Un fantasma en la noche{Alice Elizabeth Brontë}

Contemplo los últimos rayos del atardecer mientras terminaba de leer de nuevo los sonetos de Shakespeare, aspiro el aroma de sus páginas envejecidas, y el tacto de la encuadernación añeja cuando lo cerró. Dejo el libro sobre el escritorio de caoba y abandonó la estancia para ir a cenar. En una entretenida y amena conversación con su hermano Gabriel, este la narraba todas las transacciones cerradas, que barcos había enviado de vuelta a las Indias y cuales llegaban. La prometió que en el próximo había un regalo para ella y la joven se entusiasmó. Sabía que tratándose de su hermano, le traería un libro principalmente para ella.  Hablaron de banalidades y bromas toda la cena. Entre risas se despidió de él, así como este le dio un beso de buenas noches en la frente,  invitándola a descansar después del largo día. Si bien ella no poseía sueño alguno.

Cuando entro en su habitación, echó el pestillo, y se fue a su armario, en el doble fondo de este, estaban ocultas unas prendas masculinas. Eran su salvoconducto para las noches que decidía salir a pasear. Era como solía pensar un pequeño pájaro cautivo en una hermosa jaula de oro, a veces esa ave necesitaba escapar y volar o jamás escaparía de aquella prisión, ya que sus alas no sabrían volar de nuevo. Tras cambiar su vestido crema por las ropas que la harían pasar por un mozo cualquiera, se miró al espejo. Debía ocultar sus rasgos femeninos, así que se concentró en una persona que solía distinguir si visitaba el puerto para ver a su hermano. Era un ratero llamado John, sus rasgos eran sencillos, escuchimizado pero ágil, recordaba su cara cuando trato de robarla y le dio caza. El espejo observo como la joven de cabellos dorados y ojos azules desapareció y su cuerpo muto por completo. Logró escapar de casa por la ventana, y abandonar el barrio de Mayfair sin ser vista en dirección del puerto de Londres.

Adoraba ir al puerto y ver a su hermano haciendo inventario por él mismo mientras las pertenencias salían de las bodegas. Si bien algunos marineros temían de su presencia femenina ya que les recordaba a un fantasma errante,  un presagio negativo para ellos tanto que a veces temían por su vida. Tal vez tuviera alguna utilidad que fuera temida, le serviría si se complicaban las situaciones. Llego a la zona de muelles, cuando alguien grito “John”. La joven se fijó, era un policía, “Maldición, ahora me toca pagar a mi” se quejó para sí misma. Sin duda esa apariencia no la usaría más, le causaba más problemas que ventajas. Comenzó a correr, atravesando callejones angostos mientras la seguían de cerca, sorteo cajas de madera rotas, y trepo por las vallas para complicar que la siguieran. Cambio varias veces su ruta, sintiendo la adrenalina fluyendo por sus piernas, evitaba los obstáculos, o los creaba tirando las cajas vacías y apiladas. Se adentró por un oscuro callejón, sin hacer ruido, y se mantuvo vigilante en las sombras. Cuando los vio pasar de largo, salió de su callejón y fue directa a los muelles. No se dio cuenta de la presencia de otro ser sobrenatural hasta que cayó sobre este y perdió la concentración volviendo a ser mujer. “Vampiro” susurro su mente. – L-lo lamento. Me perseguían. – Explicó mientras se ponía en pie apartándose los mechones rubios de la cara, recobrando el aliento.- Siento si he manchado su traje, señorita. – se disculpó ante la mujer que estaba ante ella. Alice poco o nada creía en las coincidencias, la vida ponía las personas adecuadas en el momento oportuno, sin poder evitarlo. – M-me llamo A-alice.  De nuevo reitero mis disculpas. –respiró hondo recobrando el aliento.

