dinero de sus maridos para hacerse mas y mas vestidos. Tuvo que que sonreír sin desearlo, tuvo que ser adorable, con las madres y con las hijas. "Hay Lord Miles...es usted demasiado galante. Porque no viene mañana a tomar el te con nosotros"..."Lo siento mucho, Señora...Tengo que irme a Timbuktu" Si solo tuviera negocios en Timbuktu.
Al fin, luego de un desfile de debutantes que requerían su atencion, pudo cruzar el umbral para verse libre al menos por unos minutos. Al parecer el azar tenia otras ideas para el y vio una figura pequeña...La silueta que estaba esperando todo la noche: Alice Brontë. Suspiro profundamente y se prometió que hablaría con Gabriel para pedir autorización de cortejar a su hermana.
Estaba hermosa. Pese a que era casi intocable, porque era la hermana de su amigo y no quería deshonrar su amistad, cada vez que la veía algo pasaba dentro de el, algo que no podia manejar. Desde la espalda el vestido dibujaba una curvilínea y delicada figura, su cabello que caía en graciosos rulos debidamente peinados. Tenia los ojos celestes y profundos, llenos de preguntas y desafiantes. Jóvenes aun, inocentes en el mundo de los hombres.
-Buenas noches, Lady Brontë...-Dijo con naturalidad. Guardo la compostura del momento y se acomodo al lado de la dama, mirando a las parejas como como caminaban en el jardín. Las voces y los valses se perdieron en la distancia al oir la voz femenina. -Hmm si...-asintió metiendo su mano en el bolsillo y sacando un cigarrillo. Lo prendió y las volutas de humo salieron de su boca al lado contrario de la dama. -Quizá usted y yo no estamos hechos para esto.- Largo mas humo de su boca y se apoyo con la cadera en el balcon mirando a la joven dama -Y Gabriel?, pensé que lo vería aquí, el día de hoy- El hermano de la joven era su mejor amigo. Compañero eterno de juegos y correrías y quiza su único amigo en el mundo.
Todas sabían bordar, todas sabían tocar el piano, todas sabían gastar el dinero de sus maridos para hacerse mas y mas vestidos. Tuvo que que sonreír sin desearlo, tuvo que ser adorable, con las madres y con las hijas. "Hay Lord Miles...es usted demasiado galante. Porque no viene mañana a tomar el te con nosotros"..."Lo siento mucho, Señora...Tengo que irme a Timbuktu" Si solo tuviera negocios en Timbuktu.
Al fin, luego de un desfile de debutantes que requerían su atencion, pudo cruzar el umbral para verse libre al menos por unos minutos. Al parecer el azar tenia otras ideas para el y vio una figura pequeña...La silueta que estaba esperando todo la noche: Alice Brontë. Suspiro profundamente y se prometió que hablaría con Gabriel para pedir autorización de cortejar a su hermana.
Estaba hermosa. Pese a que era casi intocable, porque era la hermana de su amigo y no quería deshonrar su amistad, cada vez que la veía algo pasaba dentro de el, algo que no podia manejar. Desde la espalda el vestido dibujaba una curvilínea y delicada figura, su cabello que caía en graciosos rulos debidamente peinados. Tenia los ojos celestes y profundos, llenos de preguntas y desafiantes. Jóvenes aun, inocentes en el mundo de los hombres.
-Buenas noches, Lady Brontë...-Dijo con naturalidad. Guardo la compostura del momento y se acomodo al lado de la dama, mirando a las parejas como como caminaban en el jardín. Las voces y los valses se perdieron en la distancia al oir la voz femenina. -Hmm si...-asintió metiendo su mano en el bolsillo y sacando un cigarrillo. Lo prendió y las volutas de humo salieron de su boca al lado contrario de la dama. -Quizá usted y yo no estamos hechos para esto.- Largo mas humo de su boca y se apoyo con la cadera en el balcon mirando a la joven dama -Y Gabriel?, pensé que lo vería aquí, el día de hoy- El hermano de la joven era su mejor amigo. Compañero eterno de juegos y correrías y quiza su único amigo en el mundo.
Miles Henry Somerset- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Medico
Localización : Londres
Re: White Flag -Alice Brontë-
Era una preciosa noche, lástima que la gente estuviera tan ocupada tratando de comprometer a sus hijas antes de que terminara la temporada. El cielo despejado y estrellado, podían vislumbrarse con mayor claridad cada una de las constelaciones que engalanaban con sus vidriosas luces al universo. Pero la gente consideraba más entretenida en lo mundano de esta existencia, que como ella en la búsqueda de conocimiento. La hacía sentirse más incomunicada con el resto de personas, como si lo que hiciera fuese mal, juzgándose culpable.
La suave brisa arrullaba sus cabellos rizados y se llevó todo rastro de tristeza. El jardín estaba adornado principalmente para la fiesta, no obstante eran pocos los que lo disfrutaban de la calma que el exterior proporcionaba. Las voces eran ecos distantes, los acordes de la música apenas se percibían. Creía que la calma invadiría por completo su cuerpo, cuando unos pasos irrumpieron en sus pensamientos. Como si se tratara una broma del antojadizo destino le tenía ante ella.
Miles Somerset, el amigo de su hermano y suyo también cuando eran niños. Había cambiado mucho respecto a aquel niño inocente, regordete de cabellos rubios rizados; ahora su figura era más fina y robusta, atractiva, sin duda era el centro de atención de cada fiesta. Cabello negro como las alas de un cuervo pulcramente peinado y ojos azul cielo escrutaban el alma, de tal modo que casi se apreciaba desnuda cuando la observaba. Porte elegante, y educado, si bien habían tenido un par de encuentros previamente, y Alice comprendió que aquello solo era una fachada. Ansiaba conocer qué persona se ocultaba tras aquella mascara de perfección. Instigándole a perder la compostura en su presencia, odiaba las máscaras, la falsedad que le mostraba. Fingir quien no era a ella, la ofendía, y se inquiría dónde estaba aquel niño dulce que ella conoció.
Tras la reverencia para un duque, ambos se acomodaron junto a la baranda de piedra, sin apartar la vista del otro, seguramente aquel encuentro provocaría más de mil cotilleos a sus espaldas, pero Alice Brontë no era una mujer que le importara que conversaran sobre ella. Eran incoherentes cábalas creadas por mentes empalagadas de su propia vida monótona. Observo de reojo como encendía un cigarrillo y el humo escapaba de su boca con distinción. – Pues entonces mejor para nosotros. – interpretó jovial. – así tengo compañía para sobrellevar el tedio. – añadió con serenidad mientras se recolocaba los guantes. – ¿Mi hermano? Gran pregunta Lord Somerset. – Sonrió.- Mi hermano está en su despacho, ha surgido un contratiempo con los últimos navíos enviados de vuelta de las Indias. Me temo que si no le detengo, se arrojará al mar a traerlos él mismo. – declaró sin entrar en detalles.
– Seguramente su visita, logre apaciguar el mal humor de mi hermano. - se apartó de la baranda, contemplando el jardín: Pretendía dar un paseo, no tenía la más mínima intención de volver a la fiesta.- Me preguntaba, Lord Somerset, ¿si sería tan amable de acompañarme en mi paseo? Siempre cuando le parezca ser el cotilleo del mes en la Temporada de Londres. – odiaba las formalidades, añoraba llamarlo por su nombre, como hacían de niños. Sin tanta ilógica pomposidad, pero habían crecido y él era un duque tratarle por su nombre se trataría de faltarle el respeto. Avanzó hasta las escaleras de piedra, esperando que la acompañara, si bien igualmente iba a ver los jardines.
La suave brisa arrullaba sus cabellos rizados y se llevó todo rastro de tristeza. El jardín estaba adornado principalmente para la fiesta, no obstante eran pocos los que lo disfrutaban de la calma que el exterior proporcionaba. Las voces eran ecos distantes, los acordes de la música apenas se percibían. Creía que la calma invadiría por completo su cuerpo, cuando unos pasos irrumpieron en sus pensamientos. Como si se tratara una broma del antojadizo destino le tenía ante ella.
Miles Somerset, el amigo de su hermano y suyo también cuando eran niños. Había cambiado mucho respecto a aquel niño inocente, regordete de cabellos rubios rizados; ahora su figura era más fina y robusta, atractiva, sin duda era el centro de atención de cada fiesta. Cabello negro como las alas de un cuervo pulcramente peinado y ojos azul cielo escrutaban el alma, de tal modo que casi se apreciaba desnuda cuando la observaba. Porte elegante, y educado, si bien habían tenido un par de encuentros previamente, y Alice comprendió que aquello solo era una fachada. Ansiaba conocer qué persona se ocultaba tras aquella mascara de perfección. Instigándole a perder la compostura en su presencia, odiaba las máscaras, la falsedad que le mostraba. Fingir quien no era a ella, la ofendía, y se inquiría dónde estaba aquel niño dulce que ella conoció.
Tras la reverencia para un duque, ambos se acomodaron junto a la baranda de piedra, sin apartar la vista del otro, seguramente aquel encuentro provocaría más de mil cotilleos a sus espaldas, pero Alice Brontë no era una mujer que le importara que conversaran sobre ella. Eran incoherentes cábalas creadas por mentes empalagadas de su propia vida monótona. Observo de reojo como encendía un cigarrillo y el humo escapaba de su boca con distinción. – Pues entonces mejor para nosotros. – interpretó jovial. – así tengo compañía para sobrellevar el tedio. – añadió con serenidad mientras se recolocaba los guantes. – ¿Mi hermano? Gran pregunta Lord Somerset. – Sonrió.- Mi hermano está en su despacho, ha surgido un contratiempo con los últimos navíos enviados de vuelta de las Indias. Me temo que si no le detengo, se arrojará al mar a traerlos él mismo. – declaró sin entrar en detalles.
– Seguramente su visita, logre apaciguar el mal humor de mi hermano. - se apartó de la baranda, contemplando el jardín: Pretendía dar un paseo, no tenía la más mínima intención de volver a la fiesta.- Me preguntaba, Lord Somerset, ¿si sería tan amable de acompañarme en mi paseo? Siempre cuando le parezca ser el cotilleo del mes en la Temporada de Londres. – odiaba las formalidades, añoraba llamarlo por su nombre, como hacían de niños. Sin tanta ilógica pomposidad, pero habían crecido y él era un duque tratarle por su nombre se trataría de faltarle el respeto. Avanzó hasta las escaleras de piedra, esperando que la acompañara, si bien igualmente iba a ver los jardines.
Invitado- Invitado
Re: White Flag -Alice Brontë-
Un noble dice una cosa, pero piensa otra. Siempre ha sido así y siempre sera.
Eso decía siempre su instructor de esgrima, quien había trabajado para las mejores casas de Europa, pero había tenido una simpatía especial con el joven marqués de Worcester.
