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ienvenidos a Darkness Revival.Estais a punto de adentraros en Londres, año 1890, una época tan peligrosa como atrayente. La alta sociedad se mueve entre bailes oficiales, bodas, cabarets y fumaderos de opio. Las prostitutas y mendigos se ganan como pueden la vida, engañando, robando o estafando. Pero hay algo mucho mas oscuro en las calles de la ciudad del Támesis, más oscuro aún que el terrible Jack. Seres sobrenaturales como brujas, vampiros, metamorfos y malditos se esconden entre los miembros de la sociedad, temerosos de la sangrienta hermandad que les persigue: la Black Dagger Brotherhood. ¿Sobrevivirás? .
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Juegos de ingenio y colombinas. –Privado S. Holmes–
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Juegos de ingenio y colombinas. –Privado S. Holmes–
Juegos de ingenio y colombinas.
Sherlock Holmes ф 4/8/1890 ф Vivienda Adler
Sherlock Holmes ф 4/8/1890 ф Vivienda Adler
“ | “Y así fue como se evitó un gran escándalo que pudo haber afectado al reino de Bohemia, y cómo los planes más perfectos de Sherlock Holmes se vieron derrotados por el ingenio de una mujer. Él solía hacer bromas acerca de la inteligencia de las mujeres, pero últimamente no le he oído hacerlo. Y cuando habla de Irene Adler o menciona su fotografía, es siempre con el honroso título de la mujer.” |
Había escuchado hablar del infame Sherlock Holmes apenas mis pies habían pisado Londres. Su sagacidad y habilidad para desprestigiar a Scotland Yard ocupaba alguna página en la prensa día sí, y día también. Cada caso que resolvía se tornaba en una especie de revuelo social, comentado desde la taberna más humilde del puerto a las salas de té de la aristocracia.
Al final había llamado mi curiosidad. Había dedicado los meses que llevaba viviendo en Londres, algo menos de un año, en recabar cierta información acerca del peculiar detective. En mi opinión, la prensa siempre engordaba los hechos en busca de un buen titular y, los comentarios que me llegaban procedentes del boca oreja, siempre me parecían fantasiosos, productos de la admiración que engordaba la leyenda.
Había coleccionado los artículos en la prensa que hacían referencia a su persona y a sus casos desde el principio. Los había leído y estudiado tratando de hacer un perfil de su persona. La mente humana no solía desentrañar misterios para mí. Todos los hombres poseían una debilidad y yo sabía como utilizarla en mi provecho. Sin embargo, todo el que parecía poseer información sobre Sherlock Holmes la poseía fragmentada, edulcorada y alterada.
En lo que coincidían todas las fuentes es que era un hombre brillante, poseedor de una inteligencia portentosa a la que pocos podían hacer rival. Un hombre así, sin duda, tendría grandes cotas de soberbia y un amor por los retos y los desafíos en un mundo que, sin duda, le resultaría gris, monótono y horriblemente aburrido. En ese caso, le pondría un cebo que iba a ser incapaz de rechazar.
– Kate. ¿Puedes venir un momento? – Le entregué a mi fiel doncella y amiga un sobre de papel fino sellado con lacre sin sello que rezaba “Sherlock Holmes” con esmerada y elegante caligrafía en tinta verde esmeralda. Me había asegurado de que el papel desprendiera el suave olor de mi perfume. Dulce, especiado y ligeramente sugerente. Era sutil, pero estaba segura de que un hombre tan observador como decían era Holmes sabría percatarse de ello. – Entrega esto a cualquier mozo. Que lo lleve al 221 de Baker Street.
Tras el asentimiento de Kate, me senté en el sofá y cogí la copa de brandy ambarino que tenía a medias sobre la mesa, en la que también reposaba un recorte de prensa con el titular: “Sherlock Holmes triunfa de nuevo.” Sonriendo me acerqué la copa a los labios y posé un mano sobre la imagen que acompañaba la noticia, acariciando la oscura silueta de Holmes.
– Creo que es hora de conocernos, señor Holmes…
- Contenido del sobre::
- En el sobre aparece un pasaje de “El paraíso perdido.” de John Milton en el que, bajo el código de salto adecuado, puede leerse:
“¿Le apetece una taza de té? Royal Albert Hall se ve precioso por las noche bajo la luna. Poseo unas magníficas vistas desde mi ventana.”
En el sobre también hay una flor prensada de colombina.
Adler sabía que tenía información suficiente para encontrarla.
Irene Adler- Clase Alta
- Ocupacion : Ex-cantante. Ex-cortesana.
Localización : Londres.