Seguí caminando, disfrutando de aquella suave brisa marina que despeinaba un poco mi cabello, era una sensación tan agradable. A lo lejos quedaba lo que captaba con mis oídos, una banal persecución de un ladronzuelo y un policía, qué me importaba a mí, yo solo quería disfrutar de esa noche tan especial, tal vez fuera mi día de suerte y diera con el hombre que me convirtió y todo. Sonreía de manera ridícula a mi parecer, pues la verdad que mas era una catástrofe lo que vivía que una vida misma, pero la verdad y siendo sincera, no estaba preparada para morir todavía, pues esto prefería sin duda alguna, a estar metida en un ataúd.

Estaba tan distraída en mis pensamientos que no me di cuenta hasta que la tuve encima. Caímos ambas al suelo, primero era un muchacho, pero mientras caía encima mío se estaba transformado en mujer, enarqué una ceja algo sorprendida. Dimos un golpe seco contra el suelo. Menuda pinta ofreceríamos ahí ambas, señoritas "distinguidas" en el suelo revueltas y despeinadas. La miré todavía algo sorprendida y suspiré. Lo que también me sorprendió y de mala manera, fue captar en su mente la palabra vampiro. Pero ¿qué es esta chica?

Me levanté, eso sí, dedicándole una mala mirada por el acto vivido, y sacudí la falda del vestido de la suciedad del suelo. -Menudos modales, y si te perseguían quizás será que algo habrás hecho...-dije con una sonrisa de lado divertida. Me coloqué como pude bien el pelo, y puse mi capucha nuevamente. -Bien Alice, aceptaré tus disculpas de una manera... si me explicas qué eres tú, y cómo sabes lo que soy yo... Tal vez si pienso que no me resultas peligrosa... te deje vivir...-dije encogiendo mis hombros. La mejor táctica era dejarse ver peligrosa, pero no solo era una táctica, si la chica era enemiga, yo resultaría para ella, un ser mortal.

Alice no se había fijado durante su huida si hubiera gente en su camino, solo asumía como propósito escapar. Si era atrapada con esa apariencia, la descendiente de Mailok tendría que sobre esforzarse y mantener sus apariencias mientras permaneciera presa en los calabozos. Sin contar que Gabriel, su hermano, no tardaría en darse cuenta y la buscaría por todo Londres. La solución entonces residiría recobrar su forma, mentir y mantener la falsedad todo el tiempo posible. Cosa que abominaba más que una tarde en un club de señoritas jugando a las cartas. Huir como un vulgar criminal, sin pecado cometido, era su propósito.

Así que cuando se chocó con la hermosa joven, sus instintos sobrenaturales, reconocieron de inmediato el origen de esta joven. Que lejos de su apariencia de mera mortal, era un ser de la noche. Muerto que vive errante en la existencia, cuyo único sustento era la sangre que se encontraba en la sangre de otros seres vivos. No había duda con su origen, era una vampira. Ambas rodaron, Alice perdió la concentración, por tanto su apariencia de aquel ratero, para volver a ser ella. Convenía cuidar sus palabras, y morderse la lengua si no aspiraba acabar sus días como bruja esa noche.

Se puso en pie, ayudando a la joven, disculpándose en todo momento. - Reitero mis sinceras disculpas. – Suspiró recobrando el aliento tras la larga carrera- En realidad no hice nada más que mutar mi apariencia a la de un ratero que suele rondar por el puerto. Tal vez estuvo de nuevo robando y pretendían culparme a mí. – confesó sacudiéndose la ropa de suciedad, adecentándose si era posible. Contemplo a la vampira ponerse la capucha ¿De qué se ocultaba ella, o de quién? Ella también asumía misterios, y eso llamaba a las puertas de la curiosidad de la joven Brontë. – Solo hay una raza que es capaz de distinguir a los demás seres que están fuera de los parámetros de lo corriente. Son los brujos y hechiceros, como verá, cambio de formas. Soy una descendiente de Mailok, que acudía a dar un “tranquilo” paseo por el puerto. – Explicó cortésmente, si bien quisiera asaltarla con rompecabezas para que desvelara la naturaleza de la bruja, como a Alice le agradaba hablar. Pero no era inteligente instigar el enfado de un vampiro.