El baile adentro de la casa seguía animado y los murmullos no se había terminado, afuera, se escuchaban apagados y asonantes, pero Miles sabia perfectamente lo que se decía. Podía adivinar sin necesidad de acercarse mas los murmullos, había crecido ahí, en esas maravillosas salas, entre aromas de flores exóticas, las risas, el tintineo de las copas, las canciones y la música, las mujeres con sus vestidos, los hombres alejados de ellas, buscando la paz que no tenían en sus hogares...
Alice se había alejado de todo eso. Ella no disfrutaba de la nobleza de sus pompas y fiestas. No...Esa era la principal razón por la cual la distinguía entre las demás, porque no parecía interesada en lo que hacían las otras jóvenes de su edad. Alice ya era casadera, pero se la pasaba entre libros, estudiando, instruyéndose a si misma, no perdía el tiempo en amistades y actividades vanas. Ella lo conocía íntimamente y había cambiado mucho de la niña que era cuando la vio por primera vez y solía molestarlo para que el muestre su verdadero ser...Pero Miles se mostraba inflexible con ella, mas que nada para seguir el juego, le gustaba verla molesta, le gustaba como se enojaba cuando el hablaba o los roces que tenían cuando estaban juntos.
No le importaba en lo mas mínimo que hablaran de el y de lo que hacia. Nunca lo hizo. Siempre decía que el día que tomara una esposa, el mismo lo diría al mundo, mientras tanto, eran todos chismes vulgares. La gente que verdaderamente lo conocía, sabia cabalmente de esto, los demás...simplemente no importaban. -Alice, tu siempre contaras con mi compañía. -Sonrió mirándola intensamente a los ojos. No le extrañaba nada las noticias que tenia de su mejor amigo. Gabriel se sobreexigia mas de lo saludablemente posible y dejaba de lado una vida que se merecía por trabajar tanto. Adoraba a su mejor amigo y ponía las manos en el fuego por el, pero el hecho que le diera mas importancia a sus negocios lo irritaba mas allá de lo que estaba dispuesto a admitir. -No me extrañan las noticias. Mañana intentare convencerlo de nuevo para que me acompañe a pescar como cuando eramos niños. El "No", ya lo tengo...-Fumo otra calada de su cigarro y vio con desdén a un grupo de debutantes que se reían mirando en su dirección. Suspiro profundamente y miro hacia el jardín.
Observo como Alice se alejaba de la baranda y le pedía su compañía. -No se porque me llamas Lord Somerset, Alice...-Objeto entretenido -Cuando eras niña, me gritabas "Miles!! Miles!!!...-hizo un pequeño falsete con su voz. - No podemos volver a eso? -Aplasto la colilla de su cigarrillo en un cenicero cercano. Se ubico junto a ella y le ofreció su brazo de forma galante. -No me molesta escandalizar a Lady Rochester y a sus desagradables hijas.Acoto con un poco de humor. Internamente sabia que Gabriel terminaría regañándolo por poner a su hermana en tales murmuraciones, pero no había otra mujer en Inglaterra con la que deseara pasar...solamente con ella.
Eso decía siempre su instructor de esgrima, quien había trabajado para las mejores casas de Europa, pero había tenido una simpatía especial con el joven marqués de Worcester.
El baile adentro de la casa seguía animado y los murmullos no se había terminado, afuera, se escuchaban apagados y asonantes, pero Miles sabia perfectamente lo que se decía. Podía adivinar sin necesidad de acercarse mas los murmullos, había crecido ahí, en esas maravillosas salas, entre aromas de flores exóticas, las risas, el tintineo de las copas, las canciones y la música, las mujeres con sus vestidos, los hombres alejados de ellas, buscando la paz que no tenían en sus hogares...
Alice se había alejado de todo eso. Ella no disfrutaba de la nobleza de sus pompas y fiestas. No...Esa era la principal razón por la cual la distinguía entre las demás, porque no parecía interesada en lo que hacían las otras jóvenes de su edad. Alice ya era casadera, pero se la pasaba entre libros, estudiando, instruyéndose a si misma, no perdía el tiempo en amistades y actividades vanas. Ella lo conocía íntimamente y había cambiado mucho de la niña que era cuando la vio por primera vez y solía molestarlo para que el muestre su verdadero ser...Pero Miles se mostraba inflexible con ella, mas que nada para seguir el juego, le gustaba verla molesta, le gustaba como se enojaba cuando el hablaba o los roces que tenían cuando estaban juntos.
No le importaba en lo mas mínimo que hablaran de el y de lo que hacia. Nunca lo hizo. Siempre decía que el día que tomara una esposa, el mismo lo diría al mundo, mientras tanto, eran todos chismes vulgares. La gente que verdaderamente lo conocía, sabia cabalmente de esto, los demás...simplemente no importaban. -Alice, tu siempre contaras con mi compañía. -Sonrió mirándola intensamente a los ojos. No le extrañaba nada las noticias que tenia de su mejor amigo. Gabriel se sobreexigia mas de lo saludablemente posible y dejaba de lado una vida que se merecía por trabajar tanto. Adoraba a su mejor amigo y ponía las manos en el fuego por el, pero el hecho que le diera mas importancia a sus negocios lo irritaba mas allá de lo que estaba dispuesto a admitir. -No me extrañan las noticias. Mañana intentare convencerlo de nuevo para que me acompañe a pescar como cuando eramos niños. El "No", ya lo tengo...-Fumo otra calada de su cigarro y vio con desdén a un grupo de debutantes que se reían mirando en su dirección. Suspiro profundamente y miro hacia el jardín.
Observo como Alice se alejaba de la baranda y le pedía su compañía. -No se porque me llamas Lord Somerset, Alice...-Objeto entretenido -Cuando eras niña, me gritabas "Miles!! Miles!!!...-hizo un pequeño falsete con su voz. - No podemos volver a eso? -Aplasto la colilla de su cigarrillo en un cenicero cercano. Se ubico junto a ella y le ofreció su brazo de forma galante. -No me molesta escandalizar a Lady Rochester y a sus desagradables hijas.Acoto con un poco de humor. Internamente sabia que Gabriel terminaría regañándolo por poner a su hermana en tales murmuraciones, pero no había otra mujer en Inglaterra con la que deseara pasar...solamente con ella.
Miles Henry Somerset- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Medico
Localización : Londres
Re: White Flag -Alice Brontë-
Aquellos bailes, rodeados de gente que ella no conocía, gente superficial que solo prestaría su atención a lo frívolo de la vida, no era su hogar. Por alguna razón, ella percibía que jamás encajaría por muchos modales o educación que poseyera. Nunca hallaría la paz entre tanta superficialidad, hipocresía y mentes tan cerradas de la sociedad más elitista. Su lugar era el exterior donde las charlas, risas y música se perdían en el abismo del silencio. Donde la calma extendía su reino y acompañada siempre de la ferviente compañía de Miles.
Alice sonrió satisfecha ante tal afirmación, sus miradas se encontraron, creyó perderse entre sus ojos celestes. Aquellos que tantas veces la habían cautivado, si bien ese detalle escogía guardarlo junto a los demás secretos que moraban en su alma. La joven alzo la cabeza hacia el cielo observando la noche estrellada, sintiéndose renovada, no sabía como pero Miles ejercía de calmante en su soledad. La joven se cuestionaba cuanto duraría aquella compañía, ya que era raro que Miles siguiera soltero teniendo tantas candidatas espléndidas y no se comprometía con ninguna. – Pobres hijas de la señora Rochester, les acabas de romper el corazón Miles. Espero que te disculpes y te cases con alguna de ellas. – Comentó la joven Brontë en tono de burla. Tarde o temprano Miles estaría acompañado de una dama como las de la fiesta. Que sentiría celos incluso de Alice, prohibiendo que se vieran. Simplemente una absurda inquietud que trataba de expresar a sí misma o sin darse era una respuesta que se daba para no ahondar en el tema del amor del que tal poco dominaba.
- Me alivia saber que lo visitarás. Si logras alejarlo tan solo de su escritorio me daré por satisfecha. –anunció con una sonrisa en los labios. Su hermano trabajaba rigurosamente para proporcionarla todo lo que tenía. Pero a veces se exigía más aun, volviéndose un absoluto huraño, que por desgracia le recordaba al padre de ambos. – Le hará mucho bien, tu compañía. No hay nadie en quien confié de tal manera. – murmuró sincera, a veces su hermano prefería no confesarle lo que pensaba por temor de que ella se corrompiera,o perdiera la inocencia que Gabriel expresaba que ella poseía.
Suspiró sutilmente y caminó hacia las escaleras de piedra. Le había invitado a acompañarla a jardín a cambio de ser parte de los rumores de la temporada londinense. Alice poco a nada hacía caso a esos rumores que a veces, de lo exagerados que eran sus premisas le incitaban la risa ante la cara de incredulidad de otras damas. – Antes éramos niños, no nos importaba nada que fuéramos. Ahora todo cambió, desgraciadamente no podemos volver a aquellos tiempos. Cuando os peleabais por ver quién era Arturo, mientras yo quería ser Merlín o en su defecto La Dama del Lago. Cosa que a ninguno de los dos os agradaba que fuera, sobre todo tú Miles, pretendías que fuera “tu Ginebra”. – recordó al duque, cierto era que era un tanto absurdo tratarle de Lord, pero era una norma de cortesía. Y llamarle Miles, supondría una falta de respeto para ambos. La familiaridad en la que crecieron los tres, fue sustituida por la displicencia de la sociedad en la que vivían y que ella detestaba con toda su alma. – Y no tenía la voz tan aguda. – añadió sacándole la lengua irrespetuosa. Antes de cogerle el brazo, alzando el bajo del vestido para no tropezar, y bajar juntos.
El aroma a hierba mojada los inundo a ambos, el frescor que proporcionaba la zona ajardinada, era un oasis comparado con aquel salón de baile saturado y sofocador. La decoración no era tan recargada como en el interior, más sutil, luces guiaban sus pasos pausados y algunas cintas engalanaban el mobiliario del jardín. Sus ojos encontraron algo que la llamo la atención, los señores Wentworth tenían en su jardín un laberinto. Que aquella noche estaba iluminado por velas, un ejemplo de ostentosidad que veía innecesario pero hastiada de los aburridos bailes, rememorar sus días juntos, resultaba más ameno, si bien estuviese mal. - ¿Qué tal si intentas atraparme Miles? Como en los viejos tiempos…y si ganas tendrás una recompensa. – maduró en alguna que le atrajera lo suficiente para perpetrar semejante locura. – Un beso. - bromeó y le hizo volverse.- Cuenta hasta treinta, y si consigues encontrarme antes de que haya salido del laberinto, puedes reclamar tu recompensa, Miles. – Sostuvo el vestido.- ¡Siempre y cuando me atrapes! ¡Cosa que dudo! –exclamo traviesa, internándose en el laberinto corriendo a toda prisa. De los tres ella era la más ágil, y siempre les ganaba aunque con un traje tan pesado quizás las tornas cambiaran. Aquella locura costaría muchos rumores pero era tan entretenido transgredir las normas, que no conseguía evitar contentar a su lado alborotador.
