That moment where words run dry - Leonardo

por **Aloysia Bellerose** Mar Oct 06, 2015 6:35 pm

Aloysia volvió a pasear la mirada, con cierta desidia, por las paredes de la habitación. Era hermosa, exquisitamente decorada, con toda clase de lujos. Perfecta para ella.

Dios sabía cómo habría llegado aquella casa al poder de Leonardo. Por desgracia, Dios no existía, y a ella aquellas cosas habían dejado de importarle. O había dejado de hacer ver que le importasen. Así era mejor, mucho más seguro. Esconder cualquier emoción era lo mejor que podía hacer. La vida, la no-vida se lo había demostrado.

Ni siquiera podía llorar. Le había quitado hasta las lágrimas, la única cosa con la que podía expresar su dolor, su angustia, su miedo. No había palabras para describir cómo se había sentido los primeros días. La había convertido en un monstruo, una asesina. La había separado de su amado, de su familia, de su vida. Y no había tenido lágrimas para despedirse de todo lo que había perdido.

Dejó el libro que había estado leyendo en la pequeña mesita de noche de la derecha. Era un libro que no había leído nunca, y no le extrañaba. Era realmente malo. Una insulsa novela sobre el amor en la que todo parecía que iba a acabar bien y que, desde luego, estaba muy de moda entre la mitad femenina de la población. Aloysia solo lo había empezado para poder tener un tema de conversación en la próxima reunión social a la que acudieran y, visto lo visto, su papel sería el de debatir con todas aquellas gallinas cluecas por qué aquello era un crimen contra la literatura. No le harían ningún caso, claro. Ahí radicaba el secreto de la inteligencia.

Exhaló un suspiro, formando con los labios una "o" perfecta. Había empezado a hacer esa clase de cosas por mera diversión, pero se habían convertido en una costumbre. Le gustaba moverse con suavidad y delicadeza, casi como si fuera etérea. Si no era un ser humano normal, no sabía por qué tenía que moverse como tal. Nunca se había fijado en ello mientras era mortal, pero era cierto: la mayoría de humanos se movían de forma torpe y desagradable. Ella no tenía ninguna intención de parecer un pato al moverse.

Se levantó de la cómoda butaca finalmente, caminando hacia la puerta, con suavidad. Los tacones de sus botines no hacían ningún ruido al chocar contra el suelo de madera, pero sabía que él sería consciente de que iba hacia allá aún sin oírla. Siempre había sido así. Quizás porque, aunque ella creyera que era silenciosa, no lo era en absoluto, no para él. O quizás tantos años de vida le dieran una suerte de capacidad para sentir que se estaba aproximando. O quizás solo estaba obsesionada con que él controlaba todo lo que hacía.

─ Buenos días. ─ saludó, con cierta ironía, justo tras atravesar el umbral de la puerta que daba paso al salón.

por **Leonardo Alighieri** Sáb Oct 10, 2015 10:02 pm

Decir que había pasado la noche en vela tendría algún sentido si hubiese tenido la capacidad de dormir en primer lugar. Por supuesto se le había olvidado hace ya mucho en qué consistía la sensación, el encontrar descanso al menos por unas horas, el irse a dormir a veces no por cansancio sino por querer olvidar un mal día. Pero obviamente sus ojos no se cansarían ya nunca y permanecería consciente permanentemente hasta... a saber cuándo.

Leonardo abrió los ojos, que habían permanecidos cerrados mientras se perdía en sus pensamientos por unos minutos. Anochecía, así que movió las cortinas de la habitación ligeramente alargando un poco el brazo desde donde estaba sentado para que entrase la luz de la luna. Después se giró hacia la mesita que estaba al lado del sofá, donde había dejado una carta que le había llegado durante el día. A primera vista parecía una invitación a algún evento social, lo que le extrañó pues habían llegado a Londres apenas hace unos días. Para quedarse durante una temporada. Por fin.

Había viajado con Aloysia por los lugares más bellos de Europa. Lugares en los que él por supuesto ya había estado en el pasado, pero con los que había intentado que la mujer se olvidase de su vida anterior. Intentando que su nueva vida pareciese llena de oportunidades y ventajas por las que merecería la pena convertirse en un asesino. Todo lo que necesitara y más, él se lo había intentado dar, y Aloysia no era una mujer fácil de contentar: sofisticada y amante de la belleza... alguien verdaderamente fascinante y que parecía erguirse por encima de cualquier otro mortal antes incluso de que fuera convertida en vampiro.

Al principio ella le había odiado, por supuesto. Pero ahora... ahora parecía que aquel odio se había desvanecido. Aunque en algunos aspectos Aloysia seguía siendo un libro cerrado para él, Leonardo verdaderamente esperaba que se hubiese rendido y que empezara a considerar que su vida actual podría hacerla feliz algún día. Era una de las pocas esperanzas ilusas que le quedaban después de 400 años de desilusión y desidia.

Movió la invitación entre sus dedos y por fin la abrió, leyéndola rápidamente y encontrándose con que la Duquesa de Aquitania les invitaba a su presentación en sociedad. Probablemente había invitado a media ciudad y hasta el pueblo llano podría acudir. Aburrido, sin duda.

