Darkness Revival
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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .


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Mensaje por James Moriarty Miér Jul 30, 2014 1:03 am



Té rojo
Profesor James Moriarty ф Miércoles, 16:45 ф Universidad de Cambridge


"Sobre todo, no se debe confundir el ideal del Mal con existencia objetiva alguna del Mal. Esta última no tiene más sentido que la de lo Real, es sólo la ilusión moral y metafísica del maniqueísmo, y de tal índole que es posible querer el Mal, hacer el Mal, o incluso denunciarlo y combatirlo. El Mal no tiene realidad objetiva" .
- Jean Baudrillard


El profesor salió triunfante una vez más. La primera ponencia  a cerca de su "Dinámica de un asteroide" había sido un éxito rotundo y ahora recibía los aplausos tanto de superiores y compañeros como de alumnos.  Cada comentario, cada expresión facial - especialmente las de envidia - medraba su ego más y más. Tal como había acontecido siempre, o al menos desde que había descubierto la vanidad.

Caminó por el campus en dirección a su despacho, cruzándose con todo tipo de individuos. Estudiantes que le saludaban con una mezcla de temor, respeto y timidez, colegas que le felicitaban otorgándole sonrisas cínicas ... Moriarty andaba con decisión y algo de prisa, pues había recibido un escrito bastante enigmático que le citaba en un salón de té cercano. Estaba furioso y sentía curiosidad, ¿quién habría logrado llegar hasta él? ¿cuál de sus hombres se habría ido de la lengua? toda la trama era aún demasiado ambigua, lo único que podía hacer para esclarecer el asunto era acudir a la cita.

Para cuando llegó a su estudio quedaba aproximadamente un cuarto de hora para las cinco. Guardó sus papeles debidamente y sacó la llave del tercer cajón de su mesa. Justo cuando se disponía a abrirlo para sacar su revólver, el rector irrumpió en la estancia sin llamar, como era habitual. El hombre apenas cabía por la puerta, y no tanto por sus colosales dimensiones como por la considerable cornamenta que su esposa le venía obsequiando desde hace meses. Su impulso natural habría sido dispararle, ya que sabía que se avecinaba un tedioso, trivial e innecesario coloquio. No obstante, optó por contenerse y despacharlo empleando una vía que no supusiera una molestia para el servicio de limpieza.

- Buenas tardes, rector, ¿qué le trae por mis habitaciones? - dijo en un tono servicial pero que evidentemente denotaba sentimiento de incordio. - Ah, ¡profesor Moriarty!  permítame felicitarle personalmente, verá, quería preguntarle ciertos matices sobre su ecuación del movimiento ... sentémonos - parloteó el individuo adentrándose bruscamente en la habitación. El profesor Moriarty se negaba a soportar tal compañía, de modo que ... - ¡Por supuesto! - expresó casi pareciendo estar contento. Ergo, tenía una idea. - tan solo déjeme ... - fingió buscar sus apuntes, los cuales estaban encima del escritorio. - Oh, perdone. No sé dónde tengo la cabeza. Me he olvidado los apuntes en la sala de ponencias, ¿sería tan amable de ir a buscarlos? lo haría yo, pero no sería prudente teniendo en cuanta la gran horda de admiradores que hay ahí fuera - añadió en tono inocente. - Entiendo. Despreocúpese, ahora mismo iré a buscarlos, tome asiento y espéreme aquí, luego comenzaremos nuestra pequeña entrevista - el rector abandonó el despacho apresuradamente dejando a Moriarty solo, momento perfecto para coger su arma y escabullirse. Faltaban trece minutos para las cinco.