Alice sonrió satisfecha ante tal afirmación, sus miradas se encontraron, creyó perderse entre sus ojos celestes. Aquellos que tantas veces la habían cautivado, si bien ese detalle escogía guardarlo junto a los demás secretos que moraban en su alma. La joven alzo la cabeza hacia el cielo observando la noche estrellada, sintiéndose renovada, no sabía como pero Miles ejercía de calmante en su soledad. La joven se cuestionaba cuanto duraría aquella compañía, ya que era raro que Miles siguiera soltero teniendo tantas candidatas espléndidas y no se comprometía con ninguna. – Pobres hijas de la señora Rochester, les acabas de romper el corazón Miles. Espero que te disculpes y te cases con alguna de ellas. – Comentó la joven Brontë en tono de burla. Tarde o temprano Miles estaría acompañado de una dama como las de la fiesta. Que sentiría celos incluso de Alice, prohibiendo que se vieran. Simplemente una absurda inquietud que trataba de expresar a sí misma o sin darse era una respuesta que se daba para no ahondar en el tema del amor del que tal poco dominaba.
- Me alivia saber que lo visitarás. Si logras alejarlo tan solo de su escritorio me daré por satisfecha. –anunció con una sonrisa en los labios. Su hermano trabajaba rigurosamente para proporcionarla todo lo que tenía. Pero a veces se exigía más aun, volviéndose un absoluto huraño, que por desgracia le recordaba al padre de ambos. – Le hará mucho bien, tu compañía. No hay nadie en quien confié de tal manera. – murmuró sincera, a veces su hermano prefería no confesarle lo que pensaba por temor de que ella se corrompiera,o perdiera la inocencia que Gabriel expresaba que ella poseía.
Suspiró sutilmente y caminó hacia las escaleras de piedra. Le había invitado a acompañarla a jardín a cambio de ser parte de los rumores de la temporada londinense. Alice poco a nada hacía caso a esos rumores que a veces, de lo exagerados que eran sus premisas le incitaban la risa ante la cara de incredulidad de otras damas. – Antes éramos niños, no nos importaba nada que fuéramos. Ahora todo cambió, desgraciadamente no podemos volver a aquellos tiempos. Cuando os peleabais por ver quién era Arturo, mientras yo quería ser Merlín o en su defecto La Dama del Lago. Cosa que a ninguno de los dos os agradaba que fuera, sobre todo tú Miles, pretendías que fuera “tu Ginebra”. – recordó al duque, cierto era que era un tanto absurdo tratarle de Lord, pero era una norma de cortesía. Y llamarle Miles, supondría una falta de respeto para ambos. La familiaridad en la que crecieron los tres, fue sustituida por la displicencia de la sociedad en la que vivían y que ella detestaba con toda su alma. – Y no tenía la voz tan aguda. – añadió sacándole la lengua irrespetuosa. Antes de cogerle el brazo, alzando el bajo del vestido para no tropezar, y bajar juntos.
El aroma a hierba mojada los inundo a ambos, el frescor que proporcionaba la zona ajardinada, era un oasis comparado con aquel salón de baile saturado y sofocador. La decoración no era tan recargada como en el interior, más sutil, luces guiaban sus pasos pausados y algunas cintas engalanaban el mobiliario del jardín. Sus ojos encontraron algo que la llamo la atención, los señores Wentworth tenían en su jardín un laberinto. Que aquella noche estaba iluminado por velas, un ejemplo de ostentosidad que veía innecesario pero hastiada de los aburridos bailes, rememorar sus días juntos, resultaba más ameno, si bien estuviese mal. - ¿Qué tal si intentas atraparme Miles? Como en los viejos tiempos…y si ganas tendrás una recompensa. – maduró en alguna que le atrajera lo suficiente para perpetrar semejante locura. – Un beso. - bromeó y le hizo volverse.- Cuenta hasta treinta, y si consigues encontrarme antes de que haya salido del laberinto, puedes reclamar tu recompensa, Miles. – Sostuvo el vestido.- ¡Siempre y cuando me atrapes! ¡Cosa que dudo! –exclamo traviesa, internándose en el laberinto corriendo a toda prisa. De los tres ella era la más ágil, y siempre les ganaba aunque con un traje tan pesado quizás las tornas cambiaran. Aquella locura costaría muchos rumores pero era tan entretenido transgredir las normas, que no conseguía evitar contentar a su lado alborotador.
Invitado- Invitado
Re: White Flag -Alice Brontë-
Negó con una sonrisa abierta e irónica. La miro a los ojos y se quedo perdido en aquellos orbes celestes que le recordaban al cielo de verano en la playa de Bristol. El mar indómito en aquellos preciosos y dulces ojos. -Alice... ¿En serio?-Pregunto con un atisbo de sorna en la voz -Pues no me interesa entrar a esa familia. No tienen ningún tipo de decoro, ni educación. No tienen conversación, no saben la mitad de las cosas y es la madre siempre la que habla. No lo has notado?...-Disfrutaba de estar con ella. Con ella podía divertirse en voz baja, tener conversaciones profundas y disfrutar de un profundo silencio sin sentirse incomodo. En esos bailes, su presencia llenaba el vacio de la insoldable vulgaridad que había a su alrededor. Ni ella ni Miles pertenecían demasiado a ese mundo de prejuicios y trivialidades en los que habían nacido. Alice aun era joven y podía darse el lujo de ser un poco libre, pero Miles había aprendido a jugar el juego y sabía que terminaría por jugarlo el resto de su vida: porque era hombre, porque debía ser el sostén de su familia y porque era de nobleza. Por eso la quería, porque al ser diferente, destacaba entre las demás y estaba seguro que era el único que veía aquella sutil y distintiva parte de la personalidad de la hermana de su amigo. Los demás solo veían a una hermosa jovencita con piel de alabastro y cara de muñeca.
Tomo su mano y lo enlazo en su brazo y toco sus dedos jugueteando con ellos, mientras caminaban despreocupadamente. -Despreocúpate. Hare todo lo que esté a mi alcance para sacar a mi mejor amigo de aquella cárcel. Lo llevare a Gloucester. Tú tienes que venir con nosotros. Ángel relinchara de felicidad cuando te vea.- La yegua negra había hecho buenas relaciones con su amiga y a veces parecía triste por no verla. Estaba pensando en regalársela cuando estuvieran juntos en Bádminton house...La intención del regalo no iba justamente para una amiga, si no para una prometida, es por eso que necesitaba llevarse a su amigo en aquellas breves vacaciones. -Lo sé. Sé que confía en mi, por eso lo obligare a relajarse.-Gabriel era su mejor amigo y era su derecho cuidarlo. No solamente por él, si no por su hermana...Aunque Gabriel sabia que Alice no estaba desprotegida. Miles lo habían prometido, nunca le pasaría nada.
Mientras bajaban las escaleras recordó cuando todavía no era capaz de discernir lo que le sucedía con ella y de la única manera que su mente de niño liberaba la idea era cuando la llamaba "su Ginebra" -Si quieres que sea honesto contigo, Alice...no te veo como Merlín. La dama del Lago era más apropiado...-Sonrió al ver cómo le sacaba su lengua- Igual que cuando éramos niños. -Suspiro negando divertido- Además, no ibas a ser la esposa de tu hermano...Gabriel era un excelente Lancelote. -Rio con una fingida superioridad -Y si tenias las voz aguda. Miles! Miles....-volvió a imitarla mientras la ayudaba a bajar los últimos escalones de piedra, ante la atenta mirada de las Rochester. Se acerco a ella y para terminar de escandalizar a las tres mujeres, Miles tomo una pequeña margarita de la maceta que adornaba la baranda de mármol y se la puso en el cabello a Alice. Se tuvo que morder los labios cuando vio que las tres abrieron los ojos absolutamente aterrorizadas y consientes que acababan de perder a una de las rentas más grandes del país.
El aroma de la hierba le llego a los pulmones agradablemente y respiro de forma profunda. El silencio confortable de dos amigos que se acompañaban, se corto cuando Alice le sugirió para divertirse que la persiguiera. Con buen grado acepto, pero solo para volver a ver los rostros de Anne, Rose y Roberta Rochester que lo perseguían con la mirada. -Un beso?....-Si ella supiera que la perseguiría hasta donde ella le mandara por un beso. -Claro...porque no?-
Contó hasta treinta y cuando acabo salió en su búsqueda mirando de reojo como las Rochester los observaban perseguir a Alice. El laberinto no era complicado, pero la joven era ágil, siempre lo había sido y tenía una generosa ventaja. Oyó sus pasos y su respiración. -Alice....sé que te estoy alcanzando...-Sonrió y se paro en un claro para recuperar el aire, apoyado en sus piernas y pensando que un beso bien valía la pena.
Tomo su mano y lo enlazo en su brazo y toco sus dedos jugueteando con ellos, mientras caminaban despreocupadamente. -Despreocúpate. Hare todo lo que esté a mi alcance para sacar a mi mejor amigo de aquella cárcel. Lo llevare a Gloucester. Tú tienes que venir con nosotros. Ángel relinchara de felicidad cuando te vea.- La yegua negra había hecho buenas relaciones con su amiga y a veces parecía triste por no verla. Estaba pensando en regalársela cuando estuvieran juntos en Bádminton house...La intención del regalo no iba justamente para una amiga, si no para una prometida, es por eso que necesitaba llevarse a su amigo en aquellas breves vacaciones. -Lo sé. Sé que confía en mi, por eso lo obligare a relajarse.-Gabriel era su mejor amigo y era su derecho cuidarlo. No solamente por él, si no por su hermana...Aunque Gabriel sabia que Alice no estaba desprotegida. Miles lo habían prometido, nunca le pasaría nada.
Mientras bajaban las escaleras recordó cuando todavía no era capaz de discernir lo que le sucedía con ella y de la única manera que su mente de niño liberaba la idea era cuando la llamaba "su Ginebra" -Si quieres que sea honesto contigo, Alice...no te veo como Merlín. La dama del Lago era más apropiado...-Sonrió al ver cómo le sacaba su lengua- Igual que cuando éramos niños. -Suspiro negando divertido- Además, no ibas a ser la esposa de tu hermano...Gabriel era un excelente Lancelote. -Rio con una fingida superioridad -Y si tenias las voz aguda. Miles! Miles....-volvió a imitarla mientras la ayudaba a bajar los últimos escalones de piedra, ante la atenta mirada de las Rochester. Se acerco a ella y para terminar de escandalizar a las tres mujeres, Miles tomo una pequeña margarita de la maceta que adornaba la baranda de mármol y se la puso en el cabello a Alice. Se tuvo que morder los labios cuando vio que las tres abrieron los ojos absolutamente aterrorizadas y consientes que acababan de perder a una de las rentas más grandes del país.