Re: Juegos de ingenio y colombinas. –Privado S. Holmes–
Estaba el detective sentado frente a la mesa del desayuno en un profundo pensamiento; sus manos largas y delgadas se juntaban en un rezo, los ojos cerrados, las cejas del anguloso rostro casi alineadas en una sola línea.
Esa misma mañana, su amigo y biógrafo, el doctor John Watson, había tenido que partir por una llamada que lo tendría alejado de Baker Street durante un par de días. Holmes por su parte ya había empezado a sentir la comezón del tedio, la incomodidad de cotidianidad y estaba ansioso por un nuevo caso.
Había recibido muy temprano por la mañana una peculiar nota. Al abrir el sobre, la nota despedía un tenue aroma: Eau de Verveine. Según la Señora Hudson la nota había sido traída poro un mozo y se había retirado sin necesidad de paga.
La mujer que escribía la nota era fina, elegante y particularmente instruida. Interesante, aunque elemental. El papel era caro, peculiarmente fuerte. Una libra la onza...Una mujer de buena posición. Vista a la luz natural la tinta tenía tornasoles verdes: Exuberancia y dinero. Se caía de maduro que era una mujer que sabia como seducir y sacaba provecho de ello. La flor de Colombina, también llamada "Aquilegia vulgaris "cuyo origen le daba la idea de que la persona que estaba detrás de esta peculiar nota, era norteamericana o tenía que ver con la embajada de Norteamérica. Le estaba dando pistas de donde debería encontrarse; silenciosamente había puesto sus propios términos, sin necesidad de expresarlos...Atrevida.
Pero lo que más le llamaba la atención a Sherlock Holmes era el porqué de la cita. Con un ademan ondulante, volvió a tomar el sobre y observarlo detalladamente. Mas allá de lo que había deducido, no podía sacar en claro nada más: necesitaba mas datos. No podia ir disfrazado, la carta pedía expresamente su presencia, ir con otra personalidad diferente solo alargaría el motivo de la cita.
Había terminado su café de un sorbo, se levanto de la mesa de forma distraída y prendió un cigarrillo, tomo con sus largos dedos el cilindro de tabaco y largo la primera bocanada de humo, que salió por la ventana, mientras que con la otra sostenía el sobre con el lacre y su nombre sin dar mayores informaciones. No había sello. Los ojos del detective observaron la calle: las idas y venidas de la gente en la cuadra.
No sin recelo, Holmes estaba reticente a asistir a la cita con una mujer en términos tan misteriosos como apasionantes. Algo le decía que debía ir, al menos para saciar su excitada curiosidad, lamentaba que Watson no estuviera con él, pero quizá era mejor si resolvía este misterio él solo. El buen doctor a veces era una desventaja.
La Señora Hudson entro a la sala con una bandeja para recoger lo que quedaba del desayuno. Imprevistamente el detective hablo con una voz vibrante y particularmente baja, mientras iba directamente a su cuarto a buscar su bufanda y su sobretodo negro mientras iba con una manga y luego la otra -Señora Hudson. No cenare aquí.-Sin mas salió disparado de la habitación y cerro la puerta tras de sí.
Esa misma mañana, su amigo y biógrafo, el doctor John Watson, había tenido que partir por una llamada que lo tendría alejado de Baker Street durante un par de días. Holmes por su parte ya había empezado a sentir la comezón del tedio, la incomodidad de cotidianidad y estaba ansioso por un nuevo caso.
Había recibido muy temprano por la mañana una peculiar nota. Al abrir el sobre, la nota despedía un tenue aroma: Eau de Verveine. Según la Señora Hudson la nota había sido traída poro un mozo y se había retirado sin necesidad de paga.
La mujer que escribía la nota era fina, elegante y particularmente instruida. Interesante, aunque elemental. El papel era caro, peculiarmente fuerte. Una libra la onza...Una mujer de buena posición. Vista a la luz natural la tinta tenía tornasoles verdes: Exuberancia y dinero. Se caía de maduro que era una mujer que sabia como seducir y sacaba provecho de ello. La flor de Colombina, también llamada "Aquilegia vulgaris "cuyo origen le daba la idea de que la persona que estaba detrás de esta peculiar nota, era norteamericana o tenía que ver con la embajada de Norteamérica. Le estaba dando pistas de donde debería encontrarse; silenciosamente había puesto sus propios términos, sin necesidad de expresarlos...Atrevida.