A paso ligero y sin establecer contacto visual con nadie - pues esto podría ser interpretado como una predisposición al diálogo - Moriarty se dirigía al punto de encuentro. Pudo distinguir a algunos de sus agentes escoltándolo con la mayor discreción, mezclándose con el resto de la gente y acompañándolo al salón de té. En un principio, no había nada que temer, tan solo había recibido una carta, aunque nunca está de más la seguridad. Por el camino iba escrutando  toda la inmensa lista de personas a las que conocía o que podrían conocerle a él. Tal vez se tratase de una artimaña de ese "Sherlock Holmes", llevada a cabo con el fin de observarle, pero aún así, pensó que debía acudir. Podría tratarse de algún cabeza de la mafia extranjera que requiriese sus servicios. Si ese fuera el caso, declararía ser un agente y no el aunténtico Napoleón del crimen.

Cuando arribó a aquel local y posó su mano sobre el tirador de la puerta, el aroma a té recién hecho le invadió por completo. Curiosa la costumbre de tomar el té. Hoy día, se tome o no se tome el té, asistir al encuentro es igual de grato y aporta, en ocasiones, la muy añorada tranquilidad. Dando un barrido general a la estancia sin ver nada significativo, tomó asiento en una mesa apartada que permitía observar con detenimiento todo el salón. Después ordenó un té con limón y se acomodó a esperar expectante durante los tres minutos que quedaban. Al mismo tiempo, sus hombres se dispersaban disimuladamente por el lugar.

Si aquella reunión se trataba de una broma, desde luego era de mal gusto. Sin embargo, si era auténtica, nada más entrase su contertulio lo reconocería y sería consciente de si aquella iba a ser una agradable o irritante velada. Aunque, claro, los conceptos opuestos y la línea que marca sus diferencias siempre han sido un extraño y abstracto asunto. Todo se deja en manos de los marcos de referencia, y, ¿cómo saber cuál es el marco verdadero? Incluso para un solitario y simple pensamiento.





Última edición por James Moriarty el Mar Sep 30, 2014 12:10 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Jane Tyler Jue Jul 31, 2014 11:39 am



Si se habla de té rojo, sangre debe de llevar
Profesor James Moriarty ф Miércoles, 16:45 ф Universidad de Cambridge


"Si mis esfuerzos han dado lugar a un mayor éxito de lo habitual, esto se debe, creo, al hecho de que durante mis viajes por el campo de la medicina, me he desviado por senderos donde el oro permanecía tendido en la cuneta. Se necesita un poco de suerte para ser capaz de distinguir el oro de la escoria, pero eso es todo." Robert Koch


Jane no había dormido aquella noche. Los días se solapaban como lo hacen las tardes con las madrugadas, o las mañanas con las noches. Para una rebelde sin causa como era la señorita Tyler, el silencio sepulcral de aquellas horas tenía algo que incitaba a ser aprovechado. La luna, desde luego, contaba con mucho más encanto que el sol; escondía más secretos, despertaba en sobre manera su curiosidad.

La doctora examinó la boca del vampiro, que yacía sin vida en una gigantesca bañera, rodeado de hielo. Se había sentado de rodillas en el suelo, apoyada en el borde del mármol, con la mirada clavada en aquellos dos afilados dientes, deseando poder haberlos visto en vida antes. Los ojos de la criatura estaban rojos, los había encontrado abiertos, como síntoma de una muerte bastante traumática. — ¿Qué eres exactamente?— le preguntó al difunto en un leve susurro, peinándose la cabellera con la palma de la mano. Aquel cuerpo había llegado a ella a través de uno de sus colegas de profesión, quien no se atrevía a jugar con la muerte de la forma en la que Tyler lo hacía: sin miedos ni pretensiones, buscando únicamente respuestas a las mismas preguntas que todo el mundo formulaba. ¿Qué quieren de nosotros? ¿Hay acaso una cura para su enfermedad?

