Nice to meet you lady. (Eleanor)

Se levantó temprano. Temprano para ella, aunque para cualquier mortal hubiese resultado terriblemente tarde. Eleanor Grosvenor, que había portado otros muchos nombres a lo largo de su longeva vida, se deshizo de su ropa de cama, se vistió y peinó con ayuda de su más fiel sirvienta, una muchacha humana que había acogido bajo su techo tras encontrarla en un orfelinato en el centro de Londres. Durante el resto de la tarde, tras comprobar que ni un ápice de luz se filtraba en la casa de Kensington, se instaló en el amplio sofá blanco dispuesto en el salón. Disfrutó de una tarde tranquila y silenciosa acompañada de uno de los libros del señor Lewis Carroll. 'Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas' era una lectura que a la duquesa le parecía graciosa y entretenida. No era la primera vez que leía el cuento pues, a falta de otros entretenimientos, siempre volvía a ella. Al fin y al cabo, a la vampiresa siempre le habían llamado la atención los pequeños detalles y el país de las maravillas estaba plagado de ellos.

Fue su pequeña sirvienta la que la sacó del ensimismamiento vespertino cuando le anunció que ella se retiraría a dormir, pues eran ya más de las diez. Eleanor sonrió a la muchacha y le deseó buenas noches. Una vez la figura de la sirvienta se hubo perdido, la vampiresa se levantó del sofá y tras dejar el libro en la mesa se dispuso a abrir algunas ventanas con el objetivo de que el aire nocturno refrescara el ambiente del hogar. Paseó por la casa, explorando su propia vivienda con el objetivo de encontrar algún rincón que hubiera pasado desapercibido, pero dado que hacía lo mismo cada día, no encontró nada nuevo. Se estaba aburriendo de aquella casa, y con toda probabilidad volvería a mudarse pronto. Tal vez, esta vez podría ocupar el palacio en Mayfair. O volver a Cheshire durante algún tiempo... No, descartaba Cheshire, le gustaba estar en el centro de Londres y explorar la ciudad. Además, no había comida más fácil que la de Whitechapel.

Una voz a su espalda llamó su atención y abrió poco a poco la puerta de la habitación. La luz de la luna recortaba una figura joven que no reconoció y presionó el interruptor instalado junto a la puerta. La luz eléctrica había llegado hacía poco, pero su difunto marido, un duque, podía permitirse ese lujo. Observó a la joven y alzó las cejas ante la imagen que aportaba. Un tanto siniestra, gritaba a kilómetros su naturaleza. Suspiró, no sin cierto hastío, dando por hecho, o esperando más bien, que se debía a su juventud y que, como ella, maduraría con el paso de los años.

—Está claro que no os han enseñado que a una casa se entra por la puerta —comentó con un tono neutral, casi amable. No había rastro en ella de ser recriminatoria, todo lo contrario, la imagen que siempre transmitía Eleanor Grosvenor era la de bondadosa compasión— ¿Puedo ayudaros en algo, jovencita? —pidió— ¿O solo habéis entrado para curiosear? —añadió. Lo que realmente pensaba, es que, si bien aquella muchacha podía ir bien vestida, tal vez no tuviera recursos y hubiese entrado en la casona a robar alguna joya. Eleanor acarició con los dedos el camafeo plateado que lucía en el cuello, pensativa, como intentando decidir el grado de amenaza que suponía aquella muchacha.