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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
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Final Masquerade. Azalea Raine. Privado
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Final Masquerade. Azalea Raine. Privado
Final Masquerade
Javert & Azalea ф A primera hora de la mañana ф Piccadilly Circus
Javert & Azalea ф A primera hora de la mañana ф Piccadilly Circus
“ | Cuando el amor es algo real e incontrolable; nos entra un miedo indefinible e intolerable, por que así debe ser o así debemos ver; que no hay nada igual a el. |
Si todo salía como esperaba, o más bien, como había soñado, antes de que volviera a conciliar el sueño estaría un paso más cerca de lograr su objetivo. Caminaba entre las calles londinenses sin prestar la más mínima atención a la multitud de negocios que le flanqueaban. Detestaba aquel sitio, uno de los muchos centros impulsadores del materialismo. Un lugar donde el lujo era algo necesario y aquellos que tenían un poder económico envidiable derrochaba su dinero en estúpidas joyas o prendas llamativas a la par que elegantes.
Para Javert era el lado más denigrante del ser humano, gastar en cosas innecesarias cuantos tantos otros padecían hambre. Era ilógico y a la par muy humano, más bien, creía que este hecho definía el significado de la humanidad en sí mismo. Apartando esos pensamientos de su siempre ajetreada mente, empieza a buscar con la mirada, cual rapaz, a quien espera encontrar en esa misma calle observando una tienda de vestidos para jóvenes de tierna edad.
De una edad muy similar a la de su hija.
Esperaba no haber interpretado mal su sueño aunque en el peor de los casos habría hecho una caminata innecesaria. Y en el mejor… bueno, en el mejor de los casos tendría que reunir por fin valor para acercarse a Ella. No se atrevía ni a pensar en su nombre por los vividos recuerdos que tal palabra le despertaba y afortunadamente no hace falta que piense mucho en ella. Llega tal y como esperaba, vestida con tal elegancia que nadie podía asegurar que se dedicaba al noble arte de amar. – De vender amor a corazones rotos, mas bien. – Suspirando se acerca hasta su altura, aun a su espalda mientras observa el cristal de un escaparate en el que los pequeños vestidos descansan y expectantes son testigos del temido encuentro.
No ha traído a la niña, he tenido suerte. – No se creía capaz de hablar en los términos que pretendía hacer delante de su propia hija, no sería justo para la pequeña y no quería que el primer recuerdo que tuviera de su padre fuera ver como su madre le cruzaba la cara, o lo tiraba de cabeza a los cristales de la inocente tienda. Dibujando la mejor de sus sonrisas cordiales, se sitúa a su lado mientras carraspea. – Buenos días, Azalea. – Estaba tan hermosa como la noche en la que dejó de visitarla. Tanto que dolía. – Que agradable sorpresa… - la cara de la mujer expresaba sorpresa y temor, justo lo que él se temía. – No te tenía por una mujer que soliera visitar estas… calles. Nunca dejarás de sorprenderme, querida.
Para Javert era el lado más denigrante del ser humano, gastar en cosas innecesarias cuantos tantos otros padecían hambre. Era ilógico y a la par muy humano, más bien, creía que este hecho definía el significado de la humanidad en sí mismo. Apartando esos pensamientos de su siempre ajetreada mente, empieza a buscar con la mirada, cual rapaz, a quien espera encontrar en esa misma calle observando una tienda de vestidos para jóvenes de tierna edad.
De una edad muy similar a la de su hija.
Esperaba no haber interpretado mal su sueño aunque en el peor de los casos habría hecho una caminata innecesaria. Y en el mejor… bueno, en el mejor de los casos tendría que reunir por fin valor para acercarse a Ella. No se atrevía ni a pensar en su nombre por los vividos recuerdos que tal palabra le despertaba y afortunadamente no hace falta que piense mucho en ella. Llega tal y como esperaba, vestida con tal elegancia que nadie podía asegurar que se dedicaba al noble arte de amar. – De vender amor a corazones rotos, mas bien. – Suspirando se acerca hasta su altura, aun a su espalda mientras observa el cristal de un escaparate en el que los pequeños vestidos descansan y expectantes son testigos del temido encuentro.
