Juliette Morandé

Descripción Psicológica

Al haber recibido una exquisita educación, Juliette es una joven carismática y amable que goza de unos modales excelentes. Sabe cómo desenvolverse sin problemas entre la alta sociedad, y siempre que acude a algún evento levanta admiración entre sus asistentes.
Con el paso del tiempo, se ha convertido en una persona leal a Magnus, llegando a comprender qué le lleva a actuar de la forma en que lo hace. No sabe definir cómo se siente alrededor del vampiro, pero en su corazón hay algo más que miedo cada vez que le ve. Sin embargo, saber que siente eso hace que su miedo aumente, por lo que es incapaz de contener los temblores cada vez que se encuentran cara a cara.

Es tan inocente como demuestra su apariencia, pues es incapaz de ver el verdadero problema que supone la Hermandad de la Daga Negra y el ser un vampiro. Es esa inocencia la que hace que Juliette sea incapaz de sentir una pizca de maldad contra nadie, ni siquiera contra Kiara. Es muy bondadosa, y siempre tratará de ayudar a todo aquel que se lo pida.

Debido a su cautiverio, Juliette perdió relación real con el mundo humano, por lo que se ha vuelto una joven bastante reservada y silenciosa. Teme decir algo que pueda no agradar a algún miembro del clan y desatar su ira, por lo que ha aprendido a expresarse sólo cuando es necesario.

Adora los vestidos y poder lucirlos, por lo que siempre sale a pasear en busca de nuevas telas para éstos.
Volviendo a Magnus, podría decirse que él tiene parte de la culpa de que Juliette quiera convertirse en un vampiro. Ha visto cómo trata a Kiara, por lo que ha deducido que, si ella se transforma, él la verá como una igual y dejará de usarla como un simple juguete. Además, cree que así dejará de sentir miedo en su presencia y en presencia de cualquier otro ser.

Historia

Juliette es la única hija del gran empresario francés Jean Morandé y su adorada esposa, Marion. Creció entre todo tipo de lujos y caprichos, siempre obteniendo todo lo que quería sólo con pedirlo. Pese a que nunca fue una niña caprichosa, a la pequeña Juliette jamás le faltó de nada, pues obtuvo desde la mejor educación hasta las mejores telas para sus vestidos.

Adoraba pasar tiempo junto a sus padres, y heredó la pasión por las artes de su madre. En cuanto creció, siempre iban juntas a las exposiciones e incluso a las subastas de obras de arte. Como toda joven perteneciente a la clase alta de la sociedad parisina, Juliette comenzó a tener sueños y pequeñas ambiciones.  Soñaba con convertirse en la dueña de alguna gran galería para poder exponer sus obras favoritas en ella. Soñaba con mudarse a un pequeño palacete a las afueras de París, con un pequeño jardín para que sus hijos disfrutasen y no tuvieran que pasarse el tiempo encerrados en casa. Soñaba con casarse con un apuesto caballero francés que pediría su mano en una elegante cena en uno de los restaurantes favoritos de su padre.

Soñaba con muchas cosas, hasta el día que Magnus la secuestró.

Juliette se encontraba sola en casa, en el jardín trasero tratando de dibujar el pequeño estanque que habían construido, cuando le vio. Porque jamás le escuchó acercarse. La valla que separaba la parcela de la carretera tendría que haber crujido bajo el peso del joven, pero ella jamás lo escuchó.
No tuvo tiempo de gritar y mucho menos de salir corriendo. Lo siguiente que recuerda es la gran habitación en la que ahora vive, en una mansión más grande que la de su propia familia. Pronto encontró las respuestas a las preguntas que se habían formado en su cabeza durante el tiempo que permaneció encerrada allí: Magnus era un acaudalado vampiro que se había encaprichado de ella, o de su sangre, y había decidido llevársela nada más y nada menos que a Londres.

Aterrada por la idea de morir en un lugar así, Juliette trató de escapar varias veces, aunque siempre era descubierta por su captor o por su mayordomo.
Lo peor eran los castigos a los que era sometida, que si bien nunca llegaron a ser físicos, hicieron que las ganas de regresar a París abandonasen su cerebro para siempre.
Vivía y vive aterrada de Magnus. Sin embargo, ha encontrado un punto de placer extraño cuando Magnus acude a ella. No puede dejar de temblar en su presencia, pero parte del miedo que la posee con la simple presencia del vampiro la abandona cuando se encuentra con él.

Con el paso del tiempo, la joven parisina se hizo a la vida de la mansión y a la vida del clan. Comprendió que allí era un simple juguete para Magnus, y que si ningún otro miembro la había asesinado era porque respetaban profundamente a su líder. Terminó por cansarse de ser la vasija de cristal del clan, y decidió que la única forma de sentirse igual era convirtiéndose en uno de ellos. Sin embargo, todas las veces que se ha atrevido a pedirle a Magnus que culmine su sed y que la transforme ha obtenido un no por respuesta. No comprende qué puede haber de malo en ser como ellos, ya que así se acabarían definitivamente sus miedos y problemas, por lo que está dispuesta a hacer todo lo que esté en su mano para conseguirlo.

Después de un tiempo como cautiva del clan, Magnus comenzó a otorgarle pequeños premios, por lo que actualmente goza de cierta libertad a la hora de moverse por las calles de Londres, aunque sabe que jamás va sola, aunque no pueda verlos. Además, él siempre acude con ella a los bailes y eventos propios de la alta sociedad, aunque ella se siente más un juguete que una acompañante.