Alto Secreto [Evelyn Wolfe]

Azalea suspiró leyendo los papeles que Aisha le había traído. Se los había dejado un cliente en su habitación y ella no había entendido nada de lo que allí había, y así y todo, le parecieron importantes. Era un presentimiento correcto, Azalea se lo había agradecido y había mandado a sus chicos del puerto a investigar la empresa. El dueño había muerto y ahora era propiedad de su esposa. Eso era lo que más le preocupaba. Conocía a las grandes señoras victorianas y más las viudas. Eran como perros que no soltaban su presa, llevadas por una continua doble moral que no modificaban por nada del mundo. Pero la mayoría de sus clientes usaban nombres falsos... ¿cómo salvaguardar sus apariencias? No le quedaba otra que ir ella misma a parlamentar con al viuda en cuestión. Y para no llamar la atención, se quitaría su amado shari y se pondría uno de esos vestidos victorianos que tanto odiaba, y es más, se llevaría a Ceanna para que nadie del entorno de la respetable viuda Wolfe sospechara.

Así pues se enfundó en un vestido de terciopelo azul marino con una tela bordada de blanco y dorado bajo los cordones del corpiño. Se colgó del cuello un gran zafiro, regalo del embajador ruso (gran cliente del Nimbooda) y cogió de la mano a su pequeña Ceanna, encantadora, vestida a juego. Su largo pelo se sujetaba en un moño trenzado y su maquillaje se había visto notablemente reducido, por lo cual parecía menos india y exótica de lo que le gustaba, pero era por una buena causa.

-¿A dónde vamos, mamá?

-A ayudar a un amigo de Aisha. Vamos a visitar una fábrica, ya verás que interesante.

Llegó al distrito de las fábricas y penetró en la del difunto señor Wolfe. Se anunció al secretario como la Señorita Azalea Raine., cosa que probablemente dejaría en shock a la señora Wolfe, pero no se le ocurría una manera mejor de hacerlo. Cuando por fin fueron conducidas al despacho, Azalea se sorprendió de veras de la mujer que tenía delante. Muchísimo más joven y hermosa de lo que se esperaba, con presencia, nada revenida. En definitiva, todo lo que había esperado, se vio truncado y simplemente sonrió relajada y amable

-Buenos días, señora Wolfe. Entiendo su desconcierto. Soy Azalea Raine, y esta es mi hija Ceanna. He venido a traerle esto- dijo entregándole el sobre donde había metido la carpeta y todos los papeles- Cariño, ve a sentarte allí- y la niña obedeció sentándose en el sillón del rincón del despacho de la mujer, mirando todas las decoraciones de la pared y moviendo los piececitos en el aire. Azalea volvió a la conversación- Una de mis chicas lo encontró en el Palacio de Placer que regento. Deduje que era algo importante y preferí traérselo a usted personalmente antes de que cayera en malas manos. De ahí mi atuendo y que venga con mi hija, no quería comprometer su reputación con ningún escándalo

No estaba siendo una buena mañana. Ninguna mañana era buena cuando la noche anterior la policía le traía a su hermano a rastras, ebrio o hasta arriba de opio o las dos cosas y tenía que meterle en la cama como a un niño pequeño. Odiaba las sonrisitas de los policías pero bien que se les quitaban cuando pagaba por su silencio. Apenas había dormido con los gemidos resacosos de su hermano en la habitación contigua y su humor de buena mañana no había mejorado mucho al recibir una notificación acerca de la fábrica de su difunto marido. Así que además tendría que cancelar su cita con la modista para desplazarse hasta Greenwich. Para mejorar su cenizo humor decidió dejar a un lado las ropas totalmente negras de luto y ponerse un conjunto algo menos monocromo acabando por escoger uno granate de cuello alto con el escote y el cuello en encaje blanco y el pelo recogido en un moño alto. Lo suficientemente conservador como para no levantar murmullos entre las mujeres y lo suficientemente provocativo como para girar cuellos masculinos.

En el carruaje se dedicó a leer los varios periódicos del día, prestando especial interés a la parte reservada para las finanzas y los negocios, deteniéndose en la parte de sociedad lo justo como para poder responder si le daban conversación y ni un segundo más. Al llegar a la fábrica se encerró en el elegante despacho principal a encargarse de todo el papeleo intentando bloquear el sonido de las máquinas funcionando a su alrededor. Se sorprendió al ser interrumpida por su secretario y le despidió conteniéndose para no romper la pluma con la que escribía. Azalea Raine, había oído hablar de ella por supuesto y había estado en su establecimiento muchas veces en su forma de cuervo, espiando a los importantes caballeros que se dejaban las herencias en los bolsillos de sus muy encantadoras señoritas. Y con una niña. ¿Sería de su hermano? ¿Por qué si no iba a plantarse una madame en su despacho?