No ha traído a la niña, he tenido suerte. – No se creía capaz de hablar en los términos que pretendía hacer delante de su propia hija, no sería justo para la pequeña y no quería que el primer recuerdo que tuviera de su padre fuera ver como su madre le cruzaba la cara, o lo tiraba de cabeza a los cristales de la inocente tienda. Dibujando la mejor de sus sonrisas cordiales, se sitúa a su lado mientras carraspea. – Buenos días, Azalea. – Estaba tan hermosa como la noche en la que dejó de visitarla. Tanto que dolía. – Que agradable sorpresa… - la cara de la mujer expresaba sorpresa y temor, justo lo que él se temía. – No te tenía por una mujer que soliera visitar estas… calles. Nunca dejarás de sorprenderme, querida.
Javert Chevalier- Clase Media
- Ocupacion : Pintor
Localización : Londres, en el Soho
Re: Final Masquerade. Azalea Raine. Privado
Tras el encuentro con Felurian había tomado la firme decisión de mandar a Ceanna en verano a un internado en Dover, en la costa. Allí iría conociendo amistades importantes, haciéndose un hueco en su mini sociedad y ya cuando tuviera doce años mandarla allí todo el año. Sí, sería lo mejor, para entonces estaría acostumbrada a alejarse de casa y del ambiente del burdel (no estaba bien visto ponerse siete velos y echarse a bailar encima de una mesa). Y para conseguir esas cosas tenía que conseguir las ropas adecuadas, con los ricos tejidos occidentales, combinaciones para la playa, zapatos de charol... "Ya nunca veré a mi hija con un shari. Para cuando vuelva probablemente se avergüence de mí... pero lo prefiero a que viva como yo" preferiría todo antes que una vida de desgracia para su hija.
Aquella mañana tençian que ir a renovar y ampliar el guardarropa de Ceanna, y se levantó pronto para ello, mientras la mayoría de sus chicas dormía profundamente . Y resultó que su pequeña princesa también reposaba como un angelito entre sus sábanas, agarrada a una de las almohadas y los morritos hacia afuera. Azalea despejó su rostro y la acarició. Cómo se parecía a Javert, era innegable. cómo lloró cuando supo que estaba embarazada y cómo deseó haber podido ser una familia ideal los tres. Dio un beso a la niña y decidió ir sola. La dejaría dormir en su ca,a mientras pudiera.
Ya que la mañana estaba agradable incluso salía algo de luz entre las sombras de las nubes, se dirigió andando hacia Picadilly. Miraba los escaparates con tranquilidad, luciendo uno de sus pocos vestidos de calle que eran de manga corta, morado, y con su larguísimo pelo solo parcialmente recogido y luciendo un tocado de plumas moradas y negras, como el chal que llevaba. Se detuvo en uno en el que había un encantador vestido azul de cuadros, con un lazo trasero que a Ceanna le quedaría a las mil maravillas. Y mientras oteaba en el escaparate en busca de unos zapatos a juego sintió una sombra a su lado. Deseó que fuera otra madre en pos del vestido, pero supo enseguida que no era así. Hubiese reconocido su olor en medio de la campiña o en las calles de Bombay, era él. Sabía que ese día llegaría, el día en el que se enteraría y su rica familia francesa reclamaría una niña a la que ella había traído al mundo entre espasmos y dolores, con sudor y sangre y que había criado con todo el amor de su corazón. No, Ceanna iría a cualquier parte menos con él. Quizá aún podría jugar con el beneficio de la duda, aunque si había vuelto a Londres sería prácticamente imposible.
Cuando se giró su corazón dio un vuelco, notó un nudo en su corazón y le temblaron las manos. Aquellos ojos azules que había aprendido a amar más que a nada en la vida, que miraban dentro de su alma. Seguía igual, igual de desaliñado y hermoso a su vez, destructivo y atrayente, derrochando espíritu bohemio por sus poros. Los ojos de la india se anegaron en lágrimas y su respiración comenzó a pesar. Se acercó a él, estando a pocos centímetros. De pronto el sol se ocultó y empezaron a caer gotas, mientras ellos se miraban permaneciendo en silencio, casi sin notar el agua sobre ellos
-No sé cómo te atreves a volver, Javert- dijo dolida. Acto seguido y sin pensar bien qué hacía se acercó y besó apasionadamente al francés. Lo había echado de menos, y lo disfrutó como si fuera su apasionada primera vez. Luego se separó y desvió la mirada- Qué sola me dejaste... te fuiste sin preguntar nada... debería odiarte, y en parte te juro que lo hago
Aquella mañana tençian que ir a renovar y ampliar el guardarropa de Ceanna, y se levantó pronto para ello, mientras la mayoría de sus chicas dormía profundamente . Y resultó que su pequeña princesa también reposaba como un angelito entre sus sábanas, agarrada a una de las almohadas y los morritos hacia afuera. Azalea despejó su rostro y la acarició. Cómo se parecía a Javert, era innegable. cómo lloró cuando supo que estaba embarazada y cómo deseó haber podido ser una familia ideal los tres. Dio un beso a la niña y decidió ir sola. La dejaría dormir en su ca,a mientras pudiera.