Mientras leía notó cómo Aloysia se movía en su habitación y caminaba hacia el salón. Su gracilidad siempre le había fascinado y aunque era verdaderamente silenciosa, no podía evitar estar pendiente de hasta el más mínimo de sus movimientos. Cuando entró, levantó la mirada del papel para fijarla en ella y contestó, devolviéndole el tono que ella había empleado- Buenos días, mademoiselle. ¿Satisfecha con sus aposentos?

por **Aloysia Bellerose** Lun Oct 12, 2015 5:05 am

Leonardo respondió a su saludo irónico y añadió una pregunta. Si quisiera ser sincera, diría que sí. Aquello era más parecido a lo que ella estaba acostumbrada que los infinitos lugares donde se habían parado a descansar durante su viaje por Europa. Sin embargo, Aloysia no quería ser sincera. Hacía mucho que había dejado de ser sincera. Quizás para Leonardo no había sido más que el tiempo que se tarda en parpadear, pero para Aloysia cinco años eran mucho tiempo. Cinco años alimentándose de sangre. Cinco años siendo arrastrada contra su voluntad por todo el continente. Cinco años sin ver el sol. Cinco años sin ver a su sol. Cinco años sin ver a Ryan.

Con Ryan sí que se habría permitido ser sincera. Con Ryan sí que hubiera podido sonreír de verdad, agradecerle que dispusiera una habitación así para ella. Pero Ryan no estaba. Le había perdido la pista hacía algún tiempo, y no sabía cómo dar con él de nuevo.

Quizás era lo mejor para él. Al fin y al cabo, ella ya no era humana. No podría darle hijos ni podría darle un futuro. No podría salir a acompañarlo en un paseo matutino, ni podría envejecer a su lado. Tampoco podría llorar su muerte. Sí, quizás era lo mejor para ambos. Sin embargo, Aloysia no era una persona generosa. Por mas que se lo reprochara, a veces, en la soledad, era egoísta. Y quería volver a hablar con él, quería decirle lo que era, sin importar las consecuencias. Quería despedirse. Ryan quizás se asustaría, quizás creería que estaba soñando, quizás pensara que era un monstruo que le había arrebatado la vida y el cuerpo a su amada. Y ella no le culparía, porque ni siquiera ella sabía cómo hubiera reaccionado si todo hubiese pasado al revés, si ella hubiera seguido siendo humana y él hubiera desaparecido, convertido en vampiro. Pero quería despedirse, quería volver a verlo. Quizás así se sentiría más en paz consigo misma. Quizás así pudiera abandonar aquella dolorosa humanidad que aún le quedaba, haciendo que se apiadara de sus víctimas. Quizás así podía empezar a apreciar plenamente el mundo que Leonardo le prometía. Quizás, quizás...

─No está mal ─ respondió, de forma vaga, acercándose a él, encogiendo con delicadeza los hombros. Sin embargo, pronto otra cosa captó su atención ─¿Qué lees? ─ inquirió, señalando con la barbilla el papel que tenía en las manos.

En otro tiempo, aquello habría sido una muestra total de descaro y mala educación. En otro tiempo, alguien habría reprochado su conducta y ella habría tenido que disculparse, si hubiera sido lo suficientemente estúpida como para decir esas palabras. Ahora no era estúpida, simplemente, había dejado de darle importancia a aquellas cosas de puertas para adentro. Aquella forma de vida era completamente diferente, de modo que no tenía por qué anclarse en las normas de etiquetas del pasado. Así que ahora era directa, escueta y descarada. Y era mucho más cómodo que estar preguntándose qué ocultaría aquel papel, o que averiguarlo después de una charla banal e insulsa.

por **Leonardo Alighieri** Dom Oct 18, 2015 8:10 pm

A pesar de todo, contemplar a Aloysia le embriagaba de forma que su desdén o su disconformidad quedaban eclipsados por su sola presencia. Así que sonrió de lado ante esa respuesta tan austera y pensó que efectivamente le gustaban las cosas que él le proporcionaba, pero no lo diría. Aunque con un poco de esperanza, quizá, quién sabe, llegaría un día en el que sí lo haría.

No es que pensase que dándole una casa bonita y los mejores vestidos a Aloysia fuese a ser más feliz con él, no era idiota. Pero a veces sentía que era lo único que podía hacer. No la harían feliz, pero al menos estaba seguro de que todo aquello le gustaba. Así que él por supuesto seguiría intentado colmar todos los caprichos de Aloysia, pues el dinero que tenía tras siglos de existencia no tenía ningún valor. Tenía todo el tiempo del mundo para gastarlo en cualquier cosa que se le ocurriese, y cuando se acabase, sólo tenía que hacer negocios por un tiempo y tendría de nuevo. Sin miedo a malgastar su vida en trabajo para nada, pues le sobraba el tiempo por todas partes. Así había sido siempre, y así lo seguiría siendo. Aunque por supuesto ahora tenía a alguien más para compartir sus cosas y... todo su tiempo.