Volví a escuchar cómo la joven se disculpaba, ya tanto oír lo mismo me aburría, pero le dejaría la oportunidad de que siguiera hablando y yo escucharle, puede que lo siguiente que me dijera fuera ya más interesante. -En realidad no hice nada más que mutar mi apariencia a la de un ratero que suele rondar por el puerto. Tal vez estuvo de nuevo robando y pretendían culparme a mí.-justo como pensaba, esto ya era otra cosa esta chica podía cambiar su imagen a voluntad, la verdad es que se me antojaba algo realmente interesante.

-Menudo cretino debe ser el muchacho en el que te has convertido, deberías elegir mejor...-dije dando unos pasos alrededor de ella, dejando marcar mi presencia. Vi cómo se sacudía la ropa de la suciedad a consecuencia de la caída, lo cual me hizo deducir que su clase no debía de ser de bajo estatus, pues a la mayoría de pobres y gente mundana, no le importa estar un poco sucio.
Seguí escuchando cada palabra que salía de su boca con atención, ya que podía ayudarme quizás a saber más de mí, pues ella no era tan diferente a lo que era yo después de todo. -Así que eres una bruja, esos seres también existen después de todo, no soy la única cosa extraña que vagabundea por la oscuridad...-dije sin dejar de mirarla a sus claros ojos. -Tal vez podríamos ayudarnos, yo no diré lo que eres ni tú dirás lo que soy, pues no te borraré la memoria ni te arrancaré la yugular.-dije como haciéndole un gran favor. Lo mejor era sonar peligrosa para que así te temieran un poco y quisieran colaborar.

-¿Quién es Mailok? ¿Sabes si hay más gente como nosotros? ¿otras razas quizás? ahora los cuentos que leía de niña se han vuelto realidad y me gustaría saber que es mentira y realidad.-le expliqué sincera. El sonido del viento y la penumbra de la noche hacía más tétrica nuestra presencia. Deseaba que por favor me ayudase, aunque no lo reconociera, estaba sola en esto, y el haber encontrado a alguien que era un ser sobrenatural y podía ayudarme, aumentaba mis esperanzas de poder sobrevivir, pues no era la única persona en el mundo que era diferente, puesto que mi salvador había desaparecido y no sabía nada de él, ni si quiera le había podido dar las gracias. Esperé a que me respondiera. -Espera, qué maleducada, soy Katherine Pierce.-me presenté para darle algo de tranquilidad a a situación y romper un poco el hielo.

- Sin duda, a partir de ahora, dejaré de usar su identidad. – comentó mientras se ponía en pie. Ningún placer tenía en volver a mutar, para ser perseguida por la policía. No volvería a usar la apariencia de John, lo que significaba que cuando volviera al puerto precisaba buscar un sustituto para poder viajar con serenidad al puerto. La vampira la contemplaba asombrada, no debía tener mucho tiempo en su segunda “vida”. Posiblemente por eso no supiera de primeras que era una bruja. – Me temo que no, en la noche se ocultan seres que poseen aspecto humano, si bien su naturaleza es diferente a la de un mundano. – Se sacudió la ropa, no quería dejar evidencias que descubrieran sus escapadas durante la madrugada.

La amenaza no surtió efecto en ella, percibía que si ambicionaba matarla u ocultar su identidad ya lo hubiera hecho. No es que tuviera mucha experiencia relacionándose con vampiros, a decir verdad, sus tías siempre la advirtieron que los evadiera por su voluble temperamento. Pese a que hubiera un cierto pacto de no atacarse por motivos de negocios con las brujas, nunca se debía bajar la guardia con ellos. Alice la contempló, de acuerdo con su pensamiento, seguramente su creador no se hubiera molestado en contarle algo del mundo de las sombras y las bestias que lo moraban. Alice se encontró en esa situación cuando empezó, ni siquiera comprendía lo que era ser descendiente de Mailok, por suerte su tía se lo explicó. ¿No se merecía la joven vampira saber también de sus congéneres?