Ya que la mañana estaba agradable incluso salía algo de luz entre las sombras de las nubes, se dirigió andando hacia Picadilly. Miraba los escaparates con tranquilidad, luciendo uno de sus pocos vestidos de calle que eran de manga corta, morado, y con su larguísimo pelo solo parcialmente recogido y luciendo un tocado de plumas moradas y negras, como el chal que llevaba. Se detuvo en uno en el que había un encantador vestido azul de cuadros, con un lazo trasero que a Ceanna le quedaría a las mil maravillas. Y mientras oteaba en el escaparate en busca de unos zapatos a juego sintió una sombra a su lado. Deseó que fuera otra madre en pos del vestido, pero supo enseguida que no era así. Hubiese reconocido su olor en medio de la campiña o en las calles de Bombay, era él. Sabía que ese día llegaría, el día en el que se enteraría y su rica familia francesa reclamaría una niña a la que ella había traído al mundo entre espasmos y dolores, con sudor y sangre y que había criado con todo el amor de su corazón. No, Ceanna iría a cualquier parte menos con él. Quizá aún podría jugar con el beneficio de la duda, aunque si había vuelto a Londres sería prácticamente imposible.
Cuando se giró su corazón dio un vuelco, notó un nudo en su corazón y le temblaron las manos. Aquellos ojos azules que había aprendido a amar más que a nada en la vida, que miraban dentro de su alma. Seguía igual, igual de desaliñado y hermoso a su vez, destructivo y atrayente, derrochando espíritu bohemio por sus poros. Los ojos de la india se anegaron en lágrimas y su respiración comenzó a pesar. Se acercó a él, estando a pocos centímetros. De pronto el sol se ocultó y empezaron a caer gotas, mientras ellos se miraban permaneciendo en silencio, casi sin notar el agua sobre ellos
-No sé cómo te atreves a volver, Javert- dijo dolida. Acto seguido y sin pensar bien qué hacía se acercó y besó apasionadamente al francés. Lo había echado de menos, y lo disfrutó como si fuera su apasionada primera vez. Luego se separó y desvió la mirada- Qué sola me dejaste... te fuiste sin preguntar nada... debería odiarte, y en parte te juro que lo hago
Re: Final Masquerade. Azalea Raine. Privado
La mirada de la exótica mujer fue como un golpe en los riñones para el francés. Hubiera esperado recelo, curiosidad e incluso temor. Esperaba que Azalea se asustara de verle tras tanto tiempo y se alarmara al atreverse a dirigirse a ella en plena calle, y sin embargo, lo que veía en los ojos que una vez le robaron el corazón era dolor. << Un dolor ancestral, tan viejo como la existencia de la humanidad y al que conozco bien. Un ya viejo amigo. >> Aquella mujer tenia roto el corazón y de alguna manera que no alcanzaba a entender, o no se atrevía a asimilar, él tenia algo que ver con su sufrimiento.
¿Cómo era posible que ella, quien jugó con él al siempre peligroso juego de amar, fuera quien estaba dolida? No era justo, Javert había sufrido al comprender que la única mujer que le había hecho olvidar era tan solo una oportunista que le había hecho volver a soñar… ¿qué sentido tenia que le guardara rencor? Era cierto que había desaparecido sin decirle nada, que un buen día rompió la rutina de visitarla cada noche y compartir con ella mucho mas que besos y caricias. Echaba de menos las horas charlando de arte, de su cultura y en general de todo lo que el opio y el vino les llevara a la mente. Con aquella mujer había pasado sus momentos mas felices desde que su vida diera un giro trágico, y lo único que esperaba es que ella hubiera podido padecer el mismo desamor que él.