Al día siguiente, tras haber cedido a los brazos de Morfeo, Jane despertó encontrándose con el cuerpo de aquel animal rodeado de una gruesa capa de agua. Algunos pedazos de piel se habían desprendido en la zona de los glúteos del vampiro y flotaban ahora en la superficie. La doctora se reprendió a sí misma por semejante falta de profesionalidad y metió la mano en la bañera, para quitar el tapón. El riachuelo corrió en torrente y el mal olor se instaló en la sala, pero Jane ya se había acostumbrado a ello. Luego, con prisa al saberse sin tiempo, la morena ascendió por las escaleras hasta el jardín y allí recogió más hielo, que depositó de nuevo sobre el cuerpo. Continuaría con la investigación una vez regresase de su reunión, dado que había citado al profesor Moriarty en una tetería cercana a su hogar, con la intención de discutir ciertas conductas animales que podrían asemejarse a la de los vampiros. No le había dicho su nombre, ni planeaba ir mucho más allá con la información. Nadie tenía constancia de su investigación, a excepción de aquel que le había facilitado el cuerpo de aquella pobre alma torturada.

Fue puntual. Ataviada con un vestido negro, sin volantes ni apenas joyas, Jane atravesó las calles principales hasta la tetería antes descrita. Por la ventana pudo comprobar que James Moriarty ya se había sentado en una mesa, al fondo del lugar, en las lúgubres sombras. Sabía que no era hombre de sociedad y lo comprendía, dado que ella también era reacia a las reuniones o espacios demasiado concurridos.

—Profesor Moriatry— le dijo al acercarse al hombre, colocándose frente a él para asentir en un gesto cortés— Lamento mucho haberlo citado en estas circunstancias, temía que no accediese si le decía mi nombre. Debe de estar muy ocupado para atender a una simple médico— comentó, aunque se refería únicamente a su condición de mujer. No estaba bien visto que las féminas de la época se dedicasen a otros quehaceres que no fuesen las tareas domésticas o el cuidado de sus hijos— Edward Tyler me habló muy bien de usted cuando aún vivía. Soy su sobrina, Jane Tyler. ¿Puedo tomar asiento, por favor?




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Mensaje por James Moriarty Jue Jul 31, 2014 2:44 pm

Uno. Dos. Tres ... el reloj no llegó al cuatro. Justo a las cinco en punto una voz femenina se identificó como la persona que le había citado. Levantó la vista y vio a una mujer de apariencia misteriosa, piel pálida, ojos del color del mar, cabello oscuro y vestimenta austera. La dama en cuestión se identificó como la sobrina del eminente Edward Tyler y como una médico igual que él. Una mujer ejerciendo el trabajo de un hombre, le resultaba insólito y divertido. Sin embargo, decidió darle una oportunidad. Si era sobrina de Edward Tyler, seguro que algo útil moraría en su mente.

Desde luego su aspecto era un punto a favor, o al menos no era un punto en contra. De una mujer de su clase se esperaría que vistiera como un auténtico repollo,  intentando simular pertenecer a una nobleza cada día más decadente. No obstante, iba sencilla y elegante. Inspiraba seriedad y daba la impresión de servir para algo más que para aparentar. Y no solo eso, dada la expresión de su rostro y su hablar: esa imagen quería transmitir, ya sea consciente o inconscientemente. Debía de ser terriblemente desgraciada. El ideal de mujer no sirve para nada y por eso es útil. Ella servía para mucho y por eso mismo no servía para nada. Al menos ese era el concepto de la sociedad.

Las mujeres inteligentes con las que se había cruzado Moriarty eran menos de las que se podían contar con los dedos de una mano. Sintió curiosidad por conversar un rato con la señorita Tyler. Si proponía un tema de conversación con sustancia, y, lo más importante, sabía moverse en él, sería una charla muy fructífera. No obstante, si resultaba ser una decepción, no ocurriría nada. Le haría saber su opinión dejándola en evidencia y se marcharía. Todo estaba por acontecer.