- Mailok fue una bruja poderosa, hace ya mucho tiempo. Su habilidad maestra, por llamarla así, era cambiar de forma, podía adquirir la apariencia que se le antojara y pasar desapercibida. Sus descendientes, las familias creadas de su sangre, somos llamados “Descendientes de Mailok”. – tomó aire para responder a la batería de preguntas de la vampira. – Los vampiros tenéis a vuestros rivales por excelencia, los hombres lobos. Difieren de la idea de los humanos plasmaron en libros sobre ellos. Pero como base está bien, y por otro lado están los malditos, almas tocadas por demonios. Son corrompidas, que pese a un exorcismo, ya quedan marcadas de por vida a merced de los pecados de sus demonios. Y por último las brujas y hechiceros. Nosotros somos los únicos capaces de distinguir a un ser de otra raza, gracias a una especie de habilidad que poseemos. –se recogió los cabellos de oro en una coleta, y sonrió. – Un placer señorita Pierce, soy Alice Brontë. – le ofreció la mano cortésmente. – Me permite preguntarle, señorita Pierce ¿No le informó su creador de los seres sobrenaturales? –preguntó curiosa.

La verdad es que si hubiera tenido sangre corriendo por mis venas, se hubiera congelado en ese momento. La escuché hablar atentamente. Esa chica sabía mucho más que yo de aquellas cosas, era increíble cada cosa que decía, otro que la escuchara la tomaría por loca, y quien la hubiera visto, bueno simplemente hubieran puesto de nuevo la quema de brujas como nueva orden del día. Mailok resultó ser una antigua hechicera, de la que descendía ella y parte de su familia, se ve que antiguamente había sido poderosa y tenía el don de mutar físicamente, lo cual tenía que reconocer era algo muy útil. Me pregunté interiormente si los vampiros descenderíamos de alguien o éramos puras creaciones satánicas y por eso no se nos permitía andar a la luz del día.

Por lo visto, no éramos ni de lejos los únicos seres creados en la oscuridad de la noche, existían más, incluidos los hombres lobo, por lo que no pude dejar escapar una risita socarrona. -Vaya, se ve que no todo ha sido de la imaginación de los escritores.-dije jugueteando con un mechón de mi pelo. Por ahora, no sentía ningún odio hacia ellos, tal vez hasta que no me cruzase con ellos o algo, no sé como funcionaban estas cosas la verdad. Suspiré y seguí escuchando a la chica, la verdad es que me estaba ayudando bastante, al menos entendía algo mejor las cosas. Malditos... Eso me llamó la atención, pues yo no era muy creyente en esas cosas la verdad, pero ahora... -Entonces, es cierto lo de los exocismos y tal... vaya...-dije pensativa. Algo malvado existía entre nosostros, oculto, esperando atacar desde la oscuridad más profunda, aprovechándose del más débil y perdido... No me gustó nada la idea.

Tras acabar su relato, ella también se presentó. Se llamaba Alice, Alice Brontë. Su apellido me era algo familiar, pero no sabía de que en aquellos momentos. Le estreché la mano. -Muchas gracias por la información Alice, me has sido de mucha ayuda.-escuché que me preguntaba por mi creador, aquel desconocido de ojos fríos encapuchado, era casi todo un misterio hasta para mí. -La verdad es que es un auténtico misterio Alice. De él solo vi sus fríos ojos azules. Iba encapuchado, y doy gracias a que apareció esa fatídica noche en la que un grupo de hombres me atacó y me apuñaló varias veces, él me salvó, y tras darme su sangre, desapareció.-dije seria y pensativa. Desde aquella noche lo había estado buscando y nada había sabido de él, nada, había desaparecido como la niebla después del frío y la lluvia.