Sin embargo Javert no era un cobarde. No era el clásico hombre que, temeroso de una dura verdad, decide no hacer preguntas que sabe incomodas. Una valiente y esperanzadora sospecha, cruel también, se planteaba en el horizonte y no podía pasar un segundo mas sin saber si la situación era tal y como la imaginaba o estaba mal interpretando las palabras de Azalea. Sujetando su brazo con delicadeza, la acerca hacia él sin notar resistencia, aunque si un atisbo de duda en la mirada de la hermosa mujer. – Si alguna vez te hice daño, jamás me lo perdonaré. Pero juro que no entiendo tus palabras y tu reacción al verme. – Mas bien su corazón prefería no saltar ilusionado ante la cruenta realidad hasta estar seguro. No soportaría otro desengaño. - ¿Qué esperabas que hiciera? Te amé como solo he amado una vez en mi vida y durante un destello de claridad vi mas allá… - Bajando la voz, empieza a andar calle arriba. No quiere que la ridículamente curiosa sociedad londinense se enterará de la vida de Azalea, aunque lo que pudieran decir de él le importaba lo mismo que la política: Nada. – Vi mas allá de lo que creía que sentíamos mutuamente. Me di cuenta de que no era real, y como espero que entiendas la mejor forma de ahorrarme mas sufrimiento era no volver al lugar donde tan buenas horas pasé con la mejor compañía que podía anhelar.
No iba a mencionar nada referente a su pequeña, no era el momento aunque deseaba decirle que no iba a dejar que la educara sola. – Puedo soportar tu odio, y con gusto portaré tal carga aunque hiera mi alma durante el resto de mi vida… pero al menos explícame la razón de tu pesar, necesito saber el motivo por que la mujer que una vez me demostró que había luz entre las tinieblas se le anegan sus dulces ojos de lagrimas en mi presencia.
¿Cómo era posible que ella, quien jugó con él al siempre peligroso juego de amar, fuera quien estaba dolida? No era justo, Javert había sufrido al comprender que la única mujer que le había hecho olvidar era tan solo una oportunista que le había hecho volver a soñar… ¿qué sentido tenia que le guardara rencor? Era cierto que había desaparecido sin decirle nada, que un buen día rompió la rutina de visitarla cada noche y compartir con ella mucho mas que besos y caricias. Echaba de menos las horas charlando de arte, de su cultura y en general de todo lo que el opio y el vino les llevara a la mente. Con aquella mujer había pasado sus momentos mas felices desde que su vida diera un giro trágico, y lo único que esperaba es que ella hubiera podido padecer el mismo desamor que él.
Sin embargo Javert no era un cobarde. No era el clásico hombre que, temeroso de una dura verdad, decide no hacer preguntas que sabe incomodas. Una valiente y esperanzadora sospecha, cruel también, se planteaba en el horizonte y no podía pasar un segundo mas sin saber si la situación era tal y como la imaginaba o estaba mal interpretando las palabras de Azalea. Sujetando su brazo con delicadeza, la acerca hacia él sin notar resistencia, aunque si un atisbo de duda en la mirada de la hermosa mujer. – Si alguna vez te hice daño, jamás me lo perdonaré. Pero juro que no entiendo tus palabras y tu reacción al verme. – Mas bien su corazón prefería no saltar ilusionado ante la cruenta realidad hasta estar seguro. No soportaría otro desengaño. - ¿Qué esperabas que hiciera? Te amé como solo he amado una vez en mi vida y durante un destello de claridad vi mas allá… - Bajando la voz, empieza a andar calle arriba. No quiere que la ridículamente curiosa sociedad londinense se enterará de la vida de Azalea, aunque lo que pudieran decir de él le importaba lo mismo que la política: Nada. – Vi mas allá de lo que creía que sentíamos mutuamente. Me di cuenta de que no era real, y como espero que entiendas la mejor forma de ahorrarme mas sufrimiento era no volver al lugar donde tan buenas horas pasé con la mejor compañía que podía anhelar.
No iba a mencionar nada referente a su pequeña, no era el momento aunque deseaba decirle que no iba a dejar que la educara sola. – Puedo soportar tu odio, y con gusto portaré tal carga aunque hiera mi alma durante el resto de mi vida… pero al menos explícame la razón de tu pesar, necesito saber el motivo por que la mujer que una vez me demostró que había luz entre las tinieblas se le anegan sus dulces ojos de lagrimas en mi presencia.
Javert Chevalier- Clase Media
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