El aroma de la hierba le llego a los pulmones agradablemente y respiro de forma profunda. El silencio confortable de dos amigos que se acompañaban, se corto cuando Alice le sugirió para divertirse que la persiguiera. Con buen grado acepto, pero solo para volver a ver los rostros de Anne, Rose y Roberta Rochester que lo perseguían con la mirada. -Un beso?....-Si ella supiera que la perseguiría hasta donde ella le mandara por un beso. -Claro...porque no?-
Contó hasta treinta y cuando acabo salió en su búsqueda mirando de reojo como las Rochester los observaban perseguir a Alice. El laberinto no era complicado, pero la joven era ágil, siempre lo había sido y tenía una generosa ventaja. Oyó sus pasos y su respiración. -Alice....sé que te estoy alcanzando...-Sonrió y se paro en un claro para recuperar el aire, apoyado en sus piernas y pensando que un beso bien valía la pena.
Miles Henry Somerset- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Medico
Localización : Londres
Re: White Flag -Alice Brontë-
Alice se tapó la boca para reír por lo bajo ante la insinuación que le sugirió a Miles, claro que conocía de aquella familia. Anne Rochester debutó el mismo año que Alice, cuando la joven Brontë le pregunto por el tipo de libros que la interesaban, la respondió que debería preguntárselo a su madre. –La señora Rochester, este año, estuvo inquiriendo porque aún sigo soltera, y que se me pasara el tiempo si continúo entre libros. – comentó despreocupada. Buscar marido no era algo que la quitara el sueño a Alice, ella estaba más centrada en sus estudios. Pero se preguntaba porque Miles, seguía soltero, lo cierto es que había partes de su historia que desconocía y más tratándose de amores. Porque inexplicablemente apreciaba una punzada en el pecho si se imaginaba a Miles besando a otra ¿Era puramente amistad o algo más que ella anhelaba en el fondo? – Era simplemente una broma. Sigues sin encajarlas…- sonrió.
Entrelazaron las manos, si bien a ella no le parecía escandaloso. Existía mucha familiaridad entre ellos, era algo normal. Sin embargo su piel bajo el guante se erizó cuando sus dedos entraron en contacto, el calor se extendía por cada uno de ellos trepando por el antebrazo, le parecía embriagador y no trataba que acabara nunca. – Te ayudaré a convencerlo, no obstante creo que tú solo conseguirás que haga más caso, que a su hermana pequeña. - confesó disgustada pero en un instante se desvaneció el mal humor. La noticia de ir a Gloucestershire la impresionó. - ¿Ir a Gloucester? – su hogar, donde habían jugado juntos los tres. Incluso donde Miles le cedió una hermosa yegua negra para ella. Conocedor de que amaba los paseos a caballo y montar durante horas y horas, perdiéndose por los bosques que rodeaban la zona. – Llevo años sin ver a Ángel. A decir verdad, sin montar en caballo, me encantará acompañaros. – sonrió entusiasmada, podría escapar de la Temporada de Londres y disfrutar de la calma de Badmiton House.
Terminaron de bajar las escaleras, y Alice libero el bajo del vestido, que hizo frufrú al rozar la piedra, que no la distrajo en aquel silencio entre ellos, a diferencia de otros, no era incómodo. Todo lo contrario, era agradable pasear en silencio y oír la brisa acariciando la hierba, o agitando los árboles. El agua de las fuentes borboteando salpicando a su alrededor. Miles lo interrumpió, pero no la importó su voz siempre le había agradado escucharla solo ella, era un capricho del que recelosamente custodiaba. Aún evocaba su voz, leyéndole Macbeth una tarde calurosa de verano en Badminton House, como su voz acariciaba con ligera ronquez los versos de la obra, conquistando a la joven Alice. – Quería hacer algo más que veros jugar, estabais disfrutando peleando contra dragones y yo sentada en un trono irritada. No era justo. – Carcajeó en un débil hilo para no romper aquel mágico momento.- Podías haber sido tu Merlín y yo la Dama del Lago. – Le dio un golpe en el hombro.- Mi voz era aguda debido a que era más pequeña, pero el tono que imitas no es mi voz ni de lejos. – le volvió a sacar la lengua.
Al final Miles cedió al juego, y antes de empezar a contar la joven Brontë comenzó a correr al interior del laberinto, arrastrando el vestido por la hierba. De los tres era la menos fuerte pero si ágil, tanto que de niños no la desafiaban a una carrera de velocidad. “Enana escurridiza”, como solía expresar su hermano entre jadeos exhausto de seguirla. Cambio su trayecto dos veces entrando por otros pasillos cuando Miles también se adentró. Trataba de no hacer ruido pero las telas a veces rozaban en los arbustos y el joven Somerset seguía sus pasos muy cerca de ella. Los tacones aporreaban la tierra a sus pies, apresurando su corazón. No la importaba que su nombre fuera parte de algún necio rumor, estaba disfrutando jugando como en los viejos tiempos. – No me estas alcanzando. – anunció entre carcajadas huyendo por otro pasillo del laberinto.- No solo era parte de cazar y ser cazado, sino trasgredir las normas, o al menos eso pensaba ella. Llego al centro del laberinto donde había una fuente, y se detuvo a tomar aliento cuando unos brazos la rodearon.
- ¡Miles! ¡Tramposo seguro que atravesaste alguna pared del laberinto! ¡Creo que contaste rápido para intentar atraparme!–se quejó vencida por el joven, recobrando el aliento – Un trato es un trato, reclama tu beso. –susurró apartándose unos cabellos sueltos de su rostro, concibiendo sus mejillas enrojecidas y su corazón contraído por culpa de sus pulmones que no apresaban el oxígeno suficiente. Era una mujer de palabra, siempre cumplía sus promesas.
Miles tenían los ojos más hermosos que había visto en una persona, celestes como el cielo en el que anhelaba perderse en ellos y volar en su cielo obteniendo la libertad. Cabellos carbón, que recordaban las alas de un hermoso cuervo, que había sido domado. Su nívea piel, con los rasgos por los cuales reconocía a su viejo amigo. Que pese al cambio alcanzaba aun verlo, poseía una máscara de mentiras y ella aspiraba descubrir la verdad tras de ella. Sin darse cuenta estaba cayendo en las redes de algo más profundo que la pura lógica, y que solo su corazón comprendería.
Entrelazaron las manos, si bien a ella no le parecía escandaloso. Existía mucha familiaridad entre ellos, era algo normal. Sin embargo su piel bajo el guante se erizó cuando sus dedos entraron en contacto, el calor se extendía por cada uno de ellos trepando por el antebrazo, le parecía embriagador y no trataba que acabara nunca. – Te ayudaré a convencerlo, no obstante creo que tú solo conseguirás que haga más caso, que a su hermana pequeña. - confesó disgustada pero en un instante se desvaneció el mal humor. La noticia de ir a Gloucestershire la impresionó. - ¿Ir a Gloucester? – su hogar, donde habían jugado juntos los tres. Incluso donde Miles le cedió una hermosa yegua negra para ella. Conocedor de que amaba los paseos a caballo y montar durante horas y horas, perdiéndose por los bosques que rodeaban la zona. – Llevo años sin ver a Ángel. A decir verdad, sin montar en caballo, me encantará acompañaros. – sonrió entusiasmada, podría escapar de la Temporada de Londres y disfrutar de la calma de Badmiton House.
Terminaron de bajar las escaleras, y Alice libero el bajo del vestido, que hizo frufrú al rozar la piedra, que no la distrajo en aquel silencio entre ellos, a diferencia de otros, no era incómodo. Todo lo contrario, era agradable pasear en silencio y oír la brisa acariciando la hierba, o agitando los árboles. El agua de las fuentes borboteando salpicando a su alrededor. Miles lo interrumpió, pero no la importó su voz siempre le había agradado escucharla solo ella, era un capricho del que recelosamente custodiaba. Aún evocaba su voz, leyéndole Macbeth una tarde calurosa de verano en Badminton House, como su voz acariciaba con ligera ronquez los versos de la obra, conquistando a la joven Alice. – Quería hacer algo más que veros jugar, estabais disfrutando peleando contra dragones y yo sentada en un trono irritada. No era justo. – Carcajeó en un débil hilo para no romper aquel mágico momento.- Podías haber sido tu Merlín y yo la Dama del Lago. – Le dio un golpe en el hombro.- Mi voz era aguda debido a que era más pequeña, pero el tono que imitas no es mi voz ni de lejos. – le volvió a sacar la lengua.
Al final Miles cedió al juego, y antes de empezar a contar la joven Brontë comenzó a correr al interior del laberinto, arrastrando el vestido por la hierba. De los tres era la menos fuerte pero si ágil, tanto que de niños no la desafiaban a una carrera de velocidad. “Enana escurridiza”, como solía expresar su hermano entre jadeos exhausto de seguirla. Cambio su trayecto dos veces entrando por otros pasillos cuando Miles también se adentró. Trataba de no hacer ruido pero las telas a veces rozaban en los arbustos y el joven Somerset seguía sus pasos muy cerca de ella. Los tacones aporreaban la tierra a sus pies, apresurando su corazón. No la importaba que su nombre fuera parte de algún necio rumor, estaba disfrutando jugando como en los viejos tiempos. – No me estas alcanzando. – anunció entre carcajadas huyendo por otro pasillo del laberinto.- No solo era parte de cazar y ser cazado, sino trasgredir las normas, o al menos eso pensaba ella. Llego al centro del laberinto donde había una fuente, y se detuvo a tomar aliento cuando unos brazos la rodearon.
- ¡Miles! ¡Tramposo seguro que atravesaste alguna pared del laberinto! ¡Creo que contaste rápido para intentar atraparme!–se quejó vencida por el joven, recobrando el aliento – Un trato es un trato, reclama tu beso. –susurró apartándose unos cabellos sueltos de su rostro, concibiendo sus mejillas enrojecidas y su corazón contraído por culpa de sus pulmones que no apresaban el oxígeno suficiente. Era una mujer de palabra, siempre cumplía sus promesas.
Miles tenían los ojos más hermosos que había visto en una persona, celestes como el cielo en el que anhelaba perderse en ellos y volar en su cielo obteniendo la libertad. Cabellos carbón, que recordaban las alas de un hermoso cuervo, que había sido domado. Su nívea piel, con los rasgos por los cuales reconocía a su viejo amigo. Que pese al cambio alcanzaba aun verlo, poseía una máscara de mentiras y ella aspiraba descubrir la verdad tras de ella. Sin darse cuenta estaba cayendo en las redes de algo más profundo que la pura lógica, y que solo su corazón comprendería.