Pero lo que más le llamaba la atención a Sherlock Holmes era el porqué de la cita. Con un ademan ondulante, volvió a tomar el sobre y observarlo detalladamente. Mas allá de lo que había deducido, no podía sacar en claro nada más: necesitaba mas datos. No podia ir disfrazado, la carta pedía expresamente su presencia, ir con otra personalidad diferente solo alargaría el motivo de la cita.
Había terminado su café de un sorbo, se levanto de la mesa de forma distraída y prendió un cigarrillo, tomo con sus largos dedos el cilindro de tabaco y largo la primera bocanada de humo, que salió por la ventana, mientras que con la otra sostenía el sobre con el lacre y su nombre sin dar mayores informaciones. No había sello. Los ojos del detective observaron la calle: las idas y venidas de la gente en la cuadra.
No sin recelo, Holmes estaba reticente a asistir a la cita con una mujer en términos tan misteriosos como apasionantes. Algo le decía que debía ir, al menos para saciar su excitada curiosidad, lamentaba que Watson no estuviera con él, pero quizá era mejor si resolvía este misterio él solo. El buen doctor a veces era una desventaja.
La Señora Hudson entro a la sala con una bandeja para recoger lo que quedaba del desayuno. Imprevistamente el detective hablo con una voz vibrante y particularmente baja, mientras iba directamente a su cuarto a buscar su bufanda y su sobretodo negro mientras iba con una manga y luego la otra -Señora Hudson. No cenare aquí.-Sin mas salió disparado de la habitación y cerro la puerta tras de sí.
Re: Juegos de ingenio y colombinas. –Privado S. Holmes–
Apagó el largo cigarrillo mentolado en un cenicero de cristal de bohemia y plata que difícilmente se hubiera podido permitir hace unos años. Era uno de los regalos del rey de Bohemia, uno de los recuerdos que guardaba de la aventura que habían vivido juntos. Siempre le había hecho gracia que ella compartiera un vicio tan poco frecuente en una dama.
– Kate. Prepara cena para dos.
Irene Adler recorrió el salón de la imponente casa con la bata de gasa y chantilly ondeando a su espalda. Llevaba la fina prenda abierta, directamente sobre su ropa interior, y caminaba descalza. Su cabello oscuro caía en suaves bucles por la marcada forma de su espalda, liberado de cualquier prendedor o tiara.
– ¿Esperas visita?
Irene Adler descorre las pesadas cortinas del salón y abre las ventanas de par en par de la amplia balconada. El olor de las colombinas la envuelve con su delicada fragancia mientras sale al exterior y el húmedo aire de Londres le azota las mejillas y le revuelve el cabello. Apoya los brazos en la barandilla.
– Me defraudaría mucho que no fuera así… Pero no suelo equivocarme con los hombres, por peculiares que sean.
El balcón del principal del edificio estaba cuajado de aquellas flores norteamericanas, destacando con elegancia sobre el resto de balcones de aquel barrio residencial. La mujer no sólo estaba proporcionando a Holmes pistas sobre su identidad, también estaba indicándole exactamente al lugar donde debía de acudir. Tomó una de las flores y se la llevó a la nariz.
– ¿Quieres que ordene que preparen algo en especial para la cena?
Irene Adler sonrió mientras se giraba para mirar a su doncella, ama de llaves, confidente y amiga. Era una mujer unos años mayor que ella, pero seguía conservando una belleza fuerte. Era la única persona en la que Irene confiaba, y la única a la que realmente escuchaba. Kate hacía las veces de hermana mayor, o de madre. Era su única familia.
– ¿Recuerdas la cena que nos sirvieron en Varsovia la noche en que conocí al rey Wilhelm?
– Kate. Prepara cena para dos.
Irene Adler recorrió el salón de la imponente casa con la bata de gasa y chantilly ondeando a su espalda. Llevaba la fina prenda abierta, directamente sobre su ropa interior, y caminaba descalza. Su cabello oscuro caía en suaves bucles por la marcada forma de su espalda, liberado de cualquier prendedor o tiara.
– ¿Esperas visita?
Irene Adler descorre las pesadas cortinas del salón y abre las ventanas de par en par de la amplia balconada. El olor de las colombinas la envuelve con su delicada fragancia mientras sale al exterior y el húmedo aire de Londres le azota las mejillas y le revuelve el cabello. Apoya los brazos en la barandilla.
– Me defraudaría mucho que no fuera así… Pero no suelo equivocarme con los hombres, por peculiares que sean.
El balcón del principal del edificio estaba cuajado de aquellas flores norteamericanas, destacando con elegancia sobre el resto de balcones de aquel barrio residencial. La mujer no sólo estaba proporcionando a Holmes pistas sobre su identidad, también estaba indicándole exactamente al lugar donde debía de acudir. Tomó una de las flores y se la llevó a la nariz.