-Adelante-anunció, dejando la pluma y cruzando los dedos en el escritorio para observar a la mujer que estaba irreconocible y, ciertamente, muy desfavorecida sin sus ropas indias. La niña tenía  los ojos azules de la familia Wolfe pero no se parecía lo más mínimo a su hermano o a ella misma lo cual la alivió automáticamente. Enarcó una ceja sorprendida cuando le tendió el sobre y siguió a la niña con los ojos hasta que se sentó, educada como debía ser. Y era una bruja. El aura era aún tenue en ella pero imposible pasarla por alto. Apartó los ojos de la niña y abrió el sobre encontrando unos documentos de vital importancia que le hicieron entrecerrar los ojos un segundo. Quienquiera que fuera que tenía que entregar esos papeles y se los había dejado en una casa de putas lo iba a pagar caro.

-Siéntese por favor señorita Raine-le pidió aunque como cada vez que hablaba parecía más bien una orden. Para suavizarlo le dedicó una sonrisa amable-he de decir que me ha sorprendido gratamente. Normalmente me habrían vendido estos papeles o habrían intentado llegar a alguna clase de trueque por ellos-lo que les habría costado el cuello pensó pero no lo dijo-sin embargo usted no lo ha hecho. Y yo que pensé que la integridad era una cualidad extinta en nuestra ciudad... estoy en deuda con usted, permítame que empiece por invitarla a un té a usted y a la señorita del sillón también por supuesto-le guiñó un ojo a la niña y dio un par de palmadas con las que raudo y veloz apareció su secretario que tomó nota rápida de lo que lo que querían tomar las tres antes de irse-tiene una hija preciosa, no le voy a mentir al principio pensé que me traía a la hija bastarda de mi hermano. Seguro que le conoce, Arthur Wolfe. Es un asiduo de su establecimiento y de otros tantos similares por la ciudad-si mi hermano se muriese se quedarían sin pagar el alquiler la mitad de las putas de Londres-pero tú eres demasiado guapa como para ser la hija de mi hermano-le dijo sonriéndole de forma cálida sin querer asustarla. No tenía especial predilección por los niños pero aquella niña parecía inteligente y, lo que es más, era la primera niña que había visto con el aura desde hacía mucho tiempo y, como cada vez que se topaba con alguien mágico, se sentía fascinada.

Azalea sonrió y se sentó donde la señorita Wolfe indicó. Le gustaba aquella mujer, fuerte, segura de sí misma y que no temblaba de vergüenza o directamente asco, en su presencia. Trató bien a Ceanna (y no tenía por qué hacerlo) así como el hecho de darle las gracias, cosa que además de no ser necesaria, no le daban muy a menudo.

-No tiene usted por qué darlas, señorita Wolfe. Es un placer para mí ayudar a otra mujer fuerte y emprendedora. Si nos pisamos entre nosotras ¿que dejaremos para los viejos y conservadores empresarios?- Azalea había luchado contra otro tipo de empresarios, los chaperos de Witechapel. Les había arrebatado la explotación de las mujeres, y les había dado dignidad dentro del trabajo que habían asumido. Ni era tan vistoso ni estaba tan bien considerado como el negocio de Evelyn, pero para ella era su pequeño triunfo. Aceptó ese té con un gesto de asentimiento y esperó a que llegara para llamar a Ceanna pues aún tenía otro tema que tratar

-Quería pedirle, señorita, que no me ponga en el compromiso de descubrir el nombre del cliente que se dejó tal cosa en mi local. Como usted comprenderá, hacemos gala de discreción en cuanto nos es posible, y la chica que me lo dió tampoco me lo dijo. Si usted. Por sus propios medios lo averigua...- se echó para atrás en la silla, significativamente y la miró con astucia- estoy segura de que le dará el merecido castigo por tamaña torpez- no era ningún secreto que nadie escapaba del ojo de Evelyn Wolfe. Por algún motivo, aquella mujer conseguía toda la información que se proponía, por lo que se quejaban los empresarios de su local, y no le quedaba ninguna duda de que encontraría al culpable de aquel desliz.

No pudo evitar reírse al oírla hablar con tanta franqueza de su hermano Arthur. Claro que le conocía, y era de esos que derrochaba grandes sumas en su local, pidiendo los licores de importación de la India, el mejor opio, y sus chicas mas caras. Carraspeó y abordó la situación mientras les servían el té con todos los dulces que les acompañaban- Su hermano es un joven encantador que... Se está buscando a sí mismo- Ceanna se acercó y sonrió cuando Evelyn hizo aquella afirmación. Negó con la cabeza con una sonrisa

-Mi papá se fue a Francia. Mamá dice que no puede volver- Azalea acarició su pelo y miró a Evelyn con expresión se derrota. Parecía una excusa pero era la verdad

- Vamos, cariño, tomate un dulce, la señorita Wolfe nos ha invitado al té- Ceanna en seguida se puso muy tiesa en la silla y muy seria, pues Azalea le tenía enseñado que en sociedad había que comportarse. Se fijó en que la empresaria la miraba mucho, no sabía bien por qué, si ya había descartado que fuera su sobrina bastarda.