Invitado- Invitado
Re: White Flag -Alice Brontë-
El solo pensar que Alice fuera esposa de otro lo hacia enfurecerse. Lo volvía loco pensar que otro la besara o la acariciara, el debía ser el primero en la vida de Alice, el debía ser el ultimo. No obstante, Miles no dio muestras de molestia cuando la joven se refirió a quedar soltera por su interés en libros. Mientras sean solo libros. Miles estaba esperando el momento exacto para pedir la mano de Alice. Tener un breve cortejo y luego una boda de las que todos hablaran por días. -Saben que mi renta es la mayor por año, aunque no encaje, mi dinero si lo hace. -La idea francamente lo irritaba tanto que tuvo que fijar su vista en otra cosa para no decir mas nada y le contesto la sonrisa a Alice que solo intentaba bromear.
Los oscuros pensamientos de la cabeza del joven duque se disiparon cuando, los dedos de la joven se enredaron entre los suyos. Hacia años que hacían ese baile intimo de dedos. Era como estar cerca, sin estarlo...Miles adoraba a Alice en secreto desde que la conoció. Cuando niño, simplemente tuvo que dejarla ir. El estaba en el colegio y solo la podia ver unas pocas veces al año. Cuando su amigo lo invitaba a pasar las navidades juntos. -Hmm a veces si, a veces no. A veces simplemente no me quiere escuchar...Creo que tu Charme, es mas cautivador que el mio. Tanto que a veces soy invisible...-Sabia que un tiempo en el campo le haría bien y su hermana estaría feliz de reencontrarse con Ángel. Había hecho domar a Ángel solamente para ella. La Yegua era rebelde y sabia que iban a ser buena pareja en el momento que se conocieran. Ángel adoraba a su dueña, pero la veia poco. Nadie ademas de la joven había podido montarla, así Miles dio la orden de que nadie la usara, hasta que su dueña regresara por ella. -Crees que mi hermana pueda convencerlo de darse unas vacaciones? - Hacia tiempo que sabia que su hermana estaba interesada en su mejor amigo. Lo habia visto en sus ojos cuando lo vio en la primera visita a los Bronte.
Suponía que era lógico, se conocían hace tanto tiempo que el amor había surgido naturalmente entre las familias. Rió cuando la joven le pego en el brazo, rompiendo toda convención social, pero estaban muy lejos para que alguien pudiera notarlo. - No suena mala idea, pero los hombres siempre queremos ser Reyes, no magos...Y yo pensaba que siendo Rey, me ibas a querer un poco mas...-Confeso despreocupadamente. Su mente viajo a otra época, donde se sentaban los dos, juntos y el le leía. No había otra cosa que disfrutara mas que leerle. Adoraba ver su rostro cambiando de sutilmente de emoción a medida que la historia cambiaba. La brisa de verano los estaba tocando. Solo los rulos que se formaban en la nunca de joven duque se movían, los demás cabellos estaban sujetos con minuciosa severidad.
Mientras corria a la joven escurridiza se le ocurrió tratando de cortarle el paso. Estaban ante la mirada atenta de Anna Rochester que parecía estar llorando, aunque no sabia, estaba demasiado lejano para saber. Cuando supo que Alice estaba cerca, la espero semi escondido después de haber atravesado el laberinto sin molestarse en dar las vueltas. Era un cazador con su presa y quería su recompensa. Rió cuando la rodeo para atraparla y dominarla parta que no escape, siempre de forma delicada. -Un poco de las dos. Era un premio demasiado tentador.-La tomo del talle, sin perder el contacto visual y la atrajo hacia el, tomándola de la mejilla, con ternura. Acerco su rostro al rostro de porcelana ajeno y presiono sus labios en los de ella, mordiendo la carne sedosa de aquella boca con deleite. Quiso decirle lo tanto que la amaba y que estaba dispuesto a darle lo que ella le pidiera. Cada capricho de su tierno corazón, el estaba dispuesto a cumplir. Ahora era simplemente Miles que la besaba, era simplemente el muchacho que la admiraba en silencio. -Alice...-dijo en voz baja, con un tono intimo luego de cortar el beso. Pero no pudo decir ni una palabra mas. Sus dedos acariciaron con devoción su mejilla y le sonrió débilmente, sin dejar de pensar que bella se vería a la luz de luna.
Los oscuros pensamientos de la cabeza del joven duque se disiparon cuando, los dedos de la joven se enredaron entre los suyos. Hacia años que hacían ese baile intimo de dedos. Era como estar cerca, sin estarlo...Miles adoraba a Alice en secreto desde que la conoció. Cuando niño, simplemente tuvo que dejarla ir. El estaba en el colegio y solo la podia ver unas pocas veces al año. Cuando su amigo lo invitaba a pasar las navidades juntos. -Hmm a veces si, a veces no. A veces simplemente no me quiere escuchar...Creo que tu Charme, es mas cautivador que el mio. Tanto que a veces soy invisible...-Sabia que un tiempo en el campo le haría bien y su hermana estaría feliz de reencontrarse con Ángel. Había hecho domar a Ángel solamente para ella. La Yegua era rebelde y sabia que iban a ser buena pareja en el momento que se conocieran. Ángel adoraba a su dueña, pero la veia poco. Nadie ademas de la joven había podido montarla, así Miles dio la orden de que nadie la usara, hasta que su dueña regresara por ella. -Crees que mi hermana pueda convencerlo de darse unas vacaciones? - Hacia tiempo que sabia que su hermana estaba interesada en su mejor amigo. Lo habia visto en sus ojos cuando lo vio en la primera visita a los Bronte.
Suponía que era lógico, se conocían hace tanto tiempo que el amor había surgido naturalmente entre las familias. Rió cuando la joven le pego en el brazo, rompiendo toda convención social, pero estaban muy lejos para que alguien pudiera notarlo. - No suena mala idea, pero los hombres siempre queremos ser Reyes, no magos...Y yo pensaba que siendo Rey, me ibas a querer un poco mas...-Confeso despreocupadamente. Su mente viajo a otra época, donde se sentaban los dos, juntos y el le leía. No había otra cosa que disfrutara mas que leerle. Adoraba ver su rostro cambiando de sutilmente de emoción a medida que la historia cambiaba. La brisa de verano los estaba tocando. Solo los rulos que se formaban en la nunca de joven duque se movían, los demás cabellos estaban sujetos con minuciosa severidad.
Mientras corria a la joven escurridiza se le ocurrió tratando de cortarle el paso. Estaban ante la mirada atenta de Anna Rochester que parecía estar llorando, aunque no sabia, estaba demasiado lejano para saber. Cuando supo que Alice estaba cerca, la espero semi escondido después de haber atravesado el laberinto sin molestarse en dar las vueltas. Era un cazador con su presa y quería su recompensa. Rió cuando la rodeo para atraparla y dominarla parta que no escape, siempre de forma delicada. -Un poco de las dos. Era un premio demasiado tentador.-La tomo del talle, sin perder el contacto visual y la atrajo hacia el, tomándola de la mejilla, con ternura. Acerco su rostro al rostro de porcelana ajeno y presiono sus labios en los de ella, mordiendo la carne sedosa de aquella boca con deleite. Quiso decirle lo tanto que la amaba y que estaba dispuesto a darle lo que ella le pidiera. Cada capricho de su tierno corazón, el estaba dispuesto a cumplir. Ahora era simplemente Miles que la besaba, era simplemente el muchacho que la admiraba en silencio. -Alice...-dijo en voz baja, con un tono intimo luego de cortar el beso. Pero no pudo decir ni una palabra mas. Sus dedos acariciaron con devoción su mejilla y le sonrió débilmente, sin dejar de pensar que bella se vería a la luz de luna.
Miles Henry Somerset- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Medico
Localización : Londres
Re: White Flag -Alice Brontë-
Comprendía perfectamente a su amigo cuando enuncio aquella frase con ira contenida. Ella tampoco encajaba en aquella sociedad, ni era aceptada íntegramente. Aun conseguía oír a su paso cotilleos, entre susurros, sobre la sospechosa muerte de su padre. Nadie asumía pruebas pero adoraban comentar cosas como que ellos eran los responsables de su muerte. Detestaba la hipocresía de aquella elitista sociedad de la que por desgracia formaba parte. Por eso huía, ansiaba escapar de esa jaula de oro, que por sublime que fuera no dejaría de ser una prisión.
Aquella danza de dedos, de pequeñas caricias a escondidas, la había conservado desde que dejaron de ser niños. Le sobrecogía que aun llevando el guante, apreciaba que Miles acariciaba la piel de su mano, como si no estuviera. Entrelazando en aquella danza los dedos de ambos que los hacia relegar el presente por un rato. Alice siempre había sido una amiga más de Miles, casi un chico para el grupo cuando eran niños. Pero esa amistad, con el paso del tiempo, floreció en un sentimiento más recóndito que opinaba ser una ensoñación: Amor. Su corazón le amo con locura, pero tras encontrarse de vuelta, no encontraba a Miles en aquella persona, le adoraba pero no veía a ese joven al que amo, solo oscuridad. Y la impotencia de no lograr ayudarle encolerizaba a su alma ajada. Rozo con sus dedos la palma de su mano plasmando pequeños círculos a lo largo y ancho de esta. – Miles a ti te hace más caso, eres su mejor amigo en quien siempre confía. Yo su hermana pequeña de la que se tiene que hacer cargo. – replicó, si la dijeran que esa noche podían irse a Badminton House partiría de la fiesta dejando en Londres el rumor. La tranquilidad del bosque y pasear a caballo, o hacer picnics. - ¿Moira? – la hermana pequeña de Miles posó sus ojos en su hermano desde las primeras navidades en casa de los Brontë. Moira lo adoraba, y le confesó una ocasión que le gustaba, si bien eso fue hace años y tal vez la joven Somerset tuviera pretendientes o un amor aguardándola.- Tal vez Gabriel la escuchara. Por intentarlo que no quede- bromeó de buen humor.
Le había dado un pequeño golpe en el brazo por la horrible imitación, en falsete, de su voz de niña, le gustaba esa relación que tenían. Se permitía lo bueno de la amistad y lo complejo del amor. Además no la importaba que la tacharan más aún. Era su amigo, le trataría como acostumbraba desde siempre y no como las demás muñecas de porcelana llamadas “debutantes” – Siempre sois así de prepotentes. Pues yo hubiera preferido un mago, y te hubiera querido más. – sonrió ligeramente sonrojada. Recordaba las tardes, cuando el cansancio se hacía presente tras un día de juegos. Miles se dedicaba a leerle libros que ella todavía no conocía. Poder generar un abanico de emociones a partir de la historia que el narrador, que era Miles, la invitaba a averiguar. Siempre le agradó su voz ronca y penetrante, de buena entonación y cautivadora, era tan refrescante como la brisa que los envolvía.
En la persecución trato de esforzarse por que no la atrapara, aunque quisiera saber que sentía con ese beso. Su mente preguntaba a Alice que sentía ahora por el duque de Beaufort, ¿era amistad o algo más? La atrapó nada más ella llegar al centro del laberinto, no se defendió de sus acusaciones todo lo contrario confesó. – Vil bellaco. – dramatizo entre risas. Entonces la sujeto del talle, aproximándola más de lo permitido. Si alguien les viera daría razones suficientes para crear rumores, pero ahora no la afectaba, no cuando apreciaba el aliento sobre su boca y la mano de Miles rozando su mejilla.