– ¿Quieres que ordene que preparen algo en especial para la cena?
Irene Adler sonrió mientras se giraba para mirar a su doncella, ama de llaves, confidente y amiga. Era una mujer unos años mayor que ella, pero seguía conservando una belleza fuerte. Era la única persona en la que Irene confiaba, y la única a la que realmente escuchaba. Kate hacía las veces de hermana mayor, o de madre. Era su única familia.
– ¿Recuerdas la cena que nos sirvieron en Varsovia la noche en que conocí al rey Wilhelm?
Irene Adler- Clase Alta
- Ocupacion : Ex-cantante. Ex-cortesana.
Localización : Londres.
Re: Juegos de ingenio y colombinas. –Privado S. Holmes–
El detective Asesor no tenia que caminar mucho para poder encontrar lo que queria y esta vez sabia perfectamente donde tenia que ir: Habia en Kensinton, cerca de la embajada de Bohemia, una casa con grandes cantidades de la flor que habia llegado con el correo esta mañana. Era un balcon de un edificio importante...AH! y ahi estaba.
Holmes sonrio de forma presuntuosa y apoyo el baston sobre el empedrado, mientras por detras seguia el coche que lo habia traido a esa parte del Norte de Londres. Miro hacia los dos lados, nadie parecia haberlo estado seguiendolo y nadie parecia esta vigilando lo que hacia. Observo la fachada del elegante edificio y no era mas diferente de lo que era su proio departamento. Cuatro departamentos....Elemental.
Dos de frente, dos detras. Pero solo el departamento de arriba tenia colombinas en su balcon. Si bien la planta no soportaba mucha luz, el clima londinense es perfecta para ellas. En los departamentos interiores no podrian crecer. Holmes sin mas llamo al timbre y espero con una estoica calma, prendio un cigarrillo y vio que uno de sus irregulares se acercaba con algo de informacion.
-Dos Chelines, Charlie. Como habiamos quedado.
-Si, Señor Holmes. -el niño alargo su manita para recibir su paga.
-Y bien? -El detective solto el humo de su cigarrillo.
-La dama se llama Irene Adler. Sale poco, los mozos de cuadra dicen que es la mujer mas bonita del vecindario. Tiene pocas visitas y canta como si fuera un angel...Yo la escuche Señor Holmes -El joven tenia su gorro en las manos
Sherlock Holmes, miro al niño y levanto su ceja derecha, para mirar el departamento. Oyo como unos pasos se acercaban la recibidor para dejarlo entrar. El detective puso su dedo en su boca y penso unos segundos.
-Vete Charlie. Gracias por la informacion. Si quieres dile a la Señora Hudson que te haga un sandwich.
El niño se fue corriendo y Holmes se acerco a la puerta. ¿Si la mujer queria sus servicios, porque no iba a verlo como todos a Baker Street? Y....Lo mas importante: ¿Porque le llamaba la atencion?...
Holmes sonrio de forma presuntuosa y apoyo el baston sobre el empedrado, mientras por detras seguia el coche que lo habia traido a esa parte del Norte de Londres. Miro hacia los dos lados, nadie parecia haberlo estado seguiendolo y nadie parecia esta vigilando lo que hacia. Observo la fachada del elegante edificio y no era mas diferente de lo que era su proio departamento. Cuatro departamentos....Elemental.
Dos de frente, dos detras. Pero solo el departamento de arriba tenia colombinas en su balcon. Si bien la planta no soportaba mucha luz, el clima londinense es perfecta para ellas. En los departamentos interiores no podrian crecer. Holmes sin mas llamo al timbre y espero con una estoica calma, prendio un cigarrillo y vio que uno de sus irregulares se acercaba con algo de informacion.
-Dos Chelines, Charlie. Como habiamos quedado.
-Si, Señor Holmes. -el niño alargo su manita para recibir su paga.
-Y bien? -El detective solto el humo de su cigarrillo.
-La dama se llama Irene Adler. Sale poco, los mozos de cuadra dicen que es la mujer mas bonita del vecindario. Tiene pocas visitas y canta como si fuera un angel...Yo la escuche Señor Holmes -El joven tenia su gorro en las manos
Sherlock Holmes, miro al niño y levanto su ceja derecha, para mirar el departamento. Oyo como unos pasos se acercaban la recibidor para dejarlo entrar. El detective puso su dedo en su boca y penso unos segundos.
-Vete Charlie. Gracias por la informacion. Si quieres dile a la Señora Hudson que te haga un sandwich.