Levantó su taza de té cuando habló de los empresarios en lo que era un brindis tanto como un "amén". Ella sabía lo que era lidiar con hombres chapados a la antigua cuyo primer pensamiento era que si mandaban a una mujer a hacer negocio era para que se pusiera de rodillas. Y seguro que Azalea había tenido que luchar más de una batalla y más de dos precisamente. Y sin ser una bruja habría sido doblemente difícil. Si bien no se había ganado su confianza (nadie lo hacía con tanta facilidad), sí que se había ganado su respeto. Le dio un sorbo al té caliente mientras escuchaba la petición de la madame y dejó la taza con delicadeza en su platito asintiendo con un gesto de compresión.

-Por supuesto, entiendo que la discreción es una parte de su negocio y pedirle que me diera información privilegiada sería como... ¿cómo lo ha expresado usted? Pisarla. Tirar piedras contra mi propio tejado si me lo permite ya que yo tampoco ofrecería cierta información clasificada a nadie por mucho que estuviera dispuesta a ayudar a esa persona-aunque no llegó a contestar a lo del castigo, su sonrisa torcida fue respuesta más que suficiente. Por supuesto que iba a encontrar al inútil que había olvidado aquellos documentos. Y lo iba a pagar caro. Como pronto iba a ser inmediatamente despedido. Y muy posiblemente le diera un susto de un carácter menos natural.

-Sinceramente señorita Raine, espero que se encuentre a sí mismo antes de dilapidar la herencia que le dejaron nuestros padres-enarcó una ceja con las palabras de la niña y su gesto cambió a uno de comprensión. Aquella niña no sólo era educada sino también lista. Sabía que probablemente la educación de la madre tenía mucho que ver pero también quería atribuírle un cierto mérito a su naturaleza sobrenatural. Era una pena que tuviera que conformarse con ser una hija de Abrahel, con ese desparpajo y esos ojos de haber sido de Kalastria podría comerse el mundo-que no te preocupe eso querida, yo apenas tuve contacto con mi padre y a la larga soy consciente de que no me ha hecho falta-ni falta que parecía que fuera a hacerle a esa pequeña. Tenía ese brillo inteligente en la mirada heredado de Azalea y con el que llegaría muy lejos de eso no le cabía la menor duda. Sobre lo que sí tenía dudas es sobre si Azalea sabría quién, o mejor dicho, qué era su hija. ¿Un favor por un favor tal vez?

-Ceanna ¿puedo llamarte Ceanna? ¿Quieres ver las máquinas de la fábrica? Son enormes y hacen mucho ruido-la niña sonrió y se le iluminó el gesto pero enseguida se volvió hacia su madre. Evelyn se levantó e hizo un gesto hacia la puerta-iremos las tres-miró intencionadamente a la madame para hacerle ver que le interesaba la conversación que tendrían y se encaminó hacia la nave grande donde estaban las máquinas que verdaderamente hacían un ruido estruendoso. Le hizo un gesto a uno de los trabajadores para que se acercara y señaló a Ceanna-camina con ella, explícale para qué sirven las máquinas-el hombre asintió y le dio la mano a la pequeña echando a caminar un par de pasos adelantado a Evelyn y Azalea.

-Lo cierto es que ni siquiera yo entiendo para qué sirven-le confesó en petit comité a Azalea antes de cambiar a un registro más serio-Tiene una hija extraordinaria señorita Raine. Excepcionalmente extraordinaria-aunque ni su paso ni su gesto cambiaron, la mirada que le dirigió pretendía hacerle ver que no estaba elogiando a su hija en vano-y hay mucha gente por aquí a la que no le gustan las personas extraordinarias como su hija ¿sabe? Gente que teme a las personas extraordinarias, gente que las odia-le contó, las manos tras su espalda y la mirada fija en la susodicha mientras hablaban.