El beso desató las emociones que creía extraviadas dentro de ella, era el renacimiento de la existencia con todos los matices, colores y sabores. Entrelazo sus labios con los de él, arriesgándose a salir malherida. Respondiendo al breve tacto de los dientes sobre sus labios del mismo modo, atrapó su labio inferior prolongando ese secreto embriagador. Le amaba con la misma fuerza que en el pasado, Alice no ostentaba duda alguna de ello, pero una espina germinó en aquella rosa llamada Amor. Miles había cambiado desde entonces, no parecía ni él a veces, la oscuridad, asediaba el alma. Y ella no era capaz de hacer nada por ayudarle, era un absoluto fraude. Miles la llamó en un suave susurro que sacudió violentamente su alma.
- Miles yo…- tomó tiempo para pensar. – Me encanto…pero, no es adecuado, estoy desconcertada. – caminó en dirección a los caminos del laberinto. – Lo siento, pero no sé qué decir ahora. Buenas noches Miles. –se marchó con un dolor que la desgarraba el pecho. Internándose de nuevo en el laberinto, volvería a la fiesta, recogería su capa regresando a casa en su carruaje. El temor y la duda se instauraron en su mente contaminándola, era mejor reflexionar sin ellas en la mente, necesitaba estar sola y pensar, o ambos saldrían malheridos.
Aquella danza de dedos, de pequeñas caricias a escondidas, la había conservado desde que dejaron de ser niños. Le sobrecogía que aun llevando el guante, apreciaba que Miles acariciaba la piel de su mano, como si no estuviera. Entrelazando en aquella danza los dedos de ambos que los hacia relegar el presente por un rato. Alice siempre había sido una amiga más de Miles, casi un chico para el grupo cuando eran niños. Pero esa amistad, con el paso del tiempo, floreció en un sentimiento más recóndito que opinaba ser una ensoñación: Amor. Su corazón le amo con locura, pero tras encontrarse de vuelta, no encontraba a Miles en aquella persona, le adoraba pero no veía a ese joven al que amo, solo oscuridad. Y la impotencia de no lograr ayudarle encolerizaba a su alma ajada. Rozo con sus dedos la palma de su mano plasmando pequeños círculos a lo largo y ancho de esta. – Miles a ti te hace más caso, eres su mejor amigo en quien siempre confía. Yo su hermana pequeña de la que se tiene que hacer cargo. – replicó, si la dijeran que esa noche podían irse a Badminton House partiría de la fiesta dejando en Londres el rumor. La tranquilidad del bosque y pasear a caballo, o hacer picnics. - ¿Moira? – la hermana pequeña de Miles posó sus ojos en su hermano desde las primeras navidades en casa de los Brontë. Moira lo adoraba, y le confesó una ocasión que le gustaba, si bien eso fue hace años y tal vez la joven Somerset tuviera pretendientes o un amor aguardándola.- Tal vez Gabriel la escuchara. Por intentarlo que no quede- bromeó de buen humor.
Le había dado un pequeño golpe en el brazo por la horrible imitación, en falsete, de su voz de niña, le gustaba esa relación que tenían. Se permitía lo bueno de la amistad y lo complejo del amor. Además no la importaba que la tacharan más aún. Era su amigo, le trataría como acostumbraba desde siempre y no como las demás muñecas de porcelana llamadas “debutantes” – Siempre sois así de prepotentes. Pues yo hubiera preferido un mago, y te hubiera querido más. – sonrió ligeramente sonrojada. Recordaba las tardes, cuando el cansancio se hacía presente tras un día de juegos. Miles se dedicaba a leerle libros que ella todavía no conocía. Poder generar un abanico de emociones a partir de la historia que el narrador, que era Miles, la invitaba a averiguar. Siempre le agradó su voz ronca y penetrante, de buena entonación y cautivadora, era tan refrescante como la brisa que los envolvía.
En la persecución trato de esforzarse por que no la atrapara, aunque quisiera saber que sentía con ese beso. Su mente preguntaba a Alice que sentía ahora por el duque de Beaufort, ¿era amistad o algo más? La atrapó nada más ella llegar al centro del laberinto, no se defendió de sus acusaciones todo lo contrario confesó. – Vil bellaco. – dramatizo entre risas. Entonces la sujeto del talle, aproximándola más de lo permitido. Si alguien les viera daría razones suficientes para crear rumores, pero ahora no la afectaba, no cuando apreciaba el aliento sobre su boca y la mano de Miles rozando su mejilla.
El beso desató las emociones que creía extraviadas dentro de ella, era el renacimiento de la existencia con todos los matices, colores y sabores. Entrelazo sus labios con los de él, arriesgándose a salir malherida. Respondiendo al breve tacto de los dientes sobre sus labios del mismo modo, atrapó su labio inferior prolongando ese secreto embriagador. Le amaba con la misma fuerza que en el pasado, Alice no ostentaba duda alguna de ello, pero una espina germinó en aquella rosa llamada Amor. Miles había cambiado desde entonces, no parecía ni él a veces, la oscuridad, asediaba el alma. Y ella no era capaz de hacer nada por ayudarle, era un absoluto fraude. Miles la llamó en un suave susurro que sacudió violentamente su alma.
- Miles yo…- tomó tiempo para pensar. – Me encanto…pero, no es adecuado, estoy desconcertada. – caminó en dirección a los caminos del laberinto. – Lo siento, pero no sé qué decir ahora. Buenas noches Miles. –se marchó con un dolor que la desgarraba el pecho. Internándose de nuevo en el laberinto, volvería a la fiesta, recogería su capa regresando a casa en su carruaje. El temor y la duda se instauraron en su mente contaminándola, era mejor reflexionar sin ellas en la mente, necesitaba estar sola y pensar, o ambos saldrían malheridos.
Invitado- Invitado
Re: White Flag -Alice Brontë-
No había avanzado mucho la noche y Miles se hallaba tentado de decirle a la joven hermana de su amigo que siempre la había amado con toda su alma, que desde que era un niño pequeño había deseado llamarla su novia, mas que su reina o su "dama del lago". De hecho Alice era la única que podia derretir el ennegrecido corazón del Duque. Miles tenia un corazón endurecido por la tristeza, pero nunca hubiera podido hacer lo que hizo su amigo, no tenia las agallas, no era capaz de darle muerte al autor de sus días, aquel que había destruido la vida de su adorada madre con golpes, vejaciones y humillaciones sin fin.
El toque de sus dedos era mágico. Como si supiera que ella estaba ahí, como si supiera que estaba con el y que nunca se iría, sentirla al menos a través de los guantes, era un deleite demasiado inocente para alguien como Miles, pero no había otra manera, al menos no por ahora. Gabriel lo mataría si de algun modo se atreviera a mancillar a su hermana sin antes pasar por un cortejo, una boda y una luna de miel. Lo que Alice se merecía, vamos...Extrañamente el tenia la misma idea sobre su hermana, por eso cauto, Miles siempre se había reprimido de hacer cosas que lo alejaran de ella y de su pretensiones. -Tu, Mi adorable pajarito, lo tienes bailando alrededor de tu pequeño dedo. -El duque rió y la miro divertido. A mi tambien me tienes bailando alrededor de tu dedo, mi amor...- Aunque Moira tiene la capacidad convencer a cualquiera de hacer su voluntad....- Con aquella soñadora mirada y el dulce acento francés su hermana deleitaba y convencía a cualquiera hasta de la mas descabellada locura.
Miles disfrutaba enormemente retar a Alice o molestarla de alguna manera. Desde un falsete hasta una disertación sobre Shakespeare, que ella siempre ganaba...no porque el no sabia, si no porque adoraba en su rostro la exaltación de la victoria sobre su genero. Como se mordía el labio cuando se sabia ganadora y como lo miraba cuando sus ojos celestes brillaban al saber que la razón estaba de su lado. -Bueno, aun puedo ser tu hechicero. Al menos arriesgo de que me conviertas en sapo y asi podre besar a una linda princesa- La miro directamente a ella, sin preámbulos...pero como un comentario al pasar.
Al tenerla en sus brazos, Miles sintió su corazón saltearse un latido. Oia como su el musculo que tenia en el pecho quería salir encabritado. Su aroma a rosas blancas, sus ojos de color celeste, como el mar en la riviera francesa o su boca pequeña, adornada de labios gruesos y sedosos. Sonrió cuando ella lo llamo Vil Bellaco...El vestido que tenia dio un suave giro y se levanto levemente en la brisa. La había amado desde siempre, desde que la había visto mezclarse entre su hermano y el. Cuando se embadurnaba la boca con chocolate y luego al hacerse mujer, supo que la deseaba tambien, que la deseaba para el y solo para el y que quería hundirse en su cuerpo y besarla, besarla hasta que no hubiera un mañana.
Y eso hizo, la beso. La beso con dulzura, disfrutando de sus labios que no se habían retraído, si no que respondían al movimientos de su boca. El mundo se diluyo y solo quedaron ellos dos. Apenas se corto el beso, Alice se tomo su tiempo para romperle el corazón. Le había gustado, pero...estaba dudosa..lo había visto en sus ojos. Miles se quedo callado y mientras la miraba entrecerró sus ojos del dolor que estaba sintiendo. Los ojos se le humedecieron y trago saliva para suspirar y tragarse la enorme angustia que sentía.
No lo admitía, Alice iba a ser suya, no importaba a que precio, la hermana de su mejor amigo iba a ser suya. -Pues no lo admito, Alice...-La tomo de un brazo y no escucho nada mas. La ira lo cegó profundamente. El dolor y la ira se adueñaron de el y la empujo contra una de las paredes del laberinto. La hizo mirarlo y con vehemencia volvió a besarla. Le tomó la cabeza entre las manos, la atrajo más cerca de él obligándola a ponerse de puntillas. Dejó que una mano pasear por la espalda, la agarró con fuerza allí y la apretó contra su cuerpo, dejando la otra mano en la cabeza para sostenerla suavemente, negándole a retirarse si hubiera querido, continuó sus caricias, besándola profundamente, exigente y aún con ternura, forzando la santidad de aquella inocente boca, logrando que salieran de ella gemidos y los dulces sonidos de la saliva que se entremezclaba con la propia. Miles había cruzado el limite, estaba dejandose llevar por su dolor. Un dolor que pensó que jamas sentiría.
Tenia que decirle que la amaba, que estaba loco por ella, tenia que hacerlo, pero primero un beso, solo un beso peregrino.