- Espero que tenga una buena excusa para haberme citado de este modo tan inusual y alarmante. - dijo de manera autoritaria cruzando los brazos. Quería ver su reacción ante un intento de intimidarla.  El profesor se tocó la cara a modo de señal para sus hombres: significaba que podían retirarse. En ese momento, con la mayor discreción y rapidez posible, el número de personas que había en la tetería comenzó a descender progresivamente. James le hizo un gesto a su interlocutora para que tomase asiento. Lo procedente habría sido retirarle la silla, pero lo más probable es que ella fuese capaz de sentarse sola. - Si es la sobrina de Edward, entonces confío en que no estará aquí para hablarme sobre la nueva moda en Ascot  Racecourse. Dígame, ¿qué le hace querer dirigirse a mí?. - concluyó en un tono ligeramente más amable.

Desde una perspectiva superflua, el pertenecer al género femenino le hacía ser automáticamente inferior. Mas no era culpa suya, sino del resto de su sexo que o era naturalmente inferior o se esforzaba mucho por serlo. - "En su mano está demostrarme a mí y a al resto de la humanidad que hay más de un tipo de mujer, señorita Tyler" - pensó James para sí. Claro, que si  no fuese una dama sola, no tendría que demostrar nada. A la hora de la verdad la individualidad carece de valor alguno.


Última edición por James Moriarty el Sáb Sep 06, 2014 2:03 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Jane Tyler Sáb Ago 02, 2014 4:23 pm



Si se habla de té rojo, sangre debe de llevar
Profesor James Moriarty ф Miércoles, 16:45 ф Tetería


"Si mis esfuerzos han dado lugar a un mayor éxito de lo habitual, esto se debe, creo, al hecho de que durante mis viajes por el campo de la medicina, me he desviado por senderos donde el oro permanecía tendido en la cuneta. Se necesita un poco de suerte para ser capaz de distinguir el oro de la escoria, pero eso es todo." Robert Koch


Jane tomó asiento sobre la silla de madera vieja, alisando las arrugas que se habían formado en su vestido negro y austero. Llevaba un moño muy simple, decorado con una fina trenza a su alrededor, el cuello pálido y desnudo y los dedos trémulos y fríos, sin ninguna alianza. La señorita Tyler era una mujer un tanto extraña, las malas lenguas decían que su carácter imponía tanto que ningún hombre osaba acercarse a ella, de ahí que con sus veinticinco años aún no hubiese contraído matrimonio.

— Por supuesto, profesor Moriarty— le dijo y a continuación alzó el brazo para llamar al camarero, un tipo pelirrojo, que hablaba con acento escocés. Rápidamente, este se acercó a la pareja de desconocidos— Un té negro con dos gotas de limón y un chorrito de leche. El caballero tomará…

No era propio de una mujer anteponerse a un hombre, o tomar la iniciativa en una reunión de negocios. Estas pertenecían únicamente a la privacidad de un hogar y se debían a sus hijos en la cocina o el salón, y a sus maridos en el lecho. Pero Jane era una rebelde,  jamás había acatado órdenes o permitido que se dirigiesen a ella como inferior, por su condición de fémina. No solo era independiente y disciplinada, sino también inteligente y cauta. Aquellas cualidades habían acentuado su interés por la ciencia, con el único fin de dejar en evidencia a la sociedad actual, atrasada y estancada en la ignorancia.

— Verá, profesor. Recientemente he estado realizando un estudio sobre el comportamiento animal. Es para mí de especial interés la relación de estos instintos primitivos con el hombre. Hace unos meses estuve en Kent, entrevistando al doctor Darwin, tratando de hallar algo de luz en todo este tema. ¡Si hubiese visto lo que yo vi con estos ojos!—Jane esbozó una sonrisa, recordando a Charles y sus horribles caricaturas— Cualquiera lo hubiese tomado por un loco, como a un Nicolás Copérnico de nuestra edad moderna. Tenía todos estos dibujos de monos con cabezas humanas, caminando sobre dos piernas, ¿Cuál cree que fue mi reacción? ¡El horror, por supuesto! Estaba horrorizada. Sin embargo, ¿sabe lo que me dijo? “Por supuesto que la horrorizará saber que el ser humano desciende de una forma orgánica inferior, señorita Tyler. Sé que este conocimiento irritará a muchas personas, incluida a la Iglesia”. ¡Monos, profesor, monos!