El niño se fue corriendo y Holmes se acerco a la puerta. ¿Si la mujer queria sus servicios, porque no iba a verlo como todos a Baker Street? Y....Lo mas importante: ¿Porque le llamaba la atencion?...
Re: Juegos de ingenio y colombinas. –Privado S. Holmes–
Poco después de las ocho y media, mesa para dos estaba distribuida en el salón principal de la vivienda con una lujosa vajilla con filo de oro y una cristalería de cristal de Bohemia. Kate era una excelente cocinera y había preparado una suntuosa cena con una colección de los platos típicos que había aprendido en su estancia en aquella magnífica ciudad. Esperaba que al señor Holmes le gustase el recibimiento.
Mientras tanto, ella aprovechó para acicalarse. Eligió uno de los vestidos que todavía no había estrenado. Se trataba de una elegante pieza de seda salvaje color rojo oscuro. Quizá con el escote más marcado de lo que estaban acostumbrados en Londres, pero eso no era algo que a ella le importase demasiado. La propia Kate, tras acabar la cena, le recogió el cabello en un elaborado peinado rematado con un elegante tocado.
– Aprieta bien las lazadas del corpiño, Kate. Quiero que se marque bien la cintura.
No creía que el señor Holmes fuera de los que se dejaban impresionar por cosas como aquellas, pero le gustaba cuidar su imagen al milímetro. Le gustaba que transmitiera la fuerza, la seguridad, el control, y la sencilla coquetería que solía caracterizarla. Lo primero que el señor Holmes recibiría de ella era una imagen, y quería asegurarse de que no la olvidara.
Cuando escuchó la llamada del portal, se revisó de nuevo en el espejo y se pellizcó las mejillas para dotarlas de un suave rubor natural. Se echó unas gotas del mismo cautivador perfume con el que había impregnado la carta en los puntos de pulso: Tras las orejas, en el interior de las orejas, y un par de gotas en el centro de su pecho.
Mientras tanto, el portero de la finca abrió la puerta al señor Holmes y le indicó que la señorita Adler vivía en el principal, en la planta más alta del edificio. Aunque, por supuesto, eso era algo que Holmes ya sabía, pues no le habría costado demasiado identificar la amplia balconada adornada de colombinas. Kate, por otro lado, le recibió en la puerta del piso. Era un piso de lujo, apropiado para una mujer soltera e independiente, de gran solvencia económica, a la que una mansión le hubiera quedado demasiado grande.
– Adelante, señor Holmes. La señorita Adler le espera en la biblioteca. ¿Me permite el abrigo y el sombrero?
Mientras tanto, ella aprovechó para acicalarse. Eligió uno de los vestidos que todavía no había estrenado. Se trataba de una elegante pieza de seda salvaje color rojo oscuro. Quizá con el escote más marcado de lo que estaban acostumbrados en Londres, pero eso no era algo que a ella le importase demasiado. La propia Kate, tras acabar la cena, le recogió el cabello en un elaborado peinado rematado con un elegante tocado.
– Aprieta bien las lazadas del corpiño, Kate. Quiero que se marque bien la cintura.
No creía que el señor Holmes fuera de los que se dejaban impresionar por cosas como aquellas, pero le gustaba cuidar su imagen al milímetro. Le gustaba que transmitiera la fuerza, la seguridad, el control, y la sencilla coquetería que solía caracterizarla. Lo primero que el señor Holmes recibiría de ella era una imagen, y quería asegurarse de que no la olvidara.
Cuando escuchó la llamada del portal, se revisó de nuevo en el espejo y se pellizcó las mejillas para dotarlas de un suave rubor natural. Se echó unas gotas del mismo cautivador perfume con el que había impregnado la carta en los puntos de pulso: Tras las orejas, en el interior de las orejas, y un par de gotas en el centro de su pecho.
Mientras tanto, el portero de la finca abrió la puerta al señor Holmes y le indicó que la señorita Adler vivía en el principal, en la planta más alta del edificio. Aunque, por supuesto, eso era algo que Holmes ya sabía, pues no le habría costado demasiado identificar la amplia balconada adornada de colombinas. Kate, por otro lado, le recibió en la puerta del piso. Era un piso de lujo, apropiado para una mujer soltera e independiente, de gran solvencia económica, a la que una mansión le hubiera quedado demasiado grande.
– Adelante, señor Holmes. La señorita Adler le espera en la biblioteca. ¿Me permite el abrigo y el sombrero?
- Biblioteca:
- Vestido:
Irene Adler- Clase Alta
- Ocupacion : Ex-cantante. Ex-cortesana.
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