El toque de sus dedos era mágico. Como si supiera que ella estaba ahí, como si supiera que estaba con el y que nunca se iría, sentirla al menos a través de los guantes, era un deleite demasiado inocente para alguien como Miles, pero no había otra manera, al menos no por ahora. Gabriel lo mataría si de algun modo se atreviera a mancillar a su hermana sin antes pasar por un cortejo, una boda y una luna de miel. Lo que Alice se merecía, vamos...Extrañamente el tenia la misma idea sobre su hermana, por eso cauto, Miles siempre se había reprimido de hacer cosas que lo alejaran de ella y de su pretensiones. -Tu, Mi adorable pajarito, lo tienes bailando alrededor de tu pequeño dedo. -El duque rió y la miro divertido. A mi tambien me tienes bailando alrededor de tu dedo, mi amor...- Aunque Moira tiene la capacidad convencer a cualquiera de hacer su voluntad....- Con aquella soñadora mirada y el dulce acento francés su hermana deleitaba y convencía a cualquiera hasta de la mas descabellada locura.
Miles disfrutaba enormemente retar a Alice o molestarla de alguna manera. Desde un falsete hasta una disertación sobre Shakespeare, que ella siempre ganaba...no porque el no sabia, si no porque adoraba en su rostro la exaltación de la victoria sobre su genero. Como se mordía el labio cuando se sabia ganadora y como lo miraba cuando sus ojos celestes brillaban al saber que la razón estaba de su lado. -Bueno, aun puedo ser tu hechicero. Al menos arriesgo de que me conviertas en sapo y asi podre besar a una linda princesa- La miro directamente a ella, sin preámbulos...pero como un comentario al pasar.
Al tenerla en sus brazos, Miles sintió su corazón saltearse un latido. Oia como su el musculo que tenia en el pecho quería salir encabritado. Su aroma a rosas blancas, sus ojos de color celeste, como el mar en la riviera francesa o su boca pequeña, adornada de labios gruesos y sedosos. Sonrió cuando ella lo llamo Vil Bellaco...El vestido que tenia dio un suave giro y se levanto levemente en la brisa. La había amado desde siempre, desde que la había visto mezclarse entre su hermano y el. Cuando se embadurnaba la boca con chocolate y luego al hacerse mujer, supo que la deseaba tambien, que la deseaba para el y solo para el y que quería hundirse en su cuerpo y besarla, besarla hasta que no hubiera un mañana.
Y eso hizo, la beso. La beso con dulzura, disfrutando de sus labios que no se habían retraído, si no que respondían al movimientos de su boca. El mundo se diluyo y solo quedaron ellos dos. Apenas se corto el beso, Alice se tomo su tiempo para romperle el corazón. Le había gustado, pero...estaba dudosa..lo había visto en sus ojos. Miles se quedo callado y mientras la miraba entrecerró sus ojos del dolor que estaba sintiendo. Los ojos se le humedecieron y trago saliva para suspirar y tragarse la enorme angustia que sentía.
No lo admitía, Alice iba a ser suya, no importaba a que precio, la hermana de su mejor amigo iba a ser suya. -Pues no lo admito, Alice...-La tomo de un brazo y no escucho nada mas. La ira lo cegó profundamente. El dolor y la ira se adueñaron de el y la empujo contra una de las paredes del laberinto. La hizo mirarlo y con vehemencia volvió a besarla. Le tomó la cabeza entre las manos, la atrajo más cerca de él obligándola a ponerse de puntillas. Dejó que una mano pasear por la espalda, la agarró con fuerza allí y la apretó contra su cuerpo, dejando la otra mano en la cabeza para sostenerla suavemente, negándole a retirarse si hubiera querido, continuó sus caricias, besándola profundamente, exigente y aún con ternura, forzando la santidad de aquella inocente boca, logrando que salieran de ella gemidos y los dulces sonidos de la saliva que se entremezclaba con la propia. Miles había cruzado el limite, estaba dejandose llevar por su dolor. Un dolor que pensó que jamas sentiría.
Tenia que decirle que la amaba, que estaba loco por ella, tenia que hacerlo, pero primero un beso, solo un beso peregrino.
Miles Henry Somerset- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Medico
Localización : Londres
Re: White Flag -Alice Brontë-
Aquel baile de dedos, de manos entrelazadas era un secreto aplacible que ambos mantenían desde el pasado: Estaban el uno para el otro, pasara lo que pasara. Era un juego inocente desde su adolescencia, de aquellos comienzos de la amistad con pequeños capullos de amor a punto de florecer. Que con el tiempo se convirtieron en una pequeña tentación, y más cuando por primera vez Alice recibió un beso, y era de Miles, aquella noche de verano. Tras aquella inmensa felicidad, tuvo que despedirse de ese júbilo su hermano marchó a la guerra, ella volvió a la mansión Brontë donde contemplaba como su padre se corrompía y la usaba a Alice para desahogarse violentamente.
Mucho cambio desde entonces, Alice no era la misma, ni Miles, ambos habían recorridos senderos oscuros pero aún persistían apelando a volver a estar juntos. Recorrió sus dedos acariciándolos con cariño, si bien interiormente deseaba que le quitaran el guante y rozara su piel desnuda. Sonrió brevemente. – No tengo a mi hermano así, Miles. Dudo que posea de tanto influjo, en cambio su trabajo sí. – le agradaba oír ese apelativo que solo él usaba para describirla. Alice siempre ansiaba ser libre, un pájaro que pudiera alejar sus ansiedades. Inclusive ella misma usaba esa metáfora cuando recapacitaba o escribía, nadie conocía que era capaz de tener alas y alzar el vuelo como un pájaro. Era un secreto que era mejor mantener oculto. – Cierto, Moira, tiene esa habilidad, siempre me convence de algunas locuras. Sin embargo es cierto que no opongo resistencia. – rió contemplando su vista cautivadora, aquellos ojos azules. Aquel cielo en el que anhelaba perderse, fábrica de sueños y esperanza para la joven Brontë.
Nunca solían discutir, pero si picarse mutuamente, bromeaban con naturalidad. Cuando Miles trataba de llevar la razón incitaba a Alice a llevarle la contraria, pasando horas y horas debatiendo para ver quien estaba en la opinión más acertada. Implacable luchadora, buscaba los mejores argumentos para la defensa, y adoraba no estar de acuerdo con Miles sobre: Autores, obras, pensamientos filosóficos, arte e incluso política. Gustaba compartir aquellos coloquios y que fuera valorada como una más. El duque jamás la distinguió como un objeto, o una mujer sin pensamiento, todo lo contrario y era una de las razones que la cautivaban. Razones por las cuales era tan exigente con un candidato a marido, porque ninguno igualaba a Miles, ni le llegaba a la altura. – No te convertiría en un sapo, y si así fuera, no soy ninguna princesa. No podrías volver a ser humano, pero te querría. – bromeó con las mejillas ligeramente sonrosadas. Era una indirecta y aún así había logrado que Alice se ruborizara.
La proximidad de Miles, sentir su calor, aroma, al igual que su aliento sobre ella. Cerro los ojos dejándose arrastrar por aquellos sentimientos, cuando se besaron supo que volvía a vivir plenamente, que no era un capricho de adolescente, sino amor real. Aquel que hacía que el fuego aleteara en torno a su corazón y el mundo se detuviera. Cuando detuvo el beso retorno a la realidad, la que a veces aborrecía. Pero las dudas la asaltaban y no lo querían hacer padecer, ni ella tampoco, iba a marcharse cuando la detuvo.
Alice era incapaz de reconocer a esa persona que ahora bien se hacía pasar por su amado Miles. Jamás le vio así, ni menos tratarla con esa rudeza que acerbamente le traía recuerdos del pasado, de un padre que jamás la estimó. Con fuerza traída de la oscura alma que ahora portaba, la había empujado contra las paredes del laberinto, algunas ramas la arañaron la piel. Intentó mirar en sus ojos en busca de aquel cielo, pero solo había oscuridad, la besó y aunque fueran sus labios no sentía lo mismo. Trató de liberarse, pero paso la mano por su espalda, atrapándola, aproximándolo a él. Mientras que la otra alzaba su rostro, los vehementes besos abordaban sus labios sin descanso. Era él, en el fondo, pero no sabía cómo extirpar ese dolor de su alma, y aquello le dolía tanto como las lágrimas que escaparon de sus mejillas. Le amaba con locura, pero le aterraba hacerle más daño.
- B-basta. – logró apartarse a regañadientes. Le abofeteo sin pensarlo, concibiendo que ella estaba sufriendo más que él, de nuevo volvía a arriesgarse en una empresa en la que no sabía si sería feliz, dejando de padecer, o sería un fracaso que la desgarraría el corazón.– Te pedí Miles que me dejaras reflexionar sola…. ¿Quieres que te jure amor y te haga daño después? ¿O que rompa el corazón de ambos para protegerte? – Respiró hondo, tratando de organizar su cabeza, en vano.- Necesito tiempo para pensar sin miedo ni dudas….Te quiero, pero odio en el ser que el dolor te convirtió. Y me duele aun, que tal vez no pueda salvarte por mucho que lo anhele y te amé. – se adentró por uno de los pasillos del laberinto huyendo de él. Mientras sentía las lágrimas acariciando su barbilla que él había tocado. Lo amaba con locura, pero estaba asustada, nunca había visto aquel sufrimiento en los ojos de Miles, que ansiaba, más que su existencia, hacer desvanecerse.
Mucho cambio desde entonces, Alice no era la misma, ni Miles, ambos habían recorridos senderos oscuros pero aún persistían apelando a volver a estar juntos. Recorrió sus dedos acariciándolos con cariño, si bien interiormente deseaba que le quitaran el guante y rozara su piel desnuda. Sonrió brevemente. – No tengo a mi hermano así, Miles. Dudo que posea de tanto influjo, en cambio su trabajo sí. – le agradaba oír ese apelativo que solo él usaba para describirla. Alice siempre ansiaba ser libre, un pájaro que pudiera alejar sus ansiedades. Inclusive ella misma usaba esa metáfora cuando recapacitaba o escribía, nadie conocía que era capaz de tener alas y alzar el vuelo como un pájaro. Era un secreto que era mejor mantener oculto. – Cierto, Moira, tiene esa habilidad, siempre me convence de algunas locuras. Sin embargo es cierto que no opongo resistencia. – rió contemplando su vista cautivadora, aquellos ojos azules. Aquel cielo en el que anhelaba perderse, fábrica de sueños y esperanza para la joven Brontë.
Nunca solían discutir, pero si picarse mutuamente, bromeaban con naturalidad. Cuando Miles trataba de llevar la razón incitaba a Alice a llevarle la contraria, pasando horas y horas debatiendo para ver quien estaba en la opinión más acertada. Implacable luchadora, buscaba los mejores argumentos para la defensa, y adoraba no estar de acuerdo con Miles sobre: Autores, obras, pensamientos filosóficos, arte e incluso política. Gustaba compartir aquellos coloquios y que fuera valorada como una más. El duque jamás la distinguió como un objeto, o una mujer sin pensamiento, todo lo contrario y era una de las razones que la cautivaban. Razones por las cuales era tan exigente con un candidato a marido, porque ninguno igualaba a Miles, ni le llegaba a la altura. – No te convertiría en un sapo, y si así fuera, no soy ninguna princesa. No podrías volver a ser humano, pero te querría. – bromeó con las mejillas ligeramente sonrosadas. Era una indirecta y aún así había logrado que Alice se ruborizara.