Por supuesto otra cosa en la que emplear toda esa eternidad que era su vida eran... las fiestas. Leonardo levantó el papel y se lo enseñó con desidia a Aloysia tras su pregunta - Una invitación para la presentación en sociedad de una tal... - consultó la carta de nuevo para rememorar el nombre de aquella mujer cuyo nombre no le sonaba en absoluto- Duquesa de Aquitania- hizo una pequeña pausa y la miró, extendiéndole el folio para que lo leyese por ella misma si quería- Apuesto a que tienes muchos vestidos a estrenar en ese armario nuevo.

Esperaba que Aloysia conservase su entusiasmo por ese tipo de eventos, aunque fuese simplemente por llevar los vestidos más espectaculares del salón, pues al menos era una oportunidad de hacer algo juntos. A él hubo un tiempo en el que las fiestas y las reuniones sociales le emocionaban. Pero eso fue cuando era consciente de que su vida era limitada y de que debía divertirse, conocer gente y despreocuparse de las obligaciones por al menos un tiempo. Pero el carpe diem dejó de tener sentido hace mucho. No le diría que no a una fiesta entretenida, pero normalmente ya no era muy entusiasta acerca de ellas, pues estaban siempre repletas de gente aburrida y falsa. Había ido a demasiadas fiestas como para no darse cuenta de ello, y no era precisamente muy difícil. Y, al fin y al cabo, la mayoría de la gente que había conocido en ese tipo de lugares estaba muerta. Y los que no lo estaban, no tardarían en estarlo.

por **Aloysia Bellerose** Mar Oct 20, 2015 8:06 pm

A veces, Aloysia podía llegar a sentir lástima por Leonardo, aunque quizás solo era lástima por sí misma. Delante suya, estaba un hombre que había presenciado cosas fascinantes como el renacimiento italiano, la evolución de la imprenta, los nuevos descubrimientos en continentes lejanos, la Revolución... Y, cuando uno ha visto maravillas y horrores como aquellos, ¿cómo podía siquiera pensar en disfrutar de una fiesta insulsa? La desgana con la que le informó del contenido de la carta no hacía más que darle la razón al respecto.

Y, sin embargo... ¿por qué la había condenado a ella a aquella vida? Aloyisia estaba segura de que habría millones de personas que hubieran matado por poseer la inmortalidad, por ser hermosas eternamente, por ser más fuertes y mejores que nunca... Y, sin embargo, había sido ella la elegida. Ella, que vivía la mejor vida que podía soñar, que tenía un futuro magnífico a sus pies. ¿Por qué ella y no otra? A veces quería preguntárselo a Leonardo, pero tenía miedo de la respuesta. Tenía miedo de él, y eso era lo que más odiaba de todo, porque sabía, de alguna forma, que nunca le haría daño. Y, sin embargo, no podía evitar temer a aquel hombre.

Tomó el papel con presteza, tratando de apartar aquellos pensamientos de su mente. Tenía que ser indiferente, fría. Así nadie podría hacerle daño, no más del que ya le habían hecho.

En el papel no había mucho más de lo que Leonardo le habia contado, salvo las diferentes actividades que se ofrecían. Para ser sincera, a Aloysia lo único que le interesaba realmente era el baile, pero sabía que tendrían que asistir a todo lo demás para no quedar mal. Y para no quedar mal tendría que aguantar a todas aquellas gallinas que conformaban la mitad femenina de la sociedad inglesa, y tendría que fingir que comía, aunque la comida se deshacía en su boca sin dejar sabor ninguno, como si comiera ceniza, aunque estuviera comiendo el manjar más delicioso del mundo.

─ Cualquier ocasión es buena para estrenar un vestido ─ respondió, encogiéndose de hombros, aunque se permitió esbozar una así imperceptible sonrisa traviesa. ─Pero esta es de las mejores.

Dicho aquello, se dignó a sentarse en el sillón continuo al de Leonardo. Era muy cómodo, pero eso era algo que no le sorprendió en absoluto. De hecho, era mucho más sorprendente que, poco a poco, no le importara tanto acercarse a aquel hombre, y, en cierto modo, era desesperanzador, porque significaba que se había rendido, que había aceptado que su vida, o existencia, o como quisieran llamarla, sería al lado de Leonardo y, que, siendo así, no tenia sentido rechazarlo continuamente. Sin embargo, eso no era lo peor. Lo peor era que ya ni siquiera podía conseguir contactar con Ryan, y Aloysia temía que esto significara que realmente había desistido, que no lo estaba intentando tanto como antes... Y no podía evitar que aquel pensamiento atenazara su corazón y le hiciera un nudo en el estómago. Si es que aún tenía aquellos órganos.

─ ¿Y bien? ¿Voy a tener que esperar a que la duquesa de Aquitania se presente en sociedad para estrenar vestidos o me vas a enseñar la ciudad? ─ Aloysia había visto parte de ella, claro, pero una ciudad tan grande como Londres tendría muchos más sitios de los que había podido ver en el poco tiempo que llevaban allí. Y, sin duda, Leonardo, después de tantos siglos, los conocería. En realidad, todo aquello era un intento de despejar su mente de todos aquellos pensamientos tan dolorosamente ciertos, pero Leonardo no tenía por qué saberlo.

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