La morena soltó una carcajada y miró a su alrededor, al percatarse de haber sobreactuado al recordar aquella escena. El señor Darwin la había sorprendido, de forma muy grata. No solo había demostrado ser un excelente biólogo, sino que además, como ella, osaba desafiar a la Iglesia y todas sus estúpidas creencias.

—En efecto, si los seres humanos descendemos de algún tipo de mono antropoide y no somos producto de una creación especial y mágica; ¿cabe entonces la posibilidad de que existan otras especies que también deriven de algún otro animal? Algo que quizás escape a nuestro entendimiento, que suponga una amenaza. ¿Ha oído usted, profesor Moriarty, lo que dicen en las calles? Hablan de asesinos despiadados que no buscan en sus víctimas la satisfacción de arrancar tripas o la venganza; sino saciar una sed primitiva y animal. Dígame, ¿cree que son todo habladurías? ¿Sabe ya cuál es el objeto de mi estudio, verdad? Creo que he debido explicarme bastante bien.





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Mensaje por James Moriarty Sáb Ago 02, 2014 6:10 pm

La señorita Tyler tomó asiento en un gesto decidido y resuelto. Parecía muy segura de sí misma y de lo que tenía que decir. Eso le pareció encantador y a la vez le causó desconfianza. Levantó la ceja izquierda ante la actitud de ella y la observó. Entonces fue cuando la dama ordenó su té. Su singular pedido denotaba que no era común, así como que era perfeccionista y refinada.

- Yo tomaré el té con limón que pedí hace tres minutos exactamente - dijo respondiendo a la frase inacabada por la morena. El camarero pareció sentirse un poco incómodo ante su comentario. Al rato, regresó con el té del profesor. - Aún a riesgo de que se enfríe, la esperaré. -  sentenció desviando la atención de su té. A continuación, la mujer comenzó a relatar un encuentro con Charles Darwin, el hombre que tanto revuelo estaba causando en la sociedad occidental. El profesor escuchó interesado la apasionada exposición de lo ocurrido, y el comentario del doctor sobre la iglesia, con el que ella parecía estar de acuerdo debido al tono de su voz. La dama concluyó con un comentario exageradamente entusiasta sobre los primates. Demostraba desconcierto ante las hipótesis que Darwin había introducido en su mente. La sorpresa ante lo novedoso. Moriarty soltó una leve carcajada  como reacción a ese cierre. Ella también se había dado cuenta de que se había emocionado sobremanera.

- Si para ser catedrático primero hay que ser estudiante, no veo por qué un primate no puede metamorfizarse en humano. La evolución está presente, a pequeña escala, en todas nuestras vidas. - Dijo recuperando la seriedad con el paralelismo y lanzando una de sus sentencias filosóficas. Posteriormente, la señorita Tyler continuó hablando, esta vez sobre las propias conclusiones que había sacado de todo aquello. Terminó haciendo una referencia a los seres popularmente conocidos como "vampiros". La dama le había resultado respetable hasta ese mismo momento. Moriarty era un escéptico, no creía en ese tipo de bestias dignas de fábulas infantiles, por lo que tampoco trataba de hallarles una explicación racional. Simples leyendas urbanas, cuentos para asustar a niños e ignorantes. ¿Acaso alguien tenía pruebas de la existencia de esas criaturas?