La proximidad de Miles, sentir su calor, aroma, al igual que su aliento sobre ella. Cerro los ojos dejándose arrastrar por aquellos sentimientos, cuando se besaron supo que volvía a vivir plenamente, que no era un capricho de adolescente, sino amor real. Aquel que hacía que el fuego aleteara en torno a su corazón y el mundo se detuviera. Cuando detuvo el beso retorno a la realidad, la que a veces aborrecía. Pero las dudas la asaltaban y no lo querían hacer padecer, ni ella tampoco, iba a marcharse cuando la detuvo.
Alice era incapaz de reconocer a esa persona que ahora bien se hacía pasar por su amado Miles. Jamás le vio así, ni menos tratarla con esa rudeza que acerbamente le traía recuerdos del pasado, de un padre que jamás la estimó. Con fuerza traída de la oscura alma que ahora portaba, la había empujado contra las paredes del laberinto, algunas ramas la arañaron la piel. Intentó mirar en sus ojos en busca de aquel cielo, pero solo había oscuridad, la besó y aunque fueran sus labios no sentía lo mismo. Trató de liberarse, pero paso la mano por su espalda, atrapándola, aproximándolo a él. Mientras que la otra alzaba su rostro, los vehementes besos abordaban sus labios sin descanso. Era él, en el fondo, pero no sabía cómo extirpar ese dolor de su alma, y aquello le dolía tanto como las lágrimas que escaparon de sus mejillas. Le amaba con locura, pero le aterraba hacerle más daño.
- B-basta. – logró apartarse a regañadientes. Le abofeteo sin pensarlo, concibiendo que ella estaba sufriendo más que él, de nuevo volvía a arriesgarse en una empresa en la que no sabía si sería feliz, dejando de padecer, o sería un fracaso que la desgarraría el corazón.– Te pedí Miles que me dejaras reflexionar sola…. ¿Quieres que te jure amor y te haga daño después? ¿O que rompa el corazón de ambos para protegerte? – Respiró hondo, tratando de organizar su cabeza, en vano.- Necesito tiempo para pensar sin miedo ni dudas….Te quiero, pero odio en el ser que el dolor te convirtió. Y me duele aun, que tal vez no pueda salvarte por mucho que lo anhele y te amé. – se adentró por uno de los pasillos del laberinto huyendo de él. Mientras sentía las lágrimas acariciando su barbilla que él había tocado. Lo amaba con locura, pero estaba asustada, nunca había visto aquel sufrimiento en los ojos de Miles, que ansiaba, más que su existencia, hacer desvanecerse.
Invitado- Invitado
Re: White Flag -Alice Brontë-
Miles se inclino sobre ella, sintió su aliento en su propia boca antes de colapsar la suya contra esos labios suculentos que hacia tanto que deseaba besar. Años deseándola, años amándola en silencio, años imaginándola como en un maldito cuento de hadas que deseaba reprimir. Su boda, el temor de que fuera de otro...Alice debía estar casada ya. Debía al menos estar comprometida y preparando su ajuar para su matrimonio. Pero Gabriel había tolerado el hecho que su hermana no deseaba tomar esposo porque era como su propia hermana, un pajarillo, un alma libre que no estaba atada por la sociedad si no por el mandato del corazón. Y Miles en toda su oscuridad deseaba desposarse con ella, porque pensaba que aquella pureza de Alice, terminaría por curar todas sus heridas y lavar todas sus culpas.
A veces solo pensaba que atarla a él, era simplemente un acto de bajeza. Alice era perfecta y hermosa a sus ojos. Con solo tocarla se sentía mas liviano de sus cotidianos miedos. Y si ella no estaba, entonces, entonces todo era misterio y terror. La añoraba casi con un deseo frenético, la tenía en sus pensamientos el día completo y la deseaba de noche cuando estaba solo en sus aposentos. Concibiéndola como una mujer, se imaginaba que habría detrás de esos vestidos ominosos, detrás del maquillaje juvenil y las escasas joyas que llevaba encima. El podía darle las joyas que ella quisiera, las ropas más caras, los coches más elegantes y aun así, sabía que ella no podía ser feliz.
El sabia como hacerla feliz, porque había visto en aquellos ojos azulados, el brillo del goce y solamente con una disertación sobre filosofía...La había dejado ganar o quizá, ella tenia razón y el no. Solo sabía que aunque pareciera igual a todas, sobresalía por sobre las demás, no solamente porque él la quería con tierna pasión, si no porque su inteligencia y elocuencia la elevaban ahí. Si, Miles también la admiraba.
Pero las estaba forzando y eso jamás había sido propio de Miles. Miles nunca habían forzado a una dama a hacer algo. Nunca. Pero era tal el ardor que el primer beso había despertado en el que simplemente, avariento, quiso mas. Y mas...Y no dejarla ir, demostrarle que la amaba, que estaba dispuesto a caer de rodillas, suplicándole que lo amara de la misma forma que el la amaba a ella. Porque Miles no veía a otra mujer. Miles solamente tenían ojos para Alice.
Miles sintió la bofetada en su blanca mejilla y que algo le explotaba en la cabeza cuando ella lo miro amargura en sus preciosos ojos celestes. Y no pudo decir una sola palabra más.
Y ella lo amaba. Jadeo al reconocer a una mujer enamorada cuando vio directamente aquel angélico rostro. Una mano se ubico en su mejilla que estaba roja, estampada de la pequeña mano de la joven. La vio partir y vio el rastro de su vestido.
Miles entrecerró la mirada y al fin, irrumpió en un grito, entre ira y consternación, frustración y porque no, también angustia. Pateo como un niño la tierra del laberintico jardín, dio vueltas con las manos en la cintura como una fiera enloquecida y luego de algunos minutos de maldecirse por ser un idiota que no necesitaba hacer algo tan bestial como lo que acababa de hacer. Obligar a la mujer que amaba a besarlo para demostrarle lo que por necio no podía decirle con palabras. Si solo pudiera....Ella seguramente había huido de la fiesta solo para no verlo. ¿Qué haría después? No tenía idea, pero Gabriel lo iba a matar seguro...Y se lo merecía...
A veces solo pensaba que atarla a él, era simplemente un acto de bajeza. Alice era perfecta y hermosa a sus ojos. Con solo tocarla se sentía mas liviano de sus cotidianos miedos. Y si ella no estaba, entonces, entonces todo era misterio y terror. La añoraba casi con un deseo frenético, la tenía en sus pensamientos el día completo y la deseaba de noche cuando estaba solo en sus aposentos. Concibiéndola como una mujer, se imaginaba que habría detrás de esos vestidos ominosos, detrás del maquillaje juvenil y las escasas joyas que llevaba encima. El podía darle las joyas que ella quisiera, las ropas más caras, los coches más elegantes y aun así, sabía que ella no podía ser feliz.
El sabia como hacerla feliz, porque había visto en aquellos ojos azulados, el brillo del goce y solamente con una disertación sobre filosofía...La había dejado ganar o quizá, ella tenia razón y el no. Solo sabía que aunque pareciera igual a todas, sobresalía por sobre las demás, no solamente porque él la quería con tierna pasión, si no porque su inteligencia y elocuencia la elevaban ahí. Si, Miles también la admiraba.
Pero las estaba forzando y eso jamás había sido propio de Miles. Miles nunca habían forzado a una dama a hacer algo. Nunca. Pero era tal el ardor que el primer beso había despertado en el que simplemente, avariento, quiso mas. Y mas...Y no dejarla ir, demostrarle que la amaba, que estaba dispuesto a caer de rodillas, suplicándole que lo amara de la misma forma que el la amaba a ella. Porque Miles no veía a otra mujer. Miles solamente tenían ojos para Alice.
Miles sintió la bofetada en su blanca mejilla y que algo le explotaba en la cabeza cuando ella lo miro amargura en sus preciosos ojos celestes. Y no pudo decir una sola palabra más.
Y ella lo amaba. Jadeo al reconocer a una mujer enamorada cuando vio directamente aquel angélico rostro. Una mano se ubico en su mejilla que estaba roja, estampada de la pequeña mano de la joven. La vio partir y vio el rastro de su vestido.
Miles entrecerró la mirada y al fin, irrumpió en un grito, entre ira y consternación, frustración y porque no, también angustia. Pateo como un niño la tierra del laberintico jardín, dio vueltas con las manos en la cintura como una fiera enloquecida y luego de algunos minutos de maldecirse por ser un idiota que no necesitaba hacer algo tan bestial como lo que acababa de hacer. Obligar a la mujer que amaba a besarlo para demostrarle lo que por necio no podía decirle con palabras. Si solo pudiera....Ella seguramente había huido de la fiesta solo para no verlo. ¿Qué haría después? No tenía idea, pero Gabriel lo iba a matar seguro...Y se lo merecía...
Miles Henry Somerset- Nobleza y Aristocracia
- Ocupacion : Medico
Localización : Londres
Temas similares
» De cortesana a mujer [Alice Brontë]
» L'aigle - Alice Elizabeth Brontë. Privado
» Un fantasma en la noche{Alice Elizabeth Brontë}
» One of those crazy girls | Alice Elizabeth Brontë
» Sutilezas || [Alice Houghton]
» L'aigle - Alice Elizabeth Brontë. Privado
» Un fantasma en la noche{Alice Elizabeth Brontë}
» One of those crazy girls | Alice Elizabeth Brontë
» Sutilezas || [Alice Houghton]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Lun Nov 30, 2015 2:53 pm por Invitado
» Fading Rain [Evelyn Wolfe]
Dom Nov 15, 2015 5:42 pm por Evelyn Wolfe
» Ausencia vampírica
Miér Nov 11, 2015 7:00 pm por Leonardo Alighieri
» La Duquesa
Miér Nov 04, 2015 3:11 pm por Victoria S. Chasseur
» ¿Cómo matarías al de arriba?
Dom Nov 01, 2015 9:49 pm por Victoria S. Chasseur
» Devonshire (Privado)
Dom Nov 01, 2015 8:51 pm por Mary Anne D'Uberville
» Quizás podamos ayudarnos (Evelyn)
Dom Nov 01, 2015 1:48 pm por Benjamin Hammilton
» I don't know you, but I want to || Arthur
Miér Oct 28, 2015 8:03 pm por Arthur Wolfe
» Krory Milium || Afiliación Hermana
Mar Oct 27, 2015 12:22 pm por Invitado
» Club de lectura [Alarik von Kleist]
Mar Oct 27, 2015 10:30 am por Mia Marlowe