One of those crazy girls | Alice Elizabeth Brontë

Permanecía sentada en el banco cerca del lago, contemplando el horizonte sobre el que Londres se alzaba. Meditando en absoluto silencio, lo ocurrido con Miles aquella noche. Era la principal razón de que se levantara de la mesa sin apenas probar un bocado, o de padecer síntomas de insomnio durante la madrugada. Tantos pensamientos y ninguno esclarecían su mente, hasta que llego una invitación de Moira Somerset, la hermana pequeña de Miles. Considerada por Alice como una de sus mejores amigas por no decir casi la única. Eran como hermanas, el tiempo que los Somerset y Brontë habían estado juntos, ambas habían forjado una amistad leal. Moira era quien la instigó a que escribiera, pese a las reticencias de la exigente Brontë, su amiga, logró que alcanzara valorar su propio trabajo. Era un escollo humano al que aferrarse cuando la marea de la melancolía trataba engullirla.

Juntas eran indisciplinadas de una sociedad de la que formaban parte, por desgracia. Dos mujeres con reflexiones propias y decisión por sí mismas. Sentimentales que leían Shakespeare y Víctor Hugo además de poemas, dos bromistas con un humor particular reservado para su privacidad. Pese a la ausencia durante años de su “gemela”, el tiempo y distancia no hicieron mella en su amistad: Las jóvenes se carteaban siempre contándose la una a la otra que hacían o vivían. Si bien Alice reservara el insignificante detalle de sus poderes. Todo el mundo tenía secretos, y ese era uno de los que era mejor esconder o sus seres queridos saldrían malheridos.

Pensaba en Miles, como se besaron como si pudiera sentir sus labios en el presente. Confirmando que la joven Brontë estaba enamorada de su viejo amigo, le asolaba el profundo temor a no poder liberarlo de aquella oscura cárcel que lo atormentaba. Esa noche había sido como la confirmación de lo que tras años fue un amor de críos floreció en un amor más insondable. Jamás, apreció con tanta fuerza tales sentimientos en la que le faltara las palabras. Miles fue el único que la hizo advertirse viva con sus caricias y cariño, descongelar su gélido corazón. Alice le amaba con locura, sin duda alguna, era la primera y última persona por la que sentiría tales emociones en su cuerpo. Por eso Moira, no solo era ahora su salvación sino el consejo que ella esperaba, remediara sus desvelos. Pero estaba tan abstraída que no previno la peculiar forma de saludarla de su amiga.

Dio un brinco espantada y miro a la joven Somerset entre risas. La gente de alrededor murmuraba, pero agradecía que la hubiera sacado de sus pensamientos aunque fueran segundos para hacerla reír. Invitó a su “hermana” a tomar asiento aún con la sonrisa que gracias a Moira se encontraba en sus labios. – Gabriel persevera en que me integre en la sociedad y costumbres de la sociedad, cosa en la que diferimos. Pero trato portarme bien, solo cuando el este presente. –Bromeó.- No pienso acudir a un club de señoras por mucho que insista. Si quiero jugar a las cartas lo haré solo contigo, Moira, no esas cotillas sin vida propia. – De su boca escapó un leve suspiro y tomo la mano de su amiga.- Pero me gustaría hablar contigo sobre algo relacionado con tu hermano. – confesó, sabiendo que ella la auxiliaría en todo lo que pudiera.

Tras un breve silencio, Alice le explicó todo lo ocurrido en la noche que se vieron: Desde el paseo con aquellos dulces e inocentes mimos y bromas recordando su vieja amistad, como llegaron al laberinto y ella le retó a cambio de un beso. Miles tramposo atravesó una de las paredes y la atrapó en el centro confesando la verdad. Al final reclamó su beso pero a ella le provocó confusión volver a amarlo, ya que a diferencia del pasado, Miles tenía el corazón sumergido en oscuridad, y ella aspiraba ayudarlo, pero tal vez no se viera capaz. El intento de marcharse, y él la arrinconó con fuerza, la besó en contra de sus palabras. Al final le abofeteo y le confesó la verdad antes de marcharse. Era la razón de su falta de apetito en las comidas, de sueño durante la noche y de quedarse en silencio cavilando que incumbía hacer.

- Moira, yo le quiero, más que a nada. Pero Miles. – permaneció en silencio tratando de buscar las palabras adecuadas, que ella no encontró en aquellos días. Moira era, su amiga y hermana, la única en quien podía confesar aquel secreto y darle a Alice su opinión sincera. Una ayuda cuando no lograba discernir la claridad entre la penumbra de su psique. – A veces le rodea un sufrimiento, que no se si seré capaz de aliviar. –tragó aliento, aquel pensamiento de distanciarse de Miles le desmenuzaba el alma.- Si no soy capaz, por mucho que le duela a mi corazón, tendría que alejarme de él. Por su bien, no soportaría herirlo más…

Alice era una novata en lo que se refería amor, siempre estuvo con su hermano y Miles, jugando que no tuvo tiempo para creer en la cursilería del amor. Años después trataba de analizarlo lógicamente aun sabiendo que el corazón no se regía por esa comprensión. Era complicado y penetrante, si se daba un paso en falso, padecería como ahora. Evocaba el tiempo en el que los cuatro estuvieron juntos, cuando entonces era más sencillo, y pese a la abatimiento, eran felices, solo ellos. Contemplo a Moira en busca de una frase de aliento o una idea que la ayudara a poner paz a su mente y corazón.