- Debería tenerle más aprecio a su escepticismo y no confiar tanto en las habladurías o tendrá problemas en el futuro, señorita. Si quiere dedicarse a la ciencia investigue algo real y no persiga quimeras. - Dijo en un tono casi paternal e insinuando que le parecía de una ignorancia abismal lo que se había atrevido a insinuar. - No creo en deidades y menos en vampiros, brujas y semejantes. Si se está hablando de asesinos que literalmente quieren: "saciar su sed de sangre", puede que en realidad sea alguna clase de contrabando de sangre humana para transfusiones clandestinas o vaya a saber qué. No obstante, si es el comportamiento animal lo que le interesa, déjeme decirle que el hecho de que el dotor Darwin hallase especies que habían evolucionado de manera distinta en otra parte del mundo y en diferentes circunstancias,  no es demasiado sorprendente. Tanto animales como personas se adaptan al medio, psicológicamente y físicamente. El mono no es demasiado dispar al ser humano anatómicamente hablando, y en el aspecto mental, es tan sencillo como recordarle que existen las modas. - Moriarty finalizó el pequeño discurso con un toque de indignación. En cierto modo le ofendía que alguien hubiese podido pensar que él sería capaz de tragarse ese cuento de los vampiros. ¿Por quién le había tomado? ¿por un inculto? ¿un imbécil? Con esa pequeña reprimenda trató de hacer un llamamiento al escepticismo, a la ciencia que presuntamente tanto amaba la señorita Tyler e incluso si cabe a la cordura. Escuchar tonterías y rumores infundados era algo que el profesor no podía soportar. Sin duda los genes de Edward habían degenerado hasta resultar aquella pseudocientífica charlatana. El perfecto ejemplo de evolución negativa. En un instante, había pasado de encontrarse en presencia de una mujer inteligente y seria a encontrarse en presencia de una mujer.

La cantidad de segundos que pasaba era inversamente proporcional a las probabilidades que la señorita Tyler tenía de recuperar el respeto de James Moriarty.


Última edición por James Moriarty el Sáb Sep 06, 2014 2:03 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Jane Tyler Lun Ago 04, 2014 8:32 pm



Si se habla de té rojo, sangre debe de llevar
Profesor James Moriarty ф Miércoles, 16:45 ф Tetería


"Si mis esfuerzos han dado lugar a un mayor éxito de lo habitual, esto se debe, creo, al hecho de que durante mis viajes por el campo de la medicina, me he desviado por senderos donde el oro permanecía tendido en la cuneta. Se necesita un poco de suerte para ser capaz de distinguir el oro de la escoria, pero eso es todo." Robert Koch


— Oh, profesor. El té es una de esas cosas que ni siquiera el tiempo altera. Incluso frío es capaz de endulzar el alma. A los ingleses siempre nos recordará a algo, no podemos crecer detestando el té, es parte de nosotros. ¿Sabe lo que me recuerda a mí?

El camarero volvió a la mesa de los señores, portando la bebida de Jane, que miraba con curiosidad al profesor. La pequeña taza humeaba y olía a limón y hojas de té negro con un ligero chorrito de leche. La doctora rodeó la porcelana con ambas  manos, calentándose los dedos fríos mientras le daba vueltas a todo el asunto del cuerpo que yacía en su laboratorio, y en el que esperaba encontrar respuestas a preguntas que ni siquiera ella hubiese imaginado plantearse antes. Con un gesto suave, tomó el recipiente con el dedo índice y pulgar y se lo llevó a la boca. Sus labios se humedecieron con el té, que estaba demasiado caliente, por lo que sopló el contenido de la taza, sin quitarle ojo al doctor

— A las tardes escuchando a mi tío Edward hablar de botánica. Ahí donde usted lo veía, ese viejo chiflado estaba más interesado en las plantas que en los propios muertos— le dijo la mujer, volviendo a dejar el té sobre la mesa.

Jane esbozó una sonrisa al saber que quizás no comprendía el motivo de su comportamiento. Que el ser humano proviniese de una especie animal solo alimentaba las sospechas de los escépticos, de los agnósticos y confirmaba el siguiente hecho: no somos tan especiales, únicos o incomparables. Nuestra existencia es mera casualidad, mera evolución. Dios no nos había creado a su imagen y semejanza.