Le gustaba que Evelyn tratara así a su hija, y le gustaba las palabras que decía. Tenía razón, su hija no necesitaba a Javert, aunque en lo profundo de su corazón su deseo siempre había sido ser una familia. Claro que si aquella mujer había llegado tan lejos sin padre quizá era para plantearselo. Sonrió ante la petición y asintió ante la mirada suplicante de su hija, que debía estar teniendo el día más apasionante de su vida

-Por fi, mamá, Andrew y Lloyd se van a morir de envidia cuando se lo cuente- Azalea asintió y la llevó por los hombros hacia la fábrica hasta que un encargado con cara de bonachón se adelantó con ella. Se preguntó que quería Evelyn de aquel paseo y empezaba a parecerle demasiado enigmática

-Creame, al final es más fácil aprender para qué sirven las máquinas y cómo lo hacen que tratar de entender a las personas, que al fin y al cabo es con lo que tengo que lidiar día a día- Pensaba en Radha y Aisha y en su estúpida rivalidad. Raine la llevó ante el sargento Keller en su día, obrando contra su propio beneficio. Pensaba en Saray y sus dudas sobre el padre de sus hijos y dueño. Y también en Arthur Wolfe, compadeciéndose de Evelyn por tener que lidiar con aquel problema que se repetía invariablemente generación tras generación -No sé qué decirle sobre su hermano. Confío en que de verdad pueda encontrar su camino en la vida, aunque no le voy a mentir, he visto a muchos como él, pero estoy segura de que usted sabrá como reencauzarle- de hecho no sabía qué hacía todavía por su local teniendo a aquella mujer como hermana.

Pero lo que vino a continuación le inquietó más aún. No sabía si conseguía entender lo que aquella misteriosa mujer le quería decir y llevaba mirando a Ceanna con especial interés desde que atravesaron la puerta. Carraspeó y la miró, directamente, sin tapujos- No sé si la entiendo, señorita Wolfe. Mi hija es muy lista y le puedo asegurar que es la luz de mi vida, pero no deja de ser una niña. ¿qué es lo que ve exactamente de especial en ella que pudiera hacerle... granjearse el odio de esas personas que usted dice? ¡Tiene seis años!- quizá había sonado demasiado brusca pero algo en su interior se había agitado al oír las palabras de la mujer. ¿Conocería a Javert? ¿se referiría a sus orígenes? quizá conocía a su familia y trataba de convencerla de entregársela.

Las palabras de Ceanna la hicieron sonreír, conocía esa sensación, ese querer demostrar que podía ser superior y que lo era. Esa niña le gustaba más y más por momentos. Bien entrenada podía llegar a ser muy grande. Evelyn se jactaba de saber reconocer el potencial cuando lo veía ya fuera en una máquina, un cuadro, una idea o una persona y Ceanna parecía llevar impreso en la frente "gran inversión" con letras en mayúscula. Caminó junto a la india escuchando sus palabras que no podían ser más verdad y se preguntó qué pensaría si supiera las posibilidades que se le pasaban por la cabeza a Evelyn sobre su hija.

Y ahí estaba. Claro que no entendía nada ¿cómo iba a hacerlo? No sólo ignoraba qué era su hija sino que ignoraba todos los peligros a los que se vería expuesta. Una parte de ella quería contárselo pero era demsiado sensata como para eso. Parecía una madre amante y entregada pero ¿quién sabía? Bien podía ser una espía o no querela tanto como parecía. No, no debía saberlo aún. Y menos siendo india. Aquel pueblo aún a medio civilizar era demasiado supersticioso, no era tan mala persona como para condenar a una niña a morir quemada viva y menos sin sacar beneficio de ello.

-Señorita Raine, la edad es lo de menos para la gente menos... bendecida por así decirlo. Usted debe saberlo mejor que nadie. Para algunas personas, da lo mismo seis que dieciséis que treinta y seis. Además no tendrá esa edad siempre-claro que lo sabía, si Evelyn había visto a los chaperos vender a niñas de no más de doce años por unos peniques que no habría visto Azalea-sí que parece lista sí. Apuesto a que tiene una imaginación desbordante. Déjeme adivinar, seguro que tiene sueños muy vívidos ¿a qué sí? Y pesadillas igualmente vívidas, tanto que cualquiera diría que podrían hacerse realidad-tras eso rió entre dientes, restándole con su risa importancia a sus palabras como si fuera algo común en todos los niños. Si Azalea quería ver vería, si prefería no hacerlo sería problema suyo.

-Discúlpeme, estoy siendo muy solemne. Es sólo que yo no tuve una madre ¿sabe? La tuve por supuesto pero me ignoró hasta que fui mujer y desde entonces su único interés en mí fue mi posible matrimonio-se encogió de hombros sin perder la sonrisa, restándole hierro al asunto. Ella había dejado caer la semilla, si germinaba o no era algo más allá de su injerencia-creo que nunca llegó a saber nada sobre mí. Hasta el punto que escogió unas flores para mi boda a las que soy alérgica-mintió pero sólo en lo de la alergia, el resto era verdad. Prefería que cuando Azalea le diera vueltas a la conversación tuviera suficientes banalidades como para no convertirse en su objetivo si resultaba ser más supersticiosa que inteligente-¿Qué le parece la fábrica? ¿Es usted amiga del progreso o le parece que va todo muy rápido?-¿qué sangre te tira más, la civilizada británica o la bárbara india?