Se mordió el labio, aquella opinión partía de su subconsciente y no desde la razón. Pero desde que se volvieron a ver tras su debut hace casi dos años, Miles no parecía el mismo que ella conoció. Su aura estaba emponzoñada por las emociones que ella sintió una vez, pero jamás le pregunto. Era Miles pero a la vez no lo era, habló un par de veces con él, sacándola de sus casillas, hasta aquella noche. Tomó valor para hablar con él más íntimamente pero no esperaba que la forzara. Estaba desconcertada y sus miedos se deleitaban con su pensamiento, torturándola de la forma más pausada y dolorosa.

- No sé qué oculta Moira, debes creer en mí, si te digo que desconozco el origen. Pero al ver sus ojos, reconocí esa ira y frustración que me hicieron temblar después de tantos años. Le veo prisionero, de algo que lo atormenta. – musitó cansada, ahora extrañaba su cama, y cerrar los ojos postergando el presente, unas horas más.

Vislumbraba el deseo de Moira de ayudarlos, era la principal razón por la que se confesaba a ella. Nadie mejor comprendería a ambos, pero si Miles les ocultaba a Moira y a ella, aquel padecer que veía en sus ojos, ella poco o nada podía hacer. Ya que Alice tampoco reconocía la razón que le movía a Miles a sentir aquel padecer en su alma. Curarlo, devolver la paz que siempre transmitió el joven duque, aquel de quien se había enamorado.

- Él me beso, y en parte yo deseaba, lo necesitaba para asegurarme que sentía por él. Me sentía confusa, porque si bien lo quisiera, si no era capaz de aliviar esa carga que mis ojos ven que lleva, quizás no soy la adecuada para él. Le pedí que me diera tiempo para pensarlo, no quería romper el corazón de ambos esa noche Moira. Le quiero mucho para hacerle semejante mal. Pero no sé qué le ocurrió….de pronto…me vi rodeada por él, incapaz de moverme. Me hacía daño, no me liberaba por mucha fuerza que pusiera. Al mirarle, sería necia si no dijera que me asuste. No quería que me besara. Le abofetee para que parara y le dije lo que sentía, hui de la fiesta.

Sostuvo la mano de Moira con ambas manos, era su única ayuda, su salvación entre tantas tormentas que la asolaban. Los ojos se humedecieron pero se forzó a no llorar, respiró hondo ordenando las palabras antes de que escaparan de su garganta. Alice poco entendía de algo que no se media por la lógica ni conocimientos, sino con el corazón que creía sumergido en hielo puro, tras años en la deriva.

- Solo quiero saber si tú crees si seré capaz de ayudarlo. Si no le haré más daño Moira, porque le quiero más que nada, tú lo sabes, siempre le ame.- la miro a los ojos, sin temor alguno en sus palabras.- Pero si solo le hace daño es mejor que por mucho que me rompa el corazón, lo haría solo por su bien. Por eso te escribí, por eso quiero tu consejo Moira. No confió en nadie más, por favor. –suplicó cansada de tanto dirimir sin llegar a una conclusión.

Alice esbozó una breve sonrisa agradeciendo desde su alma, saber que contaba con ella, no hacía falta que Moira lo explicara, con el apretón de manos, percibía sin palabras que estaba con ella pasara lo que pasara. Pero su corazón era una tempestad de emociones entremezcladas, amor, utopía, inquietud y miedo. Amaba con locura a Miles desde aquella vez que se besaron por primera vez, entonces no lo entendió pero años después sí. Ahora tenía miedo tras lo sucedido, sus sospechas eran acertadas, algo le asolaba y ella era incapaz de ayudarlo. Las palabras de Moira, le tranquilizaron en cierta parte, una parte estaba escéptica, no es que dudara de Moira. Es que creía que era justo que ambos dirimieran el asunto sin terceros, pero no sabría si sería capaz de mirarle a los ojos.

- Solo quiero hablar con él, sin embargo no sé cómo hacerlo. Es como si no fuera capaz de pensar con claridad, mi cabeza es una madeja ahora deshecha. –suspiró.- no te preocupes lograré ordenarla. –animó a su amiga la cual no parecía tener tan buena cara.

Otra de las razones por las que quería solucionarlo con máxima brevedad, los rumores habían comenzado envenenando la situación, la señora Rochester al ver que su hija Anna no era la elegida por Miles, buscaba la venganza. No pretendía que se difundieran, no deseaba que su hermano se enterara así, no antes por rumores de terceras personas que de ella. Confiaba en Gabriel, pero no deseaba que por su culpa se viera amenaza una amistad tan fiel entre ambos. Ella era la única culpable y responsable de lo sucedido, por tanto le correspondía a ella, hablar si era necesario con su hermano. Buscando el momento oportuno, para que no le molestara tanto que su hermana pequeña y su mejor amigo se habían cometido el error de besarse en el lugar menos oportuno.

- ¿Con Gabriel? – se sorprendió por como su amiga había logrado leer su mente, quizás era casualidad simplemente. – No, pero lo voy a hacer esta noche, está trabajando. Pero considero que es lo más adecuado que lo sepa por mí antes que por los rumores que se están esparciendo. – confesó. -¿Por qué le llamas así, Moira? Ni que no le conocieras….

¿Desde cuándo Moira le llamaba a Gabriel como señor Brontë? Siempre se habían dirigido el uno al otro por sus nombres de pila, bien era cierto que los Somerset, Moira y Miles eran duques y se les debía la formalidad de Lord y Lady siempre delante de sus nombres. Pero entre ellos cuatro siempre habían sido Gabriel, Miles, Moira y Alice. Los cuatro habían sido amigos de jóvenes, no habían perdido esa formalidad, o tal vez era Alice la que estaba equivocada.