—¿No lo ve? Esto lo alteraría todo. Todos esos pensamientos que están naciendo entre la gente… ¿No oye hablar del socialismo, de la igualdad? Repartición de la riqueza. Se me antoja que los ignorantes son cada vez más ignorantes, profesor. Cada vez estamos más cerca de la verdad… De destapar todas las mentiras a las que la Iglesia nos ha tenido sometidos. La ciencia podrá avanzar.  Se avecinan cambios, de pensamiento, de religión, de orden social.

Los comentarios que a continuación abandonaron la boca del profesor no le resultaron del todo agradables a la morena. Su gesto cambió, de la curiosidad y el entusiasmo a la desilusión y la ofensa. Aunque no podía culparlo, por supuesto.  Ella había creído en la existencia de aquellas leyendas cuando finalmente lo había visto todo con sus propios ojos.

— ¿Sabe, profesor? Comprendo su escepticismo, quizás tendríamos más hombres de ciencias si tres cuartos de la población no se empeñase en creer que hay una figura etérea tras el cielo azul de la mañana, guardando y velando por todos nosotros. No voy a sentirme ofendida por sus comentarios, sin embargo, le recomiendo permanecer con un ojo abierto, porque por lo que yo he visto, el escepticismo también tiene la capacidad de matar. ¿Me sugiere usted algún animal que cuente con una sed incontrolable y prefiere vivir en la penumbra, aterrorizado por el día? Por favor, ahórrese sus comentarios acerca de mis alucinaciones, o persecución de quimeras. No le he citado para que emita diagnóstico sobre mi salud mental.






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Mensaje por James Moriarty Jue Ago 07, 2014 2:49 pm

Entonces, justo antes de que trajeran su bebida, ella comenzó haciendo una oda al té, tan característica de los ingleses. Sin duda, el té era uno de los pilares de la civilización, no obstante no solo para los británicos, pues ese néctar provenía de oriente. Sin embargo, fueron los de occidente los que pervirtieron la ceremonia y la transformaron en cháchara, viéndose necesitados de endulzarlo con amores y escándalos.

El camarero trajo la taza de la doctora y le dedicó una mirada curiosa a Moriarty. No era de extrañar. Una vez la señorita tuvo su pedido, James tomó un sorbo de su té y respondió con un simple comentario a las palabras de su compañera. - Desde luego, es definitivamente mejor que el café. El café hoy en día es la oportunidad de hacer estupideces más rápido y con mayor energía. - Después de honrar la memoria de su tío, llevó la charla por una vía progresista. James se limitó a asentir, pues era muy consciente de que  la ignorancia del pueblo es la fuerza del poder, y él ansiaba ese poder. Y ... ¿qué era el poder? ¿quién lo poseía realmente? ¿los subordinados o los líderes? en cualquier caso, era fácil de arrebatar. Envenenar las mentes adecuadas, sembrar el caos, ver la oportunidad y tomar lo deseado. A eso se reducía el juego del poder para James Moriarty ... mas sabía que todos los imperios caen. Y todos seguirían cayendo exceptuando el suyo, al menos mientras el viviera, y había momentos en los que se creía eterno.

Al poco rato, Jane Tyler comenzó a hacerse la misteriosa y al profesor no le gustaba que se anduviesen con ambigüedades en sus reuniones, de modo que ...  - señorita, si posee alguna prueba de que el escepticismo puede resultar tan peligroso o de que existen criaturas "sobrenaturales", le ruego que me la muestre ahora o me temo que esta conversación perderá por completo el sentido ... si es que no lo había perdido ya. - Si ella podía mostrarle algo de verdad, era mejor que lo hiciera cuanto antes, no tenía intención de perder el tiempo. En su último comentario se había abstenido de volver a soltar un sermón sobre credulidad y la importancia de creerse solo lo que los propios ojos observan. Ya lo había dejado claro una vez y no le gustaba repetirse. No consideró  necesario contestar a la pregunta que le planteó. Cualquier depredador nocturno podría ser un animal que contase con